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sábado, 2 de febrero de 2013

Se viene el Invierno.


 
SE VIENE EL INVIERNO.

 

Se viene el Invierno

Tal como lo sostiene, Lord Stark, el personaje de “Games of Thrones”, se viene el invierno. Bueno, al parecer el invierno ya está aquí. O mejor dicho allá en Malí, en Argelia. Una ola polar que se inició después del 11S en las montañas de Afganistán y que siguió en el Irak post Saddam. Cansados del frío, vale decir de las muertes de sus soldados y de cientos de miles de inocentes, vuelven a casa las fuerzas norteamericanas, las que una vez quisieron enfrentarse al invierno. Con muchos menos medios, con muchas menos razones, Francia y otros Estados europeos son los que ahora quieren contener a la nueva ola polar. Esta vez en tierras de Levante. Se entiende, a unas pocas millas náuticas de sus bellas costas mediterráneas.

Claro, la cosa es grave para los europeos. Se suma a su culposo pasado colonial el hecho nada despreciable de los millones de musulmanes que viven y trabajan en sus sociedades ¿Está Europa en peligro? Algunos creen que sí, otros que no. Los memoriosos recuerdan que fue, precisamente, por allí, por el Norte de África, que llegaron los moros, para quedarse por 800 años en España. Sin contar las dos veces que estuvieron a las puertas de Viena, en la otra punta de Europa. Los que no se asustan argumentan que durante esa ocupación Occidente salió ganando, ya que fue a través de las universidades musulmanas que recibió la brújula, el papel, la navegación a vela y las obras de Aristóteles. Obviamente, que los que tienen miedo sostienen que la libertad no tiene precio y que nada prospera bajo la bota de un ocupante.

Pero estas historias parecen hoy traer un dato mucho más preocupante que los aportes islámicos a la cultura de Occidente. Se sabe, por ejemplo, que los grupos fundamentalistas que operan en Malí y en Argelia están vinculados al flagelo del narcotráfico. Que financian sus operaciones terroristas con dinero proveniente de este comercio ilícito. Esto cambia totalmente la perspectiva de su peligrosidad pues,  al fervor religioso de sus consignas, se le debe sumar el ingente poder económico de una actividad que maneja tanto dinero como la industria del petróleo.

¿Es Occidente inocente? Seguramente que no. Por varios motivos. El primero, porque los EE.UU. y Europa son los principales consumidores de los productos del narcotráfico. En segundo lugar, porque algún cínico puede recordar que las operaciones encubiertas de la CIA, durante la intervención de los EE.UU. en Vietnam, se financiaron con dinero ilegal proveniente del narcotráfico del llamado “Triángulo de Oro” del Sudeste Asiático (Laos, Vietnam y Tailandia). Se sabe que los talibán, en el marco de su estricto código moral, combatían todo tipo de adicción en Afganistán, entre ellas el cultivo de la amapola para la extracción del opio. Expulsados éstos del gobierno de Kabul. Hoy, ese mismo cínico, puede preguntarse si no está sucediendo lo mismo con las amapolas afganas que crecen en la “Medialuna de Oro” (Afganistán, Irán y Pakistán).

¿Y nosotros argentinos?

Se preguntará el lector y nosotros los argentinos que tenemos que ver en este asunto. Quisiera responderle que nada. Pero, lamentablemente no es posible. No voy a traer a colación la mentada globalización para argumentar que lo que pasó en Argelia puede llegar a pasar aquí. No, pero no podemos olvidarnos de dos hechos fundamentales. Ya sufrimos en el pasado dos ataques terroristas vinculados con la problemática del fundamentalismo religioso. Y por otro lado nadie puede negar el hecho de que el flagelo del narcotráfico nos amenaza.

Por ejemplo, hoy se sabe que el grupo fundamentalista islámico que tomó el complejo industrial en Argelia, se hace llamar “El Batallón de la Sangre”, y que es conducido por Moktar Belmoktar, alias Belawar. Un traficante que se hizo famoso como “Mister Malboro” por su iniciación en el contrabando de cigarrillos. Y que hoy se dedica al mucho más lucrativo tráfico de drogas, apoyado por los mejores navegantes del desierto que son los tuaregs. Todos operando en una zona vacía y alejada de todo control gubernamental. Vemos claramente que se está produciendo una clásica asociación de conveniencia entre los idealistas que quieren difundir sus ideas y los criminales que hacen su agosto. Debemos poner nuestras barbas a remojar. Simplemente porque no queremos que estos suceda en nuestras tierras.

Ya tenemos la amenaza del narcotráfico en nuestras calles. Con traficantes que penetran por nuestras fronteras porosas. Especialmente, en aquellas zonas donde nuestro Estado brilla por su ausencia. Como es el caso de nuestras fronteras con Bolivia y con el Paraguay. No tentemos a la suerte. Aunque estamos libres de los conflictos étnicos y religiosos que azotan al Levante, no podemos olvidarnos que tenemos grandes comunidades vinculadas con Medio Oriente en países amigos en zonas de frontera. No estamos desconfiando de nadie. Pero si confiar es bueno, controlar es mejor.

En este sentido, es obligación del Estado argentino la protección de la vida, de los bienes y la libertad de sus ciudadanos. Por otro lado, sabemos de las deficiencias de control en lugares críticos. Por ejemplo, aún no tenemos nuestro espacio aéreo totalmente radarizado. Tampoco, el retiro de nuestra Gendarmería Nacional de su lugar natural: la frontera para cumplir otras tareas; debe estar ayudando a que haya más control donde debe haberlo.

La experiencia propia cuesta cara y llega tarde. Dice un refrán. Pues aquí la experiencia de los países que están sufriendo el flagelo del narcotráfico es simple: hay que reforzar las barreras contra su introducción. Las aduaneras para impedir el ingreso de droga, las financieras para evitar su aprovechamiento comercial, las industriales para impedir el acceso a los precursores químicos.

Podríamos seguir con una larga enumeración. Pero creo que bastan una pocas palabras: si queremos evitar las guerras de nunca acabar, empecemos por cuidar lo nuestro.

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