Parecía tan sólo una cuestión de tiempo. Trípoli está ya en manos de las fuerzas del Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia. Con el apoyo decisivo de la aviación de la OTAN, la capital libia cayó finalmente en manos de los insurrectos. En sus calles estalló la celebración por el fin de un gobierno duro, autoritario y dictatorial.
En nuestra región sólo Hugo Chávez salió inmediatamente en apoyo del caído. Presumiblemente podrían también hacerlo tanto Fidel Castro, quien ya condenó la intervención de la OTAN en Libia autorizada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como el sandinista Daniel Ortega, alguna vez beneficiario directo de la asistencia financiera de Muammar Khadafi.
Curiosamente, Khadafi había previsto proféticamente su propio final. Hace años ya. Cuando sostuvo, en su "Libro Verde" que: "Si el sistema de gobierno es dictatorial..y en el caso de desviación con respecto a la ley de la sociedad, la sociedad no tiene otro medio de expresarse y de corregir la desviación que la violencia, es decir la revolución contra el sistema de gobierno". Le acaba de suceder a sí mismo.
Al tiempo de escribir estas líneas, pese a que algunos de sus hijos han sido ya apresados, aún no se sabe a ciencia cierta cual podría ser el paradero de Khadafi. Pero también esto parece ser una cuestión de tiempo. Las opciones son múltiples. Escondido en un pozo, como Saddam Hussein; parapetado en su "bunker", en la propia Trípoli, decidido a no entregarse sin resistencia; refugiado entre los miembros de su tribu, la de los Gadadfas, una de las cinco que pueblan el desierto de Sirte; asilado en Venezuela, entre sus pares, pero corriendo el riesgo cierto que, en el tiempo, termine siendo entregado a la Corte Penal Internacional, cuyo fiscal lo procura para ser juzgado por delitos de lesa humanidad.Su destino inmediato podría entonces ser perder el trono del poder para tener que sentarse enseguida en el banquillo de los acusados, en La Haya. Hay quienes piensan que podría también haber estado dispuesto a poner fin a su vida. No me cuento entre ellos.
Lo cierto es que ver, de pronto, a Khadafi siendo juzgado en La Haya sería dramático. Porque ciertamente no nos hemos olvidado de su apoyo confeso a sesenta movimientos terroristas de todo el mundo; ni de lo sucedido en los aberrantes atentados al vuelo Pan Am 103, que explotara sobre Locherbie y al vuelo de UTA 772, que cayera en el desierto del Sahara; ni del refugio y apoyo concedidos a los terroristas Carlos "El Chacal" y a Abu Nidal; ni de las sangrientas intervenciones militares en la vecina Chad; ni de las entregas de misiles SAM-7 y Stinger al IRA irlandés; ni de la bomba que diezmara a la concurrencia en la discoteca "La Belle Époque" en Berlin; ni de los intentos de asesinatos contra el rey Faisal de Arabia Saudita, o contra el rey Hassan de Marruecos, o contra el presidente Sadat, de Egipto; ni de la fabricación de gas mostaza en Rabta; ni de muchas otras fechorías que, en el tiempo, conforman una cronología de horror con la que Khadafi tuvo que ver.
Llegó la hora de pensar en la transición necesaria para serenar y ordenar a toda Libia; tanto a Tripolitania, como a Cirenaica o Fazzan. El actor central en lo inmediato será el Consejo Nacional de Transición (CNT), el órgano político de los insurrectos liderado por el ex Ministro de Justicia del propio Khadafi, Mustafá Abdeljalil, que desertara en febrero de este año. El actor principal, sin embargo, será siempre el pueblo de Libia, que ha recuperado su dignidad.
El CNT ha dictado una "Declaración Constitucional" con la que se propone gobernar una transición de ocho meses. El primer paso previsto será el de designar una Asamblea Nacional de Transición, para que sea ésta la que nombre a un nuevo gobierno al que se encargará esencialmente la convocatoria a elecciones libres en el plazo de seis meses, supervisadas por las Naciones Unidas en las que se elegiría a los miembros de un órgano al que se encargaría la redacción de la nueva Constitución que Libia necesita.
De acuerdo con la "Declaración" apuntada, la nueva Constitución se basaría en el pluralismo político; en el imperio de las libertades civiles y políticas y la vigencia de los derechos humanos, que serían explícitamente garantizados por la nueva Carta Magna; y en el "sharia", esto es el derecho religioso de los musulmanes, al que se asignaría el carácter de "fuente principal del derecho". Queda así bastante evidente que hay entre los insurrectos un fuerte componente religioso, de corte más bien conservador. Para algunos, esto es una preocupación. Para otros, simplemente un reflejo de la realidad.
Quizás por esto último es que Francia está convocando a la comunidad internacional a una conferencia especial para coordinar el apoyo al CNT durante la transición del país nor-africano y diseñar, con sus autoridades, lo que podría ser una "hoja de ruta" común para el proceso que recién comienza.
Desde Damasco seguramente el clan Assad -sumergido en el baño de sangre con el que castiga a su pueblo- observa preocupado la evolución de la situación en Libia. No es imposible que su propia suerte sea también otra mera cuestión de tiempo. Ni que algunos de sus miembros más prominentes puedan también tener, de pronto, que comparecer ante la Corte Penal Internacional
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