por Carlos A. Pissolito
A modo de introducción: Como lo recuerdan los interesados en la mitología griega, la caja de Pandora es un relato de la mitología griega. La historia cuenta que Zeus, deseoso de vengarse de Prometeo por haber robado el fuego y dárselo a los humanos, le presentó a Epimeteo, su hermano, a una mujer llamada Pandora, con quien éste se casó. Como regalo de bodas, Pandora recibió una misteriosa caja con instrucciones de no abrirla bajo ningún concepto. Curiosa como cualquier mujer que se precie de tal, decidió abrirla para ver su contenido. Pero, al hacerlo escaparon de su interior todos los males del mundo. Cuando atinó a cerrarla, solo quedaba en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza, el único bien que los dioses habían metido en ella.
Con esta imagen en mente podemos buscar muchas analogías en el desarrollo de las prolíficas tecnologías humanas. Las que muchas veces no resultaron tan benéficas como sus descubridores esperaban; sino en verdaderas cajas repletas de males, listos para dispararse. Lo que parece haber inspirado la vieja frase de que el inventor de la pólvora murió quemado.
Una rápida historia de la tecnología nos trae algunos ejemplos conocidos; tales como: la dinamita inventada, paradójicamente, por Alfred Nobel y en nombre de quien se instituyera, luego, el premio de la Paz. O la más cercana invención de la bomba atómica que llevó a su creador Robert Oppenheimer a profetizar que se había convertido en un “destructor de mundos”.
Claro, se trata de invenciones destinadas -ab initio- a destruir, por lo que nuestra objeción inicial de ver a las tecnologías como verdaderas Cajas de Pandora quedaría invalidado. Pero, cuál sería nuestra reacción si pudiéramos dar con ejemplos de dispositivos aparentemente inocentes que pudieran ser utilizados para fines bélicos.
En principio, hay que admitir que hay objetos que sin ser armas, muy rápidamente, pueden cumplir con esa función. Por ejemplo, un caño de acero blandido como un mandoble o una botella rota como un puñal.
Pero, cuál sería nuestra reacción si diéramos una vuelta de tuerca más e incluyéramos en esa lista de armas impropias a objetos de uso cotidiano y de apariencia inofensiva como nuestros teléfonos celulares y que desde un tiempo a esta parte nos acompañan a todos lados y están presentes en casi todas nuestras actividades.
Lo que pasó: Tal vez, sea demasiado pronto para sacar todas las conclusiones posibles; pero las explosiones producidas por varios miles de pagers o beepers en manos de los líderes de Hezbollah no parecen coherentes con los incendios o explosiones de típicas de baterías asociados con dispositivos de telecomunicaciones o incluso con bancos de energía más grandes; y en cambio parecen haber sido producidas por pequeños explosivos.
Además, sabemos que países como los EEUU disponen en el hardware de los denominados teléfonos inteligentes de backdoors (puertas traseras) de seguridad que permiten su posterior interferencia. Y que por su parte, los servicios de inteligencia de Israel pueden haber dispuesto un pequeño explosivo para ser detonado a distancia en el interior de estos gadgets; ya sea durante su fabricación o en su distribución comercial posterior.
El incidente, independientemente de los métodos utilizados, es una seria llamada de atención para las naciones y otras organizaciones no estatales sobre la importancia central de la tecnología y la necesidad de ser autosuficientes.
Este tema debe abordarse de la misma manera como se lo hace con las armas y con otros artículos de alta seguridad, no como simples bienes de consumo. Pues, la tecnología y el manejo de la información que ella permite deben verse como centrales para la seguridad nacional. En ese sentido, debe implementarse una cadena de custodia que pueda evitar poner a un dispositivo en manos del enemigo; ya sea en forma física o virtual.
Lo que puede pasar en el futuro: Como hemos explicado en el párrafo anterior, podemos ser espiados a través de la backdoor de nuestra teléfonos inteligentes; la pregunta es si, ahora nos pueden hacer explotar a voluntad. Peor aún, nos planteamos los mismos interrogantes respecto de autos (1) y hasta de aviones (2) cada vez más "inteligentes". Pero la duda principal, estratégica es que si bien a los pagers o beepers los hizo detonar un servicio de inteligencia estatal; es si podrán hacerlo grupos no estatales como terroristas, grandes corporaciones, sicarios en un futuro cercano. (3)
A modo de conclusión: se puede empezar diciendo que ya en la historia hubo intentos fallidos por limitar a las tecnologías emergentes. De un lado, está el pedido -casi ridículo- del papa Inocencio II (S. XII) de prohibir el uso de la ballesta y del otro el no escuchado de R. Oppenheimer y de A. Einstein de no usar la bomba atómica, una vez comprobadas sobre el terreno sus devastadoras consecuencias. Por lo que no podemos ser optimistas por ese lado. Simplemente, nos limitaremos a delinear algunas consecuencias:
Desde lo físico: resulta evidente que estos hechos tendrán consecuencias comerciales, especialmente en contra de aquellos fabricantes de gadgets y que pueden estar asociados a la manipulación de los mismos como ya ocurrió con los televisores de la firma surcoreana Samsung (4).
Desde lo psicológico: no hay duda que se va a generar una ola general de desconfianza hacia este tipo de dispositivos electrónicos reforzando las tendencias que hemos señalado bajo el título de “Retrocultura”.
Desde lo moral: se pueden considerar a las explosiones provocadas en un gadget de uso común como incurso en el Protocolo Adicional I de la Convención de Ginebra y que prohíbe el uso de trampas que causen sufrimiento innecesario o daño a civiles; ya que su uso puede violar principios de distinción y proporcionalidad en la guerra.
Notas:
(1) Veamos con un simple ejemplo. Muchos de nosotros disponemos de autos que cierran y que se arrancan a distancia. Lo que implica que pueden ser puestos en marcha en forma remota dentro de una casa y sus ocupantes sufrir de una intoxicación por monóxido. Ya los expertos en seguridad aconsejan guardar las llaves del vehículo en cuestión dentro del microondas o en cajas especiales que se venden en el mercado.
(2) Si antes la mayor causa de los accidentes aéreos eran los errores del piloto. Hoy lo es en forma creciente, los errores de las computadoras de abordo; ya sea por errores de programación como fue el notorio caso de los Boeing 737 Max responsable de dos accidentes mortales: uno en Indonesia en 2018 y el otro en Etiopía en 2019. Y que costaron la vida de las 346 personas a bordo. Tampoco, puede descartarse la pérdida por interferencia en su software del vuelo 370 de Malaysia Airlines (un Boeing 777-200ER) con 239 personas a bordo y que nunca fue encontrado.
(3) Al ser una tecnología de acceso posible por parte de entes no estatales; las posibilidades de su empleo se disparan en forma exponencial. Ya que queda casi al alcance de cualquiera con ciertos medios.
(4) Así espiaba la CIA los televisores Samsung, según Wikileaks:
https://computerhoy.com/noticias/software/asi-espiaba-cia-televisores-samsung-segun-wikileaks-61332
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