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lunes, 5 de abril de 2021

La HISTORIA NO DA DESCUENTOS.








por Carlos Pissolito



Varias guerras por siglo.
La historia no da descuentos, tampoco, se la puede negar. Ya que lo que sucedió, fue en definitiva, lo único que podía pasar. Ahora, nada impide que de ella extraigamos las lecciones pertinentes para reforzar los aciertos y evitar los errores cometidos en el pasado.

Todo ello se aplica, especialmente, a los hechos históricos relevantes. Vale decir a aquellos cuyas consecuencias perduran a través del tiempo. Y cuya justa valoración hace necesario que hayan pasado a ser “historia”. En otras palabras, que sus frutos se hayan manifestado en plenitud. Para ello el transcurso del tiempo es imprescindible. 

Cuanto más importante es el hecho en cuestión, mayor es el tiempo necesario para su correcta evaluación. Caso contrario, en vez de Historia, lo que se estudia es otra cosa.

La última Guerra de Malvinas es un ejemplo que se encuentra a medio camino de su evaluación precisa.  Ya que por un lado, es un hecho de gran magnitud histórica; pero por el otro, las casi  4 décadas desde su ocurrencia, no han sido suficientes.

Ello se debe, además, al hecho apreciable de un proceso de desmalvinización evidente. Utilizado tanto por propios como por extraños.

Decimos propios y extraños. Porque fue el propio Proceso Militar quien lo inició, cuando no solo se negó a recibir a los veteranos que regresaban tras la rendición de Puerto Argentino; también, cuando formalizó y profundizó esta tendencia con la publicación del denominado Informe Rattembach que hizo duros cargos contra la decisión político/militar de ir a la guerra contra la Gran Bretaña. 

Una actitud que fue, no sólo compartida por la partidocracia que se hizo cargo de los destinos políticos del país tras las elecciones presidenciales de 1983; también, una que fue, especialmente, incentivada a los efectos de mantener bajo control y desarticulado al denominado Partido Militar. 

Todo lo realizado no se limitó a un necesario aunque mal desarrollado control civil sobre las FFAA, sino que condujo a una progresiva desinversión en todo lo relacionado con nuestras capacidades militares. Lo que a la postre concluyó en un virtual estado de indefensión, como ha sido señalado por numerosos especialistas en la materia.

Todo lo dicho es cierto y hay innumerables testimonios y pruebas al respecto. Más difícil de probar; mas no imposible de deducir, es que la Gran Bretaña es la que ha estado detrás de todo este proceso. 

De la lectura del informe británico realizado por Oliver Franks (Lord Franks), a pedido del gobierno británico, tras la guerra. Se deduce que la guerra fue el resultado de una crisis escalada, tanto por el gobierno argentino como el británico. Con el agravante de que el segundo de estos faltó a la verdad en varias oportunidades. Especialmente, en las etapas iniciales del conflicto. 

Posteriormente, los británicos, dirigidos por su Primer Ministra, Margaret Tatcher, centraron su guerra psicológica en el hecho de que las Islas habían sido ocupadas por un dictador sudamericano y que debían ser desalojados. Con ello se pretendió y se logró ocupar la denominada “Moral High Ground” y desviar la atención mundial sobre el tema de fondo, cual era que la Gran Bretaña era una potencia colonial en pleno siglo XX y que desoía dictámenes de la ONU al respecto. 

Lo extraño fue que no solo la dirigencia británica y después, la norteamericana, defendieron este discurso. Sino que lo asumiera como propio la masa de la clase dirigente argentina. Creando mitos paralelos a los británicos como el de “los chicos de la guerra”. 

Uno de los primeros en advertir esta anomalía fue un hombre de la denominada Izquierda nacional, el Dr. Jorge Abelardo Ramos. Quien sostuvo lo siguiente:

Se trata de los mismos sectores democráticos que a partir del 2 de abril se niegan a aceptar el carácter heroico de la gesta, se obstinan en pagar la deuda externa a la banca inglesa y tienden una cortina de humo sobre este grandioso acontecimiento del siglo XX. Han reemplazado todo análisis sobre el imperialismo invasor por una insustancial palabrería pacifista (impregnada hasta el tuétano dé anglofilia) dirigida a los comicios”. 

Y agrega:

“Pero cuando está en juego el suelo de la patria, sólo un cipayo puede preguntarse si el gobierno que conduce la guerra le gusta o no. Si San Martín hubiese renunciado a luchar contra el Imperio español al descubrir a su llegada a Buenos Aires la catadura de Rivadavia y Pueyrredón, quizás seríamos todavía súbditos del rey de España”.

Hoy a casi cuatro décadas de esta confrontación podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que no solo la Argentina, también, la toda Iberoamérica y, por qué no el mundo, cambiaron para siempre. Ya que:

1ro Quedó demostrado que un país periférico no sólo podía desafiar a uno importante apoyado por una superpotencia, sino que estuvo muy cerca de salir victorioso.

2do Todos los mecanismos de cooperación tejidos laboriosamente por los EEUU para con el Hemisferio Occidental por más de un siglo, saltaron por los aires y nunca se repusieron del todo. A saber, el TIAR, la Junta Interamericana de Defensa y su madre putativa la OEA. 

3ro También, la Doctrina Monroe en todas sus variantes -desde las más soft a las más duras- quedó desacreditada para siempre. 

Sea como sea, la pasada Guerra por las Islas Malvinas no fue el primero y deduzco que no será el último enfrentamiento con la Gran Bretaña. Nuestro "querido" enemigo histórico.

Pero, si queremos volver a ganar resulta una condición imprescindible. No solo aprender las lecciones del pasado. Especialmente, volver a conquistar el terreno llave más importante de todos. Cual es nuestra voluntad de lucha. Lo que implica, necesariamente, asumir un discurso propio alejado de los contenidos de la acción psicológica enemiga. 

Por ello, toda conexión, consciente o inconsciente a la desmalvinización, es una grave concesión para con la estrategia de nuestro enemigo histórico. 


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