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lunes, 30 de julio de 2018

EEUU: Cambio de paradigmas.



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William S. Lind
Resultado de imagen para tio samLa reacción histérica del Establishment a la exitosa cumbre del Presidente Trump con el Presidente ruso Vladimir Putin es impulsada no por el coraje sino por el miedo. El Establishment sabe que el éxito obtenido se relaciona con poder y con dinero y con los actuales paradigmas. Estos paradigmas incluye a los EEUU como al único poder real del mundo, ante el cual todas las naciones del mundo se deben inclinar y que una fuente inagotable de dinero debe impulsar el ideal wilsoniano (1) de imponer la “democracia” en todos los países y con el marxismo cultural (2) buscando poner a la mujer por sobre el hombre, a los negros sobre los blancos a los gay sobre los hetero (donde surja un conflicto el marxismo precede a la democracia). Pero, todos estos paradigmas están comenzando a cambiar. El Presidente Trump representa, al menos en parte, los nuevos paradigmas que dejan, hoy, al Establishment irrelevante, aislado y sin poder. En respuesta, el Establishment aúlla de miedo y de bronca, especialmente contra un presidente que representa la tierra adentro antes que a las élites costeras.



Si miramos a los paradigmas mencionados podemos ver como está ocurriendo el cambio. No solamente los EEUU carecen del poder militar, del dinero y de la autoridad moral para ordenarle al resto de los países, ahora enfrentan el desafío de las Guerras de 4ta Generación, unas libradas por entidades no estatales. Este desafío ha dejado a la competencia entre Estados obsoleta, algo que parece ser que el Presidente Trump, intuitivamente, ha comprendido, al menos en parte. Sabe que la rivalidad entre los EEUU y una Rusia post comunista no tiene sentido estratégico y, correctamente, sostiene que la OTAN es obsoleta y que hay que apoyar a los Estados donde sea que éstos enfrenten una crisis de legitimidad, pues ve que ellos sufren esas crisis con una intensidad variable. El Establishment aúlla porque sus mayores componentes, el Complejo Militar-Industrial necesita tener “competidores iguales”, otros Estados que inflen las amenazas, en orden de justificar los trillones de dólares que cada año se gastan en la defensa nacional. El F-35, los portaaviones clase Ford y los desembarcos anfibios tienen poca utilidad en una Guerra de 4ta Generación. Este paradigma cambia en la promesa de reducir el desperdicio en el Complejo Militar-Industrial y eso a los cerdos no les gusta.

Mientras tanto, se está acabando la plata. Los EEUU son el país más endeudado del mundo, y se está dirigiendo a una monumental crisis de deuda. Cuando ésta nos golpee, no vamos a estar en condiciones de gastar U$ 1 billón por año en defensa, mucho menos un trillón.

Ello nos señala al tercer paradigma de cambio: el fin de los ideales wilsonianos. Nuestro presupuesto de “defensa” es, en realidad un presupuesto para la ofensiva. Este apoya a nuestras FFAA que se suponen que sean una fuerza a favor del “capitalismo democrático”, lo cual es realmente  una mentalidad oligárquica que amenaza a las gargantas de todos los habitantes del mundo -a la par con un marxismo cultural y su definición de “derechos humanos”. Aún si no se acabara el dinero, los wilsonianos estarían condenados desde un principio. Como lo escribió Russell Kirk: “No hay una forma más segura que convertirse en el enemigo de todo hombre que decirle que lo vamos a transformar en nuestra imagen y semejanza para su propio bien.” Aún Robespierre, aunque tarde, dijo que los misioneros con bayonetas no son bienvenidos.

El Presidente Trump sabe que los intentos de transformar a lugares como Afganistán en Suiza no tienen sentido. Al mismo tiempo, ha elegido a neo-conservadores, los que intentaron transformar a Iraq en un lugar pacífico, en una democracia secular, invadiéndolo y destruyendo su Estado, como su Asesor de Seguridad Nacional. Por lo que él, todavía, tiene que desprenderse de ese paradigma.
El último cambio que no solo ha comprendido, sino que lo ha llevado a la Casa Blanca es el de la revuelta de los EEUU de tierra adentro contra el marxismo cultural de lo políticamente correcto. El Establishment, ya sea,  cree en el marxismo cultural (la masa de los demócratas) o se acobarda y no lo combate (la masa de los republicanos). Los votantes de tierra adentro están cansados de los sagrados grupos de “víctimas”, muchos de los cuales solo se distinguen por su mal comportamiento. Es una batalla política entre las élites costeras y sus clientes, por un lado, y la gente de tierra adentro, por el otro, y que ganarán estos últimos. Si miramos al porcentajes de los blancos entre la gente que realmente vota por ellos en todos los Estados centrales. El colapso de la adhesión de los blancos al marxismo cultural, tanto en los EEUU como en Europa, podría llegar a ser el mayor cambio de paradigmas de todos.

Y, de este modo, el Establishment aúlla, echa espuma por la boca y muerde la alfombra de bronca contra el Presidente Trump. Están como locos que quieren matarlo, gritan palabras incomprensibles, la masa terminadas en “ismo”, mientras mueren. Estoy seguro que el Presidente les dará a ellos un gran funeral.

Traducción y notas: Carlos Pissolito.


NOTAS:

1. Wilsonianismo o wilsoniano describen a la ideología del presidente estadounidense Woodrow Wilson y sus famosos Catorce Puntos presentados durante las conversaciones de paz tras la 1ra GM.  Ellos incluyen la promoción de la libre determinación de los grupos étnicos, la propagación de la democracia y la intervención externa para ayudar a crear paz y/o propagar la libertad.

2. El término marxismo cultural designa a un grupo de estudiosos de la Escuela de Fráncfort de los años 1930, que ante el fracaso del marxismo para tomar el poder por medios violentos, propugnaron que se lo hiciera mediante el copamiento de la cultura, impulsando los reclamos de minorías, tales como: los homosexuales, las étnicas y las religiosas. Su resultado se expresa en una teoría de la inclusión de todas la culturas , bajo un total pie de igualdad, conocida como multiculturalismo. Sus principales impulsores fueron Antonio Gransci, Max Horkheimer y Theodor Adorno.
 

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