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lunes, 18 de febrero de 2019

LAS BASES MILITARES SON AMORES.

















por Carlos Pissolito


Todo poder tiene la necesidad de proyectarse en el tiempo y en el espacio. El poder militar no es la excepción. Desde tiempos inmemoriales los ejércitos para avanzar y conquistar un espacio han tenido que construir bases desde las cuales poder apoyar y sostener su esfuerzo bélico.

“Las legiones marcan el espacio donde Roma no muere” decían los Antiguos. Basta ver el desarrollo y expansión de los fuertes romanos, primeros en la Península Itálica y, luego, en el pináculo de su poder, verlas extenderse desde la turberas de las Islas Británicas hasta los desiertos de Persia para seguir el derrotero de su expansión.


Igualmente, hoy asistimos a un fenómeno similar. No ya de la mítica Roma; pero sí de las grandes potencias que desean emularla y que van jalonando el Mundo con su collar de perlas de bases militares.

Hasta hace poco, dos de ellas: los EEUU y la Unión Soviética se habían lanzado a la carrera de construirlas en sus lugares de interés. Los norteamericanos eligieron, principalmente, a Europa, para colocar sus bases y consolidar, así, su triunfo luego de la 2da GM y tratar evitar la expansión del Comunismo. Por su parte, los rusos optaron por una maniobra de contra cerco y las construyeron en la periferia europea, vale decir en Levante, en África y en el Caribe.

A esta gran movida se la denominó Guerra Fría. Estuvo inspirada por una doctrina elaborada por un presidente de los EEUU, la denominada Doctrina Truman, la  duró unos 50 años, hasta la caída del Muro de Berlín en 1989 que fue cuando se inició el colapso de la Unión Soviética.

Vivimos tranquilos por un tiempo. Pero, mutatis mutandi, volvemos a asistir a otra carrera por la instalación de bases militares. Esta vez entre los EEUU y China. Lo malo es que, esta vez,  nuestro país está en el centro de la discordia.

Concretamente, en el 2018 China lanzó al espacio una docena de satélites destinados a establecer su propio sistema de guía GPS para uso militar. En el marco aceptado de que el espacio exterior es ya una nueva dimensión de la expansión de toda potencia que se precie de tal.

Fu en el 2012, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, paradójicamente, rebosaba de consignas nacionalistas ante el embargo de nuestra Fragata ARA “Libertad” en un puerto de Ghana que se firmaron los acuerdos para establecer una base militar china en la bajada del Agrio en la Provincia del Neuquén.

Aunque siendo justos, hay que agregar que estos acuerdos fueron refrendados por el gobierno de Mauricio Macri. También, responsable de que nuestro buque escuela no salga a navegar, este año, por falta de presupuesto.

Como vemos, no hay inocentes. Nuestra clase política ha permitido, nada más ni nada menos, la instalación de la primera base militar extranjera que opera en territorio argentino desde que el país existe como tal. Otra es la británica que opera en nuestras Islas Malvinas. Pero, esa no la regalamos, la perdimos peleando.

Para colmo de males, como no podía ser de otra forma, han sido los EEUU quienes han puesto el grito en el Cielo y, a través de su  Comando Militar  Sur, manifestado su inquietud por la presencia militar china en el territorio de Neuquén.

Sucede que China necesita expandirse. Para lo cual debe asegurarse la provisión de  materias primas, las que piensa obtener de África y comida, la que piensa obtener del Subcontinente Sudamericano. Más precisamente, de Brasil y de la Argentina, sus grandes proveedores de granos.

Esta circunstancia, coloca a nuestro país en el escenario de una confrontación potencial entre los EEUU que no quieren la presencia militar china por estas tierras y China que acaba de inaugurar una estación terrena espacial operada por personal de sus FFAA.

Los norteamericanos lo hacen en nombre de otra doctrina, también, elaborada por uno de sus presidentes. Se la conoce como Doctrina Monroe. Y es aquella de: “América para los americanos” y que no quiere potencias extracontinentales merodeando por acá.

Igualmente, es popularmente conocida como la doctrina del “Patio Trasero”. Aunque ya el Papa Francisco se encargó de aclarar, durante su visita a Panamá, de que la América del Sur “no es el patio trasero de nadie.”

Así debe ser y estamos de acuerdo con el Sumo Pontífice. El problema es que somos un país que ha ido perdiendo las capacidades militares que le permiten marcar el espacio de su seguridad y de su influencia.

Sin FFAA, dignas de es nombre, no tendremos muchas probabilidades de salir con bien. Pues, como ya lo decía Esopo, en unas de sus famosas fábulas, cuando las ranas deciden abandonar su estanque, porque está a punto de secarse, deben analizar, primero, las consecuencias.





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