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viernes, 11 de septiembre de 2020

Somos un país caníbal.


 








por Carlos Pissolito

Somos un país caníbal. Los gobiernos no saben construir poder, solo destruir a los competidores. La reforma L Arslanian destruyó el ethos policial como R Alfonsín lo hizo con el militar. Frente a un reclamo justo la casta política se abroquela y habla de golpe. Nada cambia!

Son muchas y variadas las lecciones  que pueden extraerse de la crisis, aún, en desarrollo del motín de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. 

Surge una constante que ha estado vigente en otras crisis similares. En la Argentina el poder político no sabe construir poder, pero es muy eficiente destruyendo a los que considera poderes rivales. 

Luego de la desarticulación de la policía mediante una reforma policial (la de L Arslanian) que tenía por objeto el sometimiento absoluto y sin libertad de decisión de las fuerzas policiales al poder político, no se encuentra otra salida que reducir el presupuesto de la Ciudad de Buenos Aires para obtener los fondos necesarios para un aumentos salarial a las fuerzas policiales.  Con lo que no se soluciona en forma integral el problema policial, ya que éste excede con creces un reclamo salarial, pero se disminuye el poder de un competidor político.

Salvando las distancias, nos pueden dejar de notarse la similitudes con lo realizado durante el gobierno del R Alfonsín respecto del poder de las FFAA y su percepción como un competidor político. 

Estas fuerzas reaccionaron, como lo están haciendo las policiales, con varias insurrecciones. En otras palabras: están teniendo su Semana Santa. Pero, la casa no está en orden y difícilmente se podrá proclamar que la casa está en orden.

Tal como sucedió en esa oportunidad, todas las fuerzas políticas, incluidas las de la oposición se abroquelaron junto a la figura de la autoridad presidencial cuando percibieron el desafío.  

El problema es que los problemas siguen existiendo. Es más se van acumulando en la cada vez más grande deuda impaga de la democracia argentina para con sus mandantes. 

A partir del gobierno de R Alfonsín la Argentina comenzó a sufrir la atrofia de sus FFAA. Ahora, asiste al capítulo final en la de sus fuerzas policiales.

A ambas se les criticó su autogobierno y su exceso de capacidad de decisión. Se las buscó, no destruir, pero sí domar. Haciéndolas a la imagen y semejanza del poder político de turno. 

En forma paralela a este desgaste se lleva adelante un proceso de transformación cultural destinado a destruir, tanto el ethos militar como el policial. Se quiere militares obedientes y afines políticamente y policías sindicalizados. En pocas palabras: desean personas como ellos, para que la cooptación de sus mandos y el manejo de las fuerzas sea más fácil. 

Todo o casi todo continuará bajo un aspecto de normalidad hasta cuando sea necesario el empleo real de alguna de ellas contra un enemigo u oponente real. Ya que ambas instituciones carecerán de las capacidades, especialmente de su ethos para cumplir con las tareas que le son propias. A las FFAA para defendernos, principalmente, de nuestros enemigos internos y a las policiales el mantener el orden público.

Lo que no percibe la casta política es que esto es, en realidad, un proceso de autodemolición, ya que no se trata de competidores políticos, sino de instituciones básicas del Estado que administran y que llegado el caso pueden llegar a necesitar para su propia supervivencia.

Por lo tanto, a quienes les toca el mando de esas instituciones tienen que hacer lo posible por mantener su ethos y sus capacidades operativas lo más intacto que se pueda.

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Actualización de situación:

Al parecer ha concluido el motín de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, tras los anuncios del Presidente de la Nación. “La casa está en orden”, ya que los amotinados depusieron su actitud. Pero, obviamente, las consecuencias del mismo continuarán en desarrollo, en función de lo siguiente:

1ro Solo un pequeño porcentaje de los efectivos (no más de 2.000 efectivos) fue el que se amotinó.

2do Una de las causas no explicitadas del movimiento fue la no participación de los cuadros más bajos de las “ganancias” de las que gozan los jefes policiales de los negocios ilícitos de la prostitución, del juego y, especialemnte el narcomenudeo.

3ro Tal como lo anunciara el Ministro de Seguridad, Sergio Berni, comenzará la persecución de los cabecillas para separarlos de las filas policiales.

Como se verá, lo hasta aquí relatado, no permite esperar una mejora respecto del deficiente servicio de seguridad que provee la policía bonaerense. Todo lo contrario. Creemos que estas falencias se agravarán.

En forma paralela, este desmadre servirá para que los progresistas (H Verbitsky, N Garré, S Frederick, M Sain, entre otros) insistan en la sindicalización policial. La que si bien ha sido rechazada en 2 oportunidades por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, nunca se sabe.

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Una propuesta de solución

Al respecto, repetimos lo que venimos diciendo desde hace tiempo. Nuestra propuesta se orienta a lo siguiente:

1. Detener su deterioro moral: En principio, hay que devolverle al policía el orgullo de su profesión. En ese sentido, como explicaremos después, hay que convertirlo en un servidor público no en un funcionario de uniforme. Lo dicho no excluya que se ejerza una verdadera "tolerancia 0" para con la corrupción policial.

2. Proporcionarle un marco legal que facilite el cumplimiento de su misión: Una sociedad segura comienza, entre otras cosas, con la disposición de una fuerza policial que pueda actuar en el marco de un sistema legal que privilegie la tranquilidad y el accionar de las personas honestas. Y que, en contrapartida, dificulte el accionar de los delincuentes mediante; primero, la prevención; luego con la disuasión y finalmente, mediante la acción policial.

3. Educarlas y prepararlas para la misión: Formar a un buen policía es una tarea compleja que lleva tiempo. No se los puede formar en serie y masa como hoy se lo pretende. Las habilidades técnicas, psicológicas y morales que deben adquirir son muchas. En ese sentido, no se logrará nada dispersando los medios educativos disponibles (profesores, aulas, polígonos, etc.) en una multiplicidad de escuelas. Todo lo contrario, hay que concentrarlos. En lo posible en un único instituto de formación por provincia, donde la excelencia sea la norma.

4. Darles un presupuesto y un equipamiento acorde: Este punto no merece mayores argumentaciones, cuanto, que muchas veces, es uno de los únicos que es tenido en cuenta cuando se habla de reforma policial. Sí, le agregamos que el equipamiento deberá ser acorde a las capacidades crecientes del crimen organizado. Y que este equipamiento no puede restringirse a armas y móviles policiales. Muy importante son sus medios de comando, control y comunicaciones; como la disposición de uniformes y ropa y equipo de protección de calidad.

5. Implementar un sistema de control civil objetivo: Desde una perspectiva ideológica errónea se ha buscado, desde hace algunos años, "civilizar" a la policía. Lo que muchas veces ha sido sinónimo de "desmilitarizarlas". Esto ha sido un gran error. Sin ser militares los policías comparten con los primeros la necesidad de un ethos particular. El ethos policial en este caso. Ello se basa en la peculiarísimas características de ambas profesiones: hombres y mujeres de uniforme, que armados deben estar dispuestos a arriesgar sus vidas para cumplir con su misión. Ninguna profesión civil tiene tales exigencias.

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