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domingo, 30 de octubre de 2011

La Finalidad de las Fuerzas Armadas.

Como lo adelantaramos en sendos artículos. Asistimos, hoy, a la recreación de los ejércitos nacionales de Irak y de Haití. Tal como lo sostuviera hace varios años atrás en una obra clásica, Julien Freund: más allá de toda circunstancia ideológica o histórica, existe siempre una justificación esencial para la existencia de los ejércitos. Cual es, la defensa de toda comunidad políticamente organizada. Hemos considerado de interés traer su artículo, nuevamente, a la luz.






LA FINALIDAD PRINCIPAL DE LAS FUERZAS ARMADAS [1]



Por el Prof. Julien FREUND (Revista de Estudios Polemol6gicos-N°20-21)



Mas allá de las consideraciones que surgen de un análisis circunstancial de carácter histórico-sociológico, es necesario determinar, desde el punto de vista de la filosofía política y polemológica [2], la finalidad principal de las Fuerzas Armadas. No se trata de preguntarse cómo las Fuerzas Armadas son percibidas por los civiles y por los militares en una sociedad dada, sino de interrogarse sobre la finalidad de las FF.AA. en general. ¿A qué responden en una sociedad cualquiera?

Es necesario partir del sentido común y valedero en todo lugar y en toda época, que cada uno entiende inmediatamente, de manera implícita o explícita, cuando se emplea el termino Fuerzas Armadas. Estas constituyen tropas, mas o menos organizadas que se dan circunstancial o durablemente y que tienen por objeto asegurar por las armas la protección de las personas, de los bienes y de los intereses de una colectividad contra toda amenaza o ataque; o bien al contrario, ellas buscan atentar voluntariamente contra la integridad de las personas, de los bienes e intereses de otra colectividad para aumentar las posibilidades de la propia. Tres puntos deben ponerse en evidencia.

Por principio, y a la manera de ciertas sociedades arcaicas, las Fuerzas Armadas pueden no ser mas que una institución discontinua y temporaria del conjunto de los hombres en armas en un momento dado, que cumple su misión bajo la conducción de un jefe regularmente previsto o reconocido por la circunstancia, pero que se disloca una vez que el peligro ha pasado o se ha alejado, o bien a continuación de una derrota. Inversamente, pueden generalmente constituir una institución continua, en el sentido de un servicio publico y permanente, constituyendo un conjunto organizado y jerarquizado, poseyendo sus locales propios con administración que prepara a la tropa para los eventuales combates, elabora los planes estratégicos de ataque o de respuesta en función de la situación de los enemigos posibles y cumple su misión políticamente definida en caso de guerra. Entre esos dos tipos ha habido históricamente toda c1ase de transiciones que podría analizar una sociología de las FF.AA.

En segundo lugar, el enemigo puede ser interior o exterior. En el primer caso; un grupo trata de escindirse del seno de una colectividad por el recurso de las armas, pero se choca con la voluntad de los otros de reducir la secesión. En general, la lucha evoluciona en este caso hacia la guerra civil. No obstante, lo mas corriente es que las FF.AA. tengan por tarea garantizar la seguridad de una colectividad frente a un enemigo exterior.

Finalmente, el último punto: cualquiera que sea la forma contingente, temporaria o permanente de la organización militar, la finalidad resulta la misma. Puede ser defensiva u ofensiva, si bien la mayoría de las definiciones no retienen en general mas que la defensa. Ahora bien, tanto la historia como el fenómeno de la guerra en su esencia, imponen incluir la intención hostil ofensiva, porque los conflictos estallan en general del hecho de que uno de los enemigos cree asegurar mejor la defensa tratando de acrecentar las posibilidades y probabilidades de la colectividad que representa; o mas simplemente todavía, porque un pueblo sometido quiere crear una nueva colectividad independiente. Como lo señalaba Proudhon, si se hace abstracción de la guerra civil, no hay mas que dos tipos de guerra: de conquista y de independencia.

En los párrafos que siguen examinaremos el problema principal de la finalidad, que permanece independiente de las circunstancias locales y temporales, esencialmente en el contexto de las sociedades modernas. El objetivo propio de las FF.AA. es, pues, defender a las personas y los bienes de una colectividad dada, o de tratar de protegerla aumentando sus posibilidades de acción. Se trata de explicitar más .ampliamente esta finalidad. En tiempos de guerra extranjera o revolucionaria, la finalidad de la función militar no crea problemas, aun para aquellos que impugnan el rol de las FF.AA. El objetivo es claro, aun si mas tarde y en conclusión, sobreviene una derrota. Se imputará esta, con razón o sin ella, a los defectos de la preparación y a las debilidades del comando. Estos debates resultan sin embargo oportunos desde el punto de vista que aquí nos interesa. La discusión trata sobre la razón de ser de una Fuerza Armada, no solamente en tiempo de guerra, sino también en tiempos de- paz. En este último caso, el problema es más delicado y, solo en apariencia, más embarazoso. El error consiste en pensar la paz por ella misma y la guerra por ella misma, como si estos dos estados fueran absolutamente independientes el uno del otro y desprovistos de toda relación. Ahora bien, sus relaciones son intrínsecas, es decir que es necesario pensar la paz y la guerra en conjunto, al mismo tiempo, porque una condiciona a la otra. Pero también porque ambas son sucesos políticos. La peor de las actitudes seria, pues, aquella que considerara la paz como un estado apolítico o no político, y solamente la guerra como una situación política. Esto no es así pues, solamente con la condición dialéctica de enfocar a la guerra y a la paz como categorías políticas en el sentido de la polemología, es posible hacerse una idea precisa y pertinente de la finalidad de las FF.AA.

Las Fuerzas Armadas son el medio que se utiliza para arreglar los problemas por la violencia, en general cuando los otros caminos, por ejemplo diplomáticos, ya no permiten llegar a una solución. Es suficiente, por ejemplo que uno de los antagonistas bloquee voluntariamente toda posibilidad de negociación y acuerdo y ponga a sus adversarios en una situación tal que no les quede otra salida que la guerra, por el hecho de que el peligro se ha vuelto tan grande que su propia existencia independiente esta puesta en juego. La guerra aparece así como un conjunto de acciones que tratan de imponer una solución en virtud de la ley del más fuerte. Se puede criticar este método; no obstante, es poco probable que algún día se transforme en obsoleto. Sean cuales fueran las ilusiones que puedan alimentar los hombres, el hecho es que las FF.AA. son un instrumento de violencia, asimismo son las que detentan en el Estado de la violencia suprema y extrema, a la cual él recurre en periodos excepcionales, sea porque la situación le parece desesperada, sea que el adversario haya sobrepasado el umbral de lo que juzga tolerable.

Estas reflexiones exigen comentarios en razón de las objeciones que encuentran. La primera objeción, la más común, consiste en proponer la supresión de las Fuerzas Armadas para suprimir la violencia. Esta ha sido formulada de una manera radical par un especialista de la Peace Research, A. Rapoport, quien estima que es necesario eliminar a todas las instituciones de la guerra a fin de poder vivir en paz, minando los hábitos de obediencia, de lealtad y de confianza que engendra, pues los militares no son mas que "parásitos" de la sociedad, constituyendo la elite militar misma una especia de "sindicato de criminales" [3]

La ilusión de este universitario es creer que hay guerras porque existen las FF.AA., mientras que en realidad los militares existen porque los hombres hacen la guerra. En efecto, a falta de organización militar, son los civiles quienes toman las armas para hacer valer sus derechos. El fenómeno del partisano es un ejemplo de ello. El error consiste en creer que la violencia tiene su origen en la institución militar; por el contrario, ella esta en el corazón del político. No es pues el instrumento militar el que serla necesario aniquilar para suprimir la violencia, sino la misma actividad política, así como las razones de esta actividad, como la sociedad a organizar, los intereses a equilibrar y a defender, la justicia a administrar, etc. No existe la esencia autónoma del militar: es un ciudadano especializado en una tarea determinada, de la misma forma que el empresario, el profesor y o el diputado. Responde a las exigencias de la división del trabajo inevitable en una sociedad evolucionada.

Por otra parte, el militar no es el dueño del instrumento político del cual dispone: no puede, en principio, utilizarlo mas que por orden de la autoridad política. Este punto es importante, justamente porque da lugar a las opiniones inconsecuentes en lo que concierne a la finalidad de las FF.AA. Estas son un órgano de violencia regulada, utilizada en condiciones excepcionales, que no se transforma en anárquica o salvaje mas que en el instante del combate, durante la ascensión a los extremos que decidirán la victoria o la derrota. Para el resto, permanecen sumisas a la voluntad política.

Esta situación puede presentar problemas cuando las FF.AA. se arrogan la independencia para combatir al político y de sustituirlo como ocurre frecuentemente en los países de América del Sur y de África. Es tanto más difícil evitar este riesgo cuanto que los partidarios de la subordinación de las FF.AA. al poder político, están lejos de ser consecuentes y varían de opinión según que la acción de las FF.AA. sea conforme o no a su ideología. Estos son los mismos que condenan la toma del poder por las FF.AA. en un Estado y que aplauden a los militares cuando, en otro, voltean al gobierno o introducen un nuevo estilo político. Es necesario deplorar que esos abusos se vuelvan cada vez mas frecuentes, pues desvían alas FF.AA. de su finalidad propia que es la protección de una sociedad y no de ejercer ellas mismas el poder político. A decir verdad,"la subordinación de las FF.AA. a la política es una regla que se inscribe en el conjunto de actitudes, costumbres y de la mentalidad de una nación. Cuando las sociedades aceptan que no se respeten las reglas, deben esperar que se las escarnezca.

El segundo reproche que se le hace a las Fuerzas Armadas, es el de constituir una casta, una feudalidad o aun, siguiendo los términos de J. Legre, una "contra-sociedad". Este autor les hace además, el reproche de no plegarse al juego democrático a causa de su absoluto respeto por la jerarquía, de ser "casi por esencia, auxiliar de la derecha" y por esto, estar en las antípodas de la civil [4] . De hecho ha habido sociedades en las cuales los guerreros formaban una casta, al lado de otras castas, o todavía más, una feudalidad. Pero en el seno de un sistema feudal que organizaba también las otras profesiones. Es igualmente cierto, y sin duda necesario, que el órgano que administra la violencia suprema y que no entra en acción mas que en situaciones excepcionales, goce de ciertas prerrogativas, pero que son igualmente combinadas - lo que a menudo se olvida - con ciertas reservas y garantías de prudencia. Lo uno no va sin lo otro.

Desde un punto de vista más general, la finalidad especifica de una función ordena su estructura interna; es decir, seria poco razonable exigir estructuras idénticas para cuerpos u organizaciones que tienen finalidades diferentes. En efecto, la eficacia esta condicionada por el ajuste de las estructuras a la finalidad. Seria, pues, absurdo concebir una reunión para toma de decisiones entre jefes militares con el modelo de una reunión de dirigentes sindicales o de empresarios, simplemente porque no se somete a votación el uso de la violencia extrema ni la eventualidad de sembrar la muerte. Se correría el riesgo de ser aniquilado entre tanto. Una decisión estratégica esta impuesta por la naturaleza del enemigo a combatir y no podría resultar de una mayoría de votos. En verdad, el poder político puede colocar alas FF.AA. al servicio de una utopía, pero el funcionamiento de las FF.AA. no obedece a una utopía; si no, iría a una catástrofe, con desmoronamiento del proyecto a realizar.

Porque las Fuerzas Armadas son el instrumento de la violencia extrema, es que deben igualmente tener conciencia. de las virtudes de la regla y .del orden en los diferentes sentidos del termino. También la asimilación de la defensa de un orden establecido con una opinión derechista, surge de la irreflexión, pues todo partido de izquierda en el poder instituye también un orden y trata de preservarlo, so pena de zozobrar bastante rápidamente. De todas formas, se podrían citar tantos ejemplos de militares que han servido a regimenes de izquierda inc1uyendo en ellos revolucionarios, como a regimenes de derecha. Seria fastidioso hacer una enumeración de ello. En todo caso, la opinión personal de los militares es tan variada como aquella de los miembros de otras organizaciones. Las Fuerzas Armadas son precisamente infieles a su finalidad y a su vocación si no están en concordancia con la población civil. Es lo que constata un teniente anónimo: "La brecha que se ha abierto entre las FF.AA. y la nación es extremadamente grave, pues la defensa del civil por el militar es en tanto y en cuanto el civil defienda al militar... Jamás un soldado dará impulso a su heroísmo hasta sentirse obligado a batirse por un país que lo rechaza, lo desprecia o lo odia" [5]. El mantenimiento de las FF.AA. responde a exigencias políticas que son independientes de una ideología antimilitarista o imperialista.

Garantizando la seguridad, siguiendo su propia finalidad, las Fuerzas Armadas son uno de los factores de la cohesión social. Pues no juegan un papel solamente en tiempos de guerra, sino también en tiempos de paz. Ya lo hemos dicho: toda sociedad compleja se organiza siguiendo el principio de la división del trabajo. Por cierto que de ello resulta una heterogeneidad desconocida para las sociedades arcaicas, pues esta división da lugar a la constitución de cuerpos separados en razón de sus funciones y de sus objetivos propios. Esto quiere decir que, en nuestro tiempo, la cohesión reposa cobre el consenso alrededor de un cierto tipo de equilibrio, fundamento del orden general.

El sentimiento de inseguridad, tanto en lo interior como en lo exterior, tiene como efecto suscitar angustia y minar este equilibrio y la cohesión a la larga destroza a ambos. No hay paz sin seguridad. Ciertamente, las FF.AA. no son la única garantía de seguridad, pero aseguran un cierto tipo de protección indispensable para la estabilidad general de una sociedad. Razón de más para insistir sobre la necesidad de la subordinación del militar al político porque, por esta regla, las FF.AA. están al servicio de la colectividad toda y no de grupos partidarios, comprendidos en sus propias filas.

Nada ilustra mejor el papel que juegan las Fuerzas Armadas en el establecimiento de la cohesión social que el hecho histórico de la constitución de las naciones modernas, todas las cuales se han constituido políticamente sobre la base de una integración operada por medios militares. Se trata de un problema que merecería comentarios más amplios que no tienen aquí su espacio.

Es otro aspecto del problema el que quisiera considerar. No hay solamente correlación entre el político y el militar, sino también .interdependencia y aun congruencia. El rechazo de las FF.AA. no significa solamente que se renuncia a la seguridad indispensable para una vida colectiva, sino también la decadencia de la voluntad de resistir y de defenderse en: otros aspectos y por último la renuncia a mantener la sociedad que se forma, con su originalidad. El rechazo de las FF.AA. no significa solamente, pues, que una sociedad pone en juego su orden o su cohesión, sino su existencia misma y sus maneras propias de vivir y de mantener relaciones con los otros. Es verdad que existen otros medios de defenderse que no son solo los militares, pero si una nación queda indefensa, entrega a las vicisitudes del tiempo las posibilidades de salvaguardar el resto.

Desde este punto de vista, las Fuerzas Armadas tienen valor de simbólico. El antimilitarismo de principio, por ejemplo aquel que invoca los valores universales de la humanidad o los fines últimos, significa en general la aceptaci6n de una dependencia política; es decir, el sacrificio de la autonomía de una colectividad. En efecto, se engañan aquellos que creen poder servir a los valores universales en el seno de una organización universal, por otra parte difícilmente concebible en la práctica. No es posible hacerlo más que en el seno de una organizaci6n particular, de orden político, étnico u otro. Dicho de otra forma, no se podrían defender estos valores en lo abstracto sino únicamente defendiendo el territorio donde ellos son reconocidos, así como la colectividad que los manifiesta o cree en ellos. No son las asociaciones para la paz las que son capaces de defender la paz, muy simplemente porque no tienen los medios para lograrlo. Solo puede hacer la paz o establecerla aquél que tiene los medios de hacer la guerra o eventualmente de impedirla.

Si esto es así, la finalidad de las Fuerzas Armadas es una noción menos simplista que la que quiere hacer creer el antimilitarismo, cuyos fundamentos son generalmente mas ideológicos que políticos. Las FF.AA. no son solamente el instrumento par excelencia para hacer la guerra sino que igualmente son un factor esencial e indispensable para el mantenimiento o la preservación de la paz. Esta proposición no tiene nada de paradójico para el que piense la política políticamente y no moralmente. En todo caso no debería serlo para todos aquellos que tienen el habito del razonamiento dialéctico. No es una realidad más que relativamente incomprensible solo para aquellos que se hacen una concepción irenologica [6] y no polemológica de la paz. Es esta diferencia la que es necesario explicar.

La concepción irenológica es la de la paz por si misma, pensada independientemente de toda guerra virtual o posible, que se establecería por fuera de las tribulaciones y de las circunstancias históricas concretas, así como de las contradicciones de la naturaleza humana, y con exclusión no solo de toda inamistad, sino también de toda intención hostil. Pertenece al reino de los fines, en el sentido que se la considera como exenta de toda violencia y en armonía con una libertad total, una igualdad perfecta y una justicia irreprochable, en un estado de felicidad de todos y de cada uno. Seria una beatitud perpetua que se bastaría a si misma y que podría instituirse por la buena voluntad generalizada del conjunto de los hombres. Una vez establecida, ya no seria perturbada para nada.

Esta utopía de los pacifismos es una utopía en el propio sentido del termino, porque se trata de un esquema de pensamiento que no esta atado a ninguna condición espacio-temporal. Es decir, seria un estado que se conservaría el mismo, porque los seres que allí vivieran no conocerían mas dificultades o conflictos, faltos de intereses divergentes, de aspiraciones contradictorias y de pasiones opuestas. Se trata de la paz en idea, que nadie tendría ganas de perturbar ni de combatir, porque aquellos que la disputaran serian seres pacíficos, llenos de bondad los unos para con 10s otros y que la sociedad no estaría mas dividida en Estados ni aun en grupos competitivos. Va de suyo que una paz tal, preservada de toda guerra, no puede mas que rechazar la presencia de unas FF.AA. más aun de un arma cualquiera.

La concepción polemológica, por el contrario, piensa la paz y la guerra juntas porque no se puede comprender conceptualmente la una sin la otra. Lo queramos o no, desde que hay una historia, la paz sucede a una guerra y la guerra a una paz. Es necesario entender por eso que las dos resultan de la actividad política, es decir que dependen o de la ruptura o del reconocimiento de una relación de fuerza entre los Estados o los agrupamientos políticos. Esto es lo que Jean-Jacques Rousseau ha reconocido muy claramente cuando en el "Contrato Social" señalaba que la guerra no constituye "una relación de hombre a hombre, sino una relación de Estado a Estado"; es decir que se es soldado porque se es ciudadano[7]. En verdad, existe otra forma de concebir la paz: la del Evangelio que expresa que es una relación de prójimo a prójimo. No es política. Se puede .deplorar que la paz evangélica no coincida con la paz política, par el hecho de que se trata de dos ordenes específicamente diferentes [8].No obstante, al querer desconocer esta distinción, sociológica mente fundamental, los pacifismos corren el riesgo de transformarse, como lo reca1ca con precisión G. Bouthoul, en "una de las armas mas eficaces de la guerra psicológica" [9]. La concepción polemológica de la paz, que no se fundamente en los deseos confusos de los hombres y las manipulaciones, sino en el análisis sociológico de las sociedades históricas, acarrea un cierto número de consecuencias.

En primer lugar, la paz coma la guerra presupone un enemigo. Es inútil hacer la paz con los amigos, porque por definición la amistad es un estado de paz. Se la hace con el enemigo que se combate y no con un Estado con el que no se combate. Como bien lo ha señalado C. Schmitt, la noción de enemigo es capital para toda reflexión sobre la paz y la guerra, y de este hecho, sobre la política en general.

El enemigo permanece siempre presente, aun en forma virtual, por disimulo. Europa vive hoy la ilusión de un desmoronamiento del enemigo porque los Estados europeos no se hacen más la guerra y porque la mayoría de ellos ya no conocen la presión directa sobre sus fronteras. De allí la conclusión de los supuestos especialistas: es absolutamente inútil mantener Fuerzas Armadas porque la guerra se vuelve cada vez mas improbable. Además, agregan que las fuerzas de disuasión han tornado tal importancia que nadie tomara el riesgo de desatar un conflicto. Se puede también plantear la cuestión a la inversa: el equilibrio del terror ¿no responde a un estado de observación entre los virtuales beligerantes?

"Independientemente de los cambios que puedan producirse del hecho de países como China, por ejemplo”, escribe J. Becam, el equilibrio del terror actual entre los Estados Unidos y la Unión Soviética no puede durar eternamente: la guerra nuclear puede dejar de ser absurda y, de hecho, tener lugar. Por otra parte y puede ser gracias a esto, uno de los dos grandes llegara sin duda un día a dominar a1 otro. En efecto, ambos se esfuerzan en lograr ese objetivo, es decir de salir del impasse, por dos gestiones simultaneas que consisten por una parte, en asumir lo absurdo de una guerra transformada en nuclear para tratar de ganarla en su mismo absurdo; y por otra parte, probar de sobrepasar este absurdo con la esperanza de ganar una guerra transformada en no absurda[10]. No es suficiente para un Estado multiplicar las declaraciones de pacifismo para exorcizar el espectro de la guerra, pues el se vuelve enemigo si el enemigo lo quiere. La guerra no esta excluida; siempre puede sobrevenir, aun si la mayoría de los Estados del globo tuvieran la voluntad de vivir en paz. Es el enemigo quien designa a su enemigo.

En segundo lugar, la paz no significa forzosamente seguridad. Las amenazas pueden ser indirectas, de orden económico, psicológico, ideológico y otros, y por esa razón tanto mas peligrosas. Seria pernicioso para un Estado dejarse engañar por las pretendidas intenciones pacificas de aquel que aparezca bruscamente coma su enemigo. G. Bouthoul cita, con razón, una de las instrucciones de Napoleón a Eugenio de Beau-Harnais: "En una palabra, siempre es necesario hablar de paz y actuar en guerra" [11]. Se trata de un viejo precepto en el que las opiniones publicas apañan a pesar de todas las malas experiencias. En consecuencia, la paz puede ser tan peligrosa para la existencia de un Estado que renunciara a defenderse por ostentación pacifista, que la guerra. En general, los conflictos bélicos se preparan en nuestros días, con mucho tiempo de anticipación, sobre la base de una estrategia que comienza por seducir a los futuros enemigos con las ventajas de la paz, de la colaboración activa en todos los órdenes y aun en la defensa común de ciertos valores morales. Es necesario, pues, saber también desconfiar de la paz, ya que ella puede tanto como la guerra contribuir a modificar una relación de fuerzas y ser la expresión de una potencia. La guerra preparada en tiempo de paz no estalla, en general, más que si el enemigo estima que la relación de fuerzas permite una acción directa.

En último lugar, la existencia física de una colectividad política no tiene lugar por su dignidad ética o cultural ni por su voluntad de paz, sino por su capacidad para preservar su independencia por la fuerza, o de conquistarla. Esto es lo que destaca a justo titulo un comandante anónimo: "No se ha otorgado jamás la independencia a un país porque la causa de los rebeldes parecía justa o interesante, sino porque en un momento dado, ellos se habían transformado en los mas fuertes, o que ya no se tenia mas animo de ejercer la propia fuerza contra ellos" [12]. Esta observación, de alguna manera, es el eco de aquella de C. Schmitt: "Seria un error creer que un pueblo podría, solo por si, hacer desaparecer la discriminación amigo-enemigo declarando su amistad al mundo entero o procediendo voluntariamente a su desarme. El mundo no será despolitizado de esta manera, no reinaran en el por eso la moralidad pura, el derecho puro o la economía pura. Cuando un pueblo tiene las preocupaciones y riesgo de una existencia política, se encuentra muy simplemente con otro pueblo que lo descarga de estas preocupaciones asumiendo su protección contra los enemigos exteriores y, en consecuencia, sobre su soberanía política. Es entonces el protector quien designa al enemigo en virtud de la correlación constante entre protección obediencia”[13]. Se puede decir eso también para otras acciones políticas, por ejemplo, las revoluciones. Si bien estas se dan por objetivo una mayor justicia social, no triunfan por esta razón, sino porque aprovechan una relación de fuerzas favorable. El pensamiento mágico consiste e creer que se pueda realizar una meta política, como la paz, con medios no. políticos.

            En el contexto de la paz polemologica, que políticamente es la "única realizable por el hecho de que los hombres están agrupados en unos estados cuyas relaciones reciprocas pueden ser amigables u hostiles, es manifiesto que las FF.AA., porque son el instrumento de la fuerza, juegan un papel capital. En verdad, en nuestros días, las amenazas y agresiones de las que un país puede ser objeto no son mas únicamente de orden militar. De allí la necesidad de variar los medios de defensa adaptando la respuesta a-la naturaleza de la amenaza. No obstante, desde el momento en que las acciones militares son siempre posibles - cada uno aporta numerosos ejemplos -, un país no tiene la oportunidad de mantenerse en paz mas que por su condición de darse unas Fuerzas Armadas capaces de disuadir las intenciones belicosas del eventual enemigo. Además, desde el momento en que la paz no significa ausencia de conflictos, sino voluntad de resolverlos por la vía de las negociaciones, las FF.AA. se mantienen, tanto en lo interno como cuerpo organizado, coma en lo externo como apoyo de la diplomacia, como un factor determinante del equilibrio en las sociedades y entre las sociedades.

 El rol de las Fuerzas Armadas no se limita, entonces, a la acción belicosa en tiempo de guerra, ni a preparar los conflictos siempre posibles, sino que su finalidad es totalmente determinante en período de paz porque contribuyen a mantenerla y a garantizarla. Esta finalidad condiciona naturalmente una cierta forma de educaci6n, con una pedagogía apropiada. Desgraciadamente, es sobre este punto que las falencias públicas son hoy en día las más notorias.

Traducción y notas: Grl Div (R) Fausto GONZALEZ.
Nota sobre el autor:

Julien Freund nació en 1921 en Heridorff (Mosela). Estudió en las Universidades de Estrasburgo y Clermont­- Ferraud. Fue miembro activo de la resistencia durante la ocupación de Francia por las tropas alemanas en 1940. Recluido en prisiones y campos de concentración desde junio de 1942 a junio de 1944, se evadi6 de la fortaleza de Sisteron y se hizo miembro del ejercito de liberación.

Después de la victoria, fue director del diario "L'A venir larrain". "Agrege" de filosofa en 1949. Maitre de investigaciones en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas a partir de 1960, profesor de sociología desde 1965 en la Universidad de Estrasburgo; fundador del Centro de Investigaciones y Estudios de Ciencias Sociales, y del Instituto de Polemologia, se ha retirado recientemente de la docencia para dedicarse de lleno a diversas investigaciones en curso sobre la esencia de lo econ6mico.

Entre sus principales publicaciones se cuentan:


-"L'essence du politique"(1965) traducida al español como "La esencia de lo político", Madrid. EditorialNacional. 1968.

 -"La sociologie de Max Weber"(1966) publicada en nuestro idioma como "Sociología de Max Weber". Barcelona. Editorial Peninsula. 1967.

- "Qu'est-ce que la politique" (1968)

-"Le Nouvel Age". (1970)

-"Les theories des sciences humanines"(1972) traducida como -"Las teorías de las ciencias humanas". Barcelona. Editorial Peninsula 1975.


-"Pareto, una theorie dell'equilibre" (1974).

-"Utopie et violence". (1979)

- "La fin de la Renaissance"(1980) traducida coma "El fin del Renacimiento". Buenos Aires. Editorial de Belgrano. (1981).


[1] Artículo publicado en el Boletín de la Fundación Cultural Militar, Año VII, Nro. 1, Marzo de 2002.

[2] Polemología: ciencia dedicada al estudio del conflicto, no como problema militar sino como fenómeno social.

[3] A. Rapoport. "Las diferentes concepciones de una ciencia de la paz". Revista "Sciencie et Paix". Lovaina, 1973. Cuaderno #1, en particular ps. 12, 15 Y 17.

[4] "Sprit". Op. Cit. p. 358, 359 y361

[5] "Elements". Op. Cit. p. 29.

[6] Irenismo: concepción pacificadora y conciliadora.

[7] Jean-Jacquea Rousseau. "El Contrato Social". Libro 1. Capitulo IV.

[8] J. Freund. "La Paz según la Fe y según la Iglesia" en Social Compass. Lovaina 1974 - Vol. XXI­

Cuaderno 4, p. 440 y siguientes.

[9] G. Bouthoul. "Carta Abierta a los Pacifistas". Paris. Albin Michel 1972, p. 10.

[10] "Espirit". Op. Cit., p. 446. (2) G. Bouthoul. Op. Cit. , p. 10.

[11] G. Bouthoul, Op. Cit. P. 10.

[12] "Elements". Op. Cit. p. 30.

[13] C. Schmitt. "La Noción de Política". Paris. Calmann-Levy. 1972, p. 95

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