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miércoles, 15 de enero de 2020

La PARTICIPACION CIUDADANA es la PUERTA para el BUEN GOBIERNO.










por Carlos Pissolito

Una clara consigna que movilizó
multitudes. 
Hace pocos días, la provincia de Mendoza, vio a sus legisladores,  de los 2 partidos mayoritarios, modificar una ley para permitir el uso del cianuro para tareas de extracción minera. Y luego, de asistir a una masiva protesta popular contra esa ley, como pocas veces se había visto antes. También,  presenció a su gobernador, pasar del apoyo irrestricto a la norma, a no querer reglamentarla y, finalmente, a obtener su derogación por esa misma legislatura.

El hecho saliente que queremos señalar no tiene nada que ver con la minería y la leyes que reglamentan su ejercicio. Sino de cómo se están modificando las formas de legitimidad política, no solo en nuestra provincia, sino en el Mundo en general. Pues, si antes bastaba, tal como lo prevé nuestro marco constitucional provincial, que una ley fuera votada por nuestra Legislatura, para que la misma fuera considerada como tal y acatada, en consecuencia. Eso ya no alcanza.

Como lo expresó el mismo gobernador hace falta que para que una ley sea ley cuente con el debido consenso social para que sea considerada justa y obligatoria.

Como ya dijimos este hecho está lejos de ser uno aislado. Nos marca el camino de lo que se viene. Tal como ha quedado evidenciado en varias protestas populares que se desarrollan, en forma simultánea, en lugares tan disímiles como Teherán y Santiago de Chile.

Por estos hechos y por otros no tan evidentes, creemos que se necesita un cambio radical para superar la crisis en nuestros sistemas de gobierno.  Hoy se ha puesto de moda la palabra “solidaridad”, aunque las Izquierdas y las Derechas tenga de ella una idea muy diferente. Ya que las primeras quieren nivelar todas las desigualdades, hasta las necesarias, y las segundas pretenden mantener todos los privilegios posibles, aún los injustos.

Otra forma de verlo es entre una puja entre populistas y republicanos. Para los primeros se trata de un problema de desigualdad, de la opresión de los grupos desfavorecidos y la imposición de fuerzas del mercado para todo, desde los servicios públicos hasta los espacios urbanos. Mientras que para los segundos, se hay que integrarse al Mundo como un país normal, respetuoso de las formas y de la cohesión de "gente como nosotros".

Sea como sea, la solidaridad conduce, siempre, a una discusión sobre ls valores y, en este sentido,  el debate tiende a polarizarse y a terminar siendo una discusión sobre las mejores  formas de políticas de representación.

Al calor de estas discusiones las sociedades alrededor del mundo se preguntan a sí mismas: ¿cómo podemos unir a las personas para garantizar que nuestras instituciones tengan legitimidad y trabajen para satisfacer las exigencias del bien común?

No son pocas, tanto nacionales, provinciales y hasta municipales que creen haber encontrado la respuesta a este problema en distintas formas de participación y de deliberación ciudadana.

Existen varios modelos de deliberación, pero todos se basan en el principio de darle voz y un mayor poder de representación a los ciudadanos de a pie. Ya sea, utilizando procesos estructurados o, simplemente, escuchando la “voz” que amplifican las omnipresentes redes sociales.

No cabe duda que los participantes en de estos procesos deliberativos los disfrutan. Una proporción significativa cambia sus puntos de vista durante el proceso y, aunque no siempre se busca o se logra el consenso total, ayuda a las personas a desarrollar una comprensión respetuosa de sus diferencias. Se puede decir que, en marcado contraste con la mayoría de los resultados políticos convencionales, la deliberación saca lo mejor de una comunidad.

Por otro lado, el proceso fomenta el respeto de los políticos profesionales para con las distintas corrientes de opinión sobre un tema dado. También, de paso, ayuda a esos mismos políticos, a seguir adelante con debates que se han estancado y que se han polarizado, facilitando la toma de decisiones difíciles, al demostrar que los ciudadanos verdaderamente representativos, han llegado a conclusiones similares.

Un proceso deliberativo ayuda a enmarcar y estructurar los debates sobre temas complejos. Por ejemplo, antes de la votación de Brexit en la Gran Bretaña, muchos parlamentarios y otras figuras de alto perfil, como arzobispo de Canterbury, sugirieron la realización de una "asamblea de ciudadanos" deliberativa como una forma de avanzar en la búsqueda de una solución.

Procesos similares se ha verificado en otros lugares en los que era necesario tomar decisiones sobre temas complejos como los intensos debates que tuvieron lugar en Colombia para poner límites al proceso de paz con las FARC. O, en temas más sencillos, como ocurre en ciudades Bélgica, de Canadá y de España, donde ciudadanos del común son invitados para participar en las innumerables asambleas deliberativas organizadas en varias ciudades. Ya que muchos gobiernos municipales  consideran que los paneles de ciudadanos son una parte vital de la "arquitectura de toma de decisiones" de sus ciudades.

Las mayores barreras para el mayor uso de la deliberación en forma institucionalizada es la vanidad de algunos de nuestros políticos profesionales. Pues, no entienden ni aceptan la deliberación. Ya que para ellos “el pueblo no delibera ni gobierna”. Para eso están ellos, sus representantes.  En no pocos casos, adoptan la posición de: "no lo entiendo, así que no me gusta". Es más, algunos de ellos ven con hostilidad a los ciudadanos comunes que se manifiestan y tienden a negarles el acceso a los medios de comunicación masiva. Pero,
con esta actitud, quedan expuestos, como ya ha quedado demostrado, a las cada vez más frecuentes, explosiones de deliberación espontánea.

Lamentablemente para ellos, vivimos en una era de hiperconectividad y de sobreabundancia informativa. La gente, si bien ya no lee, como antes, ni siquiera mira televisión. Se informa por las redes sociales y de entre ellas, ha elegido a la menos seria de todas: al Whatapps.

Una red que no solo es útil para coordinar el pool del transporte escolar de nuestros hijos y otras tareas prácticas. Es una, técnicamente, ideal para la transmisión de cadenas con mensajes multimedia. Y una que es, especialmente, vulnerable y con ninguna medida de control, pues no existe una cabecera de red, contra las denominadas “fakenews”.

Al respecto, todos nosotros, podemos dar fe de la innumerable cantidad de mensajes recibidos por estos días en relación al mencionado tema de la megaminaría. Algunos de ellos, muy agresivos y abiertamente tendenciosos.

En función de ello, si nuestros representantes políticos se siguen negando a admitir la necesaria institucionalidad de los nuevos procesos de deliberación, me temo que se deberán preparar para enfrentar las explosiones de las espontáneas; fogoneadas por una red de operadores invisibles, pero muy efectivos.

Nunca ha sido una buena receta barrer las críticas bajo las alfombras del poder. Por el contrario, si la democracia es como una bicicleta y no avanza a cierta velocidad, comienza a tambalearse. Y la deliberación, bien, podría ser la forma de hacer girar los pedales.

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