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lunes, 1 de octubre de 2012

Los peligros de negociar con Irán




Buenos Aires, 29 de septiembre de 2012.

LAS PELIGROSAS NEGOCIACIONES CON IRAN
POR EL ATAQUE TERRORISTA CONTRA LA AMIA

Por Horacio Calderón

INTRODUCCION

Pocos días atrás y luego de numerosas conversaciones entre bambalinas que datan de menos de un año y medio atrás, los gobiernos de la Argentina y la República Islámica de Irán han acordado dialogar sobre el atentado terrorista contra la sede de la mutual israelita AMIA, lanzado en la ciudad de Buenos Aires el 18 de julio de 1994, y que causó 86 muertos y numerosos heridos.

Quien escribe estas líneas había enviado un informe secreto al entonces Presidente de la Nación, Carlos Saúl Menem, fechado el 27 de marzo de 1992, muy poco después del ataque terrorista que destruyera la Embajada de Israel, también en la ciudad de Buenos Aires. El punto tal vez más importante de dicho informe decía:Si el motivo principal del atentado, fue castigar la política exterior de nuestro país, serán atacados otros objetivos argentinos, especialmente civiles, tanto en nuestro país como en el exterior”.


Si bien el citado ex presidente Menem había instruido a Nora Christian Alí, una de sus principales asesores con rango de Secretaria de Estado, para que mantuviera un estrecho contacto con el firmante, el resultado de dichas consultas fue derivado presuntamente a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), con el supuesto objeto de lograr un seguimiento más estrecho y específico de la amenaza islamista. A partir de ese momento y sin perjuicio de los intentos realizados por este autor, y de la demostrada predisposición de la citada Secretaria Alí, nadie volvió a realizar ningún contacto a efectos de desarrollar algún tipo de medida de prevención, o siquiera de una simple consulta, vinculada a la advertencia realizada sobre la probabilidad de que fuera lanzado un segundo ataque terrorista.

Dos años más tarde, y poco días después de concretado el atentado contra el edificio de la AMIA, este autor fue entrevistado masivamente por los principales medios de comunicación del país. A pesar de ello, no fue citado en ese momento por el juez a cargo de las investigaciones, Dr. Juan José Galeano, ni por autoridad judicial, de seguridad o política alguna. En definitiva, solamente se ocuparon de la denuncia los medios de comunicación, y muy especialmente el diario La Nación, en entrevistas y artículos que durante muchos años llevaron la firma del periodista Jorge Urien Berri.[1]

La primera declaración testimonial fue realizada ante el mencionado juez Galeano a principios de abril de 2000, pero no como consecuencia de las mencionadas advertencias formuladas al entonces presidente Menem en 1992, sino por un consejo dado por el periodista Jorge Grecco al magistrado sobre la conveniencia de consultar a este autor para cooperar en las investigaciones vinculadas al Caso AMIA. Luego de dichas declaraciones, no hubo contactos posteriores con el Dr. Galeano, ni con ninguno de sus colaboradores inmediatos.

Los hechos arriba descriptos fueron meticulosa y reiteradamente citados y actualizados por los más importantes medios de comunicación del país, además de las intervenciones personales de este especialista en reportajes realizados desde 1994 hasta la fecha.[2]    

Nunca hubo duda alguna en quien escribe, acerca de la participación de la República Islámica de Irán y de células terroristas de la rama militar del movimiento libanés Hizballah en los atentados de 1992 y 1994, más allá de las responsabilidades específicas de los actores citados y sus respectivas fuerzas de tareas en cada uno de dichos ataques. Dicha posición fue inalterable durante los largos años que separan el ataque contra la AMIA del momento actual, y resultaría de hecho interminable citar aunque sea una parte de declaraciones que han tomado estado público, y que además se encuentran a disposición en la página web del autor.[3]

ANALISIS

LA “NEGOCIACION”

Luego de intensos rumores, y del anticipo realizado tiempo atrás por el periodista José Ricardo “Pepe” Eliaschev, desautorizado en su momento por miembros del gobierno argentino, el anuncio oficial del comienzo de un “diálogo” con Irán sobre el Caso AMIA, fue finalmente realizado por la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, nada menos que durante su discurso ante la 67ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, que interpreta la acusación judicial sobre el caso AMIA como un “malentendido”, hizo posteriormente hincapié en el interés de su país en incrementar las relaciones con la Argentina, que ya realiza exportaciones a ese mercado mesoriental por montos siderales, solamente superados por los que realiza Brasil.  

Resulta ciertamente difícil realizar un análisis que no encierre sino suposiciones, a falta de mayores precisiones oficiales, acerca de las causas que podrían haber llevado a la Presidente Fernández de Kirchner a involucrarse en una negociación con Irán en un caso de altísima sensibilidad para la Nación toda. Además, tratándose de un actor como Irán, que durante las últimas décadas ha demostrado un alto grado de sofisticación para disimular las verdaderas intenciones de sus acciones políticas en la arena internacional, comenzando por la negación del sesgo militar que caracteriza a numerosas fases de la investigación, desarrollo y procuración  clandestina de su programa nuclear. Los atentados terroristas, asesinatos, y crímenes de lesa humanidad, como el uso de niños “barreminas” durante la guerra con Irak, de los cuales es responsable el régimen liderado por los ayatolás iraníes, constituyen un tenebroso capítulo aparte.

Dicho sea todo eso, podría agregarse una vez más que creer en la buena voluntad de los extremistas iraníes en una negociación como la acordada con la Argentina, sería como acostarse a dormir con una serpiente de Cascabel, con la esperanza de despertarse sin sufrir una gravísima mordedura.

Dejando de lado sesgos ideológicos y políticos personales en el presente análisis, debe destacarse primera y enfáticamente el gravísimo error en materia de jurisprudencia, en el que se incurre al comparar las negociaciones por el atentado contra la AMIA con lo ocurrido durante el proceso judicial del caso Lockerbie, en el que fue acusada Libia. Sobre todo, porque el régimen terrorista de Irán ha negado desde un principio haber tenido cualquier tipo de participación en el ataque de 1994, atribuyéndolo además a una supuesta “interna” judía entre “sionistas” e “internacionalistas”. ¿En qué se parece entonces el desarrollo del juicio por Lockerbie a lo que ha hecho Irán desde 1994 sobre el caso AMIA, negando toda participación y propagando todo tipo de teorías conspirativas?: absolutamente en nada hasta ahora, y tal situación no variaría a menos que se aceptara la creación de un tribunal ad hoc, entregando como el asesinado Muammar Khadafi a todos los sospechosos, o al menos a alguno/s de ellos para su juzgamiento. Pero aún aceptando la hipótesis de que Irán obligara a cualquiera de esos reos a comparecer ante la corte creada en un tercer país, ello implicaría hacer un giro copernicano sobre su histórica alegación de inocencia en el caso AMIA.

Tampoco resulta comprensible y mucho menos aceptable, que pudiera compatibilizarse un sistema legal como el argentino, cuyo pilar es nada menos que una Constitución Nacional que en mucho se asemeja a la de los EE.UU., con aquel en que se basa el régimen teocrático extremista iraní.

Los argumentos oficiales iraníes para justificar su anunciada negociación por el caso AMIA, están basados en un conjunto de falacias y mentiras a las cuales está acostumbrado su régimen, y que suele utilizar a menudo para encubrir muchas de sus acciones clandestinas. Estas maniobras iraníes encuentran ahora respaldo en  argumentos oficiales argentinos, basados por ejemplo en la ignorancia  de los aspectos jurídicos de un caso como el de Lockerbie, que algún funcionario hizo poner en boca de la Presidente de la Nación.

Debe al respecto recordarse que tanto el entonces presidente Néstor Carlos Kirchner, como Cristina Fernández de Kirchner, enfrentaron duramente al gobierno iraní, como jamás lo hicieron antes ninguno de sus predecesores, utilizando para ello sesiones de la Asamblea General de la ONU.

Resulta mucho menos comprensible, a la luz del libre juicio y del sano razonamiento, y a falta de acceso a la realidad objetiva de las causas que originaron la decisión presidencial, que se resuelva justamente ahora negociar con Irán sobre el atentado contra la AMIA, cuando este país enfrenta una grave crisis económica, y además un probable ataque militar, que sería acompañado por las monarquías sunnitas de la Península Arábiga, so pretexto de las graves transgresiones detectadas en su programa nuclear.

Ciertamente, Irán no es el único actor estatal transgresor en materia de desarrollo nuclear en la región, habida cuenta que el Estado de Israel cuenta a su vez con un sofisticado programa en ese sector, y con la muy probable posesión de una importante cantidad de misiles balísticos tácticos con cabezas nucleares, entre otro tipo de plataformas de lanzamiento. Pero el presente documento no tiene por objeto abordar los temas de proliferación nuclear, que este autor desde ya condena, sino analizar específicamente las probables causas y consecuencias del peligroso diálogo iniciado entre la Argentina e Irán.

Los aspectos arriba mencionados sobre proliferación, podrían impactar severamente en la Argentina, que posee una industria nuclear altamente sofisticada. Esta industria estratégica podría peligrar en un futuro, si a algunas potencias de primer orden se les ocurre acusar a la Argentina de vulnerar el boicot vigente contra Irán, con el agravante de una supuesta transferencia de tecnología nuclear clandestina a su régimen. Estas sospechas, infundadas desde ya, han circulado desde hace años en ciertos corrillos de la “comunidad nuclear” internacional, vinculando también en esas supuestas operaciones al gobierno venezolano, aliado estratégico de Irán. La Argentina podría en consecuencia enfrentar un conjunto de presiones insoportables, como las que sufrió con el proyecto mundialmente conocido como “Cóndor II”, y que llevaron finalmente al desmantelamiento de instalaciones claves de nuestra industria aeroespacial, y que por su carácter dual incluía también la misilística.

¿Tiene el gobierno argentino una cabal idea de la relación costo-beneficio de la jugada con Irán que ha comenzado a emprender oficialmente? La respuesta es que resulta muy poco probable, salvo que se encontrara implementando una muy sofisticada maniobra política y diplomática con ese país, a efectos de desvincular a la Argentina de cualquier complicidad con una acción militar destinada a destruir sus instalaciones nucleares, o a causar un cambio de régimen. La Causa AMIA ha sido y sigue siendo un potencial casus belli, entre aquellos que serían esgrimidos como justificación de un ataque militar contra Irán, como ha advertido este autor desde hace años en reiteradas oportunidades. Si ese fuera el caso, la Argentina podría ser blanco de ataques terroristas como represalia, tanto por parte de Irán como del Hizballah libanés, organización esta última que cuenta con cuadros aptos en la región, y además con la suficiente capacidad operacional para hacer efectivas las amenazas reiteradamente lanzadas desde Teherán en numerosas oportunidades, que definían a cualquier país del mundo como una zona de operaciones.[4] 

Más recientemente, el líder del Hizballah, jeque Hassan Nasrallah, ha amenazado con represalias si Irán es atacado militarmente.

Si un primer atentado en Buenos Aires preludiaba un segundo, que luego terminó concretándose, esto de manera alguna excluye que haya un tercero...

Pero resulta extremadamente difícil si no ingenuo pensar en sofisticaciones implementadas por un canciller que apenas tiene una visión de cabotaje, y no la que se requiere para implementar operaciones diplomáticas altamente sensibles, que podrían poner en peligro la seguridad del país.

Hubiera sido preferible romper relaciones diplomáticas con Irán, por su persistencia en negarse a cooperar en el esclarecimiento del atentado, como ingenuamente se le había requerido, pero al mismo tiempo oponerse a cualquier tipo de ataque militar vinculado a su desarrollo nuclear. De esta forma podría haberse descartado cualquier intento argentino de transformar la Causa AMIA en un casus belli para terceros, pero también evitado que la Argentina entre en una seria confrontación con los Estados Unidos y sus aliados, además de Israel, de la cual sería muy complicado retirarse.

Para finalizar y siempre como hipótesis, quedaría como causa de tan riesgosa operación que la Argentina e Irán pudieran beneficiarse mutuamente a nivel económico, desde ya en forma clandestina, dado el marco jurídico del boicot contra este último país.

Pero la Argentina no es Rusia, ni China, que cuentan con una poderosa capacidad disuasiva, aunque también limitada, frente a cualquier intento de desestabilizar o agredir militarmente a cualquiera de ellos. Ni tampoco podría considerarse a estos actores mencionados como aliados incondicionales, dispuestos y habilitados para detener por ejemplo una acción militar con su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, tal el caso de Siria, salvando las diferencias.

La Argentina se encuentra geográfica y estratégicamente situada en una región del Cono Sur que pertenece de facto al campo de influencia de las políticas y estrategias de seguridad de los Estados Unidos, y en menor medida también de un aliado clave suyo como Gran Bretaña. En consecuencia, vulnerar los intereses estratégicos de la hiperpotencia global con acercamientos a actores como Irán en tan especialísimo momento, es exponer al país a una serie de represalias cuya magnitud resulta extremadamente difícil de predecir. No se trata de manera alguna de delegar ni mucho menos renunciar a los derechos argentinos a ejercer plenamente su soberanía nacional frente a actores más poderosos; pero tampoco resulta funcional a la defensa de sus intereses el efectuar desafíos estratégicos a una hiperpotencia global como los Estados Unidos, que podría dañar letalmente a la Argentina si tuviera la intención de hacerlo.

CONCLUSIONES Y PROGNOSIS

En cuanto a conclusiones y en mérito a todo lo expuesto, el comienzo de negociaciones con Irán por el Caso AMIA constituye un indicador muy claro de un cambio brusco en la política exterior de la República Argentina; es una peligrosa maniobra que podría acarrearle serias consecuencias estratégicas a mediano o largo plazo; y desde ya un insulto a la memoria de los muertos en el ataque terrorista de 1994.

El Gobierno argentino ha dicho además que las negociaciones con Irán no se interrumpirán. Es probable que este deseo tampoco se concrete. Primero, porque Irán está comandada por un régimen que como se dijo anteriormente se especializa en el engaño y la mentira, y jamás cumplirá con el objetivo de esclarecer el ataque contra la AMIA. Segundo, porque existe la alta probabilidad de que en un plazo no demasiado largo la Argentina deje de contar con interlocutores válidos en ese país. No hace falta dar demasiadas explicaciones sobre esto, ya que el viento de una gran guerra, lamentable desde ya, está soplando cada vez más fuerte por aquellos lares, y si así sucede la Argentina no sólo perderá el hacer justicia con los responsables del atentado terrorista, sino que además quedará expuesta más allá de sus fronteras a las acciones de viejos y nuevos enemigos.

 


 



[1] Cfr. www.horaciocalderon.com (Sala de Prensa y otras secciones)
[2] Ibídem.
[3] Ibídem.
[4] Cfr. escritos y reportajes del autor en su página web.

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