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sábado, 19 de febrero de 2022

La cultura de la cancelación

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por Alberto Buela

Allá por los años 70, Jorge Luis Borges se quejaba de que los editores norteamericanos no le publicaban sus novelas y cuentos porque al negro no le decía “hombre de color” y al ciego no vidente.

Por esa época los intelectuales yanquis comenzaron con la utilización del hoy denominado “lenguaje inclusivo”: el de los retruécanos y reiteraciones indebidas de “todos y todas”, “niños y niñas”; “trabajadoras y trabajadores”, etc. En Yanquilandia ya no se usa pero, como siempre, esto llegó veinte años más tarde a América del sur donde los progresistas lo han adoptado como una novedad.

El progresismo, esa enfermedad senil de las viejas ideologías como el marxismo y el liberalismo encontró en ese pseudolenguaje su expresión más lograda: habla sin decir nada y define sin definir. Su método es estar siempre a la vanguardia de todo. De ahí, que no pueda tener un pro-yecto (algo caído adelante) porque él es su propio proyecto.

Cuando los analistas políticos se preguntan por tal o cual proyecto de un gobierno progresista, realizan una falsa pregunta o una pregunta sin fundamento. Es como pretender preguntarle al ahorcado por la soga o cuerda de la que pende.

Esta enfermedad senil, mezcla de liberalismo y marxismo, apoyada en la religión laica de los derechos humanos, va ocupando lentamente todos los gobiernos de Occidente con lo cual termina estableciéndose un pensamiento único y políticamente correcto.

Los lugares comunes de este pensamiento son casi todos: la preocupación por la humanidad y no por las necesidades de los pueblos; por el bienestar individual y no el de las familias; por el consumo y no por el ahorro; por la Tierra y no por el terruño; por el ritual y no por lo sagrado; por la economía y no por la política; por los emprendimientos y no por el trabajo y así podemos seguir en todos los órdenes del obrar y del pensar.

Ya en 1927, Martín Heidegger en Ser y Tiempo (parágrafo 35) nos hablaba de la dictadura del “uno anónimo” a través del “se dice, se piensa y se obra como se dice, se piensa y se obra,” que rige la existencia impropia. En casi cien años la cuestión se ha agudizado y profundizado.

Hoy el poder del progresismo al ser hegemónico es incondicionado. Ello explica que todo cuestionamiento sea considerado de derecha, fascista o imperialista. Si desde múltiples sectores de la sociedad se les dice “no” a medidas erróneas la respuesta es “la no respuesta”, el silencio, el no hacer caso, en definitiva, la cancelación del objetor.

La cancelación se ha transformado en un mecanismo de negación de todo aquello que incomoda o cuestiona al progresismo. Lo grave es que al mismo tiempo que niega o no escucha las objeciones de sus oponentes, lo llama al diálogo sobre la base de un consenso que no consensúa, de un falso consenso.

Este mecanismo pernicioso está en la base de su acción de gobierno. Con justa razón ha observado Massimo Cacciari que estos gobiernos no resuelven los conflictos sino que solo los administran.

La carencia de una definición ideológica firme (el presidente Fernández de Argentina es peronista y socialdemócrata a la vez, según ha declarado) les permite jurarle lealtad a Biden, Putin y Xi Jinping mismo tiempo.

Pero todo esto no son más que fintas, apariencias que utilizan los gobiernos progresistas para sumarse al proceso de globalización que parece de ineluctable realización en el mundo.

La economía luego de dos años de Covid se independizó totalmente de la política. Los poderes indirectos, los lobbies, la mega empresas y el imperialismo internacional del dinero, según la preclara expresión de Pío XII, justifican su obrar en y con los gobiernos progresistas.

Eso sí, los poderes económicos indirectos exigen que los gobiernos progresistas se instalen a partir del mecanismo de “un hombre, un voto”, pues necesitan contar con la legitimidad que ofrece la máscara democrática. La democracia al estar limitada únicamente a la legitimidad de origen niega toda exigencia de legitimidad de ejercicio, que es la exigencia del buen gobierno.La acciones justas y correctas son las que caracterizan al buen gobierno,  por eso hubo y habrá buenos gobiernos sin ser ellos, necesariamente, democráticos.

En Suramérica, los diez gobiernos que tenemos son progresistas en sus distintas variantes: en Argentina un peronista que se define como socialdemócrata, en Chile un marxista que se dice peronista, en Bolivia un marxista que se dice nacionalista, en Uruguay un liberal que se define por la Agenda 2030, en Paraguay, como de costumbre, nada; en Brasil un nacionalista que deja hacer negocios a las multinacionales, en Perú y Ecuador marxistas sometidos al capitalismo más ramplón, en Colombia un liberal socio de los Estados Unidos y en Venezuela un marxista con vocación de rico para tormento de su pueblo.

¿Quién gobierna América del Sur? En la realidad, el imperialismo internacional del dinero con todas sus ramificaciones, aunque nominalmente los diez gobiernos progresistas que con su desatención por una legitimidad de ejercicio facilitan el obrar del imperialismo.

En este sentido cuenta mucho la gran corrupción de la clase dirigente. Para poner un ejemplo indiscutible, de Argentina salen  al año para Europa y Usa mil kilos de oro y diez mil de plata, prácticamente sin pagar impuestos. En los puertos sobre el río Paraná desde donde sale la producción millonaria de granos (trigo, maíz, soja, girasol) la evasión impositiva anual es de 10.000 millones de dólares.La depredación pesquera en el Atlántico Sur por cientos de barcos chinos, españoles, japoneses, noruegos e ingleses es incontrolada.

La cultura de la cancelación ha logrado que sobre estos y tantos otros temas no se hable. Se impuso el título de la película de Marcello Mastroiani De eso no se habla. 

Cuando Perón regresó del exilio en 1974 afirmó que el hombre argentino está quebrado y va a ser muy difícil recuperarlo. Desde entonces no se ha intentado una recuperación sistemática de nuestro sistema de valores ciudadanos como el ahorro, la higiene, la conducta, etc., se lo ha dejado, de más en más, librado a su propia suerte sin ninguna contención. Aquellas instituciones que hicieron grande Buenos Aires (la piu grande cita italiana del mondo,al decir de Franco Cardini), como los clubes de barrio, la bibliotecas y los natatorios populares, la misma escuela que salía a la calle, las parroquias con sus kermeses y campamentos,todo ellos desapareció. La contención de ese hombre, que somos todos nosotros, fue nula. Y así maestros que no leen, profesores que no estudian, curas que no se ocupan del alma sino de la comida, bibliotecarios que no invitan a la lectura, clubes donde campea la droga y no el deporte, la conjunción de todo ello terminó con la promoción del mediocre. Y ese mediocre, hoy de unos 40 a 60 años, es el que está ejerciendo en los gobiernos progresistas suramericanos.  

Qué hacer con un subcontinente como el suramericano que abarca casi 18 millones de kilómetros cuadrados, esto es, el doble de Europa o el doble de los Estados Unidos. Que posee 50.000 kms de vías navegables en su interior que nos llevan desde Buenos Aires hasta en Guaira en Venezuela. O desde el Atlántico en Belém do Pará en Brasil a Iquitos en Perú (San Martín cuando fue gobernador del Perú en 1823 donó sus sueldos para construir un barco y así contener el avance bandeirante navegando el Amazonas de punta a punta). Que posee minerales de todo tipo, bosques aun inexpugnables. Petróleo, gas, energía eléctrica, siendo la mayor reserva de agua dulce del planeta con el acuífero guaraní. Y sobre todo con un tipo humano diverso (circa 440 millones) pero con usos, maneras y costumbres similares y que habla una misma lengua, pues el hombre hispano, sostenía Gilberto Freyre el mayor sociólogo brasileño, habla y entiende sin dificultad cuatro lenguas: el castellano, el portugués, el gallego y el catalán.Esta ventaja extraordinaria no ha sido nunca hasta ahora fomentada como una política de estado por ninguna de los diez países que la integran.

Cualquiera que nos estudie no debe subestimar el orden de estas magnitudes. Ya enseñaba Hegel que el orden de las magnitudes cuando es inmenso las transforma en cualidades. 

La desventaja de este gran espacio es que siguen instalados en él potencias coloniales anti hispánicas como Inglaterra (en Guyana, Trinidad Tobago y Malvinas), Holanda en Aruba y Surinam y Francia en Guayana.

(Todos los planes de unidad subcontinental desde la época de San Martín y Bolívar han sido abortados por la intervención en contrario de estos tres países.

Nosotros hemos propuesto en el Foro Social de Porto Alegre en el año 2002 la teoría del rombo con sus vértices en Buenos Aires, Lima, Caracas y Brasilia como protección del heartland suramericano, pero no prosperó. Chávez se entregó a Cuba y ésta, como viene haciendo desde hace 70 años, esteriliza todo proyecto nacionalista hispanoamericano.

Invito a los investigadores europeos a que estudien sine ira et studio el proceso de cubanización de Nuestra América como fuente de todos los fracasos de intento de integración regional.

Viene de nuevo la pregunta de Lenín ¿Qué hacer? Disentir, que no es otra cosa que plantear, proponer “otra versión y visión” a lo establecido por el pensamiento único. Practicar el disenso en todas sus formas y maneras es dejar de ser el perro mudo del Evangelio. El disenso no es un pensamiento negativo que dice a todo que no. Es un pensamiento propositivo y existencial que parte de la preferencia de nosotros mismos. Rechaza la imitación y se apoya en nuestro genius loci (clima, suelo y paisaje) y en nuestro ethos (costumbres, vivencias y tradiciones). Pueden consultar mi libro Teoría del Disenso (editado en Buenos Aires, Barcelona, Porto Alegre y Santiago de Chile).

Finalmente, pueden observar que nunca hablé de Latinoamérica porque es un término espúrio, falso y engañoso, creado por los franceses para intervenir en América. Ustedes italianos lo saben muy bien pues ninguno se apoda latino salvo los del Lacio. Y en Usa son italoamericanos, nunca latinoamericanos.Lo latino excluye a los vascos que tanto han hecho por América desde la época de los conquistadores.

El concepto de Latinoamérica es claramente un concepto políticamente correcto pues de él hacen uso todos, tanto la Iglesia, como la masonería, los liberales, los marxistas y, obviamente, los progresistas, anque los nacionalistas despistados.

Lo hispano en América no es como en España que se limita a la monarquía y a la religión católica. Acá lo hispano nos abre a toda la cultura del Mediterráneo (Italia, Francia, Portugal, el mundo árabe (Siria, Líbano, Marruecos). Esto explica el porqué la millonaria inmigración italiana y la sirio libanesa hacia América del Sur haya sido cómodamente acogida.

Lo primero que se pierde en una lucha cultural es la guerra semántica, cuando uno adopta las denominaciones del enemigo. Nosotros somos hispano criollos, ni tan europeos ni tan indios, como afirmaba Bolívar.

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