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lunes, 28 de septiembre de 2015

Pensar la Defensa.





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Planeamiento en defensa.  







Sep-26-15 - por Guillermo Lafferriere


Esta columna en no pocas oportunidades ha hecho mención a que los asuntos relacionados con los temas de Defensa, están normalmente ligados a cuestiones de largo plazo. Ello ocurre en todos los países donde esta temática es seguida con similar atención a otras tareas que los estados no pueden delegar en los privados. También hemos expresado que los altos costos que la temática implica: gastos en personal, adquisiciones, mantenimiento, educación, adiestramiento y en no pocos casos investigación y desarrollo; implican que debe encararse un camino inteligente que permita atender los diferentes aspectos de la Defensa pero entendiendo la imposibilidad que todos ellos tengan soluciones inmediatas ni tan siquiera que puedan llevar caminos de desarrollo similares.

El tema de decidir donde orientar los esfuerzos es siempre crítico por varias razones. En primer lugar por la necesidad de establecer las prioridades para cada una de ellos. Y en segundo lugar porque será normal que diferentes instancias dentro del sistema de Defensa pugnen porque sus miradas sean priorizadas.

Como son políticas de largo plazo, y que buscan alinear la preservación o consecución de intereses críticos para una nación, es clave que todo el proceso busque generar consensos entre los diferentes actores políticos de la vida partidaria de un país. Esa manera de actuar, buscará que esos consensos aseguren la continuidad de los esfuerzos en función de los cambios de administración que periódicamente han de producirse.


El planeamiento de Defensa debe necesariamente poseer dos miradas. La primera identificando potenciales necesidades de empleo del recurso militar. Esta debe imaginar situaciones que permitan a los planificadores estratégicos  elaborar las contingencias de despliegue operativo de los recursos militares para esas eventualidades. Aquí debe recurrirse a trabajos que no son producto de un análisis exclusivamente militar, sino que están  íntimamente integrados con las percepciones que otras áreas críticas poseen, tales como las que pueden aportar los ministerios de Relaciones Exteriores, los sistemas de producción de inteligencia estratégica y otros que en la orgánica de no pocos estados aportan a contar con una visión de largo plazo de los asuntos que hacen a la preservación de los propios intereses.

En segundo lugar este proceso debe producir una serie de requerimientos de capacidades militares que posiblemente sean necesarias en una eventualidad y que per se serán la base para iniciar otros planes; y estos últimos buscarán desarrollar esos medios, de manera de contar con ellos en un futuro más o menos coincidente con el que en la apreciación antes mencionada, requirió de los mismos.

Lo que hemos descripto hasta aquí, es obviamente algo que tiene aplicación con miradas de largo plazo, pero de manera similar, necesariamente, los países hacen planes de contingencia para situaciones que puedan producirse en escenarios que tengan horizonte mucho más cercanos. En esos casos, generalmente los planes estarán muy enfocados en los medios que cuenten esos estados en el presente, pues como hemos ya comentado, el desarrollo de capacidades nuevas es un proceso largo y complejo.  Es en este tipo de circunstancias, en las que todo dependerá de las correctas apreciaciones que se hayan hecho de las cambiantes circunstancias estratégicas en el pasado.  Esos planes de corto plazo poco podrán hacer para corregir falencias importantes del proceso anterior; y en ciertos casos, lo más habitual es que al ocurrir una necesidad perentoria de empleo del recurso militar, se tenga que improvisar en no pocas de las decisiones que se tomen.  

Esta descripción de la necesidad de planeamiento, pareciera evidenciar una aproximación casi mecanicista, una según la cual mientras ese proceso funcione, se contará siempre con las previsiones necesaria para hacer frente a eventualidades.  Y esto es un peligroso error. No debemos de olvidar que todo planeamiento, aun aquel que mayor detalle pueda haber exigido su preparación, no deja de ser una simplificación de la realidad.  Cada vez que se planifica, lo que se hace es conformar un modelo situacional al cual se le van insertando distintos aspectos para extraer de la interacción de los mismos datos que posibiliten producir previsiones para enfrentar esas contingencias.  El problema de todo esto deriva en que ese modelo será siempre el producto del aporte que los hombres hagan para generar al mismo. Por lo tanto, la posibilidad que hayan existido errores en la información que se aportó o en las apreciaciones que se realizaron para que sirvan de supuestos en su elaboración estará siempre presente.  

Pero a pesar de la posibilidad de error en la elaboración de los planes, los mismos siempre serán de utilidad por varios motivos. En primer lugar porque permiten generar escenarios y encontrar para los mismos diferentes alternativas para enfrentar la eventualidad de su concreción. Asimismo, al trabajarse sobre la base de procesos de planeamiento que tengan sus miradas colocadas en el largo plazo, se posibilita que se puedan generar medidas a mediano y corto plazo que vayan posibilitando que ese escenario de futuro pueda tener una aproximación coherente, tanto en la adjudicación de los siempre escasos recursos, como en el seguimiento de la evolución de la situación; de manera de no caer en el error de considerar que el escenario que se vislumbró hacia el futuro no pueda ser sujeto de cambios en la medida que se den otras circunstancias que influyan sobre la apreciación que se tuvieron de ese escenario.

Finalmente, el contar con un planeamiento en el área de la Defensa hace que los países puedan administrar de manera más racional las naturales pujas que los distintos servicios armados mantienen permanentemente por adquirir sistemas de armas, crear organizaciones o incorporar mayores recursos humanos;  y que de no contarse con un planeamiento adecuado, producirá que el instrumento militar de ese país carezca de coherencia en su organización y muy posiblemente reproduzca en sus fuerzas estructuras o sistemas que bien podrían contar con una organización que tuviera una mirada más cercana a las exigencias de la operación conjunta del instrumento militar.

Planificar en el área de Defensa no significa necesariamente tener una mirada militarista de la solución de los problemas. Por el contrario, un planeamiento adecuado permite anticipar situaciones potencialmente conflictivas y en ese quehacer vislumbrar caminos que permitan canalizar esa conflictividad por vías pacíficas. Pero simultáneamente, el planeamiento aporta a las naciones las alternativas con las que a veces debe de contarse cuando no exista en todas las partes la voluntad de solucionar los conflictos de manera no traumática.  

Quizás en un futuro, difícil de predecir,  todos los países hagan de la buena voluntad un camino irrenunciable en sus relaciones con otros actores.  Pero mientras ese momento llegue, pareciera que la tendencia de no pocas naciones en el mundo, es la de realizar previsiones para el caso en que frente a ellos se concrete una situación donde no todos deseen mostrar buenos modales al momento de negociar.

Por supuesto, siempre existirá para algunas naciones la esperanza de encontrar buena voluntad en los corazones de todos aquellos con los que en alguna ocasión deba solucionar un conflicto.  No era esa la mirada que  Winston Churchill tenía sobre estos temas, ya que pensaba que no se conduce a una nación con los Diez Mandamientos.  Pero..., ¿qué sabía Churchill de todo eso?

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