por Carlos Pissolito
“El dilema de las redes sociales” es una película realizada por Netflix en el 2020, dirigida por Jeff Orlowski y escrita por Orlowski, Davis Coombe, y Vickie Curtis. La misma explora el aumento de medios de comunicación sociales y el daño que ha causado a la sociedad, centrándose en la explotación de sus usuarios para beneficios económicos a través del capitalismo de vigilancia y la minería de datos. Argumenta que tiene un impacto en la salud mental y que refuerza las teorías de conspiración.
La película se basa en entrevistas a personas que estuvieron vinculadas a las empresas que dirigen las redes sociales. Las mismas están acompañadas por dramatizaciones sobre la historia de la adicción a medios de comunicación sociales de un adolescente.
Ya lo sabíamos, pero es importante que lo reconozcan los propios integrantes de estas empresas. Que existen técnicas modernas como las que propugna la Ingeniería social. Una ciencia que patrocina el uso del management, del marketing, de la cibernética, de la sistémica y de la psicología del comportamiento para el diseño y la construcción de una sociedad ideal basada en principios más predecibles y controlables que los inspirados en el libre albedrío humano.
Pero, es condición de eficiencia de los cambios propuestos por la ingeniería social que éstos transcurran desapercibidos por la mayor parte del cuerpo social, a fin de evitar innecesarias resistencias. Pues, es la clave que permite a los manipuladores sociales ver sin ser vistos. Tal como ya sabemos que sucede con las ubicuas redes sociales.
Este concepto, ya había sido expresado en forma limitada por Jeremías Benthan y Michel Foucault, hace algunos años. Ellos vieron la necesidad de la invisibilidad del poder para que éste pudiera ejercer mejor el control social desde una instancia que lo ve todo, pero que uno no ve, de tal manera que uno no sospecha, siquiera, que existe.
No es necesario caer en teorías conspirativas para comprobar la existencia de estos mecanismos de control. Hoy, como ellas mismas lo reconocen, las corporaciones comerciales tienen acceso a detalladas bases de datos sobre nuestros gustos, gastos y hábitos personales.
Por extrapolación bien podemos deducir que los Estados, especialmente, los más poderosos, junto con las grandes corporaciones globales disponen de grandes medios informáticos que les permiten observarnos sin que nosotros notemos su presencia, a menos que ellos lo consideren necesario.
Pero, ¿Para qué lo hacen, con qué finalidad, en qué marco?
Esta no puede ser otra que el del dinero y el marco no puede ser otro que el Capitalista. Poco importa si sea uno de individuos y/o corporaciones como lo es, mayoritariamente, en Occidente o uno estatal, como lo es en el Oriente.
El dinero, es un medio. Más precisamente: un medio de medios. Pues, es el único que permite -per se- conseguir y acumular a todos los otros medios. El mismísimo poder político está incluido entre ellos.
Pero, para que el dinero sea el único medio de cambio aceptado, por sobre cualquier otro valor. Especialmente, los espirituales, es necesario producir una gran homogeneización que vaya no solo más allá de las diferencias entre la culturas, tal como propone el multiculturalismo o los derechos del hombre y la mujer, como lo hace la ideología de género.
También, entre los seres humanos y la naturaleza, como pretenden los ecologistas profundos. Y, aunque, cueste creerlo, entre los seres vivos y los inanimados. Pues, a la vuelta del reconocimiento de los derechos jurídicos a los animales, se encuentra el de los robots y de otras máquinas denominadas inteligentes.
Si es este el plan de los que manejan las potentes herramientas de la Ingeniería social. ¿Qué podemos hacer nosotros para sobrevivir y preservar nuestra libertad?
Lo primero que hay que reconocer es que las armas de control impulsadas por ellos, fundamentalmente, a través de la Internet, nos permiten a nosotros contrarrestarlas por el mismo camino. Pues se trata de uno de ida y vuelta.
Por ejemplo, si ellos promueven el desorden, la anomia, la entropía, la desestabilización y la producción de caos controlado. Nosotros, entonces, debemos impulsar el orden, la regulación, la neguentropía y la estabilidad.
Esto bien puede hacerse, hoy por hoy, a pequeña escala. Por ejemplo, no es muy difícil contrarrestar la influencia de un gran medio de opinión con una red artesanal de blogs.
¿Suena demasiado sencillo? En realidad lo es. Contamos a nuestro favor con los principios básicos de la naturaleza humana. Una que se rebela cuando una voluntad externa pretenden manipularla. Para anularla, muchas veces, basta con la simple toma de conciencia.
Nuestra metapolítica se puede resumir a un solo verbo: "cuidar". Empezar por cuidar el derecho a la vida, pues si esto no es así, estará todo permitido. Desde el asesinato selectivo, pasando por eutanasia de los enfermos y hasta la eugenesia de los menos aptos. Algo con lo que Hitler y sus esbirros soñaron, pero que solo concretaron a medias.
La otra necesaria cara de esta moneda es la de reconocer que los malos son los menos y que no avanzan por su inherente perversidad, sino por la triste indiferencia de nosotros, que nos decimos, los buenos.
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