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viernes, 14 de octubre de 2011

PARA DEBATIR IV.


EL CONCEPTO DE EMPLEO DE LAS FUERZAS ARMADAS ARGENTINAS DESPUES DE LA GUERRA FRIA.[1]

            La seguridad y defensa de la Nación Argentina permanecen aún con la mentalidad de la Guerra Fría, que expiró en 1991.  Esto impone  una revisión estratégica en todos los órdenes que sea abarcadora de todos los factores sociales y que complemente todos los componentes del poder nacional con miras a un futuro cambiante, vertiginoso y violento, donde van a imperar cambios conceptuales profundos en materia de complementación entre seguridad y defensa, local, regional y global.


            La seguridad de los estados se encuentra altamente comprometida, tanto por la incertidumbre que provocan los peligros no anticipados, como por el acoso de las multinacionales del delito, que las infiltra, corrompe y debilita. Este estado de cosas que comprometen altamente a la nación en su conjunto y los intereses vitales de la misma, nos debe convocar al desafío de repensar  la forma de articular la seguridad y la defensa de nuestra nación.

             La Defensa Nacional impone la obligación de brindar seguridad para el normal desenvolvimiento de  la Nación Argentina, tanto en tiempo de paz como de conflicto. El primer deber de un gobierno es crear las condiciones necesarias para el desarrollo  de sus ciudadanos. Las  Fuerzas Armadas son el sostén de la estructura de la nación, garantes de la defensa común y colaboradores en el bienestar general;  deben estar preparadas y en condiciones para ser empleadas, cuando la conducción política lo estime necesario, para enfrentar los riesgos, amenazas y agresiones que amenacen los intereses vitales de la nación en actitud disuasiva, para evitar la posibilidad de que conflictos potenciales se transformen en conflictos reales.

             La Nación Argentina se reconoce y acude a la solución pacífica de controversias; mantiene buenas relaciones con la comunidad internacional; y rechaza de plano las guerras de conquista y los colonialismos.  Por todo ello la Defensa Nacional es el último recurso cuando la diplomacia y la disuasión han fracasado. La misma no puede ser tercerizada, ni confiada a amigos o alianzas.  

            La primera tarea de la Defensa Nacional es disuadir, para evitar la posibilidad que conflictos potenciales se transformen en conflictos reales. Una intención pacífica no es suficiente para disuadir a alguien  más poderoso y ambicioso, porque como lo demuestra la historia, la violencia muchas veces comienza por causas triviales. Para el caso de una agresión armada convencional, la Defensa Nacional debe estar en condiciones de resolver el conflicto de la forma más breve y favorable posible, con el mínimo daño a sus intereses vitales y sentar las mejores condiciones para negociar la paz. Para ello, la estructura de las Fuerzas Armadas debe ser flexible y versátil para actuar con celeridad y eficacia en diferentes lugares y situaciones.

            En el Siglo XXI la naturaleza de los conflictos ha cambiado. La seguridad de la nación y su defensa se han vuelto multidimensionales. Los riesgos que atentan contra una nación, su soberanía, su independencia, su autodeterminación, su integridad territorial, la vida y libertad de sus habitantes no necesariamente son de naturaleza militar. La mayoría de las agresiones se compadecen con el nuevo paradigma que enfrenta el planeta denominado la globalización. Así han surgido organizaciones delictivas transnacionales,  narcocriminalidad, el terrorismo, las migraciones en masa, los territorios sin ley, la venta ilegal de armas (entre las que se incluyen las nucleares, químicas y/o bacteriológicas), el tráfico de personas, la piratería en aguas internacionales, la ciber delincuencia, la franca circulación de delincuentes por aire, tierra, ríos  y mares por pasos internacionales no controlados, la escasez de recursos naturales, y toda otra conflictividad que convoca, afecta y requiere de la cooperación entre los Estados en aras de los intereses comunes.

           Todo esto nos da la pauta de que necesariamente se deben complementar las fuerzas de la Nación para combatirlas. Se requiere de unidad de esfuerzo, porque estas nuevas amenazas son precisamente las que atentan contra la hegemonía, la soberanía y la vida y bienes de los habitantes del territorio Nacional, haciéndose necesario que la conducción política, máximo responsable de la conducción de los destinos del país, atendiendo a la unión nacional y a la consolidación de la paz interior, proveyendo a la defensa común, y de cara a la realidad dote a todas las fuerzas de la Nación de las herramientas necesarias para combatirla.

            Existen múltiples necesidades y hay que establecer prioridades para desarrollar armónicamente el poder nacional. Este desarrollo debe ser equilibrado y realista, atendiendo simultáneamente lo urgente y lo importante. Pero el resultado final mostrará la determinación de ser una nación soberana en el concierto de las otras naciones, con capacidad de autodeterminación, y preocupada por el bienestar de sus habitantes.

            Es por ello que el concepto de empleo de las Fuerzas Armadas debería seguir los siguientes lineamientos:

 UN NUEVO CONCEPTO DE EMPLEO PARA EL S XXI .

            La defensa nacional es la acción que lleva a cabo el poder nacional ante cualquier riesgo, amenaza o agresión a los Intereses Vitales de la Nación, que pueda requerir por su naturaleza el empleo de las Fuerzas Armadas.

            Consiste en  la integración y la acción coordinada de todo el potencial de la nación para la solución de aquellos conflictos que requieran el empleo de las Fuerzas Armadas, en forma disuasiva o efectiva, para enfrentar los riesgos, amenazas o agresiones que puedan afectar los intereses vitales de la Nación Argentina: su soberanía e independencia, su integridad territorial y capacidad de autodeterminación; y proteger la vida y la libertad de sus habitantes. Esto contempla también a los ciudadanos y bienes nacionales en terceros países, en aguas internacionales y espacio aéreo internacional.

            Su preparación y empleo se llevará a cabo según la naturaleza del problema a enfrentar, y no de su localización geográfica u origen, y se llevará a cabo conforme a lo que establezca la conducción política. Eso significa una interacción necesaria entre seguridad, defensa y desarrollo. Es por eso que la seguridad de la Nación Argentina requiere de la planificación y empleo de todos los medios del poder nacional, cuyas agendas deben complementarse e integrarse,  y no autoexcluirse.

            La Defensa de la Nación Argentina también participa en el desarrollo nacional haciendo uso de sus capacidades que le son propias por su preparación y equipamiento, y en el cumplimiento de los compromisos internacionales que la Nación Argentina  haya asumido para mantener la paz y seguridad internacionales.

            La paz y la prosperidad del pueblo argentino así lo exigen.  



[1] Este documento fue elaborado luego de varias reuniones y debates llevadas a cabo  en la organización Seguridad en Democracia (SED) en el año 2010.

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