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domingo, 7 de agosto de 2016

El excepcionalismo islámico.











El Islam debate su presente y futuro.
"El inocente mártir cristiano que se ofrece al tormento antes que renunciar a su fe es modelo de masoquismo sagrado. En el Islam no cabe esa postura. En el Islam la tontería no es noble ni se santifica. Se prefiere que un musulmán oculte y niegue su condición antes de prestarse al sadismo de nadie. La Shahâda (el ‘martirio’) es otra cosa. Es luchar hasta el extremo de morir por una causa justa. Es valor y arrojo, que no son negación de la vida sino afirmación de la dignidad. La Shahâda, el ‘martirio’, sólo es posible, en el Islam, en un campo de batalla.


El shahîd, el ‘mártir’ musulmán, es modelo de dignidad. El shahîd renuncia a su vida porque realmente vive en Allah, y Allah es la Verdad. Su causa es la Verdad, y en ella se defiende, protege su casa, lucha por los suyos, combate por su tierra, hace cara a los tiranos y se presenta sin miedo ante los farsantes. El shahîd nunca es un fanático, es alguien de verdad. No es un loco, es alguien de una salud absoluta. El shahîd no es alguien que lucha por una ‘ideología extremista’ sino que es alguien por cuyas entrañas fluye la sangre de los hombres verdaderos. No es un desesperado, sino que es musulmán.

El shahîd no es un mártir cristiano, es un guerrero, un muÿâhid, pertenece a Allah, a ese fondo de la existencia al que no tienen acceso los pusilánimes. El palestino que se envuelve en bombas para llevarse por delante a los agresores es alguien que ha renunciado de verdad a la mentira, al engaño, al crimen. (...)".

El Martirio en el Islam
El 17/12/2010 en la ciudad de Túnez, un vendedor ambulante fue despojado por la policía de sus mercancías y en respuesta, se inmoló en forma de protesta. Durante su agonía, miles de tunecinos se rebelaron contra las malas condiciones a las que el país estaba sometido, causando un efecto dominó en el resto del mundo árabe, relata Wikipedia.

Una llama de esperanza se encendió en Occidente ante el fenómeno que comenzó a conocerse como “Primavera Árabe”: una serie de manifestaciones populares en clamor de derechos sociales en parte del mundo islámico que se suponía, derivarían con certeza en la democracia. 5 años después, la mayoría de esas revoluciones fueron ahogadas por la resistencia de las dictaduras o cooptadas por el ascenso de movimientos islamistas.

El eje de la mayoría de las discusiones que hay en Occidente en torno al mundo islámico hoy es: ¿Cómo hacer para que el islam siga el camino de la secularización, la separación entre religión y política, y derive en una democracia al estilo occidental?

“En la era de Estado Islámico, muchos debates en Occidente se centran en cómo los seguidores del islam harán para eventualmente llegar, a través de una serie de pasos y heridas crecientes, a la democracia liberal”, plantea un artículo de la revista The Atlantic.

Pero muchas de estas discusiones tienden a pasar por alto un detalle: el excepcionalismo islámico.
De eso trata un libro publicado por Shadi Hamid, del Instituto Brookings, en Washington DC, donde el experto argumenta que en la concepción musulmana no aparece la separación entre religión y Estado como el devenir natural de las cosas dado que el profeta Mahoma fue una figura tanto política como religiosa, por lo que ambas esferas están inexpugnablemente unidas en el islam.

12do. Foro Económico Islámico Mundial
Durante la semana que pasó tuvo un lugar en Jakarta, Indonesia, el 12do.Foro Islámico Económico Mundial, que reúne a líderes políticos, económicos y de opinión pública tanto de países musulmanes como musulmanes que viven en Occidente, cuya agenda este año giró en torno a cómo hacer para descentralizar el crecimiento y empoderar a negocios futuros.
Un ejemplo más de cómo una religión de 1.300 millones de seguidores a nivel mundial y en permanente crecimiento dada su alta tasa de natalidad, no puede ser reducida exclusivamente a los actos terroristas perpetuados por una minoría, sino que se trata de culturas complejas, fértiles y con muchas discrepancias internas.

El evento tuvo escasa cobertura en los medios del mundo dado probablemente a que escapa al patrón corriente al que estamos acostumbrados cuando se trata del islam. Lejos de eso, en el Foro Islámico Económico Mundial se discutieron, entre otras cosas:

> El ascenso de la economía del consumo.
> Tecnologías disruptivas y el ascenso de nuevas industrias.
> Cómo empoderar a la mujer en el comercio online.
> Cómo aumentar el financiamiento islámico a los sectores halal. (N de la R: se refiere a las industrias alimenticia, textil, turística y de salud globales que cumplen con las prácticas que indica la religión musulmana en esas áreas.)
> ¿Puede la moda islámica convertirse en alta costura?

Entre otros oradores, estuvo el 1er. Ministro de Malasia, Datuk Seri Najib Razak, quien dijo que sin estabilidad política, no habrá progreso económico, y criticó las llamadas “Primaveras Árabes”, por haber cosechado la inestabilidad en la región, y las intervenciones extranjeras en el mundo islámico.
“La invasión de Irak en particular puso en marcha una cadena desastrosa de sucesos”, dijo en relación a la incursión en ese país que realizó una coalición de países encabezada por Estados Unidos, Reino Unido, España, Australia y Polonia en 2003, a la que muchos adjudican la posterior formación y expansión del Estado Islámico.

“Miles han pagado con sus vidas, mientras que los terroristas y otras milicias armadas ahora andan libres en lo que alguna vez eran tierras seguras. La caja de Pandora del conflicto sectario ha sido abierta”, dijo Najib. En contraste, países de mayoría musulmana como Malasia e Indonesia (el país adonde viven más musulmanes alrededor del mundo) que no han sido intervenidos desde afuera, son oasis de paz y estabilidad.
“Hemos visto resultados devastadores de las intervenciones extranjeras en el mundo musulmán, a menudo basadas en información errónea, incompleta o partisana”, dijo.

En qué consiste el excepcionalismo islámico
Probablemente esa información errónea o parcial a la que hace referencia el 1er. Ministro de Malasia tenga que ver con un malentendido fundamental: que el mundo islámico debe avanzar hacia la secularización, hacia la separación entre religión y Estado, y hacia la democracia liberal, emulando el fenómeno que se viene dando en los últimos siglos en Occidente con la separación entre Iglesias y Estados.

El islam es diferente al cristianismo y al judaísmo. En “El excepcionalismo islámico: Cómo la lucha por el islam está moldeando al mundo”, Hamid plantea que creer que el islam es igual a las otras religiones es un error fundamental.

“Ustedes musulmanes ya llegarán allí eventualmente –dice Hamid que es lo que suelen decir muchos analistas occidentales equivocadamente. Primero la reforma y el secularismo, luego la democracia liberal, deben atravesar todos estos pasos. ¿Qué pasa si los musulmanes deciden ir por un camino algo diferente?”, pregunta Hamid, un musulmán norteamericano que ha pasado 6 años en Medio Oriente estudiando el fenómeno islamista, en un video provisto por The Atlantic en el que explica su postura.
“Las religiones, por supuesto, son todas diferentes. Debemos ser francos y honestos y decir que el islam es fundamentalmente diferente a una religión como el cristianismo cuando se trata de la ley y el Gobierno”, explica Hamid.

El profeta Mahoma era un político y por lo tanto, “las responsabilidades políticas y religiosas estaban entrelazadas en la persona del profeta Mahoma”.

El islam ha demostrado ser resistente a la secularización
Explica Hamid en el video aparecido en The Atlantic: “Durante gran parte de 14 siglos, no ha habido una separación entre religión y política en varios califatos e imperios. El islam ha demostrado ser resistente a la secularización. Para la izquierda, es difícil entender el rol y poder que tiene la religión en la política cotidiana de Medio Oriente. Hay una sensación de que la religión no es ya el motor principal de nuestras vidas, que lo que realmente importa son los asuntos tangibles que tienen que ver con la economía, el desempleo, si sos pobre o no. Y si sos pobre, eso quiere decir que puedes aferrarte a la religión (…). Pero de hecho si echas una mirada a las organizaciones islamistas mainstream tales como la Hermandad Musulmana, no están de hecho atrayendo a los más pobres de los más pobres, y la mayoría de sus líderes son de hecho abogados, ingenieros, doctores y profesores. No son movimientos de los hambrientos y los destituidos. La idea de que si mejora su economía, la gente se volverá secular en un par de décadas, es francamente absurda. (…) Cientos de millones de musulmanes alrededor del mundo quieren que el islam juegue un rol importante dentro de la vida pública”, plantea Hamid.

El experto del Instituto Brookings dice que puede o no gustarnos el excpecionalismo islámico, pero que en cualquier caso, no es una solución negarlo.

“Si el islam tendrá un rol central en la política por el resto de nuestras vidas, entonces la meta no debería ser empujarlo hacia afuera o excluir a la gente, debe ser encontrar maneras de acomodar el islam en un proceso legal, pacífico y democrático.”

Para Hamid, esperar una reforma que nunca sucederá o intentar imponer la secularización en Medio Oriente a la fuerza, solo será contraproducente.

El único paraíso posible en el mundo árabe hoy es post-mortem
En un texto que apunta en una dirección distinta que la de Hamid, Kamel Daoud, publicó en el diario estadounidense The New York Times un artículo titulado “Paraíso, la nueva utopía musulmana”.
Para él, la devastación y miseria que inundan el mundo árabe de hoy son tales que llevan a que el único futuro feliz que se puede imaginar allí, gire en torno a la muerte. A la promesa del paraíso que vendrá después de la muerte.

“El paraíso como meta para el individuo o el grupo ha gradualmente reemplazado al sueño de desarrollo, estabilidad y riqueza que prometía la descolonización de posguerra en el llamado mundo árabe. Por estos días, uno solo imagina un mañana feliz después de la muerte, no antes”, escribió Daoud.

La fantasía del paraíso -un lugar descrito como lleno de placeres, sexo, vino y adornos de oro-, es lo opuesto a la vida terrenal y sus frustraciones en los países árabes, con sus fracasos económicos, guerras y dictaduras sangrientas. En los últimos años, el paraíso se ha vuelto el sueño de los pobres, los desempleados, los creyentes y –gracias a ciertas elites religiosas que lo promueven como medio de reclutamiento- los yihadistas.

Hace 50 años, el mundo árabe era otro. Existía un sueño político compartido de independencia, igualdad, desarrollo, creación de riqueza, justicia y coexistencia. Esta visión de utopía al alcance humano dio legitimidad a regímenes pos-descolonización, cuyo lema era el avance de los pueblos y la modernización a través de proyectos ambiciosos de infraestructura.

Pero, acausa de lo cruento de esos regímenes autoritarios y el fracaso político de la izquierda en el mundo árabe, ese sueño no ha envejecido bien, y hoy ha sido reemplazado por otro, aquel del paraíso que no puede ser alcanzado en esta vida.

“El paraíso se ha vuelto a poner de moda, descrito en un detalle alucinante por predicadores, imanes y la literatura de fantasía islámica.”

Además, “curiosamente, este sueño de un paraíso musulmán se confronta con otro sueño al mismo tiempo antagónico y similar: Occidente. Generando pasión u odio al creyente musulmán y al yihadista por igual, Occidente y sus indulgencias representan otra faceta del paraíso musulmán post-mortem”, escribe Daoud.

Mientras que el creyente musulmán sueña con ir allí como migrante para martirvivir, otro sueña con ir allí a morir, como mártir, para subyugarlo y destruirlo.

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