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viernes, 30 de julio de 2021

IA y Guerra

http://www.martin-van-creveld.com/




por Martin van Creveld

J. Tangredi y G. Galdorisi, eds., "AI at War: How Big Data, Artificial Intelligence, and Machine Learning Are Changing Naval Warfare", Annapolis, Maryland, Naval Institute Press, 2021.


El libro, que obtuve en papel de un amigo, fue escrito por un equipo de expertos, todos los cuales tienen años de experiencia en computadoras, guerra cibernética, inteligencia artificial, la Marina de los EEUU o los cuatro. Siendo ese el caso, no me sorprendió encontrarlo rebosante de elogios (intercalados con algunas advertencias, lo que es cierto es cierto) por todo lo que tiene que ver con las computadoras. Qué grandes memorias tienen, incomparablemente más grandes y más accesibles que las de los humanos más capaces. Qué tan rápido pueden procesar la información y, gracias a los enlaces de datos que los conectan, pasarla a los confines del universo (y quizás más allá, pero no entremos en eso aquí). Cuán sofisticados se han vuelto sus programas, incluida específicamente la inteligencia artificial, que les permite "ver" mil conexiones que probablemente habrían escapado a los humanos incluso si hubieran pasado mil años buscándolas. Cómo la guerra moderna (y mil cosas más) sería inconcebible sin ellas.

Qué peligroso sería permitir que los rivales de lo Estados Unidos lo superaran en este campo de importancia crítica. Sobre todo, qué cosas maravillosas se pueden esperar que hagan las computadoras y la inteligencia artificial en el futuro. Cómo, aunque no pueden reemplazar a los humanos, pueden mejorar en gran medida sus capacidades. Siempre que se resuelvan algunos de los problemas fundamentales restantes (como la dificultad que tienen para adaptarse al cambio y el gran excedente de información que generan), por supuesto; y siempre que se disponga de los fondos necesarios. Todo esto, en un contexto de guerra naval, y no solo naval, que se está volviendo cada vez más rápida y compleja.

Sería la última persona en el mundo en siquiera intentar disputar todo esto. Después de todo, ¿quién puede discutir con oraciones como las siguientes? “Para que este modesto cambio en el diseño de la fuerza produzca el mayor beneficio, el Departamento de Defensa necesita desarrollar conjuntamente procesos C2 que puedan operar una fuerza más desagregada y perseguir una nueva estrategia de innovación que se enfoque menos en las brechas en la capacidad de la fuerza actual para operar como queremos y más sobre cómo el futuro podría funcionar mejor con nuevas capacidades que pueden crear formas novedosas de operar (Harrison Schramm y Bryan Clark, p. 240)”. “Un beneficio importante del uso del control de máquinas es que permite que las arquitecturas C2 se adapten a la disponibilidad de las comunicaciones, en lugar de que el Departamento de Defensa tenga que invertir en una infraestructura de comunicación sólida para admitir una jerarquía C2 de 'un tamaño para todos'” (mismos autores, p. 241). Y a quién le importa que "el término" todos los dominios "haya comenzado a reemplazar el término" guerra de múltiples dominios "del Ejército de los EE UU el primer uso parece ser Jim Garamose, "El ejército de los EEUU deebe desarrollar defensas de dominio de inteligencia artificial", dice Mattis, Dunford, 'Departamento de Defensa de los EEUU, 132 de abril de 2018,”(Adam M. Aycock y William G. Glenney, IV p. 283).

Yo no. Ni, sospecho, que nadie que sea miembro, de buena fe o no, de la comunidad que se especializa en tales cosas. Todo esto podría haberme convencido de ponerme firme y saludar ante la avalancha de pericia –la “bibliografía selecta” por sí sola asciende a cuarenta páginas– que me han lanzado los autores. Sin embargo, si no lo hice, fue en parte debido al siguiente incidente. Tuve mi primer indicio de que el libro, que me habían enviado por correo postal, había llegado a mi vecindario cuando encontré una nota impresa en computadora en mi buzón que decía que debía ir a recogerlo a la oficina de correos cercana. Sin embargo, sabía que no podía hacerlo de inmediato; aquí en Israel es costumbre que el Servicio Postal le entregue sus cartas y paquetes no el día en que se le notifica, sino el siguiente. Sin embargo, este fue un jueves. Dado que el fin de semana israelí comienza el viernes y dura hasta el sábado, para hacerlo tuve que esperar hasta el domingo. El domingo por la mañana fui a la oficina, solo para enterarme de que, para enviar una carta o un paquete, ahora hay que concertar una cita con antelación (a mano y con un formulario, claro). Como resultado, varias personas, en su mayoría ancianos como yo, se arremolinaban con aire avergonzado, sin saber qué hacer y cómo hacerlo. Algunos, que pedían ayuda al sobrecargado personal, pero no la conseguían, estaban al borde de las lágrimas. 

Afortunadamente, estaba allí para recibir una encomienda, no para enviarla. Esta vez no hubo necesidad de más ayuda. Entregué mi nota, escribí mi número de identificación en un pequeño dispositivo que guardan para ese propósito y me preparé para firmar mi nombre en la pantalla, cuando me di cuenta de que faltaba el lápiz electrónico adjunto; tal vez alguien, superado por la furia de la computadora, lo había arrancado deliberadamente. Entonces, en lugar de eso, usé mi dedo, no para hacer una impresión, que la máquina no pudo "entender", sino -simplemente- para dejar algún tipo de marca, una X, como sucedió. Al igual que los analfabetos de todas las edades que siempre han utilizado y lo siguen utilizando.

Supongo que tuve suerte. Me dejaron el libro, que como es casi siempre el caso del Instituto Naval, resultó no solo estar repleto de información, sino, también bien,  estar sólidamente elaborado. Y no tener que volver a casa y visitar la oficina de correos otra vez, ¡bien!

Dentro y fuera de "Start Up Nation", (1)  mi experiencia puede ser única. ¿O no?

Traducción y nota: Carlos Pissolito

Nota:

(1) Es un libro que trata de explicar el milagro económico y tecnológico del Estado de Israel, escrito por Dan Senor y Saul Singer y publicado en el 2012.  

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