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domingo, 27 de enero de 2013

Con acento francés.

La nueva guerra a la francesa

De cómo Francia, con nuevos métodos y nuevos objetivos, está empeñada en reconstruir su viejo poderío militar para no tener que depender de las estrategias norteamericanas en sus intervenciones externas. Una reconstrucción que cuenta con gran apoyo de las élites y del pueblo.

Por Steven Erlanger - Servicio de noticias The New York Times © 2013
 
 
 
 
En 1966, el presidente de Francia, Charles de Gaulle, héroe de la guerra y piedrita en el zapato de los aliados, le escribió al presidente de EEUU, Lyndon B. Johnson, para anunciarle que Francia se retiraría de la membresía plena de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte y expulsaría de su territorio los cuarteles de la Alianza Atlántica: “Francia está determinada a recuperar en todo su territorio el ejercicio completo de su soberanía, disminuido por el momento por la presencia permanente de elementos militares aliados y por el uso que se hace de su espacio aéreo, a cesar su participación en los comandos integrados y a ya no poner sus fuerzas a disposición de la OTAN”, precisó De Gaulle.

Después de la humillante capitulación ante los nazis, lo que constituyó un golpe tremendo a la orgullosa y marcial Francia, no fue sorpresivo que De Gaulle tratara de poner a su país de nuevo en la mesa principal de las naciones, mostrándose capaz de defender sus propios intereses con sus propios recursos, a su propio ritmo y gusto.

Aún ahora, cuando las tropas francesas están interviniendo en Mali, los franceses se enorgullecen de su capacidad militar y de su independencia de acción. Las tropas francesas marchan por los Campos Elíseos cada año, el día de la Bastilla, celebración militar que no tiene equivalente en Occidente. Francia tiene armas nucleares y es el único país, aparte de Estados Unidos, con un portaaviones impulsado por energía nuclear. Y aunque París se ha reconciliado poco a poco con la OTAN, Francia ha mantenido su capacidad de enviar tropas y pertrechos rápidamente a muchas partes del globo y pronto desplazará a Gran Bretaña, con su mentalidad de austeridad, del cuarto lugar en el rubro de gastos militares, después de EEUU, China y Rusia.

“Los franceses, que son tan sombríos y pesimistas por la situación de su país y la economía, tienen al menos una razón para estar orgullosos de lo que puede lograr su país”, me dijo Jean-David Levitte, asesor diplomático del ex presidente Nicolas Sarkozy y ex embajador ante EEUU y la ONU. “Seguimos teniendo una política exterior, la capacidad de actuar más allá de nuestras fronteras y la posibilidad de ejercer influencia.” Francia no puede hacerlo todo por sí misma, reconoce abiertamente Levitte. “Pero si no tenemos los medios militares para actuar, no tenemos política exterior”, observó.

Los franceses están dispuestos a intervenir militarmente, pero dentro de condiciones nuevas que difieren, aseguran los funcionarios franceses, de los viejos hábitos y tradiciones coloniales conocidos como la “Francafrique”.

En Mali, como en 2011 en Libia y en Costa de Marfil, los franceses intervinieron basándose en la solicitud directa de ayuda de un gobierno legítimo, el apoyo de agrupaciones regionales como la Unión Africana y una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Incluso en Mali, Francia tiene la intención de actuar multilateralmente, aunque vaya a la vanguardia en el frente, como hizo en Libia, con el afán de salvar a un aliado y ayudar a la región del Sahel a combatir la propagación de los islamistas radicales, algunos de los cuales son yihadistas extranjeros con fuerte vínculos con grupos terroristas como Al Qaeda.

Hasta ahora, la decisiva intervención del presidente François Hollande ha contado con la aprobación popular. Una encuesta recién publicada por BVA para Le Parisien encontró que 75% de los franceses apoya la decisión de lanzar una rápida acción militar contra los rebeldes islamistas en Mali, a pesar de los riesgos. En comparación, la intervención en Libia el año pasado contó con 66% de apoyo y la de Afganistán, en 2001, con 55%. Una encuesta anterior, publicada el lunes por el IFOP, encontró que 63% respalda la decisión de Hollande.

Lo más impresionante quizá es que el consenso entre la élite política ha sido de apoyo unánime, observa Bruno Tertrais, analista militar de la Fundación de Investigaciones Estratégicas en París. “El pueblo francés está dispuesto a apoyar una operación militar en tanto los objetivos sean claros y parezcan legítimos”, me comentó. Aunque impedir el avance de los islamistas hacia Bamako, la capital de Mali, es un objetivo claro y legítimo, agregó, “si se tratara de una operación para reconquistar el norte del país, la opinión sería muy diferente”.

Los franceses tienen unas fuerzas armadas compuestas de voluntarios, lo que distancia a la población aún más de los costos de la guerra y hace que los soldados sean “menos visibles para la población en general”, observa Sebastien Jakubowski, sociólogo de la Universidad de Lille. También hace que el ejército sea más aceptado, con un índice de aprobación de entre 80 y 90%, agrega.

Otro cambio con respecto del pasado es que Francia espera que la decisión de recurrir a la fuerza armada se base en criterios morales claros, continuó Jakubowski. Y los franceses se enorgullecen de desempeñar un papel destacado con una base moral, aunque también esté en juego el interés nacional, y se exhorte a otros aliados a actuar.

Jakubowski mencionó una entrevista en el periódico Le Figaro del 3 de enero con el neoconservador Robert Kagan, historiador estadounidense cuyo estudio de la actitud de EEUU y de Europa hacia el recurso de la guerra -en el que compara a EEUU con Marte y a Europa con Venus- ha sido caricaturizado, aunque tuvo mucha influencia.

En la entrevista, y luego personalmente conmigo, Kagan alabó a los franceses por su disposición de usar la fuerza con miras a alcanzar objetivos legítimos, aunque no siempre hayan tenido los medios necesarios para alcanzarlos. “Nadie le pide a Francia que esté a la vanguardia de las intervenciones militares, pero la disposición de los franceses a tomar la iniciativa es muy positiva”, indicó. “Yo tengo un nuevo principio: si los franceses están dispuestos a ir, los estadounidenses deberían ir también”.

Pero los franceses también saben que sus limitaciones militares son reales y están mucho mejor actuando con otros, aunque no siempre con Washington. París ha sido un acicate constante para los demás países europeos, y para la Unión Europea en sí, para acrecentar sus capacidades militares.

“Pensamos que es absolutamente necesario que los otros países europeos hagan lo que nosotros hacemos”, explicó Levitte. “De otro modo, Europa en su conjunto sería irrelevante estratégicamente.”

Debería ser obvio, agregó, que EEUU tiene otras prioridades, que se está concentrando en Asia y que no necesita actuar en todas partes. “Así que si realmente somos independientes y aliados de EEUU, debemos de estar en una posición en la que podamos actuar cuando haya necesidad.”

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