El espíritu anárquico de Internet hace a su identidad. ¿Tiene derecho EE.UU. a convertirse en su celador?
Arbol de contactos en Internet. |
El jueves se produjo la primera batalla de la guerra tecnológica mundial: la Casa Blanca, el FBI, el Departamento de Justicia, las discográficas Universal y Warner, entre otros sitios de la Web, fueron hackeados por Anonymous en respuesta al cierre de Megaupload.
En Argentina el tema fue casi inadvertido: la primera plana de los diarios del día siguiente estuvo dedicada a los barrabravas que tomaron por asalto el Hospital Santojanni.
Escribíamos hace unos meses en este diario que la revolución tecnológica dejó atrás a la política y la filosofía: las ciencias se quedaron sin respuesta frente a fenómenos concretos que ya forman arte de la vida cotidiana.
Un grupo de chicos en un garaje de Silicon Valley declaró obsoleto a Marx: la aparición de Internet ha modificado el concepto de propiedad, cambiado la lógica de distribución de los productos, eliminado el concepto de “copia” (¿cómo distinguir, en la era digital, cuál es el original?), y democratizado –como nunca antes, quizá, desde el nacimiento de la imprenta– el concepto de las comunicaciones.
Las redes de intercambio –también llamadas P2P– dieron nacimiento a las preguntas molestas: ¿es legal que, entre amigos, se presten los libros o los discos?
El problema es que esos amigos llegaron a convertirse en miles. Y a los libros les siguieron las películas, y luego las series, primero las viejas y más tarde las que se estrenaban, horas después de su salida al aire por el canal mundial que fuera, subtituladas por grupos de voluntarios que firmaban con nombres de guerra.
Asi como el reloj pasó a ser para las nuevas generaciones un objeto innecesario (los chicos miran la hora en el celular), la gran mayoría del público entre 15 y 35 años mira sus películas y escucha su música por Internet.
Dan por descontado que los asiste el derecho a la cultura, y que no deben pagar por ello.
Lo que comenzó como una desenfadada y romántica postura encontró, también, sus pescadores en río revuelto: muchas de esas páginas se llenaron de banners y se convirtieron en grandes negocios.
Ayer la prensa mundial informaba que Megaupload, por ejemplo, había recaudado 135 millones de euros en ese concepto.
La reacción inicial de algunos gobiernos fue francamente idiota: detener o multar a los consumidores, lucraran o no con ello.
Los políticos aún no entienden la Red: se llenan la boca con algunas palabras del libreto técnico pero le piden a la secretaria que baje sus mails.
Los consumidores, a su vez, sostienen que ya financian la cultura con impuestos directos y que no tienen por qué pagar dos veces.
Los autores, por su parte, viven en el desconcierto, y las industrias no han encontrado aún soluciones creativas de comercialización.
El espíritu anárquico de Internet tampoco ayuda: hace a su identidad y es casi imposible de controlar.
¿Tiene derecho Estados Unidos a convertirse en el celador mundial de la Red?
¿Qué sucederá con experiencias colaborativas como Wikipedia, donde millones de internautas escriben la enciclopedia y la actualizan con un código abierto?
¿Quién es el autor cuando son millones de ellos?
¿Cómo seguirán funcionando los sitios de agregación –como el Huftington Post, por ejemplo–, basados en linkear información de otros medios?
¿De quién son los derechos de los cientos de miles de programas de televisión o películas segmentadas que aparecen en YouTube?
No sirve de mucho dar respuestas viejas a problemas nuevos
1 comentario:
Cómo puede afectar al cloud computing el fin de Megaupload?
Megaupload permitía almacenar datos en la nube, que ahora se han quedado atrapados sin previo aviso por el cerrojazo del FBI.
Más allá del debate sobre piratería, sobre si la acción del FBI es o no desmedida o sobre si las penas posibles de cárcel son o no excesivas, el cierre de Megaupload por una decisión policial estadounidense puede abrir también el debate sobre la seguridad del usuario frente al cloud computing.
Megaupload es, más allá del uso que se le de, un servicio de almacenamiento en la nube. Los usuarios pueden almacenar en los servidores de esta compañía sus datos, que no tienen por qué infringir los derechos de autor de nadie. Aunque existían usuarios que utilizaban el servicio premium de la herramienta (que permitía saltarse todas las restricciones temporales) para poder acceder a los archivos de forma más rápida, también había quienes lo pagaba para poder almacenar y compartir información de la que eran legítimos propietarios.
Tras el cerrojazo que el FBI ha dado a las actividades de la compañía, toda esa información se ha quedado en un limbo. Los usuarios no pueden acceder a esos datos y no saben qué pasará con ellos, lanzado ya sus protestas en Twitter. El apagón fue tan inmediato que nadie tuvo tiempo a reaccionar y por tanto retirar sus archivos, que se han quedado atrapados por la investigación.
“Puede que haya actividad ilegal en Megaupload, pero también hay mucha actividad legal, que ahora está amenazada”, explica a la BBC Anthony Falzone, del Centro para la Internet y la Sociedad de la facultad de derecho de la Universidad de Stanford.
Aunque no es comparable (Megaupload era públicamente tachado como un site pirata y acusado por la industria del cine y de la música, algo que no sucede con otros sites de almacenamiento en la nube), el cerrojazo del site puede crear incertidumbre entre los usuarios que podrían refugiarse en firmas cloud con nacionalidades que blindasen su servicio ante cerrojazos sin aviso. Las empresas de almacenamiento en nube de Estados Unidos (desde Amazon hasta Google ofrecen esos servicios de una u otra forma) podrían verse perjudicadas.
Derecho a recuperarlos
Los consumidores españoles tienen derecho, como ha recordado Facua, a recuperar sus archivos. “Los usuarios de Megaupload tienen derecho a recuperar los archivos privados almacenados en sus servidores, por lo que el Gobierno estadounidense debe ponerlos a su disposición”, alerta la organización de consumidores en un comunicado.
La asociación ha pedido al Gobierno español que reclame al estadounidense que devuelva a sus propietarios sus datos almacenados en la nube de Megaupload.
Raquel C. Pico
Fuente: Silicon News
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