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viernes, 4 de enero de 2013

Venezuel, en vilo.

Por Emilio Cárdenas | Para LA NACION

 
 
Desde el 11 de diciembre pasado, Hugo Chávez está grave. Los suyos esperan que su recuperación sea posible. Otros meditan, en cambio, en una posible etapa nueva para su patria, en la que de pronto puedan recuperar la libertad extraviada y dejar atrás el autoritarismo. Dividida profundamente, Venezuela enfrenta, es cierto, una situación no inesperada pero bien difícil.

Las fuerzas armadas venezolanas jugarán un papel clave ante la ausencia de Chávez. Arbitrarán, por lo menos, en la lucha por el poder que crece como consecuencia de la situación. No sólo por su capacidad de acción específica. También por la circunstancia que, en el entramado administrativo chavista, ellas controlan logística y administrativamente algunas funciones vitales del gobierno. En rigor, tienen tres carteras en el propio gabinete ministerial.
En lo que no ha sido casual, once militares acaban de ser electos como gobernadores. Venezuela tiene 23 provincias, por lo que casi la mitad de ellas está ya bajo control militar directo. Como si ello fuera poco, los militares participan -orgánica y activamente- en la gestión misma de los planes sociales de Chávez.
A menos de una semana de la fecha en que Chávez debiera asumir el poder, parece difícil que pueda efectivamente hacerlo. La Constitución es, en este caso, clara. Debería convocarse, en 30 días, a nuevas elecciones presidenciales.
Ante esto, más allá del rol central que indudablemente Cuba tiene en este proceso, se advierte una discreta lucha por el poder, con varios nombres que han saltado, cada uno a su manera al ruedo, dando su "presente".
Primero, el delfín formal de Chávez: Nicolás Maduro. Es Vicepresidente y Canciller, simultáneamente. Su esposa Cilia Flores ha sido presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela. Hombre de confianza de los hermanos Castro, es el principal contendor en la eventualidad de un remplazo de Chávez en el timón del poder.
Segundo, Diosdado Cabello. En ex militar de la propia promoción (1987) que hoy conduce a las fuerzas armadas venezolanas. Es el titular del Legislativo. En el 2002 ejerció temporariamente la presidencia ante una ausencia de Chávez. A los 48 años, ha ocupado varias carteras ministeriales: Infraestructura, Interior y Justicia, y Obras Públicas. Su intimidad con las fuerzas armadas lo convierte en un candidato formidable.
Tercero, Adán Chávez, un hermano de Hugo que es, desde el 2008, gobernador de la provincia de Barinas, una suerte de feudo familiar de los Chávez del que antes fuera gobernador el padre del presidente. Profesor de educación física, a los 58 años es ciertamente un "duro" y "radical" ideológico que -de pronto- podría se promovido por la familia para preservar el enorme poder que hoy detenta. Fue embajador en Cuba y ministro de Educación.
Cuarto, Jorge Arreaza. El yerno de Chávez. Otra opción familiar, entonces. Hoy es ministro de Ciencia y Tecnología. Últimamente ha tomado notoriedad a través de las redes sociales difundiendo información y comentarios acerca de la salud de Hugo Chávez.
Y finalmente, Ernesto Villegas, el ministro de Comunicación e Información. Una suerte de vocero del gobierno. Se molestó públicamente cuando recientemente el canal de televisión privado "Globovisión" calificara de "presidente encargado" a Nicolás Maduro.

Las consecuencias económicas

Mientras tanto, la economía venezolana -castigada por el clientelismo populista y pese a la inmensa riqueza derivada de la abundancia de hidrocarburos- está deteriorada. Ocurre que Venezuela gasta significativamente más que sus ingresos de tesorería. Se calcula que entre un 15 y un 20 por ciento más. Se estima que el fuerte aumento del gasto corriente generado por las necesidades electorales en el esfuerzo por retener el poder está detrás de una tasa -por ello, ficticia- de crecimiento anual del orden del 5%. Pero, por el descomunal desorden administrativo del chavismo, nadie sabe -a ciencia cierta- cuales son las cifra reales del referido desfasaje.
Las consecuencias de esta situación están a la vista. Para tomar dinero prestado Venezuela debe pagar tasas altísimas, que sólo contribuyen a deteriorar -aún más- su situación financiera.
Dos circunstancias podrían, en este momento, paliar las dificultades de la economía venezolana. Primero, un aumento significativo del precio de los hidrocarburos, no previsible. Alternativamente, una devaluación del Bolívar, para que las exportaciones de crudo generen más moneda local a un gobierno que lo necesita. Pero devaluar sería como echar leña a la fogata de una inflación que, en nuestra región, sólo es superada por la Argentina y es del 20% anual. Particularmente, porque Venezuela, como es común entre los países colectivistas, es incapaz de alimentarse a si misma, razón por la cual importa lo sustancial de sus necesidades de comida.
No obstante, el gobierno nacional encabezado por Nicolás Maduro, al menos por el momento, probablemente no haga nada dramático en el plano de la economía, incluyendo devaluar. Porque es más probable que Hugo Chávez no pueda asumir el gobierno el próximo 10 de enero y que, por ello, el presidente de la Asamblea Legislativa, Diosdado Cabello, deba convocar a elecciones presidenciales.
Conmover a la economía no parece entonces oportuno. En las elecciones presumiblemente se enfrentaría al oficialismo una oposición todavía unificada y liderada por Henrique Capriles, vivificado por su reciente y valioso triunfo electoral provincial, en el que retuvo -con claridad- la gobernación del importante estado de Miranda.
La situación cambiaria venezolana parece reflejar lo que sucede. De alguna manera, habla por si misma. El tipo de cambio oficial es hoy de 4,3 bolívares por dólar. Pero sólo unos pocos pueden acceder al mismo. El cepo cambiario venezolano es fuerte. En el mercado paralelo, hace apenas un año, el dólar costaba 8,5 bolívares por dólar. Hoy hay que pagar unos 17 bolívares para poder hacerse de la divisa norteamericana. Los venezolanos, recordemos, pueden acceder a hasta 400 dólares anuales para hacer compras por internet y hasta 2.500 dólares adicionales para viajar al exterior. Poco y nada.
En sus años en el poder, la administración de Chávez devaluó cinco veces. En dos oportunidades lo hizo a comienzos de año. Esto había generado alguna expectativa de ajuste que sin embargo, ante lo que sucede con Chávez y sus eventuales consecuencias institucionales, ha quedado, postergada. Ocurre que las necesidades electorales parecen incompatibles con el nivel de ajuste cambiario que Venezuela necesita.
El autor fue embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

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