As I please...
por Martin van Creveld
Parece que han pasado solo unos años desde que el exitoso psicólogo de Harvard, Steven Pinker, publicó dos obras extraordinariamente optimistas, "The Better Angels of Our Nature"; "Why Violence Has Declined" (2011) y "Enlightenment Now 2" (2018). Como dice el autor, su intención era mostrar que la humanidad marcha hacia, si no la perfección, al menos hacia una existencia muy mejorada. Dependiendo de la ubicación geográfica y del país en cuestión, menos guerras y menos personas que pierden la vida en ellas. Menos delincuencia y menos violencia. Menos muertes perinatales entre mujeres y bebés. Mayor control sobre la naturaleza. Mejor atención médica. Enfermedades que, una vez consideradas incurables, han sido erradicadas o están en camino de serlo. Creciente esperanza de vida (algunos visionarios han afirmado que los primeros inmortales, personas destinadas a vivir para siempre o al menos hasta los 200 años, ya caminan entre nosotros). Una producción económica muy expandida que, junto con el desarrollo de la tecnología, apunta hacia la erradicación de la pobreza y un futuro en el que todos, si no son ricos, tendrán lo suficiente para comer. Más democracia, más justicia, más derechos humanos. Más ya menudo mejor educación; menos superstición, más ciencia. Menos esclavitud, más movilidad y más viajes. Más oportunidades. Un orden social mejorado que constantemente hace que la vida de miles de millones sea más brillante, más feliz y más placentera.
Dice Hegel, doy por sentado que cualquiera que lea este blog sabrá quién era, así que no hay necesidad de explicar, que la lechuza de Minerva solo extiende sus alas al anochecer. Es decir, el mismo hecho de que más y más personas hayan llegado a creer en algo —el progreso, por ejemplo, la democracia, el socialismo o la existencia generalizada de una “cultura de la violación”— es en sí mismo en parte causa, en parte resultado, del colapso de la sociedad. ese “algo”. ¿Por qué? Porque la historia, a diferencia del mundo natural, no se mueve en ciclos ni en línea recta sino en un proceso interminable de acción-reacción. Una idea –para Hegel, un idealista, siempre es la idea lo que viene primero– nace. Se propaga. Al difundirse, da lugar a la oposición (como lo hace necesariamente cualquier idea; sin oposición, no hay idea). Los dos, la idea y la oposición a ella, interactúan. Se estudian unos a otros, aprenden unos de otros, luchan y se fusionan. Hasta que una nueva idea nace del cuerpo de ambos padres, lo que permite que el proceso continúe. Todo esto tiene lugar todo el tiempo, en todos los niveles, llevándonos siempre hacia lo que Hegel considera como la meta final. Es decir, un mundo en el que domina una sola idea, la de la libertad, y se resuelven todas las contradicciones.
Para repetir, solo han pasado unos pocos años desde que Pinker tomó las riendas del progreso. En aquellos años, ¡qué reacción! Demasiada gente en esta tierra abarrotada de nosotros. El calentamiento global provoca el aumento del nivel del mar y el derretimiento de los glaciares. Tormentas que alternan con sequías. Dondequiera que miremos, se propaga la contaminación: en tierra, en el mar, incluso en el espacio exterior. Restricciones al turismo, declarado, recientemente, como la mayor industria del mundo; pero ahora visto cada vez más como una amenaza para el medio ambiente. En algunos lugares, no siempre los menos desarrollados, la esperanza de vida ha comenzado a disminuir. El Ccoronavirus, que cuenta sus víctimas por millones, sigue siendo una amenaza, al igual que otras enfermedades emergentes.
Se está gastando más dinero en los ejércitos que nunca. La guerra, una guerra a gran escala, ha estallado en Europa y puede estar a punto de estallar también en el este de Asia (por ejemplo, entre China y Taiwán). La depresión se está extendiendo, al igual que el uso de todo tipo de dudosas drogas, supuestamente, para combatirla. Un volumen creciente de violencia, aparentemente, aleatoria en el que mueren personas inocentes, incluidos escolares. Vastas y crecientes brechas socioeconómicas entre personas, clases y países. En muchos países, la democracia se está volviendo cuestionable y el autoritarismo está levantando su fea cabeza. Incluso dentro de ese modelo de perfección humanitaria, la UE, algunos miembros no son inmunes.
Para continuar con la lista, se cuestiona el valor de gran parte de la educación superior no profesional. El contacto entre personas pertenecientes a diferentes religiones y culturas, en lugar de enseñar tolerancia y respeto mutuo; a menudo genera más odio y más fanatismo. Los Estados policiales usan el progreso tecnológico, del tipo que, según nos dice Edward Snowden, él y muchos otros originalmente acogieron como un instrumento de liberación, para espiar a todos en todo momento. El comienzo de una reacción al despertar que muy bien puede poner fin a cualquier progreso, si es que es un progreso, se ha logrado en esta dirección y se ha extendido.
Dos siglos después de que Schiller escribiera y Beethoven le pusiera música, la idea de que “todas las personas se están convirtiendo en hermanos” existe incluso un movimiento o al menos el comienzo de un movimiento, formado por científicos y académicos que creen que estamos en un punto de inflexión crítico. Lo que significa que, después de unos dos siglos y medio de progreso visible y sostenido, ese progreso ahora ha alcanzado su punto máximo y está a punto de retroceder.
¿Qué vista es la correcta? Como atestiguan varias entradas en este blog, al considerar el futuro siempre es útil consultar a George Orwell. Esto es lo que, poco antes de su muerte en 1950, dijo sobre el asunto:
El mundo de [1984] es un lugar desnudo, hambriento, ruinoso comparado con el mundo que existía antes de 1914, y más aún si se compara con el futuro imaginario que la gente de ese período esperaba. A principios del siglo XX, la visión de una sociedad futura increíblemente rica, ociosa, ordenada y eficiente —un mundo reluciente y aséptico de vidrio, acero y cemento blanco como la nieve— era parte de la conciencia de casi todas las personas alfabetizadas. La ciencia y la tecnología se desarrollaban a una velocidad prodigiosa y parecía natural suponer que seguirían desarrollándose. Esto no sucedió, en parte por el empobrecimiento causado por una larga serie de guerras y revoluciones, en parte porque el progreso científico y técnico dependía del hábito empírico del pensamiento, que no podía sobrevivir en una sociedad estrictamente reglamentada. En conjunto, el mundo es más primitivo hoy que hace cincuenta años.
¿Es esta la dirección en la que nos estamos moviendo?
Traducción: Carlos Pissolito
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