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viernes, 19 de enero de 2018

¿Las FARC han desaparecido realmente de Colombia?

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por Jeremy McDermott - Enero 16, 2018

El acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se firmó en noviembre de 2016. En marzo de 2017, unos 7.000 guerrilleros se habían congregado en 26 zonas especiales en todo el país. A esta cifra se debe sumar la de los milicianos y presos que fueron liberados. Un censo de las FARC arrojó que hubo unos 10.000 guerrilleros que hicieron parte del acuerdo.

En agosto de 2017 concluyó el desarme oficial del ejército guerrillero, que entregó casi 9.000 armas. En el mes de septiembre se conformó el nuevo partido político, la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC).





Según esto, las FARC, el ejército insurgente de alcance nacional, ha desaparecido como tal y es ahora un partido político constituido legalmente y con derecho a 10 curules en el Congreso colombiano, según lo estipulado en el acuerdo de paz.

Los disidentes de las FARC
Sin embargo, incluso antes de que se firmara el acuerdo, el Frente Primero de las FARC se declaró disidente. Esta unidad guerrillera ha atraído a los guerrilleros de los Llanos Orientales que nunca estuvieron interesados en la paz, que ingresaron al proceso pero se desilusionaron del mismo, o que simplemente querían volver a hacer lo que sabían. El número de desilusionados está creciendo dadas las falencias del acuerdo de paz, lo que ha generado niveles alarmantes de deserción en las zonas de concentración, donde los excombatientes están regresando a sus antiguos territorios y a sus viejos hábitos.

El año pasado, InSight Crime estuvo más de un mes en los departamentos de Guaviare y Meta, donde el Frente Primero y sus aliados tienen sus bases. Allí, los Llanos Orientales se transforman en la selva amazónica, y los ríos se utilizan como las principales arterias de transporte.

Estimamos que esta facción disidente, que incluye miembros de 10 frentes, y que se autodenomina Bloque Oriental, utilizando el nombre del frente combatiente más poderoso de las FARC, cuenta actualmente con unos 600 combatientes y con igual número de milicianos o colaboradores. El Gobierno y las fuerzas de seguridad no se refieren a ellos como guerrilleros, sino como “grupos residuales”, y de esta manera los despojan de cualquier condición política. Además, se sabe que hay otros elementos de las FARC que aún permanecen activos en las economías criminales, como se ve en el siguiente mapa.



Si bien para un observador inexperto los disidentes son iguales a sus predecesores, en realidad hay algunas diferencias sutiles. El personero municipal de San José del Guaviare, Herlein Andrés Pacheco, señala que “tienen una orientación mucho más económica que política”, y agregó que están más interesados en ejercer control sobre las economías ilegales —principalmente en el comercio de la droga y en la extorsión— que en adelantar trabajo político con las comunidades locales.

Al examinar la expansión disidente en el Guaviare, resulta claro que se ha llevado a cabo con el tráfico de drogas en mente. Las primeras columnas disidentes fueron transportadas por los ríos Guaviare, Inírida y Vaupés, los principales corredores del tráfico de drogas hacia Venezuela y Brasil. La investigación de campo ha demostrado que los disidentes cobran “impuestos” sobre todo tipo de tráfico, tanto legal como ilegal, que pasa por estas vías fluviales, y que esto se ha convertido en su principal fuente de ingresos.



Los disidentes han lanzado bombas y han hecho algunos ataques contra las fuerzas de seguridad, pero la mayoría de estos ataques están relacionados con el cobro de extorsiones y con intimidaciones más que con la acción insurgente. Además, los disidentes prefieren actuar vestidos de civiles.

Fuentes de la policía de San José del Guaviare señalan que se ha dado un cambio en la estructura de mando. Si bien en las FARC la estructura de mando era clara, y se originaba en el órgano de gobierno conocido como el Secretariado, llegando hasta los comandantes de los bloques y frentes, los disidentes operan actualmente más bien como una federación. Aunque Miguel Santanilla Botache, alias “Gentil Duarte”, es el más alto comandante de la disidencia, no es el comandante general. Néstor Gregorio Vera Fernández, alias “Iván Mordisco”, comandante del Frente Primero y uno de los primeros líderes de la disidencia, tiene más combatientes bajo su mando y mucho más dinero. Las comunicaciones interceptadas por las fuerzas de seguridad indican que los diferentes comandantes de la disidencia están en contacto y que cooperan más para llevar a cabo sus negocios que como una fuerza insurgente cohesionada.

Las FARC ‘ocultas’
Desde la fundación del Movimiento Bolivariano de las FARC en el año 2000, fuentes del ejército y de la guerrilla han insistido en que por cada guerrillero raso había al menos tres milicianos, clasificados en tres tipos diferentes: las “milicias populares”, que eran las redes de apoyo de logística e inteligencia, y solían participar también en las economías ilegales; la Milicia Bolivariana, cuyos miembros recibían entrenamiento militar y actuaban como una reserva, viviendo en sus casas con sus familias, pero llevando a cabo ataques armados, y el Partido Comunista Clandestino Colombiano (PC3), cuya misión era la de penetrar en los órganos del Estado y llevar a cabo trabajo político.

Por lo tanto, incluso según las estimaciones más conservadoras, si se desmovilizaron 6.900 guerrilleros rasos, entonces debían existir más de 20.000 milicianos. Pero solamente unos 3.000 milicianos se declararon. Los demás permanecen donde siempre han estado: ocultos entre la población civil en las zonas de influencia de las FARC.

Cuando las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) se desmovilizaron en 2006, hubo un conflicto generalizado en todo el país entre sus grupos sucesores, conocidos como bandas criminales (Bacrim). Sin embargo, ha habido pocos enfrentamientos entre los exguerrilleros de las FARC. De hecho, la mayoría de los conflictos que hemos observado desde que las FARC se desmovilizaron se han presentado en áreas donde este grupo guerrillero convivía con otros actores ilegales, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) o la organización narcotraficante Los Urabeños. La costa del Pacífico es el mejor ejemplo de esto.

En zonas donde las FARC tenían influencia absoluta, y donde no había elementos abiertamente disidentes, ha habido pocos cambios en el tráfico de drogas. Todavía existen cultivos de coca, los laboratorios continúan en operación, y los cargamentos pasan por los corredores de tráfico internos para luego llegar a los puntos de partida en las fronteras o las costas. El hecho de que este comercio continúe de manera ininterrumpida parece deberse a que es dirigido por las mismas personas: los exintegrantes de las FARC. Integrantes que durante décadas han aprendido a defenderse de las ofensivas de las fuerzas de seguridad y que aprendieron a vivir sin ser detectados por éstas. Los mismos que han ayudado a reunir, ocultar y administrar cientos de millones de dólares.

Y ya que mencionamos las cifras, cabe también hacer cálculos sobre las armas. Las FARC entregaron 8.994 armas. Si se tiene en cuenta que en 1999 fueron arrojados a la selva 10.000 fusiles AK-47 en un solo cargamento, es probable que algunos miembros de las FARC todavía tengan acceso a miles de rifles de asalto y pistolas.

Los clanes de las FARC
Las FARC se conformaron en 1964, lo que significa que, al momento de su desmovilización, en el año 2017, los guerrilleros habían estado luchando durante 53 años. La edad promedio de los guerrilleros que vimos en las seis zonas de concentración que visitamos durante 2017 tenían mucho menos de 30 años. ¿Dónde están entonces todos los guerrilleros mayores?

En el año 2016, durante una visita a Planadas, el municipio del departamento de Tolima en el que se asienta el caserío de Marquetalia, donde se originaron las FARC, hablamos con los guerrilleros “jubilados”, quienes se refirieron a familias de las FARC que habían contribuido varias generaciones de combatientes al movimiento, y que dominaban ciertos frentes. Estos clanes, muchos de los cuales dirigen las economías criminales que permitieron el sustento de las FARC durante cinco décadas, continúan activos. En las zonas tradicionales de influencia de las FARC, los guerrilleros han sido los principales empleadores de las comunidades locales por varias generaciones. Esto es evidente en Miraflores, sede del Frente Primero.

“Aquí todo el mundo tiene al menos un miembro de la familia que ha estado en las FARC”, señala el mayor Andrés Flores, quien está a cargo de la estación de policía de este municipio del departamento del Guaviare.

El futuro del comercio de drogas
Si queremos predecir el futuro del comercio de drogas, es necesario mirar la historia del Ejército Popular de Liberación (EPL), grupo guerrillero maoísta que se desmovilizó en 1991. Hacia 2011, el tráfico de drogas era dominado por exguerrilleros del EPL.

Todavía existe una facción disidente del EPL en la región del Catatumbo, en el departamento de Norte de Santander, que controla gran parte de la cocaína que se envía a Venezuela. En 2011, el jefe de la organización de narcotraficantes Los Rastrojos, Javier Calle Serna, alias “Comba”, era un excombatiente del EPL; asimismo, la dirigencia de Los Urabeños en ese momento estaba totalmente conformada por excombatientes del EPL. El actual líder de Los Urabeños, Darío Antonio Úsuga, alias “Otoniel”, es un exguerrillero del EPL.

Así las cosas, creemos que dentro de 20 años el tráfico de drogas estará dominado por una mafia dirigida por exintegrantes de las FARC.

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