“No importa quién vota, sino quién cuenta los votos”.
Joseph Stalin
por Carlos Pissolito
El próximo martes tendrá lugar la esperada elección presidencial en los EEUU. Tal vez, si no hubiera sido por los desaguisados de la anterior, éstas habrían generado mucha menos expectativa. Pero, como bien todos sabemos, eso no ha sido así. Tampoco, ha contribuido mucho a la calma las respectivas campañas electorales de Kamala Harris, la actual vicepresidenta, y de Donald Trump, el expresidente Nro 45 de ese país.Lo que llevó, por ejemplo, a Jeff Bezos, dueño del influyente diario “The Washington Post” por no pronunciarse por ninguno de los candidatos en particular, por primera vez en toda su historia. O a un analista de la talla de William Lind a afirmar que el gobierno salido de esa elección podría nacer herido en su legitimidad. A saber por las siguientes causas:
1ro Las encuestas de opinión que le preguntan a los estadounidenses cuánta confianza tiene en las diversas instituciones como la presidencia, el congreso y la corte suprema han mostrado una tendencia a la baja de todas esas instituciones.
2do Al parecer, todo se agudizó durante la pasada pandemia que mostró la poca disposición de los estadounidenses a vacunarse contra Covid-19. De lo que se deduce que el rechazo casi masivo a hacerlo es una muestra de la baja legitimidad del Estado, no solo de un gobierno en particular.
3ro Por último, el creciente número de tiroteos masivos. Un indicador que evidencia, tanto la animosidad contra la policía y el establishment, como el colapso cultural de las comunidades urbanas frente a la creciente drogadependencia y al avance del delito.
Para Lind se trata de una "transvaloración de todos los valores", tal como lo afirmó - en su momento- el filósofo F. Nietzsche y que es el resultado del marxismo cultural de la Escuela de Frankfurt; también conocido como "woke" (despertar) o "corrección política". A lo que agrega que la próxima crisis de la deuda y la creciente inflación podrían conducir a los EEUU a una situación similar a la República de Weimar y que trajo a Hitler al poder en la Alemania de posguerra.
Otro analista de peso, pero de signo contrario a Lind, Thomas Friedman, afirmó antes de la elección anterior, que si ganaba Trump, tendrían alguna forma de guerra civil en EEUU. No sabemos si ha repetido el vaticinio casi cumplido para la mencionada. Seguramente, que no porque, muchos intelectuales como Friedman, los empresarios corporativos y la masa de la prensa que simpatizan con el Partido Demócrata creen que esta vez tal cosa no sucederá porque -según ellos- el éxito demócrata parece estar asegurado.
Pero hasta las encuestas más favorables a la Harris hablan de una diferencia muy exigua a su favor. Lo que sumado a otros factores que vamos a analizar, no nos permiten ser tan optimistas y afirmar que no puede descartarse un escenario de grave inestabilidad institucional y política a caballo de las elecciones presidenciales. Para ello debemos partir de los siguientes supuestos:
El primero es asumir -como ya dijimos- que la diferencia en votos entre ambos candidatos será pequeña, lo que no permitirá proclamar a un claro ganador desde un principio.
El segundo es que el sistema electoral de los EEUU no es de tipo directo, sino indirecto y por colegio electoral; lo que complica todo el asunto; ya que no hay un árbitro claro en caso de una disputa entre ambos candidatos.
El tercero y el más importante, es que las ambigüedades en la Constitución de los EEUU y los procedimientos regulados por su ley electoral hacen posible extender la disputa hasta el “Día del Traspaso del Mando”, lo que podría llevar a la Nación a una situación de anarquía. Ya que entre el día de la elección y la efectiva asunción del nuevo presidente hay un lapso, denominado el interregno, de 76 días de duración en el medio.
Concretamente, la 20ma Enmienda de su constitución afirma que el mandato del presidente "termina" al mediodía del 20 de enero, lo que implica un lapso de más de dos meses. Todo está cuidadosamente delimitado, por varios hitos importantes, a saber:
- “El primer lunes después del segundo miércoles de diciembre”, cuando los electores se reúnen en los 50 Estados y en el Distrito de Columbia para emitir sus votos para la elección del presidente;
- El 8 de diciembre, por su parte, se conoce como el “puerto seguro” y consiste en la designación de los 538 electores que integran el Colegio Electoral. Los electores no se reúnen hasta seis días después, es decir el 14 de diciembre, pero cada Estado debe nombrarlos antes de la fecha del puerto seguro para garantizar que el Congreso acepte sus credenciales.
- “El tercer día de enero”, cuando se conforma el Congreso recién elegido; y “el sexto día de enero”, cuando lo hace la Cámara de Diputados y con el Senado se reúnen para un conteo formal de los votos del colegio electoral.
- Una aclaración: Aunque se presume que los electores serán todos elegidos por voto popular; nada en la Constitución dice que tenga que ser así. El artículo 2 dispone que cada Estado nombrará a los electores "en la forma que la Legislatura del mismo pueda ordenar".
- Se asignan 35 días posteriores al día de la elección para que se resuelva el recuento y las demandas correspondientes.
- Otra aclaración: El conteo final de los votos dista de ser rápido; ya que las boletas pueden demorar en llegar de una semana a 10 días en algunos Estados.
Finalmente, se puede concluir de toda esta compleja trama que durante el denominado interregno al no haber un árbitro que dirima cualquier tipo de disputa; la incertidumbre sólo se disipa cuando el candidato perdedor “concede” la victoria al vencedor. (1)
Como si todas estas chicanas y argucias legales no fueran suficientes, hay un sinnúmero de imponderables que podrían llegar a ocurrir, como -de hecho- ya pasó en la calamitosa elección anterior y durante la cual una turba terminó asaltando el edificio del Congreso; tales como:
- Que alguna de las instancias intermedias en algunos o en varios Estados interrumpa el recuento electoral por algún motivo legal y/o logístico;
- Que se use la fuerza pública para intimidar a los votantes de determinados distritos, el transporte de las urnas o las funciones de los trabajadores electorales;
- Que se produzcan demoras excesivas en el recuento de los votos por correo debido al bajo rendimiento del Servicio Postal de los Estados Unidos y que venido sufriendo recortes de servicios, la reestructuración de su dirección y cambios operativos;
- Que se incremente la tasa de fraude. Por ejemplo, se acepta un cálculo en la tasa de fraude electoral de entre 0,0003 y 0,0025%, lo que es despreciable; pero una investigación, de Justin Levitt de la Facultad de Derecho de Loyola, arrojó 31 acusaciones creíbles de suplantación de votantes entre más de mil millones de votos emitidos en los Estados Unidos entre 2000 y 2014;
- Que ambas partes lancen un torrente de amparos de emergencia en los tribunales estatales y federales.
En resumen, es posible que el sistema político no sea lo suficientemente fuerte para garantizar la imparcialidad del proceso electoral. Ya que sería un error asumir que las juntas electorales, las legislaturas estatales y el Congreso son capaces de asegurar un voto legítimo y una transferencia ordenada del poder.
Llegado a este punto, no sería de extrañar que se produjeran disturbios civiles, especialmente mediante protestas pacíficas a gran escala o violentas en lugares localizados; pero numerosas a lo largo y ancho de todo el país por parte de los partidarios del bando perdidoso o de ambos.
Finalmente, la más importante de todas, es que el presidente en ejercicio, dadas la ocurrencia de varias de las cuestiones señaladas más arriba; se niegue a abandonar el poder proclamando el estado de emergencia, invocando la Ley de Insurrección de 1807 (2) y desplegando a las tropas del ejército de los Estados Unidos para proteger la vida y la propiedad de los estadounidenses. (3)
Notas:
(1) Este ritual tomó su forma contemporánea en 1896. Cuando la noche después del cierre de las urnas de ese año, el candidato presidencial demócrata, William Jennings Bryan, le envió un telegrama a su rival republicano, William McKinley, expresando sus felicitaciones por su triunfo.
(2) Aprobada en 1807, la normativa le permite al gobierno federal de los EEUU enviar tropas federales a las ciudades para controlar situaciones de rebelión, insurrección o ataques considerados terroristas.
(3) Hay que destacar que el sistema de defensa y seguridad y que va más allá de las fuerzas policiales de los EEUU y que, por lo general, son de carácter comunal; se compone de un complejo sistema que incluye a las fuerzas militares conformadas por las guardias nacionales (una reserva militar movilizada) y que responden al gobernador de cada Estado. Pero, hay que tener en cuenta que el presidente puede colocarlas bajo su mando directo. Por otro lado, están las FFAA regulares y que responden al presidente de los EEUU en su condición de comandante en jefe. Cabe agregar que tanto las guardias nacionales como las fuerzas federales están habilitadas constitucionalmente a su empleo en cuestiones de seguridad interior con la única limitación conocida como el “posse comitatus”, es decir que no pueden detener personas.
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