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RUSIA O EL PESO DE LA HISTORIA
Por Lucio Falcone.
Hace unos pocos días nos enteramos
de que Rusia tiene un problema. Dos viudas negras se habían inmolado en sendos
atentados terroristas para reivindicar un supuesto Califato del Cáucaso. Dejando
40 muertos y más de 100 heridos. Y la duda sobre cuán seguros serán los XX
Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, una ciudad a 700 km de los atentados,
pero también en el Cáucaso ruso.
Hace unos meses atrás no eran pocos
los analistas que alaban a Presidente de todas la Rusias, Valdimir Putin, por
sus ajedrecísticos manejos que le permitían retomar su influencia en Levante.
Primero, coordinando un trato con su archirrival, los EE.UU. para ponerle fin a
la crisis producida por el empleo de armas químicas por parte de su aliado el
régimen sirio. Y luego, con un convenio comercial impuesto a Ucrania para que
no se uniera, a otro de sus rivales, la Unión Europea.
Nos preguntamos, cuál de estas dos
realidades representa mejor a Rusia. ¿La de la escalada terrorista o la de su
supuesta excelencia estratégica? Probablemente, la respuesta pase por una
síntesis de ambas apreciaciones.
Un
poco de historia:
Rusia siempre quiso ser un imperio.
A veces pudo logarlo, como fue el caso de la Unión Soviética o de Pedro el Grande.
Pero, en muchas otras no pudo. No le alcanzó. Y en eso estriba el karma ruso de
querer ser y no ser que parece guiar su destino nacional.
El Tasarato de Rusia fue establecido
por Iván IV, mejor conocido con “el Terrible”, en 1547, bajo las influencias helenizantes
y del cristianismo ortodoxo llevadas a esas tierras eslavas por San Cirilo en
sus viajes durante el siglo IX.
El Imperio Ruso nace formalmente con
Pedro el Grande en 1721. Como tal, es uno de los mayores de la historia, Solo
superado en extensión por el mongol y por el británico. Ya que en sus épocas de
esplendor se extendía desde Europa Oriental por todo Asia hasta la propia
Norteamérica. Pasando desde las gélidas aguas del Océano Ártico hasta las
templadas del Mar Negro. Aunque su secreto interés fuera siempre bañarse en las
cálidas del Mediterráneo Oriental. Para contener a su primigenia capital
espiritual, Bizancio.
En su apogeo llegó a cobijar a 124
millones de personas. La que constituyó la 3ra población de su época, después
de la china y la del Imperio Británico. Como muchos otros imperios, supo
abarcar una gran masa de etnias, pueblos y religiones. Inicialmente, se gobernó
como una monarquía absoluta hasta la Revolución de 1905, en que se transformó
en una constitucional. Hasta su definitivo final, tras la Revolución Bolchevique
de 1917.
Tras un breve interregno desde
mediados de la Primera Guerra Mundial, en la cual sus tropas son
ignominiosamente derrotadas; hasta el final de la Segunda, en las que éstas
ingresan victoriosas en Berlín, Rusia fue vapuleada sucesivamente por
revoluciones, guerras civiles e
invasiones extranjeras. Pero, al grito de “por la Madre Rusia” proclamado por
Joseph Stalin, volvió a imperar. Esta vez bajo la forma de un imperio laico
conocido como la Unión Soviética.
La URSS, por su parte, será un
colectivo que funcionará solo por 69 años. Una vida corta si la consideramos
bajo patrones imperiales. Embarcando en su mejor momento a Rusia, Ucrania,
Bielorrusia, la Rusia Transcaucásica y a otras 15 republicas menores. Todo ello
sin mencionar a sus colonias de ultramar, como Cuba, Angola, entre otras.
Pero, ya en 1991, la URSS estaba
condenada. Los primeros en irse fueron las repúblicas bálticas. Le tocaría a
Boris Yeltsin administrar la reformulación del viejo imperio en lo que sería
conocido como la Federación Rusa. Aceptando en el camino algunas reformas como
la odiada democracia y la denostada economía de mercado. Al menos de la boca
para afuera.
En esta larga e interesante
historia, los musulmanes llegan a Rusia en el siglo X de la mano de los
conquistadores árabes. Fundan, primero la Bulgaria del Volga. Luego la masa de
los pueblos tártaros y de los turcomanos del Cáucaso adopta la religión de
Mahoma. Inicialmente, son tolerados, pero le cabe a Caterina la Grande el
dudoso honor de haber iniciado las persecuciones contra ellos en 1762. Otra
forma de dominación política, más sutil y efectiva, consistió en dividirlos
mediante la elección selectiva de alguno de sus pueblos para enfrentarlos a los
otros. Como fue el caso de los kazajos, valorados por sus virtudes militares.
Política, que con sus más y con sus
menos, continúa hasta nuestros días. Como lo atestiguan las Guerras Chechenas.
Solo para mencionar al más importante choque entre la civilización rusa y el
Islán.
Actualmente, según estimaciones
oficiales la población musulmana rusa alcanzaría los 9 millones. Aunque hay quienes no dudan en
colocarla en unos 20. La mayoría de ellos viven en la región del Volga en los
Urales, aunque hay minorías importantes en el Cáucaso, en la Siberia Occidental
y en grandes ciudades como Moscú y San Petersburgo. Por su parte, son mayoría
en Daguestán, Ingusetia, Tartaristán, Bashkortostán, Chechenia,
Kabardino-Balkaria y Karacháyevo-Cherkesia.
Un poco de presente:
Ahora bien,
dejando de lado tanta historia. ¿Quién es Rusia hoy? O mejor dicho ¿Qué aspira
a ser?
Actualmente, la visión rusa de sí misma va desde la
moderación, la que ve a Rusia como un lógico nexo entre Europa y Asia. Hasta la
exaltada que apoya la idea de una Gran Rusia con aspiraciones imperiales. Tal
como fuera en la época de Pedro el Grande y, especialmente, durante la vigencia
de la Unión Soviética.
Se asocia, a éstas últimas, el nombre de Alexndr
Dugin y su movimiento “Eurosasia”, reconocido oficialmente en el 2001. Se sabe
que cuenta con simpatías entre las jerarquías militares que añoran las glorias
soviéticas pasadas y con los viejos patriarcas de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Básicamente, propugna la unión de todos los pueblos
Turco-Eslavos. El moderno renacimiento del imperialismo ruso se inició en la
búsqueda de una solución al problema suscitado por los intentos de segregación
de Chechenia. Posteriormente, su enfoque se expandió hacia el logro de una
alianza estratégica entre Rusia, Europa y los Estados de Medio Oriente,
particularmente con Irán. Paralelamente, se han mostrado primordialmente
críticos ante el avance de la NATO sobre Ucrania y Georgia. En este último
sentido, se declaran anti-atlantistas, anti-norteamericanos y anti-liberales.
Por ejemplo, el propio Dugin declaró en el 2008, durante una visita a Osetia
del Sur: “Nuestra tropas ocuparán Tiblisi, la capital de Georgia, y
probablemente toda Ucrania y la Península de Crimea, la que históricamente
siempre perteneció a Rusia.” Luego, agregó: “Rusia no se debe contentar con la
liberación de Osetia del Sur, tiene que hacer algo similar con Ucrania.”[1]
También, se sabe que sus ideas son populares en
Turquía, notablemente en el grupo de asesores que se conoce como el “Círculo
Ergenekon”.[2]
Para quienes les pueda resultar extraña esta asociación. Recuerdo que un
oficial turco, hace años, me señaló que él no tendría problema para
relacionarse con países tan dispares como Corea del Norte, Bulgaria, el sur de
Rusia o Mongolia; ya que el turco-altaico era la lengua madre de todos ellos.
Anécdota que explica la vinculación entre los pueblos eslavos y los turcos.
Un poco de
futuro
No
somos ni queremos ser profetas. Aunque si creyentes de aquello de historia magistra vitae. En este sentido,
no cabe duda que lo imperial está en los genes rusos. Pruebas sobran. La gran
pregunta de hoy es la de siempre: ¿Le alcanzará a Rusia para volver a imperar?
Digo esto cuando hay siempre voces prestas a condenar imperialismo cercanos, o
no tanto, como el norteamericano. Pero, que suelen mirar con simpatía a otros
imperialismos lejanos, o no tanto, como el ruso.
[1] Dimitri
Kitsikis. “A Comparative History of Greece and Turkey in the 20th century”.
[2] Ergenekon
es el nombre de un mítico valle inaccesible ubicado en la Cordillera Altay. En
la práctica se trata de grupo clandestino ultra nacionalista conformado
mayoritariamente por integrantes de las fuerzas armadas y policiales turcas que
reivindican la figura legendaria de Mustafá Kemal. El grupo ha sido
acusado en varias ocasiones de conspiración y terrorismo con acciones
destinadas a establecer un manejo secreto del Estado turco.
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