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domingo, 6 de mayo de 2012

La Geopolítica, entre la Política, la Estrategia y el verso.




Por Lucio Falcone


Por el principio
visión del Lebensraun en Europa

  Dicen los que entienden que cuando uno se aproxima a una ciencia lo primero que uno tiene que hacer es preguntarse por su objeto y por su metodología. Y este parece ser el caso de la renacida Geopolítica. Enviada al desván de la historia tras la estrepitosa derrota del eje Berlín-Roma-Tokio en la segunda postguerra del siglo XX. Parece gozar hoy de un renacimiento que merece un estudio y una explicación. Renacimiento que no tiene lugar solo entre los que entienden del tema, sino –especialmente- entre aquellos que quieren pasar por esotéricamente informados. Aquellos que nos hablan, por ejemplo, de la “nueva postura geopolítica china” o de la “geopolítica de los recursos”. Y que no trepidan en traer en su apoyo los grandes nombres de un Ratzel, de un Mackinder o un de Haushofer. Este último, el general alemán que se volvió famoso, cuando Hitler la citó en apoyo de sus conquistas.

En concordancia con su significado etimológico, a la Geopolítica, en términos generales, le ha sido atribuido como objeto de estudio el impacto de la geografía sobre la política, y viceversa. Pero, con los años este campo de acción se ha visto ampliado. Especialmente, se la ha orientado hacia el diseño de estrategias vinculadas al posicionamiento, al desplazamiento y al empleo de fuerzas en relación a las masas terrestres y a los espacios marítimos circundantes, y a su mutua interacción. Se han desempeñado como sus ciencias auxiliares más conocidas la Geografía, la Historia y la Política espacial. Concretamente, para Vladimir Toncea, “los estudios geopolíticos incluyen el estudio del ensamble de las relaciones entre los intereses de los actores políticos internacionales, focalizados en áreas, en un espacio geográfico y en las vías que configuran un sistema geopolítico.” (Vladimir Toncea, 2006, "Geopolitical evolution of borders in Danube Basin”.)

Cronológicamente, el primero en usar el término, Geopolítica, fue el politicólogo sueco Rudolf Kjellén, en su obra Politische Geographie, publicada en 1887. Pero será al inglés Halford Mackinder a quien se lo reconozca como el padre fundador de la ciencia- A pesar de que éste nunca usó el término “Geopolítica” como tal. (Kearns, Gerry. 2009. Geopolitics and Empire, Oxford: Oxford University Press). Cultores de la nueva ciencia hubo en todos lados. En Gran Bretaña, en los EE.UU. y en Francia se abrieron cátedras y academias. Pero, por lo general, su influencia no pasó de allí. La excepción fue la geopolítica germana, a la que –prima facie- se la asoció a un proyecto político concreto. Se le reconoce a Ratzel el haber llamado la atención de los dirigentes alemanes acerca de la importancia del poder naval. Se dice que un marino norteamericano, apellidado Mahan, era quien había llamado su atención. Uno que lograría su nicho de influencia en su propio país. Al parecer, con resultados más felices que los de sus colegas germanos. Posteriormente, se asoció la influencia de la Geopolitik germana a la búsqueda del espacio vital (Lebebsraum) por parte del III Reich alemán.

Un paréntesis naval
La Academia a Naval de los EEUU

lleva el nombre del Alte Mahan.

El Vicealmirante de la US Navy, Alfred Thayer Mahan, era más un propagandista que un estratega. Quien además tuvo la suerte de que el secretario de marina, después presidente, de la que sería la mayor armada del mundo, lo escuchara. De hecho, sus ideas no eran más que una versión naval de las de un pensador terrestre. Fueron las líneas y puntos del tablero estratégico de Antoine-Henri Jomini el elemento inspirador del marino. En este marco propició el control por parte de su país de lugares geográficos ventajosos. En ese orden de ideas, se encuentran la construcción del Canal de Panamá, la conquista de Hawái, la guerra contra el decadente Imperio Español de fines del siglo XIX por la posesión de Cuba y de las Filipinas. Su doctrina fue apreciada no solo en los EEUU, también, fue tenida muy en cuenta, tanto en la poderosa Royal Navy, como en las nacientes marinas alemana y japonesa. Paradójicamente, este hecho tuvo una consecuencia negativa para los estudiosos del poder naval. Que se lo prefiriera a Mahan por sobre otros autores de valía. Este fue el caso de Corbett y su teoría general de la guerra en el mar.

Para Sir Julian Corbett, un historiador naval inglés de fines del siglo XIX, la clave estaba en el control de las líneas de comunicaciones y no en el dominio absoluto del mar que propugnaba Mahan. Un hecho, que era para él, materialmente imposible de obtener. En su lugar introdujo el concepto de control del mar, algo que tendría siempre un carácter parcial y temporario, confinado a un área marítima determinada. Para lograrlo admitía dos metodologías distintas. Uno directa que consistía en la destrucción de la flota y el tráfico marítimo del adversario. Y la otra, indirecta, que se basaba en el uso del bloqueo de los puertos enemigos. Entre ambas prefería a la segunda de ellas. Ya que, al contrario de Mahan, descreía de utilidad de las batallas navales decisivas. En su lugar, era partidario de una actitud estratégica defensiva, pero balanceada con un agresivo espíritu ofensivo a nivel operacional.

A consecuencia de todo ello, no era adepto de las grandes concentraciones de medios navales; ya que para él eran difíciles de manejar y de ocultar del enemigo. Además, del importante hecho de que dejaban desprotegidas a las vías de comunicación propias. Al contrario de Clausewitz y de Mahan, nunca pensó que un enfrentamiento naval pudiera llegar a darse en términos absolutos. Por el contrario, para él, el poder naval se le presentaba como una herramienta militar flexible por excelencia. Una que podía ser empleada de muy diversas formas y con distinta intensidad. Por ejemplo, con él se podía desde bloquear un puerto, bombardearlo o lanzar una invasión anfibia en toda regla. En este sentido, le otorgaba ventajas geopolíticas concretas a los Estados asentados en islas y a los países con un amplio litoral marítimo. Sí, coincidía con Clausewitz en la primacía de la política por sobre la estrategia. Pero, Corbett lo superaba al prusiano, ya que además, reconocía la necesidad de forjar alianzas con Estados aliados mediante el sabio uso de la diplomacia. Asimismo, nunca dejó de considerar aspectos importantes para toda confrontación bélica, como lo eran el factor económico y el tecnológico. Ambos aspectos despreciados por el prusiano.


La Geopolítica del brazo en alto.Tal como sucediera con el desarrollo de las teorías del racismo científico. No sería Gran Bretaña, cuna de los primeros intelectuales que lo propusieron, el lugar de aplicación de esa doctrina y de las teorías geopolíticas. En ambos casos, sería Alemania la tierra en donde se levantarían los templos para adorar, tanto al racismo como a la Geopolítica. Los discípulos de Goethe y Kant serían fuertemente influidos por estas posturas. Ambas derivadas de la teoría de la evolución de las especies propuesta por el naturalista inglés, Charles Darwin, bajo la forma de lo que se conocería con el nombre general de darwinismo social. Un grupo de teorías que tenían por intención aplicar los principios de la selección natural a otros campos científicos, tales como: la Sociología y a la Política. Por ejemplo, al concepto de lucha por la existencia, se lo utilizó para justificar una concepción biológica del Estado. Una idea subyacente en varios discursos geopolíticos tendientes a justificar un Estado que más se parecía a un organismo vivo que necesitaba crecer y nutrirse, antes que a una entidad jurídica estable.

Probablemente, tanto para el caso del racismo como para el de la Geopolítica, la Alemania humillada por el tratado de Versalles se presentaba como un campo fértil para la germinación de estas ideas. Inicialmente, a instancias de Karl Haushofer, se fundó la revista especializada Zeitschrift fur Geopolitik que inició la difusión las entre un público reducido y selecto. Pero, es a partir de 1923 que los conceptos de Lebensraum, autarky, pan-regions comienzan a ser divulgados masivamente por el aparato de propaganda del naciente Nacionalsocialismo germano.

Lo que vino después es historia conocida. El III Reich sufrió una humíllate derrota. No la repetiré. Solo diré que al igual que la música de Wagner o las esculturas de Arno Breker y otras expresiones artísticas similares. La Geopolítica fue condenada por sus supuestas vinculaciones con ese régimen atroz. Sin embargo, más recientemente es que este rol inspirador de los teóricos de la Geopolítica respecto de las estrategias nazis ha sido negado, o al menos acotado. Autores como O´Tuathail (1996) y Bassin (1987) sostienen que el Nacionalsocialismo nunca aceptó el esquema conceptual de las teorías geopolíticas. Y que solo se limitó a usar su terminología. Justifican esta afirmación en el carácter determinista y materialista de las bases filosóficas de la Geopolítica académica.

Algo contrario al credo nacionalsocialista que propugnaba otros conceptos ideológicos; tales como: un marcado anticapitalismo y un agresivo anticomunismo, a la par de la creencia en la supremacía de la raza aria. Siendo, el expansionismo propugnado, tanto por los nazis como por los impulsores de la Geopolitik –probablemente- el único punto de contacto de ambas doctrinas. (Mark Bassin, "Race Contra Space: The Conflict Between German 'Geopolitik' and National Socialism," Political Geography Quarterly 1987 6(2): 115-134,)


Graficación de la teoría de Mackinder.

Por el contrario, los decisores políticos ingleses y norteamericanos. Destinados a ser lo herederos legítimos de la Geopolítica; ya que los intelectuales que la iniciaron eran sus connacionales. La recibieron con relativa frialdad. Probablemente, con la eminente excepción del Presidente de los EEUU, Teodoro Roosevelt, que tomó muy en serio las recomendaciones de Mahan.

Por su parte, en Gran Bretaña, Sir Halford Mackinder fue el abanderado de su Geopolítica. Tuvo el mérito de que sus ideas, probablemente las más esotéricas, fueran –a su vez- las más difundidas académicamente. Aunque, paradójicamente, -hasta donde entiendo- nunca fueron aplicadas a un caso concreto. Como tales se las consideraba opuestas a las ideas del marino norteamericano; ya que en lugar del poder naval, el que había dominado los siglos XV al XIX. Mackinder creía que el XX vería la dominación del poder terrestre. Las bases de su doctrina partían de una división de la Tierra en tres secciones: Un área central de pivote, a la que denominó “World Island”, que comprendía Europa Oriental y la masa de Asia y el norte de África. La misma estaba rodeada por un cinturón interior de “islas periféricas” conformado por Europa Occidental, el Subcontinente Indio, la Península de Indochina, el Archipiélago Japonés y las Islas Británicas. Este primer anillo, a su vez estaba rodeado por un segundo cordón integrado por otras “islas” más alejadas, la de los continentes de América y de Oceanía.

En su concepción, la World Island concentraba la masa de los recursos humanos y naturales, necesarios para el pleno desarrollo de una civilización industrial. A su vez, su ubicación central facilitaba el dominio por parte de ella sobre la periferia; ya que podía enviar sus flotas a someter a los centros de poder periféricos a elección y sin interferencias. Por su parte, lo consideraba a este núcleo pivote inalcanzable desde los espacios de la periferia. En las conocidas palabras de propio Mackinder: “Quien gobierne Europa Oriental comanda el Núcleo. Quien comanda al Núcleo comanda la Isla del Mundo. Quien comanda la Isla del Mundo comanda el mundo.”

En la actualidadPodríamos continuar esta exposición con las ideas de la escuela francesa. Iniciada por el propio Barón de Montesquieu con su celebérrima obra L´esprit de lois. En la que aseguraba que el clima tenía influencia políticas. Seguir con los geógrafos Elisée Reclus y Jacques Ancel y rematar modernamente por Yves Lacoste. Pero sería un ejercicio inútil dada la escasa repercusión práctica de las influencias de todos ellos en el ámbito de la política práctica. No es el caso ruso. Donde las ideas geopolíticas centradas en la tradición de la exaltación de lo eurasiático tienen una profunda influencia en las decisiones políticas de los actuales ocupantes del Kremlin. Actualmente, la geopolítica rusa tiene puntos de vistas que van desde los moderados, que ven a Rusia como un lógico nexo entre Europa y Asia. Hasta los más extremos que apoyan la idea de una Gran Rusia con aspiraciones imperiales. Tal como fuera desde la época de Pedro el Grande y, especialmente, durante la vigencia de la Unión Soviética.

Se asocia, a éstas últimas, el nombre de Alexndr Dugin y su movimiento “Eurosasia”, reconocido oficialmente en el 2001. Se sabe que cuenta con simpatías entre las jerarquías militares que añoran las glorias soviéticas pasadas y con los viejos patriarcas de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Básicamente, propugna la unión de todos los pueblos Turco-Eslavos. El moderno renacimiento de la geopolítica rusa se inició en la búsqueda de una solución al problema suscitado por los intentos de segregación de Chechenia. Posteriormente, su enfoque se expandió hacia el logro de una alianza estratégica entre Rusia, Europa y los Estados de Medio Oriente, particularmente con Irán. Paralelamente, se han mostrado primordialmente críticos ante el avance de la NATO sobre Ucrania y Georgia. En este último sentido, se declaran anti-atlantistas, anti-norteamericanos y anti-liberales. Por ejemplo, el propio Dugin declaró en el 2008, durante una visita a Osetia del Sur: “Nuestra tropas ocuparán Tiblisi, la capital de Georgia, y probablemente toda Ucrania y la Península de Crimea, la que históricamente siempre perteneció a Rusia.” Luego, agregó: “Rusia no se debe contentar con la liberación de Osetia del Sur, tiene que hacer algo similar con Ucrania.”(Dimitri Kitsikis, A Comparative History of Greece and Turkey in the 20th century.)

También, se sabe que sus ideas son populares en Turquía, notablemente en el grupo de asesores que se conoce como el “Círculo Ergenekon”.[1] Para quienes les pueda resultar extraña esta asociación. Recuerdo que un oficial turco, hace años, me señaló que él no tendría problema para relacionarse con países tan dispares como Corea del Norte, Bulgaria, el sur de Rusia o Mongolia; ya que el turco-altaico era la lengua madre de todos ellos. Anécdota que explica la vinculación entre los pueblos eslavos y los turcos.

Geopolítica y Globalización

Eventualmente, como otras ciencias, la Geopolítica se vio sorprendida por una serie de fenómenos. Superada por realidades complejas como la globalización y el avance tecnológico. Situaciones, a su vez, contrapuestas por contracorrientes como la epidemia de Estados fallidos, la privatización de la violencia, etc. Todas ellas tendencias, que en alguna forma u otra, la Geopolítica había fallado en anticipar. En consecuencia, su marco conceptual debió adaptarse para explicar los nuevos escenarios. Entre estos intentos se destaca el de la Meta-Geopolítica propugnada por el neurólogo y filósofo Nayef Al-Rodhan. Una teoría que propone un estudio interdisciplinario que busca reconciliar la política realista del poder con un desarrollo sustentable y la dignidad humana. Su metodología se orienta hacia el estudio de siete temas principales, a saber: lo social, la política interna, la economía, el medio ambiente, la ciencia, los asuntos de seguridad y defensa y la diplomacia. Lo que otorgan las verdaderas capacidades geopolíticas. (2)

La primer capacidad es la demográfica, materializada por la coherencia étnica, el grado de paz social y el nivel de higiene y salud de la población de un determinado Estado. La segunda capacidad deviene de la estabilidad de la política interna de ese Estado. El poder económico es la tercera capacidad que analiza la Meta Geopolítica con aspectos importantes como el acceso a fuentes de energía y de recursos naturales. Se vincula con esos últimos factores el nivel de cuidado ambiental en la categoría de cuarta capacidad. El potencial humano representa la quinta dimensión y es el más importante. El nivel educativo y una fuerza de trabajo especializada, la tareas de investigación son factores claves en la ponderación de este campo. Tradicionalmente, el poder militar y su habilidad para enfrentar amenazas ha sido el patrón tradicional para medir el poder de los Estados en la escena internacional. Como tal, es la sexta capacidad y se la considera reforzada por la séptima que es la diplomacia.


Como final
Después de este rápido periplo por el camino recorrido por esta novel ciencia, o pseudo ciencia para algunos. Nacida bajo la inspiración discutible del denominado darwinismo social, cabe interrogarse sobre su justa valoración. Especialmente hoy que parece recuperarse de su condena de colaboracionista con el Nacionalsocialismo. Y que es profusamente citada en su favor por varios “expertos”. En pocas palabras: ¿es una herramienta útil para el estudio del objeto que le es propio? Creo que no. En principio, porque ese mismo objeto es estudiado por otras dos grandes ciencias: la Estrategia y la Política que la preceden y la superan. Como tal, la Geopolítica especialmente en sus versiones más tradicionales- no es más que un approach particular, una visión de los viejos y eternos problemas que manejan estas ciencias tradicionales. Quizá, lo hace la Geopolítica, desde una aproximación novedosa, atrayente.

 Pero en esta atracción hay una trampa. La trampa de la novedad y la de la valoración deficiente de los factores que integran una situación. En este sentido, es del más elemental sentido común, reconocer que en toda situación subyacen varias causas que interactúan. Pocas veces es una sola de ellas la responsable total de algo. La Geopolítica al privilegiar desmedidamente la influencia de los factores ambientales sobre las decisiones estratégicas y políticas. No dice nada nuevo. Lo que sí hace, es darle a este componente un carácter ineluctable. Hace de la influencia geográfica un factor determinista. Y en es en este sentido en que es inaceptable. Ya que deja de lado, lo que para mí es fundamental, en toda decisión. Cuál es la voluntad de quien la toma. Ya que la materia prima fundamental, tanto de la Política como de la Estrategia, es la voluntad de quien toma las decisiones. La historia está llena de ejemplos que escapan a los determinismos geográficos. Por ejemplo, y solo por citar dos casos extremos. ¿Es lo mismo la mediterraneidad de Bolivia a la de Suiza? O ¿Cómo justificar, hoy, la supremacía de los EEUU a luz de la teoría de Mackinder?, ya que este país no se encuentra ubicado en la Isla del Mundo.


(1)  Ergenekon es el nombre de un mítico valle inaccesible ubicado en la Cordillera Altay. En la práctica se trata de grupo clandestino ultra nacionalista conformado mayoritariamente por integrantes de las fuerzas armadas y policiales turcas que reivindican la figura legendaria de Mustafá Kemal. El grupo ha sido acusado en varias ocasiones de conspiración y terrorismo con acciones destinadas a establecer un manejo secreto del Estado turco. 

(2)  (http://www.gcsp.ch/Globalisation/Publications/Faculty-Publications/Books-and-Edited-Volumes/Neo-statecraft-and-Meta-geopolitics-Reconciliation-of-Power-Interests-and-Justice-in-the-21st-Century)

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