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domingo, 20 de enero de 2019

SAN MARTÍN, UN TIPO CON CÓDIGOS.

El desván de Clío 







por Carlos A. Pissolito

Todo ejército se compone de tres elementos esenciales. A saber, primero los hombres, después las ideas, por último los “fierros”. Ya hablamos de los dos últimos. Nos toca, ahora, hablar de los primeros.
"Revista de Rancagua", oleo de Juan Balmes. 

¿Cómo eran los hombres que conformaron el Ejército Libertador? No lo sabemos con exactitud, pero podemos tratar de reconstruir su personalidad.

Para empezar hay que recordar que muchos de ellos fueron reclutados a la fuerza.  Se lee, por ejemplo, en la proclama firmada por San Martín, en su rol de gobernador intendente de Cuyo, del 14 de agosto de 1815, lo siguiente:



“Segundo: Si el número de los presentados en esta Capital y Ciudades subalternas, en el término de quince días no llenase el vacío que hay hasta el completo del Batallón de Infantería Nro. 11 y aumento de los escuadrones de Granaderos a Caballo que vienen a la Capital en auxilio de esta Provincia, se procederá a verificar un sorteo en que entrara todo individuo soltero desde la edad de diez y seis hasta cincuenta años...”

“Tercero: Sólo se exceptuarán de dicho sorteo a los hijos únicos de viuda y padres sexagenarios, los que tengan hermanas huérfanas y de buena vida que las mantengan; los que hayan sido Alcaldes, Regidores o Jueces de Partido; los que padezcan alguna enfermedad habitual...”

Para encuadrar a esa variopinta masa combatiente estaban los oficiales. Había, un poco de todo, desde amigos hasta aventureros; leídos y legos en el arte militar. San Martín, que era un espíritu sistemático. En esto, tampoco, improvisó. Al efecto, les dió un código de conducta.

Decía así:

El cuerpo de oficiales tiene un derecho de reprender (por la voz de su jefe) a todo oficial que no se presente con aquel aseo propio del honor del cuerpo, y en caso de reincidencia sobre este defecto, quedan comprendidos en los artículos de separación de él .

También especificaba cuáles eran las conductas inaceptables en un oficial:


1. Por cobardía en acción de guerra, en la que aún agachar la cabeza será reputado tal.

2. Por no admitir un desafío, sea justo o injusto.

3. Por no exigir satisfacción cuando se halle insultado.

4. Por no defender a todo trance el honor del cuerpo cuando lo ultrajen a su presencia o sepa ha sido ultrajado en otra parte.

5. Por trampas infames como de artesanos.

6. Por falta de integridad en el manejo de intereses, no pagar a la tropa el dinero que se haya suministrado para ella.

7. Por hablar mal de otro compañero con personas o oficiales de otros cuerpos. 

8. Por publicar las disposiciones internas de los oficiales en sus juntas secretas. 

9. Por familiarizarse en grado vergonzoso con los sargentos, cabos y soldados.

10. Por poner la mano a cualquier mujer aunque haya sido insultado por ella.

11. Por no socorrer en acción de guerra algún compañero suyo que se halle en peligro, pudiendo verificarle.

12. Por presentarse en público con mujeres conocidas como prostituidas. 

13. Por concurrir a casas de juego que no sean pertenecientes a la clase de oficiales, es decir, jugar con personas bajas e indecentes.

14. Por hacer un uso inmoderado de la bebida en términos de hacerse notable con perjuicio del honor del Cuerpo.

A la tropa, compuesta por los sargentos, cabos y soldados. Se exigía una lealtad y una disciplina absoluta. Pocos delitos y hasta muchas faltas no escapaban de la pena de muerte. Van algunas como muestra:

... Todo el que blasfemare del Santo nombre de Dios, ó de su adorable Madre, é insultare la religión, sufrirá cuatro horas de mordaza atado á un palo en público por el término de ocho días. 

,,. El que sea infiel á la Patria comunicándose con los enemigos, haciéndoles alguna señal, revelando el santo, ó de cualquier otro modo que cometiese traición, será ahorcado á las dos horas.

... El que sin orden saliese de las filas, escalare murallas, ó fuertes, ó entrase á la fuerza en casa de particulares, será pasado por las armas. 

... La misma pena tendrá el que fugare, el que diese vuelta la espalda, ó que diese la voz de retirada, ó cualquiera cosa que indique cobardía en estos casos, será pasado por las armas allí mismo.

... Los que levantasen el grito en cualquier asunto, aunque sea por el sueldo, vestuario ó socorro, serán diezmados para fusilarse, y el que se verificare ser el primero se le aplicará esta pena sin entrar en suerte.

... El sargento, cabo ó soldado que no obedezca á los oficiales en asuntos del servicio, serán pasados por las armas; el sargento segundo que no obede­ciese al primero, estando de facción, tiene pena de la vida, y si no lo está, perderá la gineta; el soldado que no obedeciese á los sargentos y cabos de su compañía en cosas del servicio, será castigado con pena de la vida. Los tambores, pifanos y clarines, están subordinados al tambor mayor, bajo las mismas penas que el soldado á sus sargentos.

... La centinela que duerme, deja el arma, se distrae, que permite que le mude otro que no sea su cabo, que no avisa la novedad que advierte, que roba estando en aquel servicio, será fusilado.

... La falta de puntualidad en acudir á su puesto, tiene pena de la vida al frente del enemigo; en campaña la misma, ó baqueta según las circunstancias.

... La misma pena tendrá el que forzare mujer ó la robare.

... El que se embriague tendrá un mes de prisión, por primera vez; por segun­da cien palos, y por tercera presidio, y advirtiéndose que la embriaguez a ninguno servirá de disculpa para que se le minore la pena.

De la lectura de estos códigos se puede deducir un tipo humano. Un arquetipo, podríamos decir. Alguien que según nuestros estándares modernos juzgaríamos, hoy, como un tanto insolente y soberbio. En pocas palabras: un agrandado. Pero hay que reconocer el métier de estos hombres era el lanzarse en una carga o asaltar una posición enemiga a la bayoneta.

Pero, por otro lado, se buscaba que, de paso,  fueran hombres respetuosos de los horarios, de la autoridad y de las mujeres.

Me pregunto, en voz alta, si no nos vendrían bien algunas consignas de esos códigos en los días que corren. La respuesta se la dejo a los lectores.

Continuará...


Nota:

(1) La pena de “correr la baqueta” consistía en correr con la espalda desnuda entre dos filas conformada por la tropa. Para ser golpeado, si era de infantería con las correas portafusiles; y si era de caballería con las correas de grupa.

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