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martes, 15 de julio de 2014

Malvinas y el realismo mágico.

Reducir Malvinas. Argentina no está para el "realismo mágico".

por Laura Etcharren


En el contexto de la patológica tergiversación y en un escenario político que ha trascendido fronteras para plasmar en las noticias, la vergüenza de tener en función, a un vicepresidente de la Nación procesado, la vía de escape, intentó concentrarse en el viaje que hace semanas atrás realizara el diputado y candidato a presidente, Julio Cobos, a Malvinas.

Dicho viaje no sólo movilizó estructuras bajo el velo de la conciencia y la soberanía, también puso en evidencia, la gran insustancialidad que hay sobre los temas importantes. Una insustancialidad, tanto histórica como retórica, con la pretensión de crear una atmósfera de conflicto y desconfianza que solo terminó por constatar las imprecisiones de un gobierno sostenido por la jactancia de sus impericias.

Malvinas, la alternativa B para desplazar la centralidad del bochorno político. Porque ni la copa del mundo, con la euforia que la misma conlleva, pudo trasladar el panóptico que apunta a Boudou.



Los exabruptos del Gobierno se encarnan hasta en las desprolijidades diplomáticas. Como relata, of de record, un erudito en la materia: El ex canciller del Gobierno, Jorge Taiana, se atreve a hacer críticas sobre el viaje aludiendo a que podría perjudicar la política internacional del país sobre Malvinas al aceptar el sellado de entrada del pasaporte. Con lo cual, demuestra un atroz desconocimiento del estatus jurídico sobre este tema, el cual fue expresamente resuelto en el paraguas de acuerdo firmado entre Argentina e Inglaterra (con presencia de los Isleños) en el año 1989 y llevado a la práctica en el acuerdo de 1999 que dispuso que, tanto Argentinos como británicos y de cualquier otra nacionalidad, deben presentar, sus respectivos pasaportes para su sellado".

Desafortunados análisis. Patéticas declaraciones.

Todos intentos frustrados, puesto que la sociedad, agobiada de la manipulación desde arriba, ya no compra los ensayos de dignidad, ni mucho menos, las manchas que buscan exportar.

En otro plano -el de la Seguridad- ocurre lo mismo.

El reduccionismo es la base que termina por banalizar las temáticas que de cara al futuro, comenzando por la conducta del presente, van a guiar el encauce de la Argentina. Es por ello que, negar la inseguridad; compararla con la del 2001; o bien minimizarla hasta la subestimación, incomoda. Acentúa el malestar que impera. Recrudece la desconfianza y lejos de asentir el desequilibrio, se redobla en cuestionamientos y protestas.

La Argentina, no está para el “realismo mágico”.

La inseguridad no es lúdica y tampoco puede ser testigo de la ignorancia de sujetarla, únicamente, al narcotráfico. Porque eso deja, irremediablemente afuera, otros problemas que también componen a la inseguridad como una esfera más de la vida que, al mismo tiempo que genera apetecible renta, es también bastardeada en la impertinencia reduccionista.

Tácticas y estrategias de un Gobierno Nacional quebrado y de algunos sectores de la oposición que, frente a la sensatez basada en la acción, despejan el camino. Es decir, amplían el campo visual en donde los argentinos, podemos ser testigos de la anemia de ideas. De la ausencia de decisión política y de las claras limitaciones que envuelven a la clase política atada en las acciones ajenas para ver si pueden, aunque sea mal, generar una noticia trascendente.

Pero les sale mal.

Le salió mal al oficialismo sumergido en un proyecto en el cual, la “revolución”, le devino en delirio. Y le salió mal a sectores de la UCR que aún no han comprendido que de la alteridad surgen buenos debates y grandes ideas.

De ahí que la mediocridad, en estas últimas semanas, haya querido ser llevada al frustrado llamado de reprochar un viaje sin simulacros. Un viaje, a Malvinas, para conocer desde adentro el lugar que forma parte de nuestra historia y que es, sin lugar a dudas, un referente temático que está en agenda y que debe seguir estando desde el diálogo y bajo el entendimiento del derecho que no merece ser maniobrado. Y no por razones políticas, más bien y por sobre todo, por las vidas perdidas.

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