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domingo, 15 de junio de 2014

Irak hoy.










Todo es evitable, excepto las consecuencias.


Carlos Pissolito.


Irak hoy, fuente: Stratfor.
Con la segunda ciudad iraquí en poder de la insurgencia sunita, con el Ejército iraquí combatiendo en las afueras de Bagdad y con los clérigos chitas llamando a la Guerra Santa. Nadie puede darse por sorprendido. Ni argumentar que no hubo avisos suficientes.


Ellos deben saber que están obteniendo las consecuencias lógicas de cuando uno va de una idea a la realidad y no por el camino contrario. Que es lo que manda el sentido común: Ver, conocer, actuar.

Ya en el 2003 advertimos que están serían las lógicas consecuencias de las decisiones estratégicas que se tomaban, por aquellos días, en Washington DC. Después de haber patrullado un año el sur de Irak, estábamos en la capital del Imperio bobo para ser testigos de lo que decíamos.

No podía ser de otro modo. Cuando, Paul Bremer, el procónsul norteamericano en Bagdad, decidió disolver a las fuerzas armadas iraquíes. El único elemento que el daba un sentido nacional al país invadido.

Tampoco, fue un acierto instalar un gobierno títere y obediente. Menos retirar a las tropas propias una vez que estaban allí.

Sus mandantes les decían que sembrando la zanahoria de la democracia en el fértil campo iraquí. Todo el Levante se transformaría. Su mentor, Woodrow Wilson, así lo había pronosticado, 90 años antes.

No calcularon que ese lugar tuviera sus propias reglas, sus tradiciones antiguas. No vieron que no eran más que tribus con banderas.

Dicen que ahora el Presidente Obama se apresta a atacar. ¿Con qué? Seguramente que con quirúrgicos drones o dedicadas fuerzas especiales. Combustible que no hará más que avivar el incendio ya iniciado. Él y sus antecesores se burlaron de los jefes militares que les dijeron que sería una larga guerra y que era necesario quedarse en la zona.

Claro, el precio era alto. Es el peso de la púrpura, el precio que los que quieren imperar deben pagar para poder hacerlo

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