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miércoles, 1 de enero de 2014

El destino de Rusia.


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RUSIA O EL PESO DE LA HISTORIA

Por Lucio Falcone.


Hace unos pocos días nos enteramos de que Rusia tiene un problema. Dos viudas negras se habían inmolado en sendos atentados terroristas para reivindicar un supuesto Califato del Cáucaso. Dejando 40 muertos y más de 100 heridos. Y la duda sobre cuán seguros serán los XX Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, una ciudad a 700 km de los atentados, pero también en el Cáucaso ruso.

Hace unos meses atrás no eran pocos los analistas que alaban a Presidente de todas la Rusias, Valdimir Putin, por sus ajedrecísticos manejos que le permitían retomar su influencia en Levante. Primero, coordinando un trato con su archirrival, los EE.UU. para ponerle fin a la crisis producida por el empleo de armas químicas por parte de su aliado el régimen sirio. Y luego, con un convenio comercial impuesto a Ucrania para que no se uniera, a otro de sus rivales, la Unión Europea.

Nos preguntamos, cuál de estas dos realidades representa mejor a Rusia. ¿La de la escalada terrorista o la de su supuesta excelencia estratégica? Probablemente, la respuesta pase por una síntesis de ambas apreciaciones.

Un poco de historia:

Rusia siempre quiso ser un imperio. A veces pudo logarlo, como fue el caso de la Unión Soviética o de Pedro el Grande. Pero, en muchas otras no pudo. No le alcanzó. Y en eso estriba el karma ruso de querer ser y no ser que parece guiar su destino nacional.

 

El Tasarato de Rusia fue establecido por Iván IV, mejor conocido con “el Terrible”, en 1547, bajo las influencias helenizantes y del cristianismo ortodoxo llevadas a esas tierras eslavas por San Cirilo en sus viajes durante el siglo IX.

El Imperio Ruso nace formalmente con Pedro el Grande en 1721. Como tal, es uno de los mayores de la historia, Solo superado en extensión por el mongol y por el británico. Ya que en sus épocas de esplendor se extendía desde Europa Oriental por todo Asia hasta la propia Norteamérica. Pasando desde las gélidas aguas del Océano Ártico hasta las templadas del Mar Negro. Aunque su secreto interés fuera siempre bañarse en las cálidas del Mediterráneo Oriental. Para contener a su primigenia capital espiritual, Bizancio.

En su apogeo llegó a cobijar a 124 millones de personas. La que constituyó la 3ra población de su época, después de la china y la del Imperio Británico. Como muchos otros imperios, supo abarcar una gran masa de etnias, pueblos y religiones. Inicialmente, se gobernó como una monarquía absoluta hasta la Revolución de 1905, en que se transformó en una constitucional. Hasta su definitivo final, tras la Revolución Bolchevique de 1917. 

Tras un breve interregno desde mediados de la Primera Guerra Mundial, en la cual sus tropas son ignominiosamente derrotadas; hasta el final de la Segunda, en las que éstas ingresan victoriosas en Berlín, Rusia fue vapuleada sucesivamente por revoluciones,  guerras civiles e invasiones extranjeras. Pero, al grito de “por la Madre Rusia” proclamado por Joseph Stalin, volvió a imperar. Esta vez bajo la forma de un imperio laico conocido como la Unión Soviética.

La URSS, por su parte, será un colectivo que funcionará solo por 69 años. Una vida corta si la consideramos bajo patrones imperiales. Embarcando en su mejor momento a Rusia, Ucrania, Bielorrusia, la Rusia Transcaucásica y a otras 15 republicas menores. Todo ello sin mencionar a sus colonias de ultramar, como Cuba, Angola, entre otras.

Pero, ya en 1991, la URSS estaba condenada. Los primeros en irse fueron las repúblicas bálticas. Le tocaría a Boris Yeltsin administrar la reformulación del viejo imperio en lo que sería conocido como la Federación Rusa. Aceptando en el camino algunas reformas como la odiada democracia y la denostada economía de mercado. Al menos de la boca para afuera.

En esta larga e interesante historia, los musulmanes llegan a Rusia en el siglo X de la mano de los conquistadores árabes. Fundan, primero la Bulgaria del Volga. Luego la masa de los pueblos tártaros y de los turcomanos del Cáucaso adopta la religión de Mahoma. Inicialmente, son tolerados, pero le cabe a Caterina la Grande el dudoso honor de haber iniciado las persecuciones contra ellos en 1762. Otra forma de dominación política, más sutil y efectiva, consistió en dividirlos mediante la elección selectiva de alguno de sus pueblos para enfrentarlos a los otros. Como fue el caso de los kazajos, valorados por sus virtudes militares.

Política, que con sus más y con sus menos, continúa hasta nuestros días. Como lo atestiguan las Guerras Chechenas. Solo para mencionar al más importante choque entre la civilización rusa y el Islán.

Actualmente, según estimaciones oficiales la población musulmana rusa alcanzaría los 9  millones. Aunque hay quienes no dudan en colocarla en unos 20. La mayoría de ellos viven en la región del Volga en los Urales, aunque hay minorías importantes en el Cáucaso, en la Siberia Occidental y en grandes ciudades como Moscú y San Petersburgo. Por su parte, son mayoría en Daguestán, Ingusetia, Tartaristán, Bashkortostán, Chechenia, Kabardino-Balkaria y Karacháyevo-Cherkesia.

Un poco de presente:

Ahora bien, dejando de lado tanta historia. ¿Quién es Rusia hoy? O mejor dicho ¿Qué aspira a ser?

Actualmente, la visión rusa de sí misma va desde la moderación, la que ve a Rusia como un lógico nexo entre Europa y Asia. Hasta la exaltada que apoya la idea de una Gran Rusia con aspiraciones imperiales. Tal como fuera en la época de Pedro el Grande y, especialmente, durante la vigencia de la Unión Soviética.

 

Se asocia, a éstas últimas, el nombre de Alexndr Dugin y su movimiento “Eurosasia”, reconocido oficialmente en el 2001. Se sabe que cuenta con simpatías entre las jerarquías militares que añoran las glorias soviéticas pasadas y con los viejos patriarcas de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Básicamente, propugna la unión de todos los pueblos Turco-Eslavos. El moderno renacimiento del imperialismo ruso se inició en la búsqueda de una solución al problema suscitado por los intentos de segregación de Chechenia. Posteriormente, su enfoque se expandió hacia el logro de una alianza estratégica entre Rusia, Europa y los Estados de Medio Oriente, particularmente con Irán. Paralelamente, se han mostrado primordialmente críticos ante el avance de la NATO sobre Ucrania y Georgia. En este último sentido, se declaran anti-atlantistas, anti-norteamericanos y anti-liberales. Por ejemplo, el propio Dugin declaró en el 2008, durante una visita a Osetia del Sur: “Nuestra tropas ocuparán Tiblisi, la capital de Georgia, y probablemente toda Ucrania y la Península de Crimea, la que históricamente siempre perteneció a Rusia.” Luego, agregó: “Rusia no se debe contentar con la liberación de Osetia del Sur, tiene que hacer algo similar con Ucrania.”[1]

También, se sabe que sus ideas son populares en Turquía, notablemente en el grupo de asesores que se conoce como el “Círculo Ergenekon”.[2] Para quienes les pueda resultar extraña esta asociación. Recuerdo que un oficial turco, hace años, me señaló que él no tendría problema para relacionarse con países tan dispares como Corea del Norte, Bulgaria, el sur de Rusia o Mongolia; ya que el turco-altaico era la lengua madre de todos ellos. Anécdota que explica la vinculación entre los pueblos eslavos y los turcos.

 

Un poco de futuro

No somos ni queremos ser profetas. Aunque si creyentes de aquello de historia magistra vitae. En este sentido, no cabe duda que lo imperial está en los genes rusos. Pruebas sobran. La gran pregunta de hoy es la de siempre: ¿Le alcanzará a Rusia para volver a imperar? Digo esto cuando hay siempre voces prestas a condenar imperialismo cercanos, o no tanto, como el norteamericano. Pero, que suelen mirar con simpatía a otros imperialismos lejanos, o no tanto, como el ruso.



[1] Dimitri Kitsikis. “A Comparative History of Greece and Turkey in the 20th century”.
 
[2]  Ergenekon es el nombre de un mítico valle inaccesible ubicado en la Cordillera Altay. En la práctica se trata de grupo clandestino ultra nacionalista conformado mayoritariamente por integrantes de las fuerzas armadas y policiales turcas que reivindican la figura legendaria de Mustafá Kemal. El grupo ha sido acusado en varias ocasiones de conspiración y terrorismo con acciones destinadas a establecer un manejo secreto del Estado turco.

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