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lunes, 23 de septiembre de 2019

Porque la estrategia es diferente.



“Infinity Journal”. Volumen 6, Capítulo 4. IJ Infinity Group, Ltd. Tel Aviv, Israel.





COMENTARIO: No ha sido siempre fácil, aún para los expertos definir el objeto propio, así como el alcance y los límites de la Estrategia. Colin Gray, un escritor reputado en estos temas, lo intenta. Más allá de cierta confusión semántica, creemos que lo logra. Su mérito estriba en llegar a las mismas conclusiones que otros autores que compartimos. Lo hace casi al final de su carrera profesional, lo que no es poco y marca una sana evolución de su pensamiento. 







Colin Gray 


Introducción: el misterio de la estrategia

Argumentaré, en este ensayo que la estrategia difiere de otros componentes de la seguridad nacional e internacional de una manera que, comúnmente, no se reconoce. Mientras que todas las políticas/principios de acción, operaciones y tácticas pueden tener una realidad empírica contemporánea que puede ser verificada. La estrategia, por sí sola, es una realidad futura que será verificable solo a través de la comprensión de las consecuencias de su pensamiento y de su comportamiento. La estrategia puede ser lo que se pretende hoy, pero su realidad puede existir, estrictamente, solo en el futuro. Siempre debe ser, potencialmente, una guía o una advertencia para el mañana.

Solo unos pocos comentaristas e historiadores se han acercado a reconocer por qué el concepto de estrategia ha resultado tan elusivo, incluso casi evasivo. Este autor ha sido un  estudioso de la estrategia durante más de cincuenta años, pero debo confesar que en todo ese tiempo no pude buscar, con suficiente rigor, el núcleo del desafío que, por fin, acepto en este ensayo. Lo que encuentro bastante desconcertante es la naturaleza de esta investigación. Admito que apareció suficiente luz e iluminó lo que antes me había eludido por completo, cuando mi necesidad de pensar más profundamente de lo habitual sobre el significado de la estrategia me golpeó en la cara. Necesité hacer el borrador de mi libro, “Teoría de la estrategia”. (1)


Me he quejado, a menudo, probablemente, de manera pedante, sobre el mal uso popular y, supuestamente, experto del adjetivo "estratégico". A través del abuso frecuente, el sustantivo, la estrategia, e inevitablemente,  el adjetivo, estratégico, han perdido mucha integridad conceptual. Dado que Infinity Journal se compromete, inflexiblemente, a una mejor comprensión de la estrategia, se debe suponer que acoge con beneplácito alguna reflexión fundamental sobre el tema. Existe un problema inevitable en las mentes de aquellos que, sinceramente, no encuentran preocupante la actual vaguedad conceptual del tema. Antes de continuar, necesito registrar, firmemente, que, en mi opinión, el malentendido de la estrategia, a menudo en el pasado y, también, comúnmente en el presente, ha sido extremadamente doloroso y costoso. Es improbable que los hábitos conceptuales de las generaciones puedan cambiar o se reviertan, pero siempre se puede intentar.

Tiempo
No se argumenta aquí que las consideraciones de tiempo solo son distintivas respecto de la estrategia. Naturalmente, todo el fenómeno del conflicto tiene una dimensión temporal particular, a veces variable. Todo en nuestro universo debe ocurrir a tiempo, favorable o no, para la empresa del día o del período. Mi argumento no es que la estrategia por sí sola tenga una calidad temporal de importancia crítica, aunque esa afirmación es lo suficientemente cierta como para ser respetada. El punto de importancia no es que la estrategia por sí sola esté habilitada por el paso del tiempo, eso sería incorrecto, incluso ridículo dado lo que es posible táctica, operativa y políticamente, incluso con la ayuda temporal de un orden claramente explosivo. Piense en el posible empleo de ICBM que podría hacerse, lo dudo y me niego a hacerlo, en el rango intercontinental. Un pensamiento claro y consistente sobre la estrategia nos dice que las fuerzas estratégicas, tan mal llamadas, son estratégicas en sus consecuencias, no en sus acciones. Esto último debe entenderse como táctico, con la posibilidad de que el arte operativo sea,en este caso, notablemente problemático. El alcance y la escala de una catástrofe, casi segura, es clave para el significado de las fuerzas nucleares estratégicas. Esto es lo que proporciona la garantía del derecho "estratégico" de las fuerzas propias y que las superpotencias respaldan. De lo que se trata, es de fuerzas reconocidas oficialmente como "estratégicas", es que se está hablando del paso del tiempo.

No debería ser necesario decir que todo lo que decimos y hacemos tiene cierto límite de tiempo. El reloj y el calendario  están siempre con nosotros, además, siempre han estado, independientemente, del nivel de realización científica y tecnológica de las sociedades de alto vuelo contemporáneo. Lo que distingue a la estrategia es que puede existir, solo, en el futuro.

La estrategia está bastante sola como un posible contribuyente de evidencia para el mañana, pero no para el presente. El ICBM, mencionado anteriormente, se vuelve auténticamente estratégico, por desgracia, cuando consideramos las posibles, de hecho probables, consecuencias de su uso. El uso lingüístico popular, o mal uso, elige colapsar a las tácticas en la estrategia, cuando la discusión procede a las consecuencias del empleo nuclear.

Lo que hace que la estrategia sea diferente de los otros comportamientos de particular interés aquí, es una cuestión de naturaleza más que de carácter. Todo pensamiento y comportamiento militar, político, económico y cultural, eterna y universalmente, tiene que ocurrir en la dimensión del tiempo. Este contexto temporal es tan familiar, incluso intrusivo, que su simple familiaridad puede generar lo que equivale a un desprecio. Comúnmente, la gran importancia del tiempo no se reconoce de manera uniforme, incluso, tal vez, en los ámbitos de quienes, generalmente, contribuyen a la elaboración de la estrategia. Al escribir sobre estrategia, no es inusual que los teóricos simplemente descuiden el tratamiento de los problemas temporales. Los estrategas siempre deben comprender que el tiempo "perdido" por cualquier grupo de razones, tanto buenas como malas, nunca se puede recuperar: se ha ido para siempre. Este punto simple, pero de fundamental importancia de la ciencia geofísica, sigue teniendo una gran importancia para los creadores de la estrategia.

La estrategia no es única en su vulnerabilidad al error temporal; por ejemplo, el barro puede impedir el desempeño militar a todos los niveles, táctico, operativo e incluso, por lo tanto, estratégico. No debemos olvidar que el logro estratégico siempre es, de hecho sólo puede serlo, el producto merecido del éxito de los niveles tácticos y operativos. Debido a que la estrategia tiene que ver con las consecuencias, la dimensión temporal debe tener una importancia extraordinaria. Los niveles de evaluación tácticos e incluso operativos pueden fallar, por un tiempo, en revelar noticias militares profundamente desagradables. Por ejemplo, en diciembre de 1941, debería haber quedado claro que la Alemania nazi y sus aliados estaban, aproximadamente, dos millones de hombres por debajo del total requerido para tener éxito en la invasión e intento de conquista de la Unión Soviética: un millón para el reemplazo de las bajas y un millón adicional para el nivel de fuerza necesario para completar la tarea prevista. La excelencia nazi en los niveles tácticos e incluso operativos del conflicto, por su parte, se reveló en los niveles estratégicos y políticos de la guerra como una quimera. Lo que resultó más letal para la guerra alemana en 1941-5, fue la duración de un combate mortal muy intenso. El principal error de Alemania, del que no podía haber marcha atrás y, mucho menos, recuperarse. Fue la suposición de que la URSS era similar a un castillo de naipes que se derrumbaría sobre sí mismo cuando sufriera importantes reveses militares. Nunca se puede saber si esta creencia falaz, incluso si fuera cierta, hubiera sido suficiente para derribar a la Rusia de Stalin, porque la Wehrmacht no le pudo infligir daños irrecuperables. Lo que sucedió, en cambio, fue que los rusos lograron prolongar la guerra en una fase en la que el enemigo alemán carecía de los recursos humanos y mecánicos para proseguir la guerra en condiciones favorables. La  estrategia rusa fue librar la guerra por más tiempo del que el enemigo era físicamente capaz de enfrentarlo en batalla con cualquier perspectiva de éxito final.

No pretendo menospreciar, implícitamente, la creciente habilidad de los estados mayores y del generalato ruso. La raíz del problema alemán, sin embargo, fue la deficiencia cuantitativa. A pesar de comandar un ejército invasor de cerca de tres millones y medio de hombres, los atacantes cayeron en la falta de cerca de dos millones en número. (2)

Por supuesto, generalmente, es muy preferible librar una guerra breve y exitosa. Sin embargo, muchos territorios no han sido bendecidas por las circunstancias de que las guerras que ellos no pueden evitar, fueran breves. Un factor importante en la conducción de largas guerras debería ser la oportunidad que brinda, en un contexto de supervivencia, el enseñar cómo resistir y, quizás, como ganar el tiempo para emplear activos, productivamente, para la supervivencia final. Si una organización política puede sobrevivir a diversos episodios militares pobres, como una necesidad, puede aprender mejor cómo persistir y sobrevivir. El caso clásico fue el británico en 1940. La guerra se perdía en la mayoría de los aspectos, pero no en todos. La Gran Bretaña no tenía una estrategia ofensiva realista y creíble para obtener la victoria en la guerra en Europa. Sin embargo, lo que hizo fue librar una guerra que, difícilmente, podía perder contra los italianos en Libia. No fue una gran competencia, pero al menos, los éxitos geopolíticos expansivos lograron una cobertura de noticias positiva en la Gran Bretaña y, también, en los Estados Unidos, donde realmente importaba. Tras la terrible incompetencia demostrada en Flandes (y Noruega) a principios del verano de 1940, pero luego de la victoria, realmente impresionante, en la Batalla de Gran Bretaña en septiembre. (3) Todo lo que se podía hacer era simplemente continuar y esperar los errores alemanes, notables en política y en estrategia: estos, por supuesto, se cometieron en abundancia, comenzando en junio de 1941 con la invasión nazi de Rusia.


Flexibilidad y adaptabilidad
La estrategia no es una búsqueda de la verdad, sino que debería ser el producto de una evaluación responsable de las consecuencias del comportamiento táctico y operativo. Hay y no puede haber un comportamiento estratégico, porque, si se emplea con sensatez, la idea de la estrategia solo debe ser la acción registrada táctica y operativamente. Estrictamente empleada, literalmente, la idea de acción o efecto estratégico refleja confusión por parte del orador o del escritor. Dado que la estrategia se trata de lo que sucede debido a la acción táctica y operativa, uno está en peligro de decir, o tal vez de parecer decir, que las tácticas y las operaciones se producen a sí mismas, dado el verdadero significado de la estrategia que no debe olvidarse. En medio de las contorsiones teóricas en las que el teórico incauto podría deambular peligrosamente, es un error categórico verdaderamente letal. Si, en esencia, la estrategia está hecha de los hechos y de las acciones tácticas y las operaciones, aunque con un condimento deseablemente pesado influenciado por la política, uno está obligado a reconocer una eterna y universal verdad sobre la estrategia.

Más especialmente, debemos apreciar que el tema es inexorablemente holístico. Puede ser un desafío explicar a los estudiantes, con suficiente claridad, que la estrategia no significa lo que probablemente habían creído. Tanto los autores académicos como los autores de divulgación usan mal la estrategia y su adjetivo con escasa disciplina conceptual. La estrategia, al mismo tiempo, puede ser una idea más grandiosa y más limitada y específica de lo que es útil para capturar en las ideas guiadas por las tácticas y, también, por las operaciones. Esto no es ser crítico de la teoría al  respecto, por supuesto. De particular importancia para el análisis es la relativa claridad de la clasificación. Sabemos y generalmente estamos de acuerdo sobre lo que es, o debe entenderse por tácticas y operaciones. Este teórico no está muy enamorado de las inevitables separaciones impuestas, ahora, en la tríada estándar de ideas clave entre tácticas, operaciones y estrategia. Hay una inflexibilidad acerca de esta categorización triádica que impide la comprensión. De hecho, existe una rigidez escolar en gran parte de la escritos sobre nuestro tema ¡en la medida en que los profesionales ocupados están dispuestos a dedicar poco tiempo a las materias teóricas!

Es esencial, nunca olvidar que la estrategia, generalmente, es un tema controvertido. El enemigo también tiene un voto. La estrategia está hecha para una región de acción, en el mundo real, que puede flotar entre el libre albedrío casi en un alto nivel de la política conformado y dirigido por la política y la seria restricción de los enemigos decididos a resistir. La referencia popular a lo supuestamente estratégico, es decir de aquello que parece ayudar a ocultar el significado del tema y las implicaciones que pueden seguir. Casi se puede sentir la ola de decepción cuando se introduce a una audiencia la idea, bastante novedosa, de que la cualidad algo misteriosa, "estratégica", no tiene, por definición, una realidad material establecida. En otras palabras, en el más importante de los sentidos, la estrategia no puede ser fotografiada, sino que es una calidad de un juicio contextual. Para arriesgar la subestimación, esto puede ser una apreciación demasiado grande para muchos soldados y civiles por igual. Sin embargo, para el talentoso líder político o militar, la lógica de este argumento puede ser liberadora.

La diferencia entre política y estrategia, por un lado, y tácticas y operaciones, por otro, es realmente enorme. En las primeras categorías de pensamiento y comportamiento, se prohíben relativamente pocas opciones, mientras que en la segunda, los obstáculos y las limitaciones son generalmente conocidas y pueden ser tanto físicas como humanas y, posiblemente, incluso visibles. Los líderes políticos les dirán a sus estrategas, políticos y militares, qué deben esforzarse por hacer, pero también, posiblemente, cómo deben tratar de hacer lo que especifican sus órdenes. La flexibilidad en los objetivos de las políticas suele ser específica según la situación, al menos parcialmente, impulsada por las clamorosas demandas de públicos nacionales notablemente inexpertos o aliados extranjeros problemáticos.

La flexibilidad comúnmente se entiende no sólo como una virtud en el arte de gobierno e incluso en la estrategia, sino, también, como un requisito real para un alto mando político y militar prudente. Sin embargo, surge un problema obvio si los líderes se dejan tentar, fatalmente, por los aparentes beneficios de la adaptación que se consideran indebidamente conciliadores con las de un competidor. La estrategia difiere, enormemente, de las otras funciones de la teoría relevante en que, por definición, ya que se trata de cosas que tienen que ocurrir. La política y las políticas, las tácticas y las operaciones pueden verse afectadas, ahora, lo que significa es que el conocimiento empírico está disponible de forma inmediata. Los errores tácticos pueden matarlo, hoy, mientras que los errores operativos pueden resultar fatales en días o quizás semanas. El contraste, con el error estratégico, difícilmente, puede ser más claro. Un error estratégico en el Estado o en la estrategia puede llevar años para revelarse como un horror total. Para un ejemplo histórico muy obvio y extremadamente grande de locura estratégica, considere las consecuencias negativas para los nativos americanos de su incapacidad para mantener a los intrusos europeos en alta mar. Aprecio porque la población nativa de las Américas, del norte y del sur, no podía excluir la colonización europea. Sin embargo, uno siente que, dadas sus ventajas en números y, en poco tiempo, incluso en movilidad equina, se ve que solo se hizo un trabajo deficiente como resistencia efectiva.

Otro ejemplo deslumbrante del significado sombrío de la estrategia se ofrece en el ejemplo de la exitosa invasión de Inglaterra por parte de Guillermo de Normandía en 1066 y que, por error operativo y luego táctico, el rey Harold de Wessex, perdió. Las malas consecuencias de la conquista normanda perduraron literalmente durante siglos. Este fue un fracaso estratégico sajón a gran escala. Los errores tácticos e incluso operativos, obviamente, pueden resultar extremadamente costosos, mientras que los errores estratégicos en esas empresas aparentemente tienen el potencial de cambiar todo el curso histórico de una sociedad. Hace unos años escribí para este diario sobre la Batalla de Gran Bretaña, librada brevemente en el cielo sobre todo en el sur de Inglaterra entre agosto y septiembre de 1940. Esta batalla, la primera de su tipo en la historia, fue táctica y operacionalmente trascendental, pero su máxima importancia tiene que ser juzgada al nivel estratégico. Esta batalla, que por supuesto Alemania perdió, requirió que Hitler no pudiera invadir a Gran Bretaña en 1940 y, dada su carrera contra su propia mortalidad, tratara de conquistar a la URSS, la siguiente tarea en el camino de conquista de la Alemania nazi. El fracaso en una sola campaña en 1940 tendría consecuencias en la configuración del resto de la guerra. Este hecho resalta, admirablemente, lo que significa el adjetivo estratégico. La secuencia de eventos desde 1941 hasta 1945 y, luego, el enfrentamiento político y militar Este-Oeste hasta 1991, fue, en parte, lógicamente, rastreable como un resultado del fracaso alemán sobre Inglaterra en el otoño de 1940.

Probablemente sería demasiado pedirle a los soldados que levanten un poco la vista de la muerte y la destrucción de la acción que los rodea para considerar el posible, incluso probable, significado de “acción de este día” para el curso, incluso desconocido, incognoscible, de los eventos de mañana. A modo de marcado contraste con los horizontes comprensiblemente limitados de la mayoría de los soldados, el estratega, militar o civil, debe mirar hacia el futuro lo mejor que pueda. El propósito será intentar comprender la dirección que está tomando la política, aunque posiblemente, aún más probablemente, no los objetivos que pueden alcanzarse.

A diferencia del mundo profesional del táctico, el estratega, generalmente, tiene tiempo suficiente para escuchar opiniones bien consideradas. En la práctica, tanto el táctico militar como el político habitan en un mundo claramente vulnerable a las presiones más características de las crisis. Muy a menudo y en forma no previsible, el político, como también el táctico, se ven obligados a tomar decisiones irrevocables. No todas las palabras pronunciadas, descuidadamente, pueden ser excusadas o posteriormente explicadas satisfactoriamente. Puede y probablemente debería señalarse que no todas las opciones estratégicas estarán más allá de una revocación. Hay un giro irónico en la historia de la estrategia. Mientras que, a diferencia de los ámbitos de la política y de la táctica, el mundo del estratega debería permitir tomarse el tiempo adecuado antes de tomar un compromiso decisivo. Sin embargo, una vez tomada y ejecutada, la decisión estratégica tiende a ser casi imposible de corregir de manera importante. Por lo general, uno puede retroceder en una elección táctica imprudente o dos. Incluso puede ser posible cambiar de opinión sobre un compromiso político. Sin embargo, las opciones estratégicas tienen un potencial intrínsecamente más atractivo y, por lo tanto, vergonzoso, como mínimo, para causar un daño. Se descubrió que una tonta decisión de invadir, derrocar y luego reemplazar a la URSS de Stalin había colocado al Sexto Ejército alemán del Volga, en el invierno de 1942, mucho más allá de la posibilidad de ser rescatado. El desastre nazi en Stalingrado proporciona una ilustración de libro de texto respecto de elecciones operativas políticas y militares particulares que se vuelven, extraordinariamente, estratégicas cuando uno invade Rusia con muy pocos hombres y demasiado tarde en el año: es una receta para el desastre.

Es una verdad general importante sobre la estrategia saber que, mientras que los otros componentes principales de la teoría relevante (política, operaciones militares y tácticas), aunque seguramente no siempre, pueden ser, de hecho a menudo son, adoptados y ajustados para coordinarse más estrechamente. En el contexto emergente en vivo, la estrategia puede ser casi imposible de revocar. El concepto de estrategia se refiere a un curso completo de eventos, no solo a un objeto particular o evento de especial interés. Para ejemplos recientes, las intervenciones dirigidas por los estadounidenses en Irak y en Afganistán fueron ambas fallas estratégicas. Los objetivos políticos de los Estados Unidos en ambos países no estaban asegurados ni podían ser mantenidos, lo que, cuando todo lo demás se dice y se hace, es de lo que se trata la estrategia más relevante. No se trata de esforzarse, esforzarse enérgicamente por hacer cosas buenas, incluso supuestamente en función del  interés nacional.

No pocas veces las políticas pueden controlar la duración temporal de su esfuerzo. Como Clausewitz señaló preeminentemente, sin embargo, a veces el enemigo del día tiene algo que decir sobre el tema de la duración de la guerra. (4)  Una guerra bien puede concluir de manera persuasiva cuando las partes en el conflicto deciden que no pueden librarla lo suficiente lejos para resistir en forma razonable la perspectiva de asegurar una ventaja políticamente valiosa. Alternativamente, por supuesto, la guerra puede terminar cuando ya no haya rivales en una condición adecuada para sostener o renovar hostilidades activas. En este último caso, los asuntos políticos en juego pueden, simplemente, quedar indecisos, posiblemente para permanecer en la problemática de las generaciones venideras respecto de las guerras futuras. No siempre es esencial para el orden mundial que se resuelvan los grandes problemas estratégicos. Algunas de las áreas temáticas más profundamente sentidas en la política global, con prudencia, han quedado políticamente sin resolver. Por ejemplo, la religión falsa, del socialismo como un ejemplo obvio, no tendrá el poder de permanencia transhistórico característico de las principales religiones.

La diferencia
La estrategia no tiene una relación estrecha con la política, las tácticas y las operaciones, excepto de manera crucial e irónica, que es el producto de todas ellas. Aprecio que este puede ser un concepto claramente desafiante de comprender, porque (¡todos nosotros!) Nos hemos acostumbrado a emplear mal tanto el sustantivo como el adjetivo de estrategia/estrategico. Además, los Estados, por docena, han llegado a agregar a la estrategia a su vocabulario oficial, aparentemente, sin apenas pensarlo dos veces. Si uno cuestiona algún reclamo o argumento oficial con respecto al significado de estratégico, ha sido, y sigue siendo, un día de campo para los inventos por conveniencia.

Ser un estratega es marchar con la historia, de hecho inevitable, como un observador-participante hacia destinos desconocidos. Los sucesos, posiblemente, de importancia inusual pueden considerarse dignos de una descripción "estratégica". De vez en cuando, en retrospectiva, tal comprensión puede aparecer validada empíricamente por eventos subsecuentes, aparentemente, significativos. Por elección profesional, el estratega no puede evitar la separación causal de los hechos de los pensamientos y preocupaciones que ha tenido. El único reino del estratega es aquel que solo puede existir mañana.

Notas:


  1. Colin S. Gray, Theory of Strategy (Oxford: Oxford University Press, 2018).
  2. The German Army invaded the Soviet Union on 22 June, 1941, deploying 3,050,000 men and 3350 tanks. Department of the Army, Historical Studies, The German Campaign in Russia: Planning and Operations (1940-1942), Pamphlet No. 20-261a (Baltimore, MD: Department of the Army, March 1955), p.41.
  3. See Colin S. Gray, “Clipping the Eagle’s Wings; Explaining Failure and Success in the Battle of Britain, 1940”, Infinity Journal, Special edn. (October 2012), pp. 5-11.
  4. Carl von Clausewitz, On War, trans. Michael Howard and Peter Paret (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1976), p.75.



Traducción: Carlos Pissolito. 

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