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ANEXOS.

miércoles, 7 de julio de 2021

Deus ex machina

NOTA: el presente artículo constituye el Epilogo del libro: "Cuarta Revolución Industrial. Análisis estratégicos" del Dr. Mario Ramón Duarte editado por Phillos. 



por Carlos A. PISSOLITO


El epílogo como tal, es lo opuesto al prólogo, el que es un fragmento al principio de una obra y que sirve para introducir el tema central de la historia y captar el interés del lector. Por el contrario, el primero, como lo entendían los Antiguos, busca producir el efecto dramático que caracteriza a todo cierre. 

En este caso la extensa y compleja labor del autor y que no solo nos introduce en cada tema, sino que, además, nos plantea una serie de preocupantes conclusiones, nos obliga a ello. Porque si las tres revoluciones industriales previas (RI). La 1ra con su  mecanización, el uso de la energía hidráulica y eléctrica; la 2da con su producción en masa y la línea de montaje y la 3ra con la Informática y con la  automatización de los procesos supieron encontrar formas políticas que de alguna manera las controlaron a todas.

Especialmente, a partir de la 2da de ellas, las formas políticas existentes, las del Capitalismo y las del Socialismo. No sólo asimilaron a su favor los nuevos horizontes problemáticos y avances tecnológicos que ellas planteaban en su  momento. También, los supieron usar en su provecho y en la expansión de sus ideales políticos.


La carrera al espacio que tuvo lugar durante la Guerra Fría nos muestra, claramente, esta dualidad. La del Capitalismo por un lado, encabezado por los EEUU y la del Socialismo, por el otro, conducido por la Unión Soviética. Diferentes y similares como ambas ideología eran. No tuvieron mayores problemas en organizar el uso y el aprovechamiento de los frutos de la 2da RI. 

Con la muerte del Socialismo y con el colapso de la URSS. El Capitalismo nortemericano y europeo no tuvo mayores problemas, no solo en ponerse a la cabeza de la 4ta RI, también, en creer que sería la ventaja definitiva y suprema para el logro del tan mentado, “fin de la historia”.

Pero, con la 4ta, la que ha comenzado recientemente y que tiene un desarrollo proyectado para alcanzar su cénit a mediados del siglo XXI. No sólo no ha encontrado una forma política que la represente y que la controle. Amenaza ella misma con invertir estos términos y crear una nueva forma política a su imagen y semejanza. 

¿Por qué creemos que esto es así? Vemos.

Porque, si bien las tres primeras revoluciones industriales conformaron lo que podemos categorizar como una continuidad político-tecnológica. La 4a implica, por  el contrario, es una disrupción. Especialmente, en sus dos ramas fundamentales: la de la infotecnología y en la biotecnología.

Ya que si en las revoluciones industriales anteriores se buscó y se logró modificar aspectos exteriores al hombre. La poiesis, en términos aristotélicos. La 4ta amenaza con cambiar aspectos interiores, vale decir prácticos, en los mismos términos. 

En otras palabras, ya no solo se pueden modificar la forma en la que producimos cosas, sino en la que manejamos o, mejor dicho, se pueden manipular seres humanos; tanto en su proceso de toma de decisiones a través de la infotecnología como ya lo hemos visto con la manipulación de la opinión pública mediante el uso de las redes sociales. También, en su constitución y en sus funciones físicas, a través de la biotecnología.

Todo ello se desarrolla sobre un escenario de máximo dramatismo. Con un Turbocapitalismo, entendido éste como la última etapa evolutiva del Capitalismo, que nos lleva hacia una imposibilidad metafísica de poder seguir evolucionando. Ya que lo debería hacer en un mundo amenazado, tanto por la disrupción técnica ya expresada como por un colapso ecológico.

En crisis anteriores, provocadas por las otras revoluciones industriales, el Capitalismo apeló a su vieja y conocida receta de mejorar sus técnicas de producción y de acumulación. Pero, esto ya no puede hacerlo, pues ha alcanzado su nivel de ineptitud. De tal forma, que insistir en este camino sólo puede conducir a la humanidad al desastre. Ya sea que este se nos presente bajo la forma de una guerra termonuclear, una rebelión de la microbiología como ya lo estamos viendo en las oleadas de virus mortales que nos asolan o en un colapso de la macrobiología con una marcada escasez de recursos naturales para explotar en beneficio del hombre y de sus necesidades. 

Desde el punto de vista político, el Turbocapitalismo ha producido, como era de esperarse, una tremenda concentración de los recursos en manos de unos pocos. Sean estos Estados nacionales o corporaciones como diferentes grupos sociales en su interior.

Esto nos lleva a predecir que si antes las revoluciones políticas se producían por la búsqueda de derechos por parte de sectores desplazados de una sociedad que buscaban mejorar su situación. En el futuro cercano esas masas lucharán no por su inclusión; sino como una forma de evitar su irrelevancia y hasta su desaparición física.

Esto será así, porque las revoluciones industriales anteriores supieron compensar la pérdida de trabajos con la creación de otros nuevos. Por ejemplo, el reemplazo de los carruajes tirados por caballos por automóviles, hizo que los cocheros pudieran, sin un gran esfuerzo, convertirse en choferes de autos, micros y camiones.

Pero, esto no es lo que sucederá con la inevitable llegada de los autos de conducción autónoma. Simplemente, porque ya no habrá una persona humana responsable de su conducción. Aunque bien podría argumentarse que si bien desaparecería la necesidad de chóferes y de conductores, se incrementaría la necesidad de ingenieros y de programadores para diseñar, fabricar y mantener a estos autos.

Esto podrá ser cierto por un cierto lapso. Y aún sin considerar las mayores dificultades que conlleva transformar a un conductor de autos en un ingeniero industrial. Obviamente, mayores que las de entrenar a un conductor de carruajes en chofer de un vehículo automotor. No hay que pasar por alto que dentro de poco, esos autos ya no serán diseñados por ingenieros humanos sino por máquinas munidas de inteligencia artificial (IA) y que habrán aprendido a hacerlo por sí mismas sin  ayuda humana alguna. 

Como ya sucede con las computadoras que libran y ganan partidas de ajedrez contra los grandes maestros. Si a las primeras máquinas que los vencieron se las programaba con diversas jugadas de apertura, ataque y defensa. A las últimas, se les deja la “libertad” de que aprendan por sí mismas las mejores estrategias de juego. Lo que las ha transformado en invencibles, ya que presentan jugadas inéditas y que no estaban en los libros especializados ni en la cabeza de los especialistas. 

Lo mismo pasará en el campo de la medicina, aunque no sin algunas paradojas interesantes. Por ejemplo, no hace falta mucho para que los diagnósticos médicos se hagan, casi exclusivamente, mediante la IA. O, al menos, fuertemente, asistidos por ella. Pero, por el contrario, faltan muchos más años para disponer de robots que puedan desempeñar el rol de una enfermera y, por ejemplo, puedan cuidar de un paciente. 

Igualmente, se puede citar el mundo de los drones militares. En los cuales pronto no habrá necesidad de un piloto entrenado, ya que volarán por sí solos; pero, todavía, será necesario equiparlos y repararlos en tierra por un nutrido equipo de técnicos. 

Por supuesto, como ha sucedido con otros trabajos en el pasado. La natural capacidad de adaptación humana hará que muchos seres humanos se reentrenen y se reeduquen para cumplir nuevas funciones. Probablemente, quienes mejor lo logren serán una especie de “centauros” que puedan interactuar, de la mejor manera posible, con las nuevas máquinas inteligentes. Algo que ya viene sucediendo con ellas; tales como helicópteros de combate que son controladas con la mirada y que pronto lo serán con el pensamiento.

Pero, cuando examinamos de cerca estas complejas habilidades como, por ejemplo, sería pilotear un sofisticado helicóptero. Vemos que será un reino exclusivo para unos pocos. Ya que las grandes masas quedarán fuera de toda posible adaptación. Especialmente, porque la formación de tales personas llevará años, ya que deberán disponer de una base educativa muy compleja y muy costosa. 

La gran pregunta, entonces, pasa a ser: ¿Que hacer con las grandes masas de personas irrelevantes que nos dejará la 4ta RI?

Al respecto parecen abrirse dos posibilidades. Las que ya han sido enunciadas, al menos en forma incipiente.

Por un lado, están los que creen que la salida será la creación de una suerte de ingreso universal, como ya lo ha planteado el propio Papa Francisco. O, por otro lado, mediante la gratuidad de varios servicios esenciales, tales como la vivienda, la alimentación y la provisión de otros servicios públicos, la educación y el acceso a la salud. 

Llegado a este punto conviene definir los alcances de los términos “universal” y “básico”. Ya que pueden tener consecuencias muy distintas cuando hablamos de billones de personas y de dos centenas de Estados. 

Por ejemplo, empezando por el primero de ellos. Entendemos que no será lo mismo lo que pueda otorgársele a los ciudadanos de un país próspero comparado con uno que no lo es. Igualmente, con el segundo de ellos, tomando por ejemplo un servicio de salud, no será lo mismo proveer un reemplazo de cadera para un anciano que insertar un ojo biónico a un joven piloto para que pueda pilotear un helicóptero de combate. 

Sea como sea, se abren aquí dos posibilidades políticas excluyentes. La de los sistemas capitalistas que buscarán alguna forma de entrega de un subsidio personal que permita alguna forma de manipulación política clientelista o la de los sistemas socialistas que lo harán mediante la socialización de todos los servicios que sean necesarios y con el monopolio de los medios de producción en sus manos. 

Pero, como ocurría en la trama de las tragedias griegas cuando sus autores necesitaban hacer un salto no lógico en sus tramas mediante la introducción voluntaria, de una deidad (Deus) mediante el uso de un artificio parecido a una grúa (machina). Aquí necesitamos algo similar. Ya que ninguna de las opciones planteadas parecen ser buenas para nosotros, los argentinos. 

Porque, seguramente, mejor que proteger fuentes de trabajo como lo intentan, tanto el Capitalismo como el Socialismo. De lo que se trata aquí es de proteger a los seres humanos, en lo que tienen, precisamente, de humanos. 

En este sentido, creemos -junto con el autor y con el prologuista de esta obra- que no hay ni habrá una mejor doctrina para lograrlo que la del Justicialismo. Dado su carácter, eminentemente, humanista, pero a la vez abierto a los cambios. 

Con esto terminamos nuestro epílogo. Probablemente, con más dudas que certezas. Pero comprometemos a otros autores a desarrollar lo expresado en estas últimas líneas. La supervivencia de nuestro Estado nación y de nuestro particular estilo de vida.  

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