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viernes, 18 de julio de 2014

La alianza argentino-rusa.





http://www.lanacion.com.ar/1709886-la-argentina-socia-estrategica-de-rusia


La Argentina, "socia estratégica" de Rusia.



Por Emilio Cárdenas

Después de la ilegal anexión de Crimea y Sebastopol por parte de la Federación Rusa, el presidente Vladimir Putin ha estado radiado por los países occidentales. Aislado, entonces. Más aún, dejado expresamente de lado por el G-7.
Además, su país ha sido recientemente objeto de nuevas sanciones económicas que se agregan a las que ya parecían haber hecho mella en el frío líder ruso. Ocurre que la economía rusa está empantanada, cerca realmente de la recesión, y que financieramente Rusia no es, para nada, inmune a las sanciones que se le han impuesto, que la lastiman. En especial, a la poderosa -y opaca- oligarquía empresaria que se mueve en torno al presidente Vladimir Putin.

Por esto Putin parece ahora haber cambiado de estrategia respecto de Ucrania. Por ello está siendo acusado por los separatistas ucranianos -recientemente desalojados militarmente de Slovyansk y virtualmente sitiados en Donetsk y Luhansk- de haberlos traicionado.

En los últimos días los discursos de Putin no han sido ni provocativos, ni pendencieros. Putin ahora habla -en cambio- de la necesidad de atender las urgencias humanitarias de Ucrania. Y de proteger las entregas de material militar avanzado, de origen ucraniano, del que las fuerzas armadas de Rusia, curiosamente, aún dependen.

Vladimir Putin ha estado desplegando una estrategia diferente. La de debilitar, todo lo posible, a Ucrania
Dejando de lado la agresividad que lo impulsara a apoderarse de Crimea y Sebastopol, Vladimir Putin ha estado desplegando una estrategia diferente. La de debilitar, todo lo posible, a Ucrania. Sin que se note demasiado.

Con esta política parece haber logrado que Ucrania se olvide de intentar pertenecer a la OTAN, por el riesgo de violencia que ese ingreso supondría. Mientras tanto, Putin apunta a que Ucrania tenga un gobierno efectivamente descentralizado, de modo de que los rusos que residen en el sudeste del país desde el fin de la Guerra Fría puedan defender mejor su propia identidad.

Putin sabe bien que el panorama político de Ucrania sigue siendo volátil y que, por estar económicamente quebrada, deberá llegar a un acuerdo con Rusia en materia de abastecimiento de gas natural, antes de que llegue el invierno, que allí es bien duro. Y que, en contrapartida, Rusia deberá asegurar que Crimea y Sebastopol obtengan el abastecimiento de electricidad, de agua y las provisiones que tradicionalmente llegan desde Ucrania.



Putin tiene, es cierto, todavía unos 40.000 soldados desplegados en la frontera con Ucrania. Sigue entonces con sus amenazas. Pero casi en silencio. Mientras tanto, en el plano económico, Rusia sufre una fuga de capitales de grandes proporciones. En los primeros seis meses de este año solamente, su fugaron al exterior nada menos que unos 75.000 millones de dólares.

Por todo esto, el tono de los mensajes de Putin ha cambiado. Pero no ha despejado la desconfianza que naturalmente Putin genera después de los inaceptables episodios de Crimea y Sebastopol.

Putin, que en el fondo es populista, sabe que su accionar en Crimea y Sebastopol tiene el apoyo de prácticamente el 80% de los rusos, encendidos en su nostálgico nacionalismo por el éxito -lleno de simbolismo- alcanzado por Putin. Pero sabe también que un 66% de sus connacionales no lo acompañará si ahora trata de extender la aventura militarista a otros puntos o regiones de Ucrania. Por esto, de la belicosidad abierta, Putin pasó a la estrategia de tratar de mantener débil al país vecino, de modo de poder presionarlo fácilmente en el futuro.

Con ese escenario como transfondo, Putin ha organizado su reciente gira diplomática por nuestra región. Ella ha incluido -brevemente- a nuestro país, al que -como consecuencia de una década de actitudes provocadoras y destempladas- pocos líderes del mundo occidental hoy visitan. El ruso sabe perfectamente que, entre nosotros, recoge aplausos.

El ruso sabe perfectamente que, entre nosotros, recoge aplausos
Por eso, entre otras cosas, el apoyo de Putin al proyecto de Nuevo Banco de Desarrollo que se lanzó en la reunión de los Brics,en Fortaleza. Un ente financiero nuevo que aparece como desafío simbólico a la vetusta arquitectura financiera institucional del mundo. Para financiar proyectos de infraestructura con recursos del orden de los 100 billones de dólares; esto es con menos de la tercera parte de los recursos del FMI o de los del Banco Mundial. Y con un esquema financiero adicional, destinado a ayudar a sus miembros a afrontar eventuales crisis de balanza de pagos, que será de la misma magnitud, esto es de unos 100 billones de dólares, de los que China aportará 41 billones de dólares.

Pero, cuidado, los Brics están en evolución. Ya no idealizan, en conjunto, el rol del Estado en sus respectivas economías. Ni China, que crece al 7,6%. Ni ahora tampoco la India, que crece al 5% anual, pero que ha cambiado drásticamente de rumbo económico. Ni siquiera Rusia, que -con una economía sustancialmente abierta- crece anémicamente, a menos del 2% anual.

Esto es así aunque Brasil (que también crece poco, al 2% anual) y Sudáfrica (que, por su parte, crece al 2,5% anual) sigan todavía siendo bastante proclives a operar economías proteccionistas fuertemente conducidas por el Estado. No obstante, sus respectivas poco atractivas situaciones económicas sugieren que los cambios de rumbo están latentes también en sus dos horizontes.

El viaje reciente de Putin desde Cuba a la Argentina (cuya peculiar política exterior casi no ha recibido, como tal, comentarios a lo largo de una década por parte de los principales medios norteamericanos) ha sido objeto de cobertura en los Estados Unidos. Se destaca que estamos participando en el esfuerzo ruso por expandir su influencia en la región. Particularmente en el delicado capítulo de la cooperación nuclear, con fines pacíficos. Por esto Putin nos proclamó "socios estratégicos" de Rusia en la región. Como Cuba o Nicaragua.

A lo que se agrega que Rusia probablemente construirá en nuestro país una base para su sistema de observación por satélites (como lo está ya haciendo en la Nicaragua bolivariana de Daniel Ortega) y proveerá tecnología militar de distinto tipo a nuestras fuerzas armadas, incluyendo un paquete de equipos, aviones y helicópteros para las tareas que se realizan en la Antártida.

Dos graves incidentes demuestran la amenaza a la paz y seguridad internacionales que supone la crisis ruso-ucraniana
Respecto de nuestro país, cabe destacar la cita de los medios norteamericanos al comentario reiterado de nuestra Presidenta, cuando acusa sentenciosamente a Occidente de tener un "doble estándar". Presuntamente porque aprobó el referendo de las Malvinas y rechazó, en cambio, el de Crimea. Sin decir, claro está, que obviamente también hay claro "doble estándar" por parte de Rusia, que (al revés de Occidente) rechazó el referendo en las Malvinas, pero ayudó a organizar y, desde luego bendijo, el referendo similar realizado en Crimea. Y en su propia política, al haber votado de una manera en el Consejo de Seguridad y adoptar, en cambio, otra actitud fuera de ese ámbito.

Dos graves incidentes demuestran la amenaza a la paz y seguridad internacionales que supone la crisis ruso-ucraniana.

Los medios de comunicación del país del norte destacaron la poco común "cena-cumbre" organizada por nuestra Presidenta en honor de su huésped: Vladimir Putin. A la que invitó a buena parte de la más alta "crema" bolivariana regional.

En las últimas horas, dos graves incidentes demuestran la amenaza a la paz y seguridad internacionales que supone la crisis ruso-ucraniana. El derribo criminal de un avión de pasajeros de Malaysian Airlinesque sobrevolaba la tensa zona de Donetsk, todavía bajo investigación. Y el de un avión ucraniano por un caza ruso, en un acto de intervención rusa "directa" en el conflicto. La zona del conflicto es -queda visto- como un polvorín. Basta una chispa para generar explosiones descontroladas.

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