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viernes, 31 de marzo de 2017

35 AÑOS DESPUÉS.








Por Carlos Pissolito

Por lo general, las cifras redondas de las efemérides convocan a los balances. El de ésta es particularmente triste. Al peso de los años saboreando el gusto amargo de la derrota. Se suma el cálculo utilitario de quienes circunstancialmente nos gobiernan.

Al parecer no está en su lógica empresaria que se pueda apostar todo y perder. Tampoco, que una vez producido un quebranto se abre una excelente oportunidad para sacar lecciones del mismo.

Pero digo circunstanciales, porque eso son precisamente. Ya serán reemplazados por otros que alcen las banderas olvidadas. No para mancillarlas como los ladriprogresistas anteriores. Sino para llevarnos a la victoria. Pues ella no tiene substituto.




Los acontecimientos históricos se deben juzgar por sus antecedentes y sus consecuencias. Y, es precisamente, la persistencia de estas últimas lo que le otorga importancia a un hecho que califica como tal. Más aún, para su justa valoración es necesario que hayan pasado a ser “historia”. Vale decir que todas sus consecuencias estén patentes y claras en el presente. En otras palabras, que sus frutos se hayan manifestado en plenitud. Para ello el transcurso del tiempo es imprescindible. De hecho, a consecuencias más profundas, más tiempo para evaluarlas. Caso contrario, en vez de Historia, lo que se estudia otra cosa.

Tal es el caso de la batalla librada por la posesión de las Islas Malvinas a partir del 2 de abril de 1982. Aquellos 74 días de gloria e infortunio. Obviamente, se trata de un hecho histórico, pero con consecuencias tan presentes que las mismas dificultan su correcta evaluación académica. Muchos de sus protagonistas, aún, viven entre nosotros. Otros ya se han ido, lamentablemente y, muy probablemente, sin un justo reconocimiento.

No puede decirse lo mismo de otros hechos bélicos similares más antiguos, tal como, por ejemplo, la Vuelta de Obligado. Uno con el que Malvinas guarda ciertas similitudes. Uno que permaneció olvidado, denostado. Hasta que la Historia, con el transcurso del tiempo, lo evaluó correctamente. ¿Será este el caso de la “Operación Rosario”?

Probablemente, la campaña de desmalvinización iniciada por el propio Proceso de Reorganización Militar y aprovechado por las sucesivas administraciones democráticas para esmerilar el protagonismo militar llegará, algún día, a su fin. Tal como la postura antirosista de la historiografía oficial no permitió el juicio exacto de sus acciones en defensa de la soberanía de nuestros ríos. Y solo se preocupó por resaltar sus abusos internos.

Sin embargo, hay que reconocer que más allá o más acá de la Historia está la Política. Y su necesidad de tomar decisiones prudentes. Exigencia que le impone a esa ciencia práctica el estudio del pasado, aún del que no es histórico. Como un mecanismo para evitar los errores cometidos en su transcurso. ¿Se ha estudiado lo suficiente la campaña Malvinas como para no volver a repetir sus errores? Creo que no. Si bien se han hecho público documentos-aún los más secretos-, testimonios, documentales, etc. También, pienso que con estas acciones se ha buscado responder a diversas finalidades. Desde la más altruistas hasta las más oportunistas.

En este espacio se ha publicado aquello que me ha parecido serio. Relatos, informes, apreciaciones. De propios y extraños. No he tenido miedo de colocar la opinión de quienes fueron nuestros enemigos. O de aquellos con los que no coincido. Es necesario conocerlas. Solo un espíritu que ha conocido la realidad, como es el lema de este blog, podrá actuar prudentemente.

Creo que la cuestión “Malvinas” es como la piedra de toque, para bien o para mal,  que cierra -hoy- el arco de la argentinidad. Por una extraña y profunda razón, intuyo que en la forma cómo la solucionemos o no lo hagamos, marcará a fuego nuestro devenir futuro. La alternativa es de hierro. O nos decidimos a ser lo que tenemos que ser o no seremos nada.

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