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sábado, 29 de diciembre de 2018

CUENTOS CHINOS.














por Carlos Pissolito

Il Milione

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La leyenda de Marco Polo
inspira a una serie de TV.
Aun aceptando que Marco Polo no fue el  primer europeo en visitar al Kublai Khan, nieto del famoso Genghis Khan, luego de recorrer la legendaria Ruta de la Seda. No puede negarse su responsabilidad literaria en la generación de la leyenda del Reino Central o Cathay, como se la denominaba, por entonces, a la Antigua China.


Ya desde la Alta Edad Media, se tenía cierto conocimiento de la existencia de Cathay  a través de un clan de mercaderes judíos llamado Radamites que monopolizaba el comercio con esas tierras.

Pero, efectivamente, fue Marco con su libro, Il Milione, quien puso en marcha los mecanismos de la fascinación que hoy ejerce el mítico Oriente y particularmente la milenaria cultura china sobre los que vivimos al occidente de ellos. Fascinación que no reconoce distinciones; ya ésta se ha ejercido con igual intensidad sobre supuestos analistas estratégicos de alto vuelo como sobre cualquier grupo de ignaros que quiera pasar por entendido.



Por ejemplo, se dice que los relatos fabulosos del libro inspiraron, nada más ni nada menos, que al propio Gran Almirante, Cristóbal Colón, de seguir la ruta del oeste para llegar al Oriente. Aunque el hecho de que la obra fuera escrito en francés antiguo, una lengua que Marco no dominaba, sumado a su inmediato éxito editorial la colocan en un terreno sospechoso. Aspecto que nos permite a nosotros –junto con otros- denominarla -con algo de sorna- como el origen de todos los cuentos chinos.

Pero, para no restarle –de entrada- seriedad al tema, digamos, por ejemplo, que varios buques de la Armada Italiana han sido bautizados con el emblemático nombre de Marco Polo, lo mismo que el aeropuerto internacional de Venecia, aunque todavía hoy se discuta el origen veneciano de los Polo. También, más recientemente, la televisión italiana financió una ambiciosa miniserie con las peripecias del celebérrimo viajero, protagonizada por un puñado de actores hollywoodenses.

Todo esto se ha visto potenciado en estas tierras por la reciente visita oficial, en el marco de la Cumbre del G-20 del Presidente de China,

No es el primer presidente chino que lo hace, ya que -no hace mucho- en el 2004, lo hizo quien ocupaba ese cargo, Hu Jintao. También en esa oportunidad se hicieron fabulosos anuncios.  Por ejemplo, un contrato entre la empresa Sonhe Hopefull y el grupo Macri para modernizar al ferrocarril “Belgrano Cargas”. También, otro para que la empresa asiática Ling Cheng Mining pudiera explotar el yacimiento de hierro “Hiparsa” de Sierra Grande. Asimismo, se anunció que había otras interesadas en construir el túnel trasandino por el paso de Aguas Negras en San Juan y otra en proveer locomotoras y material rodante para el “FFCC San Martín”.

Desde esa fecha ha corrido mucha agua bajos los puentes sino-argentinos. Por ejemplo, se ha comenzado la construcción, luego de algunos contratiempos, con financiamiento y tecnología china de dos represas (Condor Cliff y la Barrancosa) sobre el Río Santa Cruz y se ha llegado al extremo de concretar la instalación de una estación satelital, operada por el Ejército Popular Chino, en la Bajada del Agrio, Provincia del Neuquén.

Los anuncios de la última visita, la de Xi Jinping, parecen ser mucho más numerosos y generosos que los del 2004. Los que incluyen a 35 convenios entre los cuales está contemplada la ratificación del swaps por 9.000 millones de dólares para reforzar nuestras reservas del BCRA.

Pero, también, dicho sea de paso, se ha reforzado las amenazas, no tan veladas, recibidas por parte de los EEUU, en su rol de potencia hegemónica, de no proseguir ni profundizar esos acuerdos con China. De hecho, ese país vetó la construcción de una central nuclear por parte de los chinos en la Argentina.

Lo que sí ha cambiado, no en forma radical, pues el Presidente Obama ya había empezado con este cambio geopolítico, pero sí en su claridad y en su intensidad, ha sido la postura de los EEUU. Pues, creemos que por decisión de su Presidente Donald Trump, los EEUU han retomado la Doctrina Monroe, de “América para los americanos”, tras abandonar la Doctrina Truman que estuviera vigente desde los inicios de la Guerra Fría y que fuera dada por terminada tras la reunión de Helsinki (Putin, Trump) en julio del 2018. Al respecto ver: “EEUU: de Truman a Monroe”. https://espacioestrategico.blogspot.com/2018/08/eeuu-de-truman-monroe.html

Pero, hoy como ayer, la pregunta de il millione sigue siendo la misma. ¿Cuándo China se transformará en una superpotencia y desbancará a los EEUU?

Valga recordar que esto es considerado por muchos con un dato dado, inevitable; y que –en consecuencia- es solo cuestión de unos pocos años para que esta verdad geopolítica se nos revele en toda su plenitud.

En consecuencia, quien quiera pasar por avispado no puede menos que reconocerlo. Expresiones como: “China en menos de diez años dominará al mundo”, “el siglo XXI es chino” y otras similares funcionan como santo y seña de este conocimiento profético.

Ahora bien, para nosotros, la verdadera pregunta es otra: ¿Por qué China no ha logrado una posición de preeminencia global mucho tiempo antes dada su historia milenaria? ¿No fue acaso la China medieval la inventora de la pólvora, la brújula, el papel entre otras lindezas tecnológicas? Por otro lado, las hordas mongoles de Atila y Genghis ¿No estuvieron a un tris de dominar a toda Eurasia?

Dejando para otros la respuesta correcta de estas preguntas históricas, digamos que hoy sabemos que China es la tercera economía mundial -medida en sus respectivos valores nominales-, después de la de los EEUU y la de la UE. Que desde 2001 integra la Organización Mundial de Comercio, lo que le ha permitido que sus exportaciones tengan un crecimiento de más del 30% anual y que a este ritmo en el 2025 su economía podría llegar a ser la primera a nivel mundial.

Sin embargo, hay un dos datos geopolíticamente preocupantes. El primero, es que sus 1.350 millones de habitantes, vale decir el 22 % de la población mundial, sólo disponen del 7% de las tierras cultivables del planeta para producir los alimentos necesarios para su alimentación. El segundo, es la reciente implementación, por parte del gobierno chino, de un sistema de control poblacional basado en tecnología digital que confirma la falta de libertades individuales.


¿Oriente en Occidente u Occidente en Oriente?

Menos conocido pero –tal vez- más significativo que el viaje de los Polo es el de Rabban Bar Sauma; un mongol que partiendo de Beijing llegó a entrevistarse con el Papa y los reyes de Francia e Inglaterra a fines del siglo XIII. La naturaleza de sus interlocutores cristianos nos da una pista del motivo principal de su periplo. Pero vayamos por partes.

Sucede, que en esa época la Cristiandad se encontraba enfrascada en una lucha a muerte con el Islam. Más precisamente, con los sultanes mamelucos, los que a su vez confrontaban con los mongoles, quien en ese momento dominaban China.

Ya siendo un joven, Rabban había efectuado un viaje a Jerusalén, que pasando por otras ciudades de Medio Oriente y Asia Menor, le había permitido constatar por sí mismo los azares y peligros a los que eran sometidos los viajeros cristianos en su peregrinaje hacia los Santos Lugares. Luego, en confianza con el Patriarca nestoriano Mar Yaballaha III, logró ser nombrado embajador de esa iglesia para Europa.

El propósito de su misión era concertar una alianza con la Cristiandad contra el enemigo común que representaba los mamelucos. En el 1280, Rabban salió para Occidente con sendas cartas para el Emperador de Bizancio y para el Santo Padre.

Efectivamente, en Constantinopla fue recibido por Andrónico II Paleólogo, pero en Roma la sede papal estaba vacante por lo que tuvo que contentarse con ser atendido por los cardenales de la Curia. Luego, en París, sí, se entrevistó con Felipe el Hermoso y en Saint Sever, en la Aquitania francesa, con Eduardo III de Inglaterra. En su viaje de regreso, pudo tomar contacto con el recientemente electo Papa, Nicolás IV. Pero, pese a las gestiones, Ninguna alianza concreta emergió de sus gestiones diplomáticas, pero plantó las semillas de una idea que, como veremos, estaba destinada a perdurar.

¿Confrontación o cooperación?

Hasta el 11 de septiembre de 2001 los análisis de los especialistas en estrategia de los EEUU respecto de China, a la que vislumbraban como el contendiente global en un futuro más o menos inmediato, se debatían entre los extremos de una confrontación fría o caliente. Luego, los ataques terroristas pospusieron, pero no le quitaron vigencia a este dilema. Entre los argumentos que ayudaron, y no en poca medida, para que este aplazamiento se hiciera efectivo fue el hecho del apoyo chino a la cruzada antiterrorista global lanzada por los EEUU.

En contrapartida, los chinos convencieron a sus aliados occidentales de colocar en la lista de agrupaciones terroristas del Departamento de Estado, a los molestos movimientos separatistas islámicos que actualmente proliferan en el sur de China.

Uno de los analistas favoritos de la administración Bush Jr., Robert Kaplan, tituló su artículo en el Atlantic Monthly de junio de 2005 con una clara intención: “Cómo podríamos combatir a China”. Y la completó sosteniendo que avizoraba una suerte de guerra fría entre ambos colosos; acto seguido, le aconsejaba a los EEUU adoptar un papel similar al de la realpolitik bismarquiana de la Europa de fines del siglo XIX. A los efectos de –basado en la teoría del balance de poder- contrapesar el creciente peso estratégico chino.

Finalmente, agregó que muy a pesar de sus recientes avances, China no representa un peligro militar real para los EEUU. Luego de entrar en un escabroso análisis de ojivas y portaviones nucleares; concluyó que su país, bien podía perder a San Francisco o a Los Angeles, pero que éste –a su vez- podía enviar a su contraparte a la Edad de Piedra.

Creemos que Kaplan olvida, que por definición cultural, los chinos prefieren los métodos indirectos de conquista. Tal como ha sido muy bien explicado en el manual de guerra irrestricta de los coroneles Qiao Liang y Wang Xiangsui del Ejército Popular Chino y que está disponible en la Internet.  En ese sentido, son los maestros del soft-power.

Tal como lo demuestra su actual política exterior, más basada en la seducción que en el garrote. Otro historiador militar reputado y bien conocido por nosotros, William Lind, arguye con más realismo, que el único camino posible de las relaciones sinonorteamericanas es la cooperación; ya que una confrontación sólo produciría resultados indeseables para ambas partes. Y en este sentido, similares a los que produjo la rivalidad entre la Gran Bretaña y Alemania de principios del siglo XX, que tras dos guerras mundiales, devinieron de potencias mundiales a potencias de 2do orden; con un tercero beneficiado: los EEUU.

El Gran Juego

Así como los novelistas del siglo XIX bautizaron como el Great Game a las luchas entre el deseo ruso de acceder a los mares cálidos con los planes franco-ingleses para el subcontinente indio, que disparó conflictos en Afganistán, Irán y el Tíbet, entre otros.

Hoy esa expresión podría llegar a aplicarse al inmenso espacio vacío que es el Océano Pacífico y que separa físicamente al Oriente del Occidente. Ya el Imperio de Sol intuyó su importancia y, en consecuencia, hizo una poderosa apuesta en la década de 1940 para conquistarlo, aunque –como sabemos- fracasó estrepitosamente. Una vez más, Occidente necesita acceder, por muchas razones, al Oriente y una de las vías es a través del Pacífico. Aunque no es la única.

Claro que está la otra, la que siguieron los Polo y Rabban. El problema es que hoy como ayer se interpone en ella un enemigo formidable: el Islam. En consecuencia y con toda certeza que las viejas alianzas medievales volverán a cobrar vigencia. Esto puede demorarse.

En ese sentido, siempre ha parecido estar más ocupada de sus eternos problemas internos que en dominar el mundo. Por lo que sería poco astuto utilizar con China una estrategia de confrontación. El segundo, es que el Islam, sí es una cultura combativa. Los ocho siglos de su permanencia en España y la casi conquista de Viena deberían ser suficientes para no hacerlos mirar en la dirección equivocada y comprarse, lo que en definitiva, no es más que otro cuento chino.

Finalmente, no podemos irnos sin recordar que hoy por hoy, una nueva Ruta de la Seda se extiende al África, en busca de materias primas y a nuestra América del Sur, en busca de comida. Especialmente, con los últimos desarrollos en el problema. Tales como la declarada guerra comercial decretada contra China por el actual presidente de los EEUU. A los que se suman los deseos del nuevo presidente del Brasil de apoyar a los EEUU en lo que parece ser una nueva Guerra Fría nos llevan a renovar nuestros análisis sobre el tema.

Tengámoslo presente. No copiemos a los analistas norteamericanos que por su aversión, tanto por  la Historia como por la Filosofía los lleva a olvidar dos hechos históricos colosales. El primero, es que China ha sido –por lo general- un imperio benéfico, excepción hecha –tal vez- del Tibet. Y que su problema histórico principal ha sido como controlar a su inmenso pueblo.


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