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lunes, 26 de septiembre de 2011

Perdiendo la paciencia con Israel.


Más que democracia, lo que Washington quiere en el Medio Oriente es estabilidad. Lo que significa oponerse a los intereses del Estado judío.

Por Robert D. Kaplan

Tras la victoria en 1948.


No era desde los días de la diplomacia viajera de Henry Kissinger en los años 70 que la política exterior norteamericana hacia Israel no había estado caracterizada por una actitud realista tan poco amigable.

Después de ocho años de combates, del estancamiento en Afganistán y de la pérdida de 4.000 soldados norteamericanos en Irak –sin mencionar las muertes de tal vez de cientos de miles de iraquíes- lo que ha llevado a la búsqueda de estabilidad antes que al ideal de la democracia, y creado un clima en el cual los intereses son valorados mucho más que las amistades.

De hecho, habiendo sacrificado tanto en nombre del futuro de Medio Oriente, los EE.UU. no deberían pensarlo dos veces para demandarles a sus amigos –especialmente a aquellos que están en sus listas de pago y que ocupan extensas aéreas pobladas por árabes- que también se sacrifiquen un poco. Muchos, tanto en la administración como el establishment washingtoniano han simplemente perdido la paciencia en lo que ven como una intransigencia israelí respecto de los territorios ocupados. Esto puede no ser justo, o aun ilógico, ya que el tema de los asentamientos es muy complejo. Pero la realidad es que el tranquilo clima de Washington se ha vuelto decididamente en contra de Israel.

Los sostenedores de Israel creen que porque los EE.UU. e Israel son democracias, los dos países comparten intereses nacionales idénticos. Pero Israel está a medio mundo de América, virtualmente rodeada por territorios enemigos, mientras que los EE.UU. es una isla-nación rodeada por dos bastos océanos. Debido a que los intereses de una nación se encuentran gobernados, en gran medida, por su posición geográfica, es simplemente imposible que los intereses de dos concuerden perfectamente. Tomemos el dilema del plan nuclear iraní. Irán amenaza a Israel mucho más que a los EE.UU. Puede estar muy bien para los intereses israelíes atacar a Irán. Pero este no será lo que probablemente quieran los EE.UU., dada su exposición en Irak. Un ataque israelí puede destruir los esfuerzos del Presidente Obama de acercarse al mundo musulmán. Y si uno piensa que la tensión entre los EE.UU. e Israel es elevada ahora, habría a ver qué pasa después de un ataque israelí a Irak con un aumento importante de las bajas norteamericanas en Irak.

En las semanas posteriores al 11 de setiembre, hubo un número de ataques terroristas en Israel, los que inspiraron una cierta simpatía en Washington. Esta fue la causa de porque, en ese momento, las demandas a Israel para que hiciera concesiones como un medio para los EE.UU. mejorara sus relaciones con el mundo musulmán, cayeron en oídos sordos. Pero los ataques terroristas contra Israel son raros hoy, y su incompetente guerra en el Líbano en el 2006 y sus incursiones en Gaza durante el invierno pasado la han hecho aparecer como un cruel agresor regional. Más aún, en el pasado, el establishment militar norteamericano admiraba a Israel por sus innovaciones militares y por su valor en combate. Pero la incapacidad de Israel para contener adecuadamente a sus enemigos no convencionales en el Líbano y en Gaza ha reducido este encanto.

Un importante indicador del alcance de la pérdida de la simpatía norteamericana hacia Israel fue la publicación en el 2007 del libro: “The Israel Lobby”, una controvertido obra escrita por Stephen Walt y John Mearsheimer. El mismo alega que fueron los propios sostenedores de Israel en los EE.UU. quienes jugaron el rol vital de su influencia en la administración Bush para que ésta decidiera ir a la guerra con Irak en el 2003. Sus argumentos tienen varias fallas y han sido denunciadas por las mayoría de los críticos, pero el hecho de que dos muy distinguidos académicos –uno de Harvard y el otro de la Universidad de Chicago, y que han contribuido significativamente en sus respetivos campos de estudio con otros trabajos- se sintieran lo suficientemente confiados para llegar tan lejos en un tema tan sensitivo, es significativo. Nadie se toma tal trabajo sin cierto apoyo externo. De hecho, está en la naturaleza de estas cosas que, por cada mala crítica, uno puede asumir que hay muchas otras que silenciosamente aprueban los argumentos de los autores.

El tema de la influencia de Israel sobre la política de los EE.UU. solo va a disminuir cuando una nueva generación de elites inmigrantes –desde Asia, del mundo musulmán y del subcontinente Indio- tome sus lugares adentro de la burocracia civil y los altos cargos militares norteamericanos. Israel no es más una preocupación analítica central para estos norteamericanos de nuevo cuño. Para ellos, es nada más que un país con el cual los EE.UU. se deben empeñar según sus intereses nacionales. Si hay algo, para esta generación –de hecho para la administración Obama- son países como China, la India e Indonesia los que se están convirtiendo en las aéreas principales de atención. Los dos viajes de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, en los seis primeros meses en su cargo pueden ser considerados las expresiones más importantes del nuevo locus geopolítico del siglo XXI de esta administración. El problema entre Israel y Palestina se está transformado crecientemente en una irritante palanca de una era pasada.

Todo eso nos deja a Israel en una creciente posición solitaria. ¿Con quién negociar? Con Al-Fatah, que es relativamente moderado, pero que carece del apoyo de las masas palestinas. ¿Con Hamas? Que tiene ese apoyo, pero que no quiere hacer la paz.

Ambos, el tiempo político y el demográfico, no están del lado de Israel. Ahora que Irán está debilitado por su desorden interno, puede estar entre los mejores intereses israelíes para los EE.UU., así como que Arabia Saudita y otros estados árabes moderados el imponer con dureza un acuerdo de paz a los palestinos; mientras los EE.UU. le tuercen el brazo a Israel. El resultado podría ser el reintegro de casi toda Cisjordania a un Estado palestino casi desmilitarizado, aun cuando muchos asentamientos israelíes deban ser desmantelados. ¿Hay acaso otra solución?

Fuente: //www.theatlantic.com/magazine/archive/2009/08/losing-patience-with-israel/7626/
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Traducción: C.P.

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