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jueves, 14 de diciembre de 2017

AMAZONAS MODERNAS.













Por Carlos PISSOLITO


Acabamos de disfrutar de la película "La Mujer Maravilla". Se trata de la recreación moderna del mito griego de las amazonas.

Diana, su protagonista, es hija de Zeus. Mientras está siendo criada como princesa guerrera, traba amistad con un piloto norteamericano derribado en su isla. La que la lleva a unirse al bando Aliado y a participar de los combates durante la 1ra GM.



Vale precisar que en su versión original las amazonas conformaban una nación de guerreras que vivían cerca del Mar Negro. Dice la leyenda que su arma característica era el arco, un arma que era considerado por los griegos como propia de los cobardes, ya que preferían los combates cara a cara y a muerte para sus héroes.

Esta pequeña historia nos permite reflexionar sobre un tema tan transitado como mal comprendido. Cuál es el rol la de la mujer en nuestra vidas.

Ejemplos de su protagonismo histórico sobran. Desde Eva hasta Evita,  pasando por Cleopatra o la emperatriz Teodora.

El mundo Antiguo, especialmente el Occidental, nunca les negó protagonismo.  Sin embargo, en función de su rol maternal, las preservó de las fricciones de la vida pública.

Fueron necesarios los cambios impulsados por la Modernidad para que esto cambiara. Especialmente a partir de la revolución del Feminismo impulsada por lo políticamente correcto.

Que la mujer fuera madre y centro de un hogar y de una familia dejó de ser un ideal. Si en muchos lugares de trabajo gozamos de su interesante presencia. Vemos, hoy, las cunas vacías. Un fenómeno de claras consecuencias estratégicas para la supervivencia de nuestras naciones.

Por otro lado, nuestras sociedades se han feminizado. No por el nuevo protagonismo de la mujer, sino por los postulados de lo políticamente correcto, que ha pasado a ser una suerte de nueva Inquisición.

Se nos dice y se nos enseña que hay una igualdad absoluta entre hombres y mujeres. Lo que es mentirosamente cierto. Tenemos la misma dignidad, pero -gracias a Dios- no somos iguales.

Hoy ya no existen instituciones fundamentales de nuestra civilización como la del padre de familia. Una herencia del pater familias romano. Verdad, hay que reconocer que muchas veces esto no se ha producido por el avance de nadie, sino por el abandono de este rol por parte de los cómodos varones.

Como contrapartida a este sede vacante ha proliferado la violencia contra la mujer y los hijos de las familias. Se lo ha querido solucionar desde el Estado con los pobres resultados conocidos.

Alguna vez, nuestra civilización, vio en la educación caballeresca de sus varones la clave de un sistema basado en las diferencias y en la complementación de los sexos. Creemos que ha llegado el momento de retomarla.

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