Una tregua para Navidad

 Cuenta la historia, aunque algunos lo consideren simplemente una leyenda, que una tregua no pactada se impuso en las trincheras del frente occidental durante la Navidad de 1914. Un hecho cierto, pero inicialmente negado, por los estados mayores, los gobiernos de cada bando, y aún por las respectivas prensas nacionales.

Se sabe que a caballo de esa fecha los combatientes aliados (franceses, belgas e ingleses) y sus enemigos, los alemanes, dejaron de dispararse, salieron de sus respectivas trincheras a la tierra de nadie que los separaba y se unieron en confraternización para festejar juntos la Navidad.

Incluso, algunos sostienen que aprovecharon esta pausa para jugar un partido de fútbol. Lo más osados afirman que fue ganado por los alemanes.

Obviamente, la cosa duró poco. Ya que la guerra duraría por casi cuatro años más. Algunos, incluso declararon haber visto ángeles sobre el cielo. Pero, esto no pudo ser confirmado y varios lo catalogaron como alucinaciones colectivas.

Si en medio de una de las guerras más sangrientas de la historia hubo espacio para una tregua. ¿Por qué no declaramos una entre nosotros? 

Una que reconcilie, especialmente, a los que creer tenerlo todo por haberlo obtenido con su trabajo con aquellos que creen tener derecho a lo mismo, aunque no hayan hecho el esfuerzo, ya que la necesidad pocas veces entiende de plazos.

También, una que reconcilie a nuestros dirigentes con la realidad y que los haga más humanos y menos soberbios. 

Especialmente, un noche de paz para que nuestros presos políticos -militares, policías y civiles acusados de delitos de lesa humanidad- tengan un momento de paz junto a sus familiares.

Aunque dure poco.