Buenos Aires, 29
de septiembre de 2012.
LAS PELIGROSAS NEGOCIACIONES CON IRAN
POR EL ATAQUE TERRORISTA CONTRA LA AMIA
POR EL ATAQUE TERRORISTA CONTRA LA AMIA
Por Horacio Calderón
INTRODUCCION
Pocos días atrás y luego de numerosas conversaciones
entre bambalinas que datan de menos de un año y medio atrás, los gobiernos de
la Argentina y la República Islámica de Irán han acordado dialogar sobre el
atentado terrorista contra la sede de la mutual israelita AMIA, lanzado en la
ciudad de Buenos Aires el 18 de julio de 1994, y que causó 86 muertos y
numerosos heridos.
Quien escribe estas líneas había enviado un informe
secreto al entonces Presidente de la Nación, Carlos Saúl Menem, fechado el 27
de marzo de 1992, muy poco después del ataque terrorista que destruyera la
Embajada de Israel, también en la ciudad de Buenos Aires. El punto tal vez más
importante de dicho informe decía: “Si el motivo principal del atentado,
fue castigar la política exterior de nuestro país, serán atacados otros
objetivos argentinos, especialmente civiles, tanto en nuestro país como en el
exterior”.
Si bien el citado ex presidente Menem había instruido a Nora
Christian Alí, una de sus principales asesores con rango de Secretaria de
Estado, para que mantuviera un estrecho contacto con el firmante, el resultado
de dichas consultas fue derivado presuntamente a la Secretaría de Inteligencia
del Estado (SIDE), con el supuesto objeto de lograr un seguimiento más estrecho
y específico de la amenaza islamista. A partir de ese momento y sin perjuicio
de los intentos realizados por este autor, y de la demostrada predisposición de
la citada Secretaria Alí, nadie volvió a realizar ningún contacto a efectos de
desarrollar algún tipo de medida de prevención, o siquiera de una simple
consulta, vinculada a la advertencia realizada sobre la probabilidad de que
fuera lanzado un segundo ataque terrorista.
Dos años más tarde, y poco días después de concretado el atentado
contra el edificio de la AMIA, este autor fue entrevistado masivamente por los
principales medios de comunicación del país. A pesar de ello, no fue citado en
ese momento por el juez a cargo de las investigaciones, Dr. Juan José Galeano,
ni por autoridad judicial, de seguridad o política alguna. En definitiva,
solamente se ocuparon de la denuncia los medios de comunicación, y muy
especialmente el diario La Nación, en entrevistas y artículos que durante
muchos años llevaron la firma del periodista Jorge Urien Berri.[1]
La primera declaración testimonial fue realizada ante el
mencionado juez Galeano a principios de abril de 2000, pero no como
consecuencia de las mencionadas advertencias formuladas al entonces presidente
Menem en 1992, sino por un consejo dado por el periodista Jorge Grecco al magistrado
sobre la conveniencia de consultar a este autor para cooperar en las
investigaciones vinculadas al Caso AMIA. Luego de dichas declaraciones, no hubo
contactos posteriores con el Dr. Galeano, ni con ninguno de sus colaboradores
inmediatos.
Los hechos arriba descriptos fueron meticulosa y
reiteradamente citados y actualizados por los más importantes medios de
comunicación del país, además de las intervenciones personales de este especialista
en reportajes realizados desde 1994 hasta la fecha.[2]
Nunca hubo duda alguna en quien escribe, acerca de la
participación de la República Islámica de Irán y de células terroristas de la
rama militar del movimiento libanés Hizballah
en los atentados de 1992 y 1994, más allá de las responsabilidades específicas
de los actores citados y sus respectivas fuerzas de tareas en cada uno de
dichos ataques. Dicha posición fue inalterable durante los largos años que
separan el ataque contra la AMIA del momento actual, y resultaría de hecho
interminable citar aunque sea una parte de declaraciones que han tomado estado
público, y que además se encuentran a disposición en la página web del autor.[3]
ANALISIS
LA
“NEGOCIACION”
Luego de intensos rumores, y del anticipo realizado
tiempo atrás por el periodista José Ricardo “Pepe” Eliaschev, desautorizado en
su momento por miembros del gobierno argentino, el anuncio oficial del comienzo
de un “diálogo” con Irán sobre el Caso AMIA, fue finalmente realizado por la
Presidente Cristina Fernández de Kirchner, nada menos que durante su discurso ante
la 67ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, que interpreta
la acusación judicial sobre el caso AMIA como un “malentendido”, hizo posteriormente
hincapié en el interés de su país en incrementar las relaciones con la
Argentina, que ya realiza exportaciones a ese mercado mesoriental por montos
siderales, solamente superados por los que realiza Brasil.
Resulta ciertamente difícil realizar un análisis que no
encierre sino suposiciones, a falta de mayores precisiones oficiales, acerca de
las causas que podrían haber llevado a la Presidente Fernández de Kirchner a
involucrarse en una negociación con Irán en un caso de altísima sensibilidad
para la Nación toda. Además, tratándose de un actor como Irán, que durante las
últimas décadas ha demostrado un alto grado de sofisticación para disimular las
verdaderas intenciones de sus acciones políticas en la arena internacional, comenzando
por la negación del sesgo militar que caracteriza a numerosas fases de la investigación,
desarrollo y procuración clandestina de
su programa nuclear. Los atentados terroristas, asesinatos, y crímenes de lesa
humanidad, como el uso de niños “barreminas” durante la guerra con Irak, de los
cuales es responsable el régimen liderado por los ayatolás iraníes, constituyen
un tenebroso capítulo aparte.
Dicho sea todo eso, podría agregarse una vez más que
creer en la buena voluntad de los extremistas iraníes en una negociación como
la acordada con la Argentina, sería como acostarse a dormir con una serpiente
de Cascabel, con la esperanza de despertarse sin sufrir una gravísima
mordedura.
Dejando de lado sesgos ideológicos y políticos personales
en el presente análisis, debe destacarse primera y enfáticamente el gravísimo
error en materia de jurisprudencia, en el que se incurre al comparar las negociaciones
por el atentado contra la AMIA con lo ocurrido durante el proceso judicial del
caso Lockerbie, en el que fue acusada Libia. Sobre todo, porque el régimen
terrorista de Irán ha negado desde un principio haber tenido cualquier tipo de
participación en el ataque de 1994, atribuyéndolo además a una supuesta “interna”
judía entre “sionistas” e “internacionalistas”. ¿En qué se parece entonces el
desarrollo del juicio por Lockerbie a lo que ha hecho Irán desde 1994 sobre el
caso AMIA, negando toda participación y propagando todo tipo de teorías
conspirativas?: absolutamente en nada hasta ahora, y tal situación no variaría
a menos que se aceptara la creación de un tribunal ad hoc, entregando como el asesinado Muammar Khadafi a todos los
sospechosos, o al menos a alguno/s de ellos para su juzgamiento. Pero aún
aceptando la hipótesis de que Irán obligara a cualquiera de esos reos a
comparecer ante la corte creada en un tercer país, ello implicaría hacer un
giro copernicano sobre su histórica alegación de inocencia en el caso AMIA.
Tampoco resulta comprensible y mucho menos aceptable, que
pudiera compatibilizarse un sistema legal como el argentino, cuyo pilar es nada
menos que una Constitución Nacional que en mucho se asemeja a la de los EE.UU.,
con aquel en que se basa el régimen teocrático extremista iraní.
Los argumentos oficiales iraníes para justificar su
anunciada negociación por el caso AMIA, están basados en un conjunto de
falacias y mentiras a las cuales está acostumbrado su régimen, y que suele utilizar
a menudo para encubrir muchas de sus acciones clandestinas. Estas maniobras
iraníes encuentran ahora respaldo en argumentos oficiales argentinos, basados por
ejemplo en la ignorancia de los aspectos
jurídicos de un caso como el de Lockerbie, que algún funcionario hizo poner en
boca de la Presidente de la Nación.
Debe al respecto recordarse que tanto el entonces presidente
Néstor Carlos Kirchner, como Cristina Fernández de Kirchner, enfrentaron
duramente al gobierno iraní, como jamás lo hicieron antes ninguno de sus
predecesores, utilizando para ello sesiones de la Asamblea General de la ONU.
Resulta mucho menos comprensible, a la luz del libre
juicio y del sano razonamiento, y a falta de acceso a la realidad objetiva de
las causas que originaron la decisión presidencial, que se resuelva justamente ahora
negociar con Irán sobre el atentado contra la AMIA, cuando este país enfrenta
una grave crisis económica, y además un probable ataque militar, que sería
acompañado por las monarquías sunnitas de la Península Arábiga, so pretexto de
las graves transgresiones detectadas en su programa nuclear.
Ciertamente, Irán no es el único actor estatal
transgresor en materia de desarrollo nuclear en la región, habida cuenta que el
Estado de Israel cuenta a su vez con un sofisticado programa en ese sector, y
con la muy probable posesión de una importante cantidad de misiles balísticos tácticos
con cabezas nucleares, entre otro tipo de plataformas de lanzamiento. Pero el
presente documento no tiene por objeto abordar los temas de proliferación
nuclear, que este autor desde ya condena, sino analizar específicamente las
probables causas y consecuencias del peligroso diálogo iniciado entre la
Argentina e Irán.
Los aspectos arriba mencionados sobre proliferación, podrían
impactar severamente en la Argentina, que posee una industria nuclear altamente
sofisticada. Esta industria estratégica podría peligrar en un futuro, si a
algunas potencias de primer orden se les ocurre acusar a la Argentina de
vulnerar el boicot vigente contra Irán, con el agravante de una supuesta
transferencia de tecnología nuclear clandestina a su régimen. Estas sospechas,
infundadas desde ya, han circulado desde hace años en ciertos corrillos de la
“comunidad nuclear” internacional, vinculando también en esas supuestas
operaciones al gobierno venezolano, aliado estratégico de Irán. La Argentina
podría en consecuencia enfrentar un conjunto de presiones insoportables, como
las que sufrió con el proyecto mundialmente conocido como “Cóndor II”, y que
llevaron finalmente al desmantelamiento de instalaciones claves de nuestra
industria aeroespacial, y que por su carácter dual incluía también la
misilística.
¿Tiene el gobierno argentino una cabal idea de la
relación costo-beneficio de la jugada con Irán que ha comenzado a emprender
oficialmente? La respuesta es que resulta muy poco probable, salvo que se encontrara
implementando una muy sofisticada maniobra política y diplomática con ese país,
a efectos de desvincular a la Argentina de cualquier complicidad con una acción
militar destinada a destruir sus instalaciones nucleares, o a causar un cambio
de régimen. La Causa AMIA ha sido y sigue siendo un potencial casus belli, entre aquellos que serían
esgrimidos como justificación de un ataque militar contra Irán, como ha
advertido este autor desde hace años en reiteradas oportunidades. Si ese fuera
el caso, la Argentina podría ser blanco de ataques terroristas como represalia,
tanto por parte de Irán como del Hizballah
libanés, organización esta última que cuenta con cuadros aptos en la región, y
además con la suficiente capacidad operacional para hacer efectivas las amenazas
reiteradamente lanzadas desde Teherán en numerosas oportunidades, que definían
a cualquier país del mundo como una zona de operaciones.[4]
Más recientemente, el líder del Hizballah, jeque Hassan Nasrallah, ha amenazado con represalias si
Irán es atacado militarmente.
Si un primer atentado en Buenos Aires preludiaba un
segundo, que luego terminó concretándose, esto de manera alguna excluye que
haya un tercero...
Pero resulta extremadamente difícil si no ingenuo pensar
en sofisticaciones implementadas por un canciller que apenas tiene una visión
de cabotaje, y no la que se requiere para implementar operaciones diplomáticas
altamente sensibles, que podrían poner en peligro la seguridad del país.
Hubiera sido preferible romper relaciones diplomáticas
con Irán, por su persistencia en negarse a cooperar en el esclarecimiento del
atentado, como ingenuamente se le había requerido, pero al mismo tiempo
oponerse a cualquier tipo de ataque militar vinculado a su desarrollo nuclear.
De esta forma podría haberse descartado cualquier intento argentino de
transformar la Causa AMIA en un casus
belli para terceros, pero también evitado que la Argentina entre en una
seria confrontación con los Estados Unidos y sus aliados, además de Israel, de
la cual sería muy complicado retirarse.
Para finalizar y siempre como hipótesis, quedaría como
causa de tan riesgosa operación que la Argentina e Irán pudieran beneficiarse
mutuamente a nivel económico, desde ya en forma clandestina, dado el marco
jurídico del boicot contra este último país.
Pero la Argentina no es Rusia, ni China, que cuentan con
una poderosa capacidad disuasiva, aunque también limitada, frente a cualquier
intento de desestabilizar o agredir militarmente a cualquiera de ellos. Ni
tampoco podría considerarse a estos actores mencionados como aliados
incondicionales, dispuestos y habilitados para detener por ejemplo una acción
militar con su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, tal el caso
de Siria, salvando las diferencias.
La Argentina se encuentra geográfica y estratégicamente
situada en una región del Cono Sur que pertenece de facto al campo de influencia de las políticas y estrategias de
seguridad de los Estados Unidos, y en menor medida también de un aliado clave
suyo como Gran Bretaña. En consecuencia, vulnerar los intereses estratégicos de
la hiperpotencia global con acercamientos a actores como Irán en tan
especialísimo momento, es exponer al país a una serie de represalias cuya
magnitud resulta extremadamente difícil de predecir. No se trata de manera alguna
de delegar ni mucho menos renunciar a los derechos argentinos a ejercer
plenamente su soberanía nacional frente a actores más poderosos; pero tampoco resulta
funcional a la defensa de sus intereses el efectuar desafíos estratégicos a una
hiperpotencia global como los Estados Unidos, que podría dañar letalmente a la
Argentina si tuviera la intención de hacerlo.
CONCLUSIONES Y
PROGNOSIS
En cuanto a conclusiones y en mérito a todo lo expuesto, el
comienzo de negociaciones con Irán por el Caso AMIA constituye un indicador muy
claro de un cambio brusco en la política exterior de la República Argentina; es
una peligrosa maniobra que podría acarrearle serias consecuencias estratégicas
a mediano o largo plazo; y desde ya un insulto a la memoria de los muertos en el
ataque terrorista de 1994.
El Gobierno argentino ha dicho además que las
negociaciones con Irán no se interrumpirán. Es probable que este deseo tampoco
se concrete. Primero, porque Irán está comandada por un régimen que como se
dijo anteriormente se especializa en el engaño y la mentira, y jamás cumplirá
con el objetivo de esclarecer el ataque contra la AMIA. Segundo, porque existe
la alta probabilidad de que en un plazo no demasiado largo la Argentina deje de
contar con interlocutores válidos en ese país. No hace falta dar demasiadas
explicaciones sobre esto, ya que el viento de una gran guerra, lamentable desde
ya, está soplando cada vez más fuerte por aquellos lares, y si así sucede la
Argentina no sólo perderá el hacer justicia con los responsables del atentado
terrorista, sino que además quedará expuesta más allá de sus fronteras a las
acciones de viejos y nuevos enemigos.
[1] Cfr. www.horaciocalderon.com
(Sala de Prensa y otras secciones)
[2] Ibídem.
[3] Ibídem.
[4] Cfr. escritos y reportajes del autor en su página web.
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