El Arcón de la Estrategia
por Carlos Pissolito
A juicio de varios expertos, tanto en el viejo arte de la guerra como en el, supuesto, de predecir el futuro, las guerras del presente y, especialmente, las del futuro serán libradas por drones y robots de alta tecnología.
Es más agregan, que un paso siguiente será uno en el cual la inteligencia artificial reemplazará a las decisiones humanas en el campo de batalla.
Lamentamos decirles a todos ellos, muchos provenientes del mundo de la ciencia ficción o de las empresas productoras de tecnología militar, que los conflictos armados serán dirimidos por hombres en la tierra, no por robots en el espacio. Las mismas tendrán más en común con las luchas de las tribus primitivas que con las guerras convencionales a gran escala de cualquier clase que el mundo pueda haber visto por última vez, probablemente, con nuestra Guerra de Malvinas.
A partir de que los beligerantes estarán entremezclados unos con otros y en medio de la población civil. La estrategia de pensadores convencionales como Clausewitz no tendrá aplicación, pues ya no serán los Estados quienes los libren, en exclusividad.
Las armas serán menos sofisticadas de lo que los fabricantes de armas piensan y nos quieren vender. Las guerras no serán libradas por hombres perfectamente uniformados en containers con aire acondicionado, sentados detrás de pantallas, manipulando símbolos y apretando botones.
Las “tropas” tendrán más bien el aspecto de guerrilleros o de piratas que el de funcionarios de defensa.
Por otro lado, las guerras no tendrán lugar en espacios abiertos, sólo por el hecho de que la masa de la población mundial vive, hoy, en espacios urbanizados de diferente tamaño.
Por supuesto, que la tecnología jugará su parte, pero no como la piensan estos expertos. No habrá supercomputadoras ni supersatélites que lo hagan todo, pero sí una parafernalia de pequeños gadgets que harán la vida y la pelea de los combatiente más sencilla. Tales como, GPS que le dirán su ubicación o pequeños drones que le permitirán ver el otro lado de una colina.
Pero, el viejo arte de matar y de estar dispuesto a arriesgarse para poder hacerlo, permanecerá casi inalterable.
El profesor de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Martin van Creveld, un estudioso de las relaciones entre la tecnología y la guerra.(1) Con varios libros sobre el tema, en su haber, nos resume su posición en los siguientes puntos:
- Ningún sistema de armas por sí solo, incluso el más novedoso y más poderoso, basta por sí mismo. Es esencial incrustarlo en todo lo que implica el arte de librar una guerra. Incluyendo, al menos, la organización, la logística, el entrenamiento, la doctrina, la estrategia y las tácticas.
- Cualquier arma (excepto la nuclear, contra la cual la única defensa es la disuasión) puede, en principio, ser contrarrestada, eficazmente por otra.
- Para que una nueva tecnología sea de utilidad en la guerra, es necesario tomar al enemigo por sorpresa. Para ello sea posible, ella debe desarrollarse e introducirse en secreto, en la medida de lo posible. Una tecnología cuya existencia y características son conocidas es una tecnología para la cual ya existen contramedidas. Igualmente, la ejecución de este punto se contrapone con las exigencias del punto 1.
- Cualquier nueva tecnología debe ser utilizada en masa. Aparte de las armas nucleares, rara vez, si alguna vez en la guerra, alguna arma ha sido tan poderosa como para ser capaz de actuar como una verdadera “bala de plata”.
- Siguiendo directamente esta premisa, la nueva tecnología debe usarse en el punto y en el momento decisivo. En otras palabras, donde pueda hacer el mayor bien para uno mismo y el mayor daño para nuestro enemigo.
Nota:
(1) Entre ellos se destacan: “Technology and War: From 2000 B.C. to the Present”, “The Age of Airpower” y “Nuclear Proliferation and the Future of Conflict”.
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