Increíble pero real: Acuerdo Santos/FARC sobre política agraria.
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| Mesa de negociaciones en La Habana. |
Luego de 6 meses de negociaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, la guerrilla más antigua de América Latina, para acabar con un conflicto de 50 años, los dos grupos negociadores anunciaron un acuerdo sobre el 1er. punto, de los 6 que tiene la agenda, y que se centra en el desarrollo rural. En un comunicado conjunto titulado "Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma rural integral", leído en La Habana, las partes anunciaron que los acuerdos versan sobre programas de desarrollo con enfoque territorial, infraestructura y adecuación de tierras, desarrollo social (salud, educación, vivienda, erradicación de la pobreza), estímulo a la producción agropecuaria y a la economía solidaria y cooperativa. También está incluida la asistencia técnica, subsidios, créditos, generación de ingresos, mercadeo, formación laboral, políticas alimentarias y nutricionales.
El anuncio, que visiblemente las partes quisieron resaltar de manera especial, al encargar a Noruega y Cuba, los países acompañantes, que leyeran por primera vez su comunicado conjunto ante la prensa, tiene, a la vez, una profunda significación y un poderoso impacto coyuntural.
Por primera vez en 50 años de conflicto armado, el domingo por fin se dio un acuerdo concreto entre el Gobierno y las Farc encaminado a ponerle punto final a la confrontación. Las dos partes –al término del 9no. ciclo de diálogos en La Habana– lograron firmar un documento titulado ‘Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural integral’.
Es un paso histórico en la búsqueda de la paz en el país, porque en por lo menos 5 intentos anteriores de buscar coincidencias con las Farc para lograr el fin del conflicto nunca se llegó a un acuerdo concreto.
“Lo que hemos convenido en este acuerdo será el inicio de trasformaciones radicales de la realidad rural y agraria, con equidad y democracia”, aseguraron las partes en el pronunciamiento.
Este paso, con la finalización de la discusión del punto relacionado con los temas agrarios, también se convierte en algo trascendental, porque la principal bandera de las Farc ha sido la reivindicación de los campesinos y, al alcanzar coincidencias con el Gobierno, se acerca una posibilidad real de paz.
El anuncio, que visiblemente las partes quisieron resaltar de manera especial, al encargar a Noruega y Cuba, los países acompañantes, que leyeran por primera vez su comunicado conjunto ante la prensa, tiene, a la vez, una profunda significación y un poderoso impacto coyuntural.
Se trata del primer acuerdo político entre un gobierno y las Farc en una historia de negociaciones que empezó con Belisario Betancur hace más 30 años, con el célebre –y fallido– proceso que tuvo lugar entre 1982 y 1987 y dio origen a los acuerdos de La Uribe que incluyeron la creación de la Unión Patriótica, posteriormente aniquilada.
Desde entonces, ninguna de las negociaciones que tuvieron lugar con las Farc había producido un acuerdo de fondo, y ninguna lo hizo sobre un punto esencial como el agrario.
El jefe del equipo negociador del gobierno, Humberto de la Calle, declaró lo convenido “histórico”. Rodrigo Granda, de las Farc, calificó los acuerdos logrados como “demasiado importantes”.
De volverse realidad, lo acordado no sólo puede cambiar radicalmente las cosas en el campo colombiano, sino que provocará redobladas polémicas con el uribismo (el movimiento que lidera Álvaro Uribe, ex presidente colombiano), que representa a sectores latifundistas que pueden sentirse lesionados con estos acuerdos. Por ejemplo, los ganaderos.
El agro es la razón de ser de las Farc, que se fundaron no con un programa político amplio, sino con el llamado “Programa Agrario de los Guerrilleros”, de 1964. Y, en un país que en el siglo XXI sigue exhibiendo en el campo uno de los índices de inequidad más notables del planeta y siempre se resistió a hacer una reforma agraria, abre la posibilidad de que el Estado salde su gran deuda con la modernidad.
El acuerdo tiene como “piedra angular”, como lo señaló de la Calle, el pequeño campesino, el más pobre.
Se creará un fondo de tierras para entregarlas a los que no las tienen. Se formalizarán los títulos de propiedad, se creará un jurisdicción agraria para protegerlos y se modernizará el castastro, una tarea pendiente hace 30 años. Se prometen planes para suplir las deficiencias en educación, vivienda, salud e infraestuctura en el campo.
Según dijo de la Calle (las Farc no se refirieron a esto) se “vigorizarán” las zonas de reserva campesina, pero no se les dará autonomía, como quería la guerrila. Y se plantea el cierre de la frontera agrícola –es decir, el fin de la expulsión de pobres y campesinos sin tierra a los márgenes del país donde prosperan las economías ilícitas, que ha sido la base del ‘desarrollo’ rural por un siglo y un motor del conflicto armado.
El acuerdo en lo agrario, agrega el comunicado conjunto, “está centrado en la gente, el pequeño productor, el acceso y distribución de tierras, la lucha contra la pobreza, el estímulo de la producción agropecuaria y la reactivación de la economía del campo”. (Lea también: Gobiernos del mundo reaccionaron tras anuncio en La Habana).
El Gobierno y las Farc dieron un paso importante al plasmar la necesidad de reconocer a las víctimas del despojo y del desplazamiento forzado, quienes, según el documento firmado, podrán gozar efectivamente de la restitución de sus tierras.
“Se crean mecanismos para solucionar conflictos de uso y una jurisdicción agraria para la protección de los derechos de propiedad con prevalencia del bien común”, dice el comunicado.
“Lo que hemos convenido en este acuerdo será el inicio de trasformaciones radicales de la realidad rural y agraria de Colombia con equidad y democracia. Está centrado en la gente, el pequeño productor, el acceso y distribución de tierras, la lucha contra la pobreza, el estímulo a la producción agropecuaria y la reactivación de la economía del campo”, dice un aparte del comunicado que fue leído en el Centro de Convenciones de La Habana, donde se negocia desde el pasado 19 de noviembre bajo el auspicio de Cuba, Noruega, Venezuela y Chile.
El acuerdo también pretende que “el mayor número de habitantes del campo sin tierra o con tierra insuficiente, puedan acceder a ella” y anunciaron que se creará un Fondo de Tierras para la Paz y que el Gobierno titulará progresivamente todos los predios que ocupan o poseen los campesinos en Colombia.
Los negociadores aclararon que este acuerdo sobre el tema agrario, como el resto de puntos, se implementará sólo si logra un consenso sobre la totalidad de la agenda. El jefe de la delegación del Gobierno, Humberto de la Calle, se pronunció después de leerse el comunicado: "Una vez que tengamos ese documento final -y ojalá que así ocurra- será sometido a la ratificación de los ciudadanos, por medio de un mecanismo de refrendación popular. Serán los colombianos en última instancia los que digan si quieren o no este acuerdo”.
Es un día histórico para Colombia porque, después de la última negociación de paz rota en 2001, hay avances concretos sobre el fin del conflicto y el optimismo vuelve, tras semanas de preocupación por la lentitud que ha tenido. Todo esto a pesar de que las FARC insisten en que no quieren un proceso de paz exprés.
El presidente Santos festejó este primer acuerdo en su cuenta de Twitter: “Celebramos, de veras, este paso fundamental en La Habana hacia un pleno acuerdo para poner fin a medio siglo de conflicto”, escribió. Por su parte, De la Calle lo calificó de histórico ya que “permite transformar de forma radical la realidad rural de Colombia” y aclaró que todo esto se hará con “pleno respeto por la propiedad privada y el Estado de Derecho. Los propietarios legales nada tienen que temer”.
Desde 1985 no se había llegado tan lejos en los intentos por alcanzar la paz, lo que confirmaría las palabras de los jefes guerrilleros Pablo Catatumbo e Iván Márquez, de que tienen disposición para avanzar y están comprometidos en llegar al fin del conflicto. Tras los acuerdos en el tema agrario el proceso se centrará a partir del 11 de junio en discutir la participación política de las FARC una vez se desmovilicen.

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