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domingo, 5 de enero de 2014

Los desafíos a Putin.

 

 

http://www.lanacion.com.ar/1652924-el-kremlin-bajo-presion-cada-vez-mas-frentes-abiertos-desafian-a-putin

 

El Kremlin, bajo presión: cada vez más frentes abiertos desafían a Putin

 

Por   | LA NACION


Cuando falta un mes para los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, bajo amenaza por los atentados en el Cáucaso, se multiplican las críticas contra el presidente, que busca sofocar el separatismo y mostrar al mundo una imagen de solidez
 
PARÍS.-Para los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, que deben comenzar el 7 de febrero, todos temían que no hubiera nieve. Pero el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó almacenar 450.000 metros cúbicos de copos compactados y los meteorólogos comenzaron a afirmar que caerán del cielo entre dos y siete metros. Sin embargo, cuando todo parecía bajo control, otras amenazas, mucho más complejas, comenzaron a acosar al zar del Kremlin.
El doble atentado de la semana pasada, que costó la vida a 34 personas, también hizo estallar en pedazos la dinámica positiva creada por la liberación de Mikhail Khodorkovski y las Pussy Riot, pocos días antes. Hoy, Rusia está de duelo y Putin, sometido a una intensa presión.
Periodistas y blogueros critican con virulencia la incapacidad de las autoridades de proteger a la población. Sobre todo cuando el enemigo está identificado y sus ataques fueron numerosos en la última década. Ese enemigo, el jefe rebelde Doku Umarov, autoproclamado "emir del Cáucaso", parece disponer de células capaces de sembrar el terror a miles de kilómetros de las montañas donde vive atrincherado.
El país no había conocido semejantes ataques desde el 24 de enero de 2011, en el aeropuerto de Moscú, donde hubo 37 muertos. En los tres casos, el blanco escogido fue un sitio público muy frecuentado, donde las víctimas son civiles sin ninguna conexión con la agitación en el Cáucaso o con los Juegos Olímpicos.
"La lucha contra el terrorismo proseguirá hasta su total eliminación", advirtió Putin el 31 de diciembre, en un mensaje a sus administrados. Pero los rusos, escépticos, se formulan la misma pregunta una y otra vez: ¿Por qué los dirigentes de los servicios de seguridad jamás son sancionados por sus fracasos?
Él mismo ex agente de la KGB y ex director del FSB (heredero de la KGB), jamás critica esa enorme administración destinada, ante todo, a proteger el Estado. "El FSB dispone de fabulosos recursos presupuestarios, mientras la sociedad civil no posee ningún control, ni siquiera una somera información sobre sus actividades", señala Irina Borogan, experta en servicios de seguridad.

Por esa razón, el presidente ruso camina sobre brasas. No sólo quiere evitar a cualquier precio una intensificación del separatismo, sino probar a sus administrados y al resto del mundo que, además de sus éxitos internacionales, es capaz de garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos, uno de sus proyectos estrella, y ejercer un control total sobre su país.
Esa estrategia comenzó con la liberación de su "prisionero personal", Khodorkovski, encarcelado durante diez años, y de las dos cantantes rebeldes del grupo Pussy Riot.
Aunque bien recibidas, esas decisiones no engañaron a nadie: el magnate ruso había llegado prácticamente al final de su pena, lo mismo que las Pussy Riot, que debían ser liberadas dentro de cuatro meses.
Khodorkovski había dejado de ser una amenaza para Putin. Para obtener su liberación, el ex oligarca aceptó retirarse de la política. Aunque hubiese querido, no habría podido ser candidato: una reciente ley votada por la Duma rusa, declara inelegible a toda persona condenada a penas severas. La gracia dictada por el presidente ruso solo se aplica, además, al fuero penal, mientras que, en virtud de una condena civil, Khodorkovski debe 550 millones de dólares al fisco.
En todo caso, ese episodio, el de las Pussy Riot o el de opositores como el bloguero Alexei Navalny o Serguei Udaltsov (dirigente del Frente de Izquierda), el año pasado, ilustran la forma en que la justicia rusa sirve de instrumento de coerción contra los disidentes.
"Se fabrica un expediente comprometedor contra el indócil, primero para amenazarlo y atemorizarlo. Si persiste, se pone en marcha la maquinaria judicial", explica la francesa Marie Mendras, especialista en Rusia.
"Para Putin, el poder es eso: «Yo te envié a la cárcel. Yo te libero»", señala el politólogo ruso Kirill Rogov.
Pero ese "perdón monárquico" pone de relieve la indigencia del jefe de Estado ruso. Desde el comienzo de su tercer mandato presidencial, en mayo de 2012, el Kremlin multiplicó los ataques contra los opositores, que sólo tienen tres posibilidades: un proceso judicial, el silencio o el exilio, como sucedió con Garry Kasparov o el economista Serguei Guriev.
Para afirmar su poder, Putin también multiplicó las medidas represivas: restricción de actividades de las ONG -como demostró con el comando de Greenpeace en el Ártico-; represión de la homosexualidad y, más recientemente, adopción de una ley que penaliza la propaganda separatista. En cuanto a la ley de amnistía que permitió la liberación de las Pussy Riot, sólo concierne a 1300 detenidos sobre una población carcelaria de 700.000 a 800.000 personas.
Convencido de que la desaparición de la Unión Soviética fue "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX", Putin no sólo está empeñado en restablecer la grandeza rusa, sino que estima haberlo logrado. Ejemplos no le faltan: el asilo político del ex analista de la CIA Edward Snowden; la exitosa defensa de su protegido sirio Bashar al-Assad; las presiones sobre Ucrania, Georgia y Moldavia para alejarlas de la Unión Europea (UE), o el despliegue de misiles en zonas fronterizas.
"La fuerza de la Rusia de Putin reside más en su poder de obstaculizar, de bloquear, que en su capacidad de seducción", relativiza Rogov.
Esos éxitos, sin embargo, no se justificarían del todo sin el reconocimiento occidental. En ese terreno, la decisión de varios dirigentes internacionales de boicotear los Juegos Olímpicos de Sochi podría explicar las recientes liberaciones.
Liberando a las Pussy Riot y a Khodorkovski, el presidente intentó aplicar con Occidente la política de la zanahoria. El problema es que, hasta el momento, solo demostró ser un verdadero maestro en la utilización del bastón. La nueva amenaza terrorista no hará más que reforzar esa inquietante inclinación

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