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lunes, 10 de noviembre de 2014

El Terrorismo religioso transnacional.







TERRORISMO RELIGIOSO TRANSNACIONAL.
EL PARADIGMA ACTUAL DE LA SEGURIDAD EN OCCIDENTE.



Mg CARLOS ALBERTO CORRADI


1. Introducción: 
Cuando los hechos bélicos tienen implícitos un impacto tal que influyen en el plano mundial, deben analizarse más allá de las acciones llevadas a cabo en su desarrollo y colocarlas dentro del contexto histórico para ver los antecedentes y consecuencias que en varios aspectos tienen.
 Los acontecimientos sucedidos la mañana del 11 de septiembre del 2001 en el epicentro del poder económico – financiero y militar de Estados Unidos de América, los sucedidos posteriormente en la Estación Atocha en España el 11 de marzo de 2004 o los del 07 de julio de 2005 en el Sistema de Transporte Público de Londres marcaron un abrupto ingreso del mundo al Siglo XXI.
Estos actos no se trataron de un ataque nuclear, ni una operación militar particular. Eran actos terroristas bajo justificaciones teológicas, llevados a cabo por grupos asombrosamente bien organizados, que encontraron los puntos débiles y aprovechables en la misma fortaleza del mundo occidental, su tecnología, su sociedad abierta, sus libertades e incluso sus medios de comunicaciones.
De esta manera asistimos al fin de la Posguerra Fría, ingresando así en una nueva etapa, caracterizada por una mayor competencia y conflicto. Donde la pugna no solo es entre naciones, sino que involucra a actores no gubernamentales y fuerzas transnacionales, legales e ilegales, con una alta presencia del recurso de la violencia.
Esta manifestación de terrorismo religioso se pudo considerar superada con la muerte del líder de Al-Kaheda en 2011 pero aún está presente. No reconoce límites ni fronteras para actuar, sus acciones producen un gran impacto no solo por los lugares sino también por los modos empleados. Ha inaugurado una forma de violencia que puede llegar a modificar hasta el mismo fenómeno de la guerra.
Donde, si bien no parece haber una tradicional guerra declarada, frente a un adversario identificable a partir del cual se articulan alianzas, imprescindible para medir el propio poder, buscando los modos más eficiente de empleo, analizando las necesidades que de ellos surjan e, incluso, algo tangible que permita dar una incuestionable legitimidad a la causa propia; aún sin ello, hay una guerra. Y debe ser llamada por su nombre. El profesor Giovanni Sartori ya decía que la elección de la palabra con la cual se denomina la situación es importante, porque las palabras son nuestros lentes y equivocar la palabra es equivocar la visión de la cosa.
Las consecuencias de estos hechos en el plano internacional dibujan un futuro incierto, complejo y muy peligroso. De una importancia tal que merece que se analice a la luz y a la simple razón del sentido común, entendiendo que hechos de esta naturaleza no acontecen por generación espontánea o por el simple criterio del enfrentamiento entre el bien y el mal.



2. El terrorismo religioso: Antecedentes de una amenaza transnacional concreta. 
Como forma previa buscaremos dar una definición al significado del concepto de amenaza, y utilizaremos un significado amplio y genérico, englobando a otros más específicos. Para ello nos serviremos del brindado por Aníbal Laiño, es decir “un conjunto de circunstancias que integradas constituyen un factor potencial de daño cierto y que bajo ciertas circunstancias puede producirse”.

Dentro del contexto de esta conceptualización de amenaza, podemos definir a las transnacionales como aquellas situaciones o conjunto de circunstancias que obliga a la adopción de resoluciones que involucren la acción de más de un actor estratégico, estatal y no estatal, legal o ilegal.
A la luz del presente trabajo adoptamos como definición de terrorismo a la dada por John Deutsch, entendiéndolo como “actos de violencia cometidos contra personas inocentes o no combatientes con la intención de obtener fines políticos a través del terror y la intimidación”.
Es preciso también diferenciar que tipo de terrorismo fue el llevado adelante en Washington, Atocha, Londres y más recientemente en Medio Oriente. Para poder lograr este propósito nos apoyaremos en David Rapoport y sus escritos en “Los Orígenes del Terrorismo”.
En él, el autor plantea la tesis de que la diferencia principal entre el terrorismo secular o político y el terrorismo religioso, en cuanto a los medios empleados y los fines buscados, proviene de sus justificaciones y precedentes.
Al hacer referencia al terrorismo político establece que no tiene precedentes vinculantes, lo que lleva a que los mismos grupos terroristas determinen los medios, actuando en consecuencia y modificándolos tanto como sea necesario para mejorar su efectividad. Esto se observa también en los fines a partir de que este tipo de terrorismo sirve a fines muy diversos. Estas son las causas por las cuales los terroristas políticos no presentan una tradición de precedentes vinculantes y un fin último, ya que pueden modificar fines e instrumentos tratando de lograr mayores beneficios.
David Rapoport llega a estas conclusiones luego del estudio de distintos textos redactados por terroristas, desde el primer texto moderno conocido “El catecismo revolucionario” de Nechaev que data de 1871, hasta el último y quizás más conocido, el “Minimanual de la guerra urbana de guerrillas”, redactado por Carlos Marighela en 1971. De todos ellos lo más destacables es la búsqueda de mejorar las tácticas, tratando de lograr un terrorismo más efectivo.
Por el contrario, cuando hace referencia al terrorismo religioso centra su atención en el Grupo conocido como Al – Jihad, autodenominado “El Grupo Islámico de Egipto”, cuyo líder Abd Al – Salam Faraj escribió una obra titulada “El Deber Desatendido”.
La causa por la cual escogió este grupo, siendo en las que nos apoyaremos para esta comparación, es porque consideró que hasta un lector no musulmán de El Deber Desatendido tiene la impresión de que todo lo que haya leído alguna vez en y del Corán, las tradiciones y los libros de los figh (comentaristas religiosos expertos) encaja repentinamente y comprende el radicalismo islámico en cualquier lugar que se pueda presentar.
A diferencia de los escritos de los terroristas seculares, Salam Faraj se preocupa por la justificación de sus acciones. Estas justificaciones se basan en acontecimientos ocurridos en el período fundacional del Islam y en comentarios de los sabios religiosos (ulemas). La autoridad que encuentra Faraj es por demás elocuente: el Corán y el Hadith (comentarios tradicionales que presentan ejemplos de la vida de Mahoma).
En cuanto a sus fines, Faraj establece claramente que el fin último es un mundo gobernado por la Sharia (Ley Sagrada del Islam), bajo el modelo inicial de Mahoma y sus tres primeros sucesores en el califato, durante el Siglo VII D.C. El paso a dar para el logro de este fin se inicia con la Guerra Santa (Jihad).
La Guerra Santa es, para el autor de El Deber Desatendido, el medio esencial para revitalizar el Islam, responsabilidad de todos los hombres físicamente capaces, como lo fue originalmente. En rigor de verdad, Jihad significa “esforzarse en el camino de Dios”. En opinión de Faraj, la vida de Mahoma y el Corán establecen que esforzarse es luchar, lo que significa confrontación y sangre.
Bajo esta percepción, la Jihad está concebida para ir contra las comunidades no musulmanas, sin embargo Faraj argumenta que el Islam no puede cumplir su fin último hasta establecer el Gobierno de la Religión de Dios en su propio país. Por esta razón contempla que sea utilizada también para fines internos y, de esta manera, exterminar a los líderes infieles y sustituirlos por un Orden Islámico Total. Esto llevó a su grupo Al-Jihad a que asesinara en 1981 al Presidente egipcio Anwar El Sadat, lo que posteriormente llevaría a la muerte a Salam Faraj.
Es interesante también aquí remarcar que Faraj, por otra parte, basa sus escritos en la interpretación de la obra de Sayid Qutb, principal ideólogo del grupo Hermandad Musulmana, que operaba principalmente en Egipto en la década del 60’.
Sayid Qutb es apresado por el gobierno de Nasser en 1964 y en prisión escribe la obra “Jalones en el Camino”, en la cual reflota el concepto de barbarie (Yahiliya), estado en que vivían los paganos que no aceptaban el Islam. Es aquí donde Qutb establece que antes la Yahiliya amenazaba al Islam desde el exterior, siendo protagonizada por los infieles, mientras que en su época la amenaza era interna y llevada a cabo por los mandatarios musulmanes, a partir de lo cual propone una reorientación de la sociedad hacia las enseñanzas sagradas.
La interpretación de la ruptura de la Yahiliya en forma violenta dio lugar a la conformación de gran cantidad de organizaciones que utilizaron el terrorismo para lograr sus objetivos, bajo la forma de la Jihad. El Grupo Al-Jihad de Faraj fue uno de ellos.
Resulta necesario e imprescindible aclarar que esta opinión que no es compartida por todo el mundo musulmán, sino por el contrario sólo por una minoría. Cuando nos referimos al Islam, hablamos de una religión de más de 1.200 millones de fieles, distribuidos en una gran cantidad de Estados. La corriente mayoritaria musulmana, siguen a la Sunna o tradición, reconociendo cinco pilares del Islam: el reconocimiento de un solo Dios, y de Mahoma, la obligación de rezar cinco veces al día, la práctica de la caridad, el respeto al mes del ayuno y la peregrinación a La Meca y a la tumba del Profeta. En este contexto la Jihad puede ser entendida como una “lucha interna” en la búsqueda del individuo por lograr un elevado nivel espiritual.
Sin embargo, bajo un punto de vista radicalizado, minoritario entre los musulmanes, se puede concebir como una “lucha externa”, incluyendo a propios entre sus objetivos, en la búsqueda de lograr un Orden Islámico Total, y desde allí dirigirse hacia el mundo no musulmán, tal como lo propone Faraj en El Deber Desatendido.
Esta percepción tuvo su mejor ejemplo en la Revolución Islámica de Irán, encabezada por el Ayatollah Komieini, de cuyo testamento político y religioso se desprende su legitimación al empleo de la violencia contra el enemigo del Islam. Es a partir de este hecho que el denominado Mundo Occidental comienza a observar esta realidad como una amenaza, ya que presenta tres características destacables: su naturaleza teocrática, su declarado anti-occidentalismo y su respaldo a organizaciones musulmanas que admiten el empleo de la violencia para el logro de sus objetivos.
Fue este fenómeno de terrorismo justificado en términos teológicos, que algunos autores denominan “religioso o sagrado”, el responsable de los hechos del 11 de setiembre. El acusado: el Grupo Al-Qaeda, y su apoyo principal: el Régimen del Talibán, que regía los destinos de Afganistán. De allí a su invasión y a los posteriores atentados en Atocha y Londres.

3. El Estado Islámico: el Paradigma de Occidente.
Afganistán a lo largo de su historia ha sido objeto de largas y sucesivas dominaciones extranjeras. Luego de la invasión rusa, y con una gran participación de  los denominados guerreros santos, los Mujaidin; en cumplimiento de los acuerdos de Ginebra de 1989 recupera su independencia.
A partir de ese momento las diversas facciones musulmanas se enfrentan en una guerra civil para conseguir el predominio en la composición del nuevo Estado. En 1994 surgen los Talibán y se convierten en una de las más poderosas facciones contrarias al gobierno, La instrucción militar y el fanatismo religioso les lleva a iniciar una ofensiva armada consiguiendo diferentes victorias militares.
El origen de la palabra talibán es producto de la raíz árabe talaba (estudiar) y del sustantivo talib (estudiante). El plural de talib en árabe es talibán. Este movimiento nace en el exilio, en los campos de refugiados de Pakistán, contando con el estímulo político y económico de los EEUU, que les proporcionó armas y financiamiento a través de sus aliados Arabia Saudita y Pakistán. A diferencia de otras facciones, que se identifican por cuestión de etnias o clanes, los talibán tienen como señal de identidad el ser seminaristas, estudiosos religiosos y fanáticos musulmanes.
En septiembre de 1996 los talibán conquistan Kabul, derrocando al gobierno de Burhamadni Rabbani. El régimen se vuelca a ordenar el país según los preceptos religiosos, con el objetivo de establecer el Estado más puro del Islam. Tal es así que cuando se instala el gobierno en Kabul aclara que este no será ni presidencial ni parlamentario, sino rigurosamente islámico.
Si volvemos un poco atrás sobre lo hasta aquí expuesto y recordamos los propuesto por Abd Al–Salam Faraj en “El Deber Desatendido”, veremos que bajo el Régimen de los Talibán, en Afganistán se cumple con el primer paso hacia la Guerra Santa, según su percepción. Es decir, se lograba un Estado con el Orden Islámico total, que permitiera desde allí dirigir la Jihad hacia el mundo no musulmán.
Tal percepción es la que parece haber tenido Ossama Bin–Laden y su Grupo Al-Kaheda, quienes empleando como base a Afganistán, dirigieron desde allí sus atentados terroristas contra occidente. Afganistán se convertía así en un Estado Islámico Sponsor del terrorismo.
El término Estado Sponsor del terrorismo surge durante la Guerra Fría, cuando algunos países empleaban o promovían la actividad terrorista en función de sus propios intereses, razón por la cual se transformó en una herramienta de los Estados para lograr fines estratégicos donde no fuera conveniente su participación directa.
Luego de la intervención en Afganistán y tras la muerte de Ossama Bin-Laden en Abbottabad, Pakistán, anunciada el 01 de mayo de 2011, pareciera haber surgido el fin de las grandes acciones antioccidentales, atentados y muertes. Sin embargo, la realidad indica que sus seguidores no habían desaparecido y nuevas organizaciones se alistaron para continuar la lucha hacia el mismo fin, tras una serie de luchas internas, rivalidades y ambiciones que dieron origen a grupos más radicalizados.
El foco inicial descripto en Afganistán, se propagó hasta el resto del mundo árabe y a la mitad norte de África. Boko Haram, en África occidental; Al-Shabab, en África oriental; el Emirato Islámico en el Cáucaso; Jund al-Khilifah, en Argelia; Khorassan en Siria, y, desde luego, Estado Islámico (EI) en Siria e Irak son algunos ejemplos. Con pretensiones más o menos internacionales, todos ellos se han fijado el mismo objetivo, la creación del un Estado Islámico.
Encontrándonos, además, con otros grupos que influencian la agitada vida política de Medio Oriente y de Asia. Ése es el caso de Hezbollah o Partido de Dios, en Líbano. O como el Hamas palestino y el Jammat-i-Islami (JI) en Paquistán. Incluso del Frente de Defensa del Islam (FPI) en Indonesia, dirigido por un grupo de ulemas que pretenden imponer el derecho musulmán en todo el país.
Occidente encontró finalmente el paradigma de este siglo para su seguridad, que con antecedentes anteriores, se concretó en su inicio.

4. Algunas características distintivas:

 Al escuchar la opinión de los expertos podemos inferir que nos encontramos ante hechos bélicos que presentan propias características, y los hacen particularmente peligrosos:
Dificultad en la definición de los actores estratégicos: La Guerra contra el Terrorismo Religioso  trastoca los tradicionales conceptos estratégicos sobre esta opción, es que aquí no encontramos bien diferenciados dos actores estratégicos en la contienda. Aún cuando se ataque a Estados Sponsors, el objetivo no es solo privar a un grupo de su base de operaciones y algunas fuentes de recursos financieros. Se busca a sus líderes y destruir las redes de la organización. En esta guerra existe un contendiente que no está claramente definido ni ubicado.
Lógica transnacional: Más allá de la protección que puedan brindarle algunos Estados, este tipo de terrorismo actúa bajo una realidad distinta. Su lógica de funcionamiento responde a la moderna globalización. Sus redes diseminadas en varios países, que actúan en forma descentralizada, sin una estructura piramidal fácil de identificar, ni atarse a un territorio determinado. Actúan como grandes empresas transnacionales, con alta movilidad y flexibilidad.

Teatro global: Por otra parte vemos que esta guerra involucra un espacio que afecta a todo el planeta. El terrorismo demostró que actúa sin fronteras, operando desde distintos Estados y abarcando todas las variables. Esto llevará a una guerra que varíe no solo en el espacio sino también en el tiempo.

Ausencia de Diálogo: El Instituto Francés de Relaciones Internacionales considera que estos grupos sufren de “autismo estratégico”, con ausencia de una estructura política que les permita conseguir o lograr cuestiones específicas. Esto impide que actúen con lógica negociadora y no exista el diálogo.
Falta de Moderación: Ha quedado demostrado que mientras algunos grupos terroristas no realizan ataques demasiados destructivos, aún hasta por temor de crear una gran ola de opiniones negativas y perder un potencial apoyo popular, otros buscan matar a la mayor cantidad de gente posible, y algunos viralizan videos de acciones de una violencia inusitada.

Posibilidad de adquirir la capacidad de atacar con armas de destrucción masiva: Los analistas creen que los grupos terroristas han reclutado expertos en distintas áreas del conocimiento (comunicaciones, químicos, ingenieros, etc.) logrando un potencial de destrucción sin precedentes.
Importante cantidad de fuentes de apoyo y financiamiento: Que provienen no solo de extorsiones, organizaciones de fachada e incluso de negocios lícitos, sino que además, operan en una importante cantidad de países. Esto les permite ser menos dependientes de países patrocinantes y más difícil de combatir a través de sanciones económicas.

Lógica multidimensional: Estamos frente a una guerra, máxima expresión de la intensidad y virulencia del conflicto, que puede actuar como un activador de otros tipos de conflictos adicionales, de naturaleza distinta: cultural, étnico, religioso, político, económico, etc., que aunque no se encuentran todos en su esencia misma, por contagio se interconectan con consecuencias impredecibles. Esto destaca una lógica multidimensional.

5. El valor geoestratégico de una región altamente conflictiva:
No podemos dejar de lado en este análisis dos temas de real importancia y con peso en el contexto de la Seguridad Internacional: la relevancia geopolítica de la región donde se centra la guerra contra el terrorismo, denominada por Brzezinski en su libro “El Tablero Mundial” (abril 1997) como “Los Balcanes Euroasiáticos”; y la trascendencia económica de la riqueza exportadora y de reservas de hidrocarburos en esta macroregión.

Relacionado con el primer punto, deben remarcarse las ambiciones geopolíticas de los distintos actores:

RUSIA: recuperar el control de una región que perdió en pocos años y que dominó en el transcurso de dos siglos. De esta manera recuperaría parte del poder y protagonismo perdidos a nivel regional y mundial, surgiendo como una de las potencias más beneficiadas.

EEUU: buscando el control indirecto del área como un modo de asegurarse el dominio de Eurasia y el no surgimiento de una potencia hegemónica regional o mundial que se le oponga.

CHINA: como cabeza del bloque de naciones del Sudeste asiático, ejerciendo una creciente presión geopolítica hacia occidente.

INDIA: tratando de resolver en problema de Cachemira, buscando el fracaso del cerco geopolítico americano-pakistaní por el norte y tratando de asegurar su crecimiento a largo plazo.

Las ex repúblicas soviéticas (Kazajstán, Uzbekistán, Kirguizistán, Tayikistán y Turkmenistán), tratando de romper el cerco geopolítico y buscar la salida a los mares cálidos y mercados más amistosos.

IRAN: tratando de transformarse en el actor de peso en Medio Oriente.

PAKISTÁN: buscando la tan ansiada estabilidad interna y fronteriza.

AFGANISTÁN: buscando un rol que trascienda su destino de “estado tapón”.

En relación con la importancia económica que presenta la región, y teniendo en cuenta que su principal riqueza exportadora y virtualmente su moneda legal de cambio son las reservas de hidrocarburos, su principal problema es su posición geográfica.
Sus importantes reservas mundiales de petróleo, gas y carbón tienen fundamentalmente un mercado: Europa occidental y EEUU, y en menor medida el Sudeste asiático. Esto hace que el camino más cercano al mercado más efectivo sea el oeste, con gasoductos y oleoductos que atraviesan Rusia, el Mar Caspio, el Caúcaso y el Mar Negro; o a través de Turquía y el Mediterráneo y desde allí a Occidente. Como se puede apreciar caminos marcados por intensos conflictos. El camino del este es el más despejado pero inmensamente más largo; y el camino menos transitado es el del sur, la salida hacia aguas cálidas por el Mar Arábigo.
Como se puede deducir, el manejo de las reservas, producción, ductos y puertos de embarque de hidrocarburos son un enorme botín en la lucha que disputan compañías americanas, europeas, rusas y todo tipo de influencias políticas y estratégicas. Esto nos lleva a afirmar esta nueva guerra presenta un enorme sustrato económico que la condiciona.

6. Probables escenarios a partir de la actual situación:
Nos serviremos del análisis presentado por Javier Jordán, director del Master en Estudios Estratégicos y Seguridad Internacional de la Universidad de Granada, España; relacionado con los escenarios derivados de la convulsiva situación en Siria e Irak, ya que este autor considera que las acciones allí descritas pueden extrapolarse en sus conceptos a similares situaciones de otros grupos en otras partes del mundo.  De este análisis pueden desprenderse cuatro posibles escenarios, derivados de la actual situación.
El primero de ellos consiste en actos terroristas cometidos por individuos que actúen por cuenta propia o bien pequeños grupos, sin seguir directivas de organizaciones superiores de mayor alcance, de las cuales formen o hayan formado parte. En este caso se trataría de acciones menores, violentas y con una mínima baja de víctimas, en función a la media de letalidad de este tipo de terrorismo. Dentro de este escenario encajaría el atentado contra el museo judío de Bruselas. Ocurrido el 24 de mayo del corriente año, cuando Nemmouche Mehdi, luego de combatir en Siria, asesino a cuatro personas con su fusil.
El segundo escenario se trata de actos cometidos por organizaciones importantes, a través de ejecutores individuales que responden a directivas emanadas en ellas, caracterizados por una baja letalidad pero que por sus modos de ejecución presentan un gran impacto mediático, con presencia de un alto grado de violencia. Un ejemplo de ello son las decapitaciones llevadas a cabo por parte del Estado Islámico y viralizadas a través de internet, transmitiendo así un fuerte mensaje de violencia.
En el escenario número tres hacemos referencia a atentados cometidos por individuos o un pequeño grupo que actúa por cuenta propia (a similitud del primer escenario), pero sin que sus miembros formen o hayan formado parte de una organización superior y que lo hagan inspirados por la propaganda de estas organizaciones. De materializarse este tipo de acto se trataría de acciones de baja letalidad pero de gran impacto mediático, de manera similar a las decapitaciones descriptas en el escenario anterior.
Por último, el cuarto escenario responde a atentados cometidos en alguna parte del mundo, principalmente Europa y Estados Unidos, planificado y coordinado por alguna organización de importancia (tales como Al Nusra, EI, Al Khorasan), con el apoyo de sus redes de captación diseminadas en varios Estados, con semejanza a los atentados de 2001, 2004 y 2005 en EEUU, España e Inglaterra. La campaña de bombardeos iniciada por una coalición internacional en Irak puede ser el punto de partida para la materialización de esta idea por parte de estas organizaciones. Claro que para ello deberán demostrar su capacidad de ir más allá de los territorios de Medio Oriente.
El ingreso de la sociedad mundial al Siglo XXI, con la existencia de un paradigma con capacidad de transformar el estado de la Seguridad Internacional, marca la creación de un nuevo sistema de poder, donde todos los Estados, y en función del suyo propio, deben participar en la formulación de las nuevas reglas de juego. Esto significa la participación de Estados Soberanos, en un organismo mundial donde sean considerados como iguales, para la creación de un nuevo Sistema de Seguridad que sea consensuado y no impuesto.

Las características de este fenómeno, la importancia geoestratégica de la zona desde la cual se proyecta y los posibles escenarios que pueden concretarse, obliga a repensar el Sistema de Seguridad Global actual, que permita transitar hacia los ajustes necesarios en el Sistema Internacional.

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