COMENTARIO: la nota de W. Lind ha sido escrita el 12 de setiembre de este año, cuando no se disponía de suficiente información sobre las denominadas contraofensivas de Ucrania. Hoy está claro que tanto la finta del Sur como la principal en el Norte han sido detenidas por las fuerzas rusas y que el frente ha vuelto a estabilizarse. Por otro lado, Putin ha anunciado su declaración de guerra contra Occidente. Lo que viene a confirmar los temores del autor.
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Traditionalism in a changing world.por William S. Lind
Pero los intereses deben ser cuestiones de frío cálculo, no de cálidas emociones. La política exterior es más que consultar la lista para los Reyes Magod y de quién es malo o bueno. Sí, los rusos han sido unas bestias y su invasión de Ucrania ha sido criminal. Pero las victorias de Ucrania no son buenas noticias para el interés más vital de Estados Unidos.
¿Cuál es ese interés más vital? Evitar la guerra nuclear.
A lo largo de la Guerra Fría, todos en Washington entendieron esto. El partido no importaba, liberal o conservador no tenía importancia. Todo el establishment de la política exterior y de defensa sabía que nosotros y los soviéticos caminábamos sobre huevos. El más mínimo paso en falso podría significar una catástrofe nuclear. Estuvimos cerca en alguna ocasión; la más cercana fue, probablemente, durante la crisis de los misiles en Cuba, cuando el capitán de un submarino soviético estuvo a punto de disparar un torpedo nuclear contra un destructor estadounidense. Su politruk lo detuvo. Como representante del Partido, sabía que Moscú no quería una guerra nuclear más que Washington.
Pero parece que todos los adultos en la habitación murieron y un grupo de adolescentes borrachos ahora tienen sus dedos en el botón. Rusia ha insinuado desde el comienzo de su invasión de Ucrania que la opción nuclear está disponible. Si el ejército ruso está comenzando a desintegrarse, sospecho que esa opción está o pronto estará sobre la mesa.
¿Qué significaría? Mi suposición es uno o más ataques nucleares en el oeste de Ucrania, dirigidos a las líneas de suministro que traen armas estadounidenses y europeas. Inicialmente, no creo que ataquen territorio de la OTAN. Pero los vientos soplan de Este a Oeste en Europa, y las consecuencias podrían considerarse un arma en sí misma.
Esto es, por supuesto, una locura en Moscú. El presidente Putin lamenta la desintegración de la Unión Soviética; algunos veteranos del Partido deberían recordarle que ningún líder soviético habría iniciado jamás una guerra nuclear. Si uno se hubiera movido para hacerlo, inmediatamente, habría sido reconocido como trotskista y derrocado.
Desafortunadamente, la situación en Washington es tan mala o peor. Algunos círculos planean responder con ataques nucleares estadounidenses si Rusia usa armas nucleares en Ucrania. Pero, ¿cuáles podrían ser nuestros objetivos? Si apuntamos a regiones de Ucrania controladas por Rusia, como Donbas, creamos la extraña situación en la que Moscú y Washington están bombardeando a Ucrania. Este último descubrirá cómo era ser Alemania durante la Guerra de los Treinta Años, (1) el lugar donde todos, desde suecos hasta españoles, lucharon. Algunas localidades alemanas aún no se han recuperado.
No se detiene ahí. Estos mismos círculos (pista: hay un "neo" en su nombre) lo saben, planean atacar objetivos en territorio ruso y están discutiendo con calma el hecho de que podríamos perder algunas ciudades de la costa este. Según los informes, se ha ordenado al ejército de los EEUU que desarrolle planes de contingencia para tal situación.
Jugar con la guerra nuclear va más allá de la locura. Es una locura, simple y llanamente, sacada directamente del Dr. Strangelove. (2)
Si quedan adultos en Moscú o Washington, deben echar a los adolescentes de la habitación, considerar sus intereses racionalmente y sentarse y hablar. Imaginemos que el hombre que necesitamos es el viejo Bismark que regresa como el fantasma de las crisis pasadas (creo que el presidente turco Erdogan podría servir como su avatar). Aquí hay un borrador de acuerdo:
Rusia tiene un interés legítimo en Ucrania, a saber, que no constituye una amenaza para Rusia. Eso significa que a Ucrania no se le permitirá unirse a la OTAN, aunque puede unirse a la UE. Si Ucrania logra retomar Donbas, regresa a Ucrania, pero como una región autónoma especial con cierto grado de autogobierno y una amnistía general. Si Rusia puede mantenerlo, sigue siendo ruso.
Rusia se queda con Crimea, porque históricamente ha sido rusa. Al igual que el Donbas, el corredor ruso que conecta Rusia propiamente dicha con Crimea permanece en manos de quien lo posee cuando cesa la lucha.
A cambio de que Rusia obtenga Crimea, Ucrania obtiene Prusia Oriental (ahora llamada "Óblast de Kaliningrado") y un nuevo ferrocarril de vía ancha y transporte pesado que conecta Konigsberg con Ucrania, lo que le da a Ucrania dos mares a través de los cuales puede exportar sus productos agrícolas.
Finalmente, Rusia se une a un consorcio internacional para reconstruir Ucrania, permitiéndole a Rusia concentrar sus esfuerzos en pueblos y ciudades donde la población es mayoritariamente rusa.
En todo esto, hay un punto que Washington debe tener en cuenta por encima de todos los demás: Estados Unidos no tiene intereses vitales en juego en Ucrania. Por eso es una locura que estemos contemplando una guerra nuclear. ¿Para qué? ¿Cómo nos beneficiamos?
La idea de que, habiendo evitado la guerra nuclear con la Unión Soviética durante todos esos años, ahora estamos planeando una guerra nuclear con una Rusia no comunista está más allá de la comprensión racional.
Traducción y notas: Carlos Pissolito
Notas:
(1) La guerra de los Treinta Años fue una guerra librada en la Europa Central, entre los años 1618 y 1648. Aunque inicialmente se trataba de un conflicto político-religioso entre Estados partidarios de la Reforma y la Contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico, la intervención paulatina de las distintas potencias europeas convirtió, gradualmente, el conflicto en una guerra general por toda Europa.
(2) En Hispanoamérica, el Dr. Strangelove fue conocido como: "Dr. Insólito o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba", título de una película angloamericana de 1964, producida y dirigida por Stanley Kubrick y que tenía por argumento una guerra nuclear producida por una serie de malentendidos tragicómicos.
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