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viernes, 21 de marzo de 2014

Literatura y futurología.

 

http://www.diariovoxpopuli.com/novedades/index/el-futuro-que-no-fue


El futuro que no fue.

El tercer milenio no es lo que la humanidad esperaba, o, por lo menos, la parte de la humanidad que se encargó de imaginar cómo sería el futuro.
                                  
por: Francisco Pérez Osán                
Entre los autos voladores, los sirvientes robots y las ciudades en el cielo, parece que los más optimistas fueron los más equivocados. Los más pesimistas, mientras tanto, parecen estar más cerca de la realidad.
Una distopía es lo contrario a una utopía, o sea, un futuro en la que la sociedad está fundamentalmente fallada. En las tres ficciones distópicas más conocidas, la falla tiene coincidencias pero varía. En “1984”, de George Orwell, un líder supremo, el Gran Hermano, controla a una población que es permanentemente vigilada, y en la que no existe ni siquiera la libertad de pensamiento. Ray Bradbury, en tanto, imaginó en “Fahrenheit 451” una sociedad en la que los bomberos se encargan de quemar libros, y la gente vive encerrada en su casa pendiente de grandes pantallas televisivas.
La más compleja, “Un mundo feliz” del inglés Aldous Huxley, presenta un mundo en el para que no haya pobreza y la gente pueda vivir en un estado de paz y alegría permanente, dejó de lado su costado más humano, al punto que una mujer embarazada resulta algo grotesco.

Estas novelas fueron publicadas hace más de 60 años, es decir, que el futuro que predijeron tampoco se produjo como vaticinaron, pero no estaban tan equivocadas. Si bien no existen las meganaciones que describe Orwell, existen bloques económicos que, en lo práctico, resultan bastante similares. No hace falta decir que la parte referente al Gran Hermano y la vigilancia permanente se está cumpliendo casi al pie de la letra.
Bradbury, luego de publicada su novela, reconoció que no era necesario quemar libros, si no que bastaba con que la gente no quisiese leerlos. Su miedo a la televisión demostró estar bien fundado, pero no le llegó a los talones a la realidad. En este futuro es raro que alguien viva “pegado a la T.V.”, pero cada vez es más difícil separarse del celular o de la computadora. Las pantallas gigantes que ocupaban las casas pasaron a ser varias pantallas más pequeñas que nos acompañan a todos lados. De todas maneras, esta situación no parece ser tan grave, lo que puede significar que el daño es real, y que ya está hecho.
Probablemente Huxley sea el que más cerca estuvo con sus vaticinios. La sociedad en “Un mundo feliz” está dispuesta a cualquier cosa con tal de evitar cualquier sentimiento que no sea la alegría adormecedora que les proporciona el “soma”, una droga que se consume masivamente. El autor presintió que el individualismo generaría un vacío que la gran mayoría de las personas necesitarían llenar, y las estadísticas de consumo de estupefacientes demuestran que no estuvo errado a la hora de imaginar cómo lo llenarían.
Estos fueron los futuros que imaginaron autores del pasado. Nuestro presente, mientras tanto, es el futuro real de estos autores. La pregunta es si vivimos en una utopía o en una distopía. Probablemente no sea ninguna, ya que la utopía no existe por su propia naturaleza (la palabra, proveniente del griego, significa literalmente “no lugar”), y las distopías plantean una realidad que sería imposible de aguantar en su totalidad.
El mundo es demasiado amplio para que no existan realidades distópicas. El gobierno de Corea del Norte se esfuerza por ser una copia del régimen del Gran Hermano; la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos realiza un espionaje a nivel planetario; páginas como Facebook controlan todos nuestros gustos, relaciones y actividades (por ahora con fines comerciales); la droga mueve más dinero que casi cualquier industria y su consumo es generalizado en cualquier país a donde llegue; y en la Argentina, la guerra gubernamental contra los medios de comunicación recuerda, levemente, a la obsesión representada en Fahrenheit contra el pensamiento crítico…
Las distopías no fueron creadas como una predicción que se esperaba se cumpliera, si no que fueron advertencias. Mientras más y más de los horrores descriptos se hacen realidad, se hace necesario escuchar la frase que parece desprenderse de ellas “aprendamos de los errores del futuro que no fue”.

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