por Carlos Pissolito
“Gouverner par le chaos” (Gobernar por el caos), como sostiene Lucien Cerise, ensayista proveniente de la Izquierda en su famoso ensayo, el caos no es un enemigo para los defensores del Orden Mundial. Pues, bien puede ser usado como una excelente herramienta de control. Una que dirige la orquestación de las sucesivas y superpuestas guerras civiles moleculares en las que se están sumergiendo todas las sociedades, casi sin excepción.
Una consecuencia del caos es la inestabilidad permanente. Ya que nada permanece, pues lo único permanente es el cambio. Todo va y viene y lo hace constantemente. Los Antiguos se referían a estos procesos de ida y vuelta con un lema proveniente de la Alquimia de: "Solve et Coagula" que significa “disolver” y “coagular”. Concretamente, con esta práctica se pretendía transformar una realidad en una mejor, más homogénea que las mezclas que la precedían.
En este marco de ideas y apelando a una breve mirada histórica, digamos de los últimos 100 años. Podemos afirmar que el mundo ha sufrido dos guerras mundiales. Vio nacer y morir al Marxismo soviético. Al renacimiento del Islam militante. Y, probablemente, también, asista al fin del Capitalismo occidental, al menos tal como lo conocemos.
Además, en el medio, vimos como se desarrollaba la aviación militar y comercial, los viajes espaciales, pronto a ser interplanetarios. Al descubrimiento de las aplicaciones pacíficas y bélicas de la energía nuclear. Más recientemente, a la invención de las supercomputadoras, las que, supuestamente, harán posible la inteligencia artificial y a todo lo vinculado con la genética, tanto humana como de todos los seres vivos y que permitirá modificarlos a voluntad.
Llegado a este punto, uno se pregunta si el hombre no está a unos pocos pasos de cumplir con aquella lejana promesa hecha de en el Paraíso de: “ser como dioses”. Claro, no todo ha salido a pedir de boca. Nuestro “Paraíso terrenal” está amenazado por las consecuencias del cambio climático y por las tremendas desigualdades entre países y dentro de nuestras sociedades, entre otros peligros. Sin mencionar la posibilidad de un Armagedón nuclear.
Pero, ¿cómo sigue la película? Probablemente, sea necesario para ello, apelar a la Filosofía para obtener un esquema conceptual que nos permita entender lo qué está pasando y entrever lo que pudiera llegar a pasar. En este complicado tema, al concepto de tríada dialéctica establecida por Johann Fichte, creo que el que podemos utilizar para resolver este complejo proceso, mediante la apelación a sus tres momentos o fases de tesis, antítesis y síntesis.
El primer momento, el de la tesis se corresponde con el estar en sí. Con una realidad preexistente. Pero, ocurre entonces que, haciendo uso de la razón, lo que estaba en sí se niega a sí mismo y nos lleva al segundo momento, el de la antítesis. Finalmente, se produce el tercer momento, el de la síntesis, que es la negación de la negación y que nos conduce a la superación de ambos estados anteriores.
Armados con estos conceptos podemos encarar el tema de la probable evolución de los sistemas políticos. Asumiendo que al Turbocapitalismo, etapa final del Capitalismo, como la tesis, al Marxismo como su antítesis y lo que se aproxima y que no tiene nombre aún, como su necesaria antítesis.
Para empezar, hay que definir al Turbocapitalismo como una fase evolutiva del Capitalismo. Entendido éste como un sistema político económico caracterizado por el usufructo intensivo del capital privado como herramienta principal de la producción; pero que, también, es capaz de generar distintos servicios y multiplicar, geométricamente, sus ganancias mediante la inversión financiera. Dada la distinta capacidades de los seres humanos para participar en estos procesos, a lo largo del tiempo, se va produciendo una progresiva concentración del capital en las manos de los más capaces. Los que son cada vez menos y que en la práctica se traduce en la creación de corporaciones cada vez más concentradas que ejercen monopolios de hecho y de derecho.
Llegado a este punto, no es extraño que ellas, no sólo no puedan ser reguladas desde el Estado, sino que sean las que pongan al aparato estatal a su exclusivo servicio mediante la coptación de la dirigencia política y el uso de los medios de comunicación social de los cuales son sus propietarios para que la opinión publicada se transforme en la opinión pública.
Por su parte, el Marxismo, al que consideramos como la antítesis, partió desde otra forma de instrumentación económica. Cuál era la propiedad estatal del capital y de los medios de producción. A la par de un estricto control social sobre sus ciudadanos. Con un Estado fuerte que disponía de una compleja burocracia con la cual administraba y dirigía a esos medios de producción.
Históricamente, el Capitalismo y su versión más moderna, del Turbocapitalismo se demostró más eficiente que el Marxismo de origen soviético a la hora de producir bienes y prestar servicios, especialmente, en el campo militar y en el de las tecnologías de punta. El que terminó colapsando a principio de la década de 1990, dada su incapacidad para competir, adecuadamente, en términos militares y económicos.
Paralelamente, la versión china del Marxismo, especialmente a partir de las reformas introducidas por Deng Xiaoping, pudo evolucionar satisfactoriamente hacia un Capitalismo estatal más eficiente que el soviético; pero manteniendo las formas de control social propias de los regímenes totalitarios comunistas.
Como vemos pese a sus planteos económicos diferentes, ambos sistemas terminaron en un estado final muy similar. El de una reducida élite (privada en el Capitalista y estatal en el Marxista) rodeada de masas de clase media y baja y sin capacidad de decisión política.
Por su parte, dos factores conexos a ambos sistemas. El financiero y el tecnológico comenzaron un camino independiente de quienes les habían servido de sede. Primero, fue el mundo financiero que tras la 2da GM pretendió independizarse de cualquier sede nacional para conformar un Nuevo Orden Mundial de orden global basado en diversos organismos multilaterales como el FMI, la banca internacional, los paraísos fiscales, etc.
Recientemente, asistimos a un proceso similar por parte de las compañías de alta tecnología que luego de nacer en los EEUU, están emigrando hacia lugares extraterritoriales en los que puedan eludir toda forma de control estatal.
Geográficamente, las sedes de ambos poderes, las podemos ubicar, inicial y principalmente, en los EEUU. La del financiero en Wall Street y la del tecnológico en Silicon Valley. Pero, es su migración hacia China, la que nos da una buena pista de cuál será la síntesis y qué características tendrá.
Por ejemplo, vemos que muchas compañías de alta tecnología (como Google, Tesla, Microsoft, etc.) están colaborando con el régimen de Beijing, tanto en cuestiones productivas como de apoyo a la vigilancia de su gran población. Así como en el pasado reciente el poder financiero mundial decidió que los EEUU no sería su única sede, como antes los había sido la Gran Bretaña.
Por su parte, el régimen chino les ofrece a todas ellas los que necesitan en la forma de una masa obrera manufacturera que puede fabricar sus productos a un bajo costo. A la par de un marco regulatorio mejor y más amplio para sus investigaciones, especialmente, en el campo de la Genética humana y de esa forma superar las limitaciones bioéticas que, todavía, quedan en los países occidentales.
Como vemos, las similitudes y la interpenetración empresaria entre el Turbocapitalismo occidental y el Capitalismo de Estado chino son muy grandes. Lo que facilitará el surgimiento de la síntesis entre ambos.
Llegado a este punto nos podemos interrogar cuándo y cómo se concretará este proceso. Vale decir que se pasará de la antítesis a la síntesis.
Creemos que el proceso no solo ya está en marcha, sino que está en sus etapas finales. Ya que la pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de apurar los cambios políticos y económicos necesarios.
Las condiciones previas para el mismo han sido las siguientes:
1ro La abdicación de los EEUU como potencia mundial. Con la consecuente pérdida de la sede principal del poder financiero y tecnológico.
2do El colapso de la economía de libre mercado mundial.
3ro La imposibilidad de llevar adelante una lucha globalmente coordinada contra la pandemia.
Diversos elementos de juicio nos llevan a presumir que el cambio de viejo liderazgo al nuevo se dará a través de las instituciones globales ya existentes. A saber:
1ro La ONU para las cuestiones relacionadas con la seguridad mundial.
2do El FMI y otras instituciones afines como la OMC y el Foro de Davos para las cuestiones económicas, entre otras tantas.
3ro La OMS para el manejo de la pandemia.
Obviamente, pueden surgir inconvenientes. Pero, la idea general es la de robustecer el sistema existente, mientras se reemplaza a los que tienen que ser reemplazados. Entre los nuevos actores, no solo habrá Estados poderosos, también, grandes corporaciones y compañías de alta tecnología. A la par de que se los cambios serán presentados como inevitables, a través de los medios de comunicación globales con la ayuda de las redes sociales.
Otras acciones contribuyentes que podrían darse serían el incremento del establecimiento de nuevos parámetros de conducta social bajo la cobertura de evitar los denominados “discursos de odio”, una vigilancia social más efectiva, el establecimiento de una nueva moneda (muy posiblemente, una criptomoneda) para los intercambios internacionales y la concreción de un plan mundial de salud, aunque más no sea para los viajes internacionales y para las cadenas de abastecimiento global.
Es obvio que las ciencias sociales actuales carecen, al menos por el momento, de un marco conceptual adecuado que nos permitan seguir analizando para llegar a conclusiones más sólidas. En ese sentido, creo que la buena literatura ha sido siempre un excelente reemplazo para ellas. Pero, acá lo que juega son los gustos personales. Hay muchas obras que tratan este tema. Mi preferida es “El Señor del Mundo” del inglés Hugo Benson.
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