Los abusos cometidos por la Policía Militar norteamericana en la prisión iraquí de Abu Ghraib es un ejemplo típico de un error estratégico con consecuencias estratégicas. Del tipo de los que erosionan la credibilidad moral propia. Al parecer, errores similares no dejan de cometerse en Afganistán por estas mismas fuerzas.
Una de las impactantes imágenes de Abu Graib. |
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Plantea con acierto Jon Lee Anderson del The New Yorker que a estas alturas es innegable que los militares norteamericanos y sus aliados de la OTAN se han excedido en su estadía en Afganistán. No sólo en términos de tiempo sino también de abusos, Hoy por hoy, su presencia en el terreno ya es tóxica.
Aún se desconocen los detalles exactos del incidente que protagonizó el pasado domingo (11/03), un soldado norteamericano cuando asesinó a sangre fría a 16 civiles afganos en el distrito Panjwai de la provincia de Kandahar. Nueve de las víctimas eran niños.
El hecho, precedido semanas atrás por la quema de copias del Corán o el video de Marines orinando sobre cadáveres de guerrilleros talibanes, no es sino el último eslabón en una cadena de episodios en los que los soldados norteamericanos –pese a las intenciones positivas de la mayoría de ellos- han mostrado desprecio, falta de respeto y, cada vez más y en forma trágica, odio por la gente del país que los alberga donde los motines empiezan a tomar cada vez más fuerza, con 30 muertes adicionales, incluyendo a 6 soldados norteamericanos.
Los recientes incidentes no son los únicos. En 2010, en Maiwand, una provincia del sur –no lejos del distrito Panjwai-, un grupo de soldados norteamericanos emprendió el “asesinato deportivo” de civiles afganos: se tomaron fotos posando con sus víctimas y recolectaron partes de sus cuerpos como trofeos.
Lo que causa mucho ruido es la sorpresa con la que supuestamente recibe Washington estas noticias. Este tipo de incidentes no puedes -o no deberían- ser desconocidos para los norteamericanos. Después de todo, es una repetición de lo ocurrido en Irak. ¿O es que el mundo ya se olvidó de Abu Ghraib?
Y aún aquello no fue un acto aislado. Cabe recordar la masacre de Haditha donde los soldados humillaron, mataron o abusaron de civiles iraquíes por razones que tenían menos que ver con sus posibles intenciones hostiles y más con sus propios miedos y odios. O los reportes que indican que en el verano del 2003, en Fallujhan, un soldado norteamericano se vanagloriaba de haber “quemado” vehículos civiles que se acercaban por el camino entre Basora y Bagdad porque no estaba seguro de quién los conducían. Aducía que en ese momento parecía más prudente matarlos que dejarlos vivir, sólo ante la posibilidad de que pudieran ser hostiles.
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Sin duda esta situación trae al tapete una realidad que a pocos soldados les gusta discutir y a menos políticos admitir: que a veces se mata porque la oportunidad está allí y porque, en ese momento, a algunos de ellos les resulta divertido.
En este contexto, cabe recordar que los soldados norteamericanos en Vietnam demostraban rutinariamente su odio hacia el pueblo del país que los hospedaba de modos a menudo peores y mucho más frecuentemente que en Afganistán. Pero no había en ese entonces internet, redes sociales o teléfonos móviles con cámaras de fotos incluidas.
Por aquellos días, le llevaba mucho tiempo al público en general enterarse de esos episodios. Cómo ejemplo podemos citar la masacre de My Lai, de 1968. “Nadie quería ser el primero en publicarla”, escribió recientemente Seymour Hersh, quien sacó la historia a la luz.
En My Lai, entre 375 y 520 civiles vietnamitas, en su mayoría mujeres y niños, fueron masacrados a sangre fría por marines que, en su mayoría, se callaron. Fue después de que apareciera el primer artículo de Hersh que se publicaron fotografías de la masacre -tomadas, mientras ocurría, por un fotógrafo del Ejército norteamericano que estaba en el lugar- en los diarios y en la revista Life.
Con la tecnología actual y la cultura mediática que la acompaña, parece improbable que algo de esa escala pudiera ocurrir hoy y ser encubierto. Sigue ocurriendo y, en la mayoría de los casos, nos enteramos. Pero no siempre.
Pero el hecho de que menos civiles -y también soldados- mueran en las guerras actuales no mitiga los espantosos horrores de sus acciones o reduce el daño político en Afganistán. Los aliados de la OTAN están buscando salirse con algo de gracia y dignidad de una situación que se ha vuelto insostenible y en la cual su enemigo designado, los Talibán, no sólo ha ganado terreno, sino que luce como probable reconquistador del poder una vez que esa salida final se produzca. Ya no se muestran ni siquiera favorables al dialogo.
A estas alturas, las negociaciones futuras encontraran a unos Talibanes dispuestos a conversar con los norteamericanos y sus aliados solamente sobre las condiciones de su retirada total del país. Un acuerdo tal podría determinar si dejarán Afganistán con alguna apariencia de dignidad o no.
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Así como hay norteamericanos que –quizás abrumados por la futilidad de su misión y su incapacidad para comprenderla, y también por sus odios- “pierden la cabeza” y matan a familias afganas en la oscuridad de la noche, hay afganos que matan norteamericanos en lo que conciben como un acto de auto-respeto. La guerra tiene su modo de hacer posible toda clase de matanza.
Por eso deviene fundamental para el futuro de la paz mundial, pero especialmente frente a la retirada estadounidense de Afganistán, que el caso del sargento -cuyo nombre aún no fue difundido- acusado de haber matado a tiros a 16 afganos el pasado domingo en Kandahar sea analizado con detenimiento y resuelto de manera ejemplar, prágmatica y con efectos reales y revolucionarios.
El abogado del soldado, John Henry Browne, reveló en una conferencia de prensa en Seattle que éste este había sufrido lesiones en el cuerpo y el cerebro durante una de sus 3 viajes de servicio a Irak. Según Browne, el soldado no quería ser enviado allí de nuevo. El abogado defensor también afirmó que su cliente no estaba en condiciones de servir en Afganistán. Existe responsabilidad compartida.
"Le dijeron que no iba a ser enviado de nuevo, que no haría más períodos de servicio. Él y su familia contaban con eso. Y, literalmente, de la noche a la mañana eso cambió", dijo Browne, según publica la BBC.
También contó que el acusado había sido testigo de cómo un amigo recibió un disparo en la pierna el día antes de la masacre.
"Le volaron la pierna, y mi cliente estaba de pie junto a él", afirmó.
Tampoco queda claro si el incidente podría haber ayudado a impulsar el ataque nocturno, como parece quiere dar a entender la defensa.
"Creo que el mensaje para el público en general es que él es uno de nuestros chicos y que hay que tratarlo con justicia", adujo el abogado.
Y según un alto funcionario estadounidense, que habló en condición de anonimato con el periódico The New York Times, el soldado habría estado bebiendo alcohol -una violación de las normas militares en zonas de combate- pues sufría de estrés por causa de su cuarto período de servicio y por las tensiones con su esposa que provocó esa decisión.
Browne, sin embargo, dijo que no era cierto hubiera tensiones maritales o que su cliente tuviera problemas con el alcohol, y lo describió como un soldado condecorado con una trayectoria ejemplar, aunque admitió que "no se sabe nada sobre su estado mental".
El abogado también aseguró que éste no tenía antecedentes de mala conducta y que su familia había quedado en estado de shock por las acusaciones en su contra. También dijo temer por la seguridad del acusado y su familia.
La fuente anónima citada por The New York Times, sin embargo, dijo que la esposa y los niños del sargento -de 3 y 4 años- fueron trasladados desde su hogar a la Base Conjunta Lewis-McChord para su protección en previsión de la divulgación de la identidad de éste.
El ejército de UYSA aún no ha acusado al militar, y Browne dijo que no daría a conocer su nombre antes de que las autoridades lo hicieran. Sin duda el ejercito estadounidense se equivocaría en cargar todas las tintas sobre el sargento en cuestión. Sin un mea culpa, la situación está condenada a repetirse.
Por lo pronto, y a pesar de la solicitud de los parlamentarios afganos, la justicia tendrá que ser administrada en USA. El soldado fue trasladado de Afganistán a una base militar de USA en Kuwait el miércoles (14/03). Y, según The New York Times, podría ser trasladado a territorio estadounidense, como el Fuerte Leavenworth, en Kansas, hoy mismo (16/03).
El periódico dijo que las protestas de Kuwait por la presencia del soldado dentro de sus fronteras habían hecho que USA reaccionara rápidamente.
Por su parte, tras la masacre del domingo, el parlamento afgano también dijo que el pueblo estaba "perdiendo la paciencia" con la presencia de USA en su país y, previendo un trato más benevolente de las autoridades estadounidenses con el sargento, exigió que sea llevado a juicio en Afganistán.
Sin embargo, según el Acuerdo de Estatus de Fuerzas suscrito en 2003 entre las tropas de la OTAN y Afganistán, el soldado sólo puede ser juzgado por una corte militar estadounidense.
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