Por Lucio Falcone
Un poco de ironía
Tapa de la revista que hizo público el cuerpo del informe secreto Rattembach. |
Cuentan que JFK luego de una larga sesión de briefings de inteligencia sobre las intenciones y las capacidades de la Unión Soviética, en ocasión de la Crisis de los Misiles de Cuba. Abrumado por cifras, datos técnicos y comparaciones. Le preguntó a su analista en jefe: “¿Pero, los rusos son serios?” Sin duda que el presidente norteamericano acertó con su interpelación. Pues, ese es el principal interrogante que uno tiene cuando se enfrenta a alguien, ya sea en un humilde partido de truco o en el duro escenario de una confrontación bélica. Y creo, que esta es –precisamente- la cuestión que hoy debaten los analistas británicos sobre nosotros, los argentinos. ¿Son serios, esta vez, los argentinos respecto de sus pretensiones sobre las Faklands? En principio, podemos acordar que ellos están al corriente de que nuestras capacidades militares respecto de las de 1982 están muy disminuidas. Ahora, muy bien, un investigador memorioso podría recordarles que en el aquel conflicto, sus analistas no nos habían dado la capacidad de operar con los Exocets, y que ese error lo pagaron caro. En resumen, con los Argies nunca se sabe. Podría haber sido la conclusión de un observador que quisiera pasar por prudente. Pero, sensatos como suponemos que son los analistas de inteligencia del Reino Unido: Ellos cuentan, para el desvelamiento de nuestras intenciones, con el estudio de la rica personalidad de nuestros dirigentes. Y muy probablemente, en este campo, habrán advertido que hay más de una similitud con aquellos decisores que les tocara confrontar en 1982.
En principio, estan al corriente que lo reina entre nosotros, hoy como ayer, no es el planeamiento sistemático sino la más crasa de las espontaneidades. Tal vez teman –dada nuestra capacidad de improvisación-que podamos generar hechos tácticos asilados y desconectados, incluso alguno que pueda llegar a ser sorpresivo y hasta genial. Pero, para neutralizarnos tienen a su larga tradición diplomática y militar, y confían que ella evitará que nuestros intentos alcancen consecuencias estratégicas. No en vano, saben que vienen navegando estas aguas desde hace siglos. A su genio diplomático-militar se deben hazañas geopolíticas memorables. Solo por mencionar una entre tantas podemos citar que, por ejemplo, el que no haya, aún hoy, un solo único Estado dueño de ambas orillas de la desembocadura del Río de la Plata. No es este el lugar para historiar los tejes y manejes al estilo Lord Strangford en la corte lusitana de Pedro II. Cualquier aprendiz de estratega sabe que la reconquista de un objetivo de la magnitud como Malvinas, exige una estrategia de largo plazo. Por ese lado, los Britishs, muy a su pesar, intuyen que el tiempo está del lado de los argentinos; pero como Churchill se consuelan diciendo que para ese entonces estaremos todos muertos. Por otro lado, se tranquilizan al comprobar que entre nuestros decisores vuelve a reinar una suerte de “realismo mágico”. Y en consecuencia, confían que, al igual que en otras partes del mundo semi-civilizado, les basta y les sobra para prevalecer, con su flemática realpolitik. Una sabia mezcla de zanahorias y de palos.
Para colmo de males, nuestra explicación del hecho está revestida con la vieja receta ideológica de un antiimperialismo pasado de moda. Lo que dificulta la correcta interpretación de las interacciones globales. Vivimos en un mundo cada vez más cercano y más deseoso de restablecer las bondades del tutelaje de los poderosos por sobre los que no lo son. Baste escuchar los justificativos intelectuales y morales que se alzan respecto a la “intervención humanitaria” a Libia para comprobar esta afirmación. Como si fuera poco y se tratara de una vieja película repetida, los británicos ven como nos volvemos a comer el amague de que su mejor aliado, los EE.UU., estarán –esta vez- de nuestro lado. También, saben, de paso, que le dispensamos una ignorancia total a quienes habitan hoy por hoy las Islas Malvinas, nuestros desconocidos, los Kelpers. Con lo que solo contribuimos a reforzar un sentimiento de quienes son su aliado más incondicional. Pero a los que habría que despegar de su Madre Patria si queremos tener alguna oportunidad de llegar a gobernarlos algún día.
Por otro lado, al menos, esta “Operación Reconquista II” no tendrá muertos heroicos ni de los otros. Aunque, casi con certeza no dejará de producirnos varios daños colaterales. Y en definitiva nos alejará unos pasos más de nuestro objetivo final: cual es recuperar las Islas Malvinas. Porque si hubiera sido injusto, en un sentido cósmico de la justicia, que el Proceso Militar recuperara las Islas irredentas, igualmente, lo sería que lo lograra esta administración. Que no ha hecho nada serio para merecerlas.
Un poco de RealismoLa primera escala de todo itinerario hacia el Realismo político es conocer la historia del problema. Y las Malvinas tienen la suya. Como todos sabemos, fueron conquistadas a mediados del siglo XIX cuando los lugares de paso oceánico eran estratégicos para las potencias navales de la época. Y la Gran Bretaña lo era en grado sumo. En el caso particular que nos ocupa, los buques que querían pasar del Atlántico al Pacífico solo tenían la opción de hacerlo por el Estrecho de Magallanes o la aun más azarosa vía del Cabo de Hornos. Y en ese sentido, las Islas, estaban bien posicionadas para auxiliar, para repostar, para vigilar esos lugares de paso. Pero, paulatinamente fueron perdiendo importancia a partir de la inauguración del Canal de Panamá. Su valor solo pareció recuperarse, momentáneamente, durante ambas guerras mundiales. Especialmente durante la primera de ellas, cuando se libró lo que se conoce en los libros de historia militar como “la batalla de las Falklands” librada entre fuerzas navales británicas y alemanas. Finalmente, con el correr de los años comenzaron a ser un problema para su usurpador. En pocas palabras: estaban lejos y servían de poco. Sin mencionar el hecho de que la Gran Bretaña había dejado de ser la Reina de los mares. Lo que saben pocos es que en la década de 1970, el Foreign Office tanteó la posibilidad de entregárselas a la Argentina bajo un formato tipo Hong Kong. Vaya uno a saber porque causa nuestra dirigencia de ese momento no se interesó en tal propuesta. (Ver: “La propuesta secreta de los ingleses por la Malvinas.” De Maia Jastreblansky. En la edición del 13 de marzo de 2012 del diario “La Nación”.)
Posteriormente, el 2 de abril de 1982, vino la sorpresa de nuestra “Operación Rosario”. La que originalmente había sido diseñada para simplemente modificar el status quo e iniciar negociaciones con Gran Bretaña y las Naciones Unidas bajo la premisa de “las tres banderas”. Pero, como todos recordamos vino aquello de la Plaza de Mayo llena y la bravuconada de Galtieri de: “si vienen les presentaremos batalla”. Y así fue. Gran Bretaña vino; para ello despachó la mayor flota desde la 2GM –ayudada por los EE.UU.-, desembarcó en las Islas, combatió, nos derrotó y las recuperó. Y este hecho fundamental es el que lo cambió todo. Ya que las Malvinas dejaron de ser algo sin importancia para Londres. Se transformaron en un posesión valiosa, como lo explica muy bien el Profesor Héctor Giretti en un artículo publicado en el diario “Los Andes” de Mendoza: “Al ser regada con sangre de sus marinos y soldados, el suelo de Malvinas se ha convertido, también para los ingleses, en algo sagrado. La soberanía de las islas no es negociable para ellos, porque con la sangre derramada (en principio) no se negocia.en algo casi sagrado…”, Y como lo proclama todo pacifista –y en eso estamos de acuerdo- hay pocas cosas más fuertes e inexplicables que el orgullo bélico. En este sentido, hay que remarcar que los posteriores magros descubrimientos económicos relacionados con la explotación petrolera y otras menudencias, no han modificado el hecho anterior. El que hoy las Malvinas han vuelto a ser importantes para los británicos.
Entonces, ¿qué es lo que nos queda por hacer? Sería la pregunta, especialmente si nuestro objetivo nacional, es como creo, recuperar la posesión de nuestras Islas Malvinas. Actuar con seriedad sería la primera recomendación obvia. Diseñar y llevar adelante una estrategia de largo plazo, su especificación más práctica. ¿Qué elementos debería contener esa estrategia? Lo primero es reconocer que lo que tratamos de obtener es un objetivo difícil. Un bonun arduum como dirían los escolásticos. A este tipo de bienes, en el área de las relaciones internacionales, se lo obtiene a través de tres elementos. A saber: la sangre, el dinero o las especies. O en casi todos los casos con una combinación de los tres. Ello implicaría lo siguiente:
1ro (sangre) Restablecer la operatividad a nuestras fuerzas armadas. De tal modo de que dispongan de una capacidad ofensiva creíble (como mínimo de una fuerza aeronaval de ataque con un componente terrestre de desembarco) y que obligue a su contraparte británica a una costosa vigilancia estratégica.[i] Además, presionar a Gran Bretaña para acordar acciones combinadas destinadas al control de la actividad pesquera ilegal (hacen falta buques de guerra), tareas de rescate (hacen falta aeronaves especiales) y de contención de un posible desastre ecológico como podría llegar a serlo un problema serio en una plataforma de explotación petrolera. Para lo cual no estamos preparados ni tenemos los medios adecuados.
2do (dinero) Negociar la afectación de los intereses económicos británicos en el país y en la región. No solo en relación con la ocupación de las Islas, sino integralmente. Es decir condicionar sus explotaciones en todos los ramos de la actividad económica a la contraprestación de sesiones concreta de derechos a nosotros. Por ejemplo, permitir la explotación minera que realiza la propia Gran Bretaña y Canadá (un miembro del Commonwealth) en nuestro país a cambio de concesiones comerciales a empresas argentinas en las Islas.
3ro (especies) Encontrar la forma de seducir a los kelpers de tal modo que comiencen a contemplar la idea de que una convivencia con el continente argentino no solo es inevitable, sino que hasta les puede resultar beneficioso.
A modo de cierrePara los Clásicos desear algo con el corazón y no poner todos los medios de la razón para conquistarlo constituía una inmoralidad. Le agrego que si ese deseo sin voluntad concreta va seguido de acciones poco serias que producen daños para nuestro prestigio nacional o, peor aún, si existe la posibilidad de que se produzcan pérdidas de vidas humanas, lo califico de negligente criminal. En consecuencia, el gran interrogante que tiene que plantearse la dirigencia y el pueblo argentino, es si realmente estamos dispuestos a recuperar nuestras Islas Malvinas; ya que el precio a pagar será alto. Pero, como decía el General San Martín, es para los hombres de valor que se han hecho las grandes empresas.
Nota: [i] En este sentido hay que remarcar que el artículo transitorio Primero de nuestra Constitución Nacional, modificada en 1994, establece que: “La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.” Al hablar de los principios del DI tenemos que entender que los mismos no excluyen como opción a la guerra, ya que su posibilidad es reconocida por la Carta de la ONU. La que establece en su artículo 51 que: “Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas…,”
Por otro lado, al menos, esta “Operación Reconquista II” no tendrá muertos heroicos ni de los otros. Aunque, casi con certeza no dejará de producirnos varios daños colaterales. Y en definitiva nos alejará unos pasos más de nuestro objetivo final: cual es recuperar las Islas Malvinas. Porque si hubiera sido injusto, en un sentido cósmico de la justicia, que el Proceso Militar recuperara las Islas irredentas, igualmente, lo sería que lo lograra esta administración. Que no ha hecho nada serio para merecerlas.
Un poco de RealismoLa primera escala de todo itinerario hacia el Realismo político es conocer la historia del problema. Y las Malvinas tienen la suya. Como todos sabemos, fueron conquistadas a mediados del siglo XIX cuando los lugares de paso oceánico eran estratégicos para las potencias navales de la época. Y la Gran Bretaña lo era en grado sumo. En el caso particular que nos ocupa, los buques que querían pasar del Atlántico al Pacífico solo tenían la opción de hacerlo por el Estrecho de Magallanes o la aun más azarosa vía del Cabo de Hornos. Y en ese sentido, las Islas, estaban bien posicionadas para auxiliar, para repostar, para vigilar esos lugares de paso. Pero, paulatinamente fueron perdiendo importancia a partir de la inauguración del Canal de Panamá. Su valor solo pareció recuperarse, momentáneamente, durante ambas guerras mundiales. Especialmente durante la primera de ellas, cuando se libró lo que se conoce en los libros de historia militar como “la batalla de las Falklands” librada entre fuerzas navales británicas y alemanas. Finalmente, con el correr de los años comenzaron a ser un problema para su usurpador. En pocas palabras: estaban lejos y servían de poco. Sin mencionar el hecho de que la Gran Bretaña había dejado de ser la Reina de los mares. Lo que saben pocos es que en la década de 1970, el Foreign Office tanteó la posibilidad de entregárselas a la Argentina bajo un formato tipo Hong Kong. Vaya uno a saber porque causa nuestra dirigencia de ese momento no se interesó en tal propuesta. (Ver: “La propuesta secreta de los ingleses por la Malvinas.” De Maia Jastreblansky. En la edición del 13 de marzo de 2012 del diario “La Nación”.)
Posteriormente, el 2 de abril de 1982, vino la sorpresa de nuestra “Operación Rosario”. La que originalmente había sido diseñada para simplemente modificar el status quo e iniciar negociaciones con Gran Bretaña y las Naciones Unidas bajo la premisa de “las tres banderas”. Pero, como todos recordamos vino aquello de la Plaza de Mayo llena y la bravuconada de Galtieri de: “si vienen les presentaremos batalla”. Y así fue. Gran Bretaña vino; para ello despachó la mayor flota desde la 2GM –ayudada por los EE.UU.-, desembarcó en las Islas, combatió, nos derrotó y las recuperó. Y este hecho fundamental es el que lo cambió todo. Ya que las Malvinas dejaron de ser algo sin importancia para Londres. Se transformaron en un posesión valiosa, como lo explica muy bien el Profesor Héctor Giretti en un artículo publicado en el diario “Los Andes” de Mendoza: “Al ser regada con sangre de sus marinos y soldados, el suelo de Malvinas se ha convertido, también para los ingleses, en algo sagrado. La soberanía de las islas no es negociable para ellos, porque con la sangre derramada (en principio) no se negocia.en algo casi sagrado…”, Y como lo proclama todo pacifista –y en eso estamos de acuerdo- hay pocas cosas más fuertes e inexplicables que el orgullo bélico. En este sentido, hay que remarcar que los posteriores magros descubrimientos económicos relacionados con la explotación petrolera y otras menudencias, no han modificado el hecho anterior. El que hoy las Malvinas han vuelto a ser importantes para los británicos.
Entonces, ¿qué es lo que nos queda por hacer? Sería la pregunta, especialmente si nuestro objetivo nacional, es como creo, recuperar la posesión de nuestras Islas Malvinas. Actuar con seriedad sería la primera recomendación obvia. Diseñar y llevar adelante una estrategia de largo plazo, su especificación más práctica. ¿Qué elementos debería contener esa estrategia? Lo primero es reconocer que lo que tratamos de obtener es un objetivo difícil. Un bonun arduum como dirían los escolásticos. A este tipo de bienes, en el área de las relaciones internacionales, se lo obtiene a través de tres elementos. A saber: la sangre, el dinero o las especies. O en casi todos los casos con una combinación de los tres. Ello implicaría lo siguiente:
1ro (sangre) Restablecer la operatividad a nuestras fuerzas armadas. De tal modo de que dispongan de una capacidad ofensiva creíble (como mínimo de una fuerza aeronaval de ataque con un componente terrestre de desembarco) y que obligue a su contraparte británica a una costosa vigilancia estratégica.[i] Además, presionar a Gran Bretaña para acordar acciones combinadas destinadas al control de la actividad pesquera ilegal (hacen falta buques de guerra), tareas de rescate (hacen falta aeronaves especiales) y de contención de un posible desastre ecológico como podría llegar a serlo un problema serio en una plataforma de explotación petrolera. Para lo cual no estamos preparados ni tenemos los medios adecuados.
2do (dinero) Negociar la afectación de los intereses económicos británicos en el país y en la región. No solo en relación con la ocupación de las Islas, sino integralmente. Es decir condicionar sus explotaciones en todos los ramos de la actividad económica a la contraprestación de sesiones concreta de derechos a nosotros. Por ejemplo, permitir la explotación minera que realiza la propia Gran Bretaña y Canadá (un miembro del Commonwealth) en nuestro país a cambio de concesiones comerciales a empresas argentinas en las Islas.
3ro (especies) Encontrar la forma de seducir a los kelpers de tal modo que comiencen a contemplar la idea de que una convivencia con el continente argentino no solo es inevitable, sino que hasta les puede resultar beneficioso.
A modo de cierrePara los Clásicos desear algo con el corazón y no poner todos los medios de la razón para conquistarlo constituía una inmoralidad. Le agrego que si ese deseo sin voluntad concreta va seguido de acciones poco serias que producen daños para nuestro prestigio nacional o, peor aún, si existe la posibilidad de que se produzcan pérdidas de vidas humanas, lo califico de negligente criminal. En consecuencia, el gran interrogante que tiene que plantearse la dirigencia y el pueblo argentino, es si realmente estamos dispuestos a recuperar nuestras Islas Malvinas; ya que el precio a pagar será alto. Pero, como decía el General San Martín, es para los hombres de valor que se han hecho las grandes empresas.
Nota: [i] En este sentido hay que remarcar que el artículo transitorio Primero de nuestra Constitución Nacional, modificada en 1994, establece que: “La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.” Al hablar de los principios del DI tenemos que entender que los mismos no excluyen como opción a la guerra, ya que su posibilidad es reconocida por la Carta de la ONU. La que establece en su artículo 51 que: “Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas…,”
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