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ANEXOS.

lunes, 28 de agosto de 2017

EL MAL AMARILLO.






Por Carlos A. PISSOLITO

El gran novelista, hoy casi olvidado, que fuera Jean Lartéguy, en una de sus obras llamada "Le Mal Jaune", describía como un oficial francés destinado en Indochina se enamoraba de esta parte del mundo. A tal punto, que cuando regresaba a Francia, por alguna circunstancias, se sentía como un extraño en su propia tierra.
Simplemente, porque extrañaba la cosas de esta tierra lejana. Su paisaje, su comida, sus olores, su gente.

Probablemente, luego de mi viaje por Indonesia no haya contraído ese mal. Pero, hoy, puedo entender mucho mejor los argumentos de Lartéguy. Sucede que a miles de kilómetros de nuestro país existe este mundo. Uno compuesto por un cultura vital y antigua.

El motivo de mi presencia en esta lejana parte del mundo era la de enseñar en un seminario internacional la mejor forma de resolver conflictos complejos. Confieso que al margen de impartir mis clases, pude aprender un par de lecciones que nos vendrían muy bien a nosotros, los argentinos.


La primera de ellas es que, pese a grandes diferencias étnicas, culturales y religiosas, se puede convivir en concordia y en armonía. De hecho, Indonesia posee la 4ta población del mundo y la 1ra del islam. Como es lógico suponer, contiene a una docena de culturas, a varias lenguas  oficiales y, al menos, a tres religiones principales. A saber, el islán, el cristianismo y el hinduismo.

La segunda es que esta variedad multicultural no es incompatible con un gran proyecto nacional. Todo lo contrario. Todos parecen cobijarse bajo los vivos colores de su bandera. La que se encuentra siempre presente.
El mérito histórico hay que atribuírselo al General Sukarno quien fuera su primer presidente tras su independencia y el conductor de este gran país por 22 años.  Una especie de J.D. Perón asiático.
Sukarno estableció su liderazgo a partir de su lucha por la independencia contra el dominio colonial holandés. Luego de la 2daGM  declaró la independencia y se resistió a la recolonización holandesa,  hasta que en 1949 la misma fuera reconocida por ellos. Para la mayoría de los indonesios, Sukarno fue el único líder capaz de unir a todas la minorías bajo las banderas de un nuevo y moderno país sin la necesidad de derramar sangre para lograrlo.

Dicho esto no se puede negar que este paraíso se encuentra bajo amenaza.

Concretamente, la intimidación viene del Levante, más precisamente, de Arabia Saudita donde impera el wahabismo, también denominado salafismo, y que es una corriente político-religiosa fundamentalista e integrista  del islam.

Pero que desde los años 70 se ha expandido por todo el mundo gracias a la potentísima financiación de mezquitas y escuelas coránicas que viene desarrollando cada año la monarquía saudita  y en menor medida la katarí.

El wahabismo, como tal y no sin mucha razón, ha sido criticado tanto en medios occidentales como en el propio mundo musulmán por considerarse que es una ideología que alienta el terrorismo islámico.

Muy probablemente, a sus ojos extremadamente puritanos, un país abierto y tolerante como Indonesia luzca como un foco de corrupción que debe ser santificado o, en su defecto, extirpado.

Un fenómeno similar ya tuvo lugar luego de la invasión soviética a Afganistán en 1979. Cuando enojada la monarquía saudita, se estima que entre 1982 y 1992 envió unos de 35.000 combatientes a luchar contra esa ocupación. Y que destinó unos U$ 600 millones por año al apoyo de la insurrección que terminó con la expulsión de los soviéticos.

 También, vale la pena recordar, que en aquella la ocasión contaron con el beneplácito y con el apoyo estratégico de los EEUU. Otro de los responsables de la creación del Frankenstein del fundamentalismo islámico.

Hoy, su objetivo -entre otros- parece ser Indonesia. Al efecto, son muchas la oleadas de clérigos devotos del wahabismo los que llegan a Indonesia. Principalmente, según me cuenta un lugareño, se instalan en el extremo noroccidental de la Isla de Pekan, donde ya se ha iniciado una insipiente sedición al estilo Boko Haram, el sangriento grupo nigeriano que secuestra niñas en las escuelas para entregarlas como esposas.
Todavía es muy pronto para saber si la hermosa sociedad indonesia cuenta con las fuerzas suficientes para resistir esta verdadera invasión cultural. Pero de que nadie tiene dudas es que la lucha se ha iniciado y que será a muerte.

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