Todos los días, una violación (y una heroína)
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La periodista Eliane Brum de la Réplública Democrática del Congo |
por ELIANE BRUM
S. PAULO (Época). "¿Por qué el agua es azul?", pregunta Marie Nzoli, señalando la piscina. En un mundo con muchos infiernos, ella acababa de llegar del peor de ellos. Por primera vez en 48 años, abandonó la República Democrática del Congo y, después de una saga de tres días, desembarcó en el Grand Hyatt, un hotel de lujo en São Paulo, con vistas al Puente Estaiada. En una maleta, traía solo ropa de cama. Como nunca se había tomado un avión, pensó que sería necesario para cubrir el asiento. Al mirar a la piscina y ver que "el agua es azul", tal es estuviera más encantada que el astronauta Yuri Gagarin al ver por primera vez la Tierra desde el espacio. Marie Nzoli cruzó muchos mundos –fuera y dentro de sí- para contar su historia a Brasil.
De donde María llegó, la violación es un instrumento de guerra. Y las mujeres infectadas con VIH son armas biológicas. El Congo es devastado por conflictos armados desde antes y después de la independencia de Bélgica, en 1960. En el siglo 19, cuando África ya había sido canibalizada por los europeos, la tierra de Marie inspiró a Joseph Conrad a escribir la inquietante "El corazón de las tinieblas" -libro que en el siglo 20 inspiraría a Francis Ford Coppola el largometraje "Apocalypse Now" transportando el horror de África al de Vietnam-. Hoy, el Congo sigue siendo habitado por la locura. Además de las guerras, también es devastado por el hambre, la falta de agua potable y por enfermedades como el SIDA, el sarampión y la malaria. Tiene el peor IDH (Índice de Desarrollo Humano) del planeta.
Para entender el asombro de María es necesario sentir las dimensiones de su travesía. Marie dejó una casa de madera, ladrillo y barro, con una plantación de papas y porotos y la crianza de cabras, cerdos y conejos en la pequeña localidad de Butembo, en el Kivu del Norte, una de las regiones más peligrosas del Congo. Y cuando algo es muy peligroso en el Congo, hay que pensar lo impensable. Encallado en el este del país la provincia Kivu del Norte linda con Uganda y Ruanda. Y, además de todos los tormentos, vive un conflicto étnico entre tutsis y hutus. El genocidio que mató cerca de 1 millón de tutsis en la vecina Ruanda en 1994, se extendió a la frontera este del Congo, donde los hutus huyeron en masa después de la restauración del país. (Si no conoce esa historia, vea la película llamada "Hotel Ruanda").
Militares y guerrilleros llegan a igualarse en la capacidad de cometer atrocidades en masa, dejando a la población indefensa, sin tener a quien pedir protección. Cerca de 2 millones de personas, según la ONU, ahora viven lejos de sus aldeas - en fuga, pero no consiguen escapar. "El pueblo de mi país siempre está huyendo", dice Marie. "Huye de todo, porque sabe que está siendo exterminado". Huye en círculos.
Mujeres como Marie viven la demencia de tener a sus hijos reclutados a la fuerza por las milicias, cuando todavía son niños, y sus hijas, las madres y hermanas, violadas muchas veces por muchos hombres que se alternan en sus cuerpos. Es una práctica común, además de la violación, arrancar sus pezones y el clítoris con un cuchillo, perforar sus pies para que no puedan escapar y sangren hasta morir. Es una guerra sin fin, alimentada por el mercado internacional de diamantes, y es quizás el Congo hace mucho tiempo, el peor lugar en la tierra para que nazca una mujer.
La única salida de Marie es inventar una vida en el territorio de la muerte. Con otras 17 mujeres, ella creó en 1983, una organización llamada Coperma para responder a la violencia contra sus hijos. Hoy en día, son cerca de 8.000 personas. María trabaja con víctimas de violación. Mujeres de todas las edades que, además de ser violadas, a menudo quedan con fístulas porque la violencia convirtió en el canal del ano y de la vagina o de la vejiga y la vagina en un solo conducto. La rotura se produce por la cantidad de hombres que se turnan en cada mujer, pero también se hace con cuchillo o pistola o rifle. Y, después de haber sido violadas, son discriminadas en la comunidad.
En el Congo, Marie es una mujer de clase media. Le pregunté que significa eso. Explicó: "Yo puedo comer todos los días."
María nunca había oído hablar de Brasil. Ni del fútbol clásico, de favela o carnaval. Ella llegó aceptando la invitación de la periodista Ana Paula Padrão para participar en un foro de discusión llamado "Mujeres reales que inspiran", promovido por el sitio "Tempo de Mulher", el 02/07. Cuando María recibió la invitación, corrió a buscar Brasil en el mapa. Marie estaba feliz, porque siempre soñaba vencer las fronteras del Congo para pedir ayuda al mundo.
Durante los cuatro días que pasó en la capital paulista, María repetía: "¡Qué bonito es Brasil, que casas preciosas, qué bien vive la población aquí!". Su traductora, Ilka Camarotti, replicaba: "No todo el Brasil es así". Cuando le pregunté a Marie qué extrañaría cuando regresara al Congo, dijo algo impensable para cualquier brasileño: "La limpieza del aeropuerto".
Además del aeropuerto, el hotel fue todo el Brasil que Marie conoció. En ella, tuvo varias “primera vez”: la ducha, el vino blanco argentino (nunca había probado nada con alcohol), algunas frutas como el coco, la escalera mecánica, la tarjeta para abrir la habitación, el televisor (que nunca había visto ) y el control remoto. Un escalofrío de placer al recibir el spray desodorante del patrocinador del evento.
Pero nada la impresionó más que el ascensor. El último día, apretaba los botones sola, con un dedo tembloroso, como si fuera a acceder a algún tipo de magia. Y nunca sabía el momento de dar el paso hacia fuera, el momento en que el suelo, sin salir de sus pies llegaba al suelo, de hecho.
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Varias veces durante esta entrevista, María se fue de tema. Mientras que la traductora pasaba respuestas del francés al portugués, ella miraba un edificio en construcción, donde un ascensor subía y bajaba. Alto, pero para sí misma, María se sorprendía con el mundo: "La technologie...". Y se reía solo en la abismal perplejidad. Luego volvía a contar sobre las violaciones.
Le pregunté a Marie qué le diría a los brasileños. Ella dijo: "Ahora que vine y compartí mi historia, esta lucha no puede ser sólo mía. Esta lucha tiene que ser también de Brasil. Es necesario que ustedes ayuden a las mujeres del Congo". Marie cree que lo que faltaba para que al brasileño le importara el Congo era que alguien pudiera venir aquí a decir lo que está sucediendo allá. Para ella, "es difícil entender que alguien que sabe, no haga nada".
Esta es la historia de Marie Nzoli - cuyo nombre significa "sueño".
El padre echó a su madre porque ella solo daba luz niñas
"Mi padre era maestro en la escuela de la municipalidad. Y mi madre, agricultora y ama de casa. Mi madre tuvo cuatro niñas. Y porque mi madre tenía sólo las niñas, mi padre la desterró de su casa junto con sus hijas. Mi madre huyó a la casa del suegro. Yo tenía 8 años.
Mi abuelo hizo el acercamiento: por un lado, trató de convencer a mi padre a aceptar a mi madre de vuelta, por otro, tuvo que convencer a mi madre para volver a casa. Ella regresó. Y entonces tuvo ocho hijos, y mi padre quedó feliz. Pero nosotras, las niñas, continuamos sin existir.
Era mi padre quien le daba dinero a mi madre. Pero el dinero era sólo para que los varones fueran a la escuela. Mi padre pensaba que niña no necesita estudiar. Así que mi madre le robó dinero. Yo no tengo derecho a decir "robar", pero en realidad, eso fue lo que sucedió. Mi madre le robaba dinero a mi padre para pagar el estudio de sus hijas".
Marie "sólo" fue violada por su esposo
"Fui violada por mi marido. Muchas veces. Estaba cocinando y no quería. Pero, el decía "ven aquí". Yo no quería, pero él decía: 'Tengo derecho. Es el derecho del hombre'. Él me pegaba, incluso frente a mis tres hijos. Y si me negaba, me pegaba delante de los niños. Incluso hoy en día no puedo soportar escuchar a mis hijos decirle 'papá'". (La traductora dice: "es un monstruo". Y María repite: "Es un monstruo").
"En 1997, tras seis años de matrimonio, mi esposo dejó una nota diciendo que partiría para liberar el Congo". (Ese año, el guerrillero Laurent-Désiré Kabila derrocó al dictador Mobutu, en el poder desde 1965). "Nunca más vi a mi marido. Tengo miedo de que vuelva. Si vuelve, le diré que, como pasó mucho tiempo fuera, sólo puedo aceptarlo si se hace un examen de VIH. Como ningún hombre quiere hacerse la prueba del VIH, se negará. Porque los hombres dicen: "No voy a hacerme el examen, tienes que aceptarme a mí mismo como soy'. Como va a negarse a hacerse el examen, puedo decir que entonces no puedo aceptarlo. Voy a decirle lo mismo a su familia. Pero tal vez, ellos exijan que devuelva la dote de 10 cabras. Ahora, no sólo y tengo que devolverlo, sino también mis hijos. Honestamente, yo no sé si ellos van a querer".
(Pregunto a Marie si ella ha tenido placer sexual alguna vez)
"Varios hombres querían tener sexo conmigo después de mi marido se fue, pero me negué. No quiero pensar más en ello. Yo no quiero eso para mí".
Inmaculada es el nombre de la hermana violada
"Mi hermana menor, de 14 años, salía de la escuela. Y encontró una milicia. Ellos dieron vuelta la cabeza de mi hermana hacia atrás. Giraron tanto la cabeza que ella pasó dos años sin moverse. También permaneció enferma de los ojos. Mi hermana permanecía con los ojos cerrados, incapaz de caminar o comer. Ella no se movía. Yo la bañaba y le daba comida. Ese día, se debatió entre la vida la muerte, pero dos de ellos la habían violado. Mi hermana llama Immaculé".
"Hay violaciones todos los días. Las niñas y las mujeres más grandes están plantando. Los militares pasan y las violan en frente de todo el mundo. Vi a niñas de 10, la más grandes de 15 años de edad, ser violadas. Los pobres tienen que caminar hasta 30 kilómetros para encontrar agua para beber. Las niñas van a buscar agua, y cuando regresan, los militares las violan. Luego se generan los bebés.
Poco importa si es milicia o ejército. Guerrilleros y militares son todos salvajes. Si las mujeres se resisten, les cortan los pechos y el clítoris. Una vez lanzaron varios militares que ya estaban enfermos de SIDA en nuestra ciudad e infectaron a muchas mujeres. Hay un hospital sólo para cuidar a mujeres infectadas.
Los ruandeses y también los ugandeses, pero más ruandeses, quieren exterminar a la población de Kivu Norte, donde yo vivo, para ocupar nuestro territorio. Antes de la guerra era con cuchillo, con fusil. Pero en la actualidad, además del cuchillo y el fusil, existe la enfermedad. Ellos violan a las mujeres, transmiten el SIDA y así nos van matando. Se trata de un genocidio. Y es un genocidio de hace mucho tiempo".
María dio a la luz desnuda, con dinero escondido en el ano y en la mira de los fusiles: si era niño se salvaría si era niña sería fusilada.
"La primera vez que fui a Butembo a la ciudad de Goma (capital de la provincia de Kivu Norte, fronteriza con Ruanda) a vender papas, nuestro bus fue detenido por militares de Ruanda. Estos militares tienen autorización para trabajar y para matar. En este camino cada día diez personas son violadas y asesinadas. Toman la maleta de los pasajeros, su dinero, sacan la ropa, violan a las mujeres y matan a todos. Necesitaba vender papas y llevé dinero para el viaje". (Marie no recuerda si eran 10, 15 o 20 dólares).
"Cuando esos militares ruandeses detuvieron nuestro autobús, ordenaron a todos a desnudarse, incluido el conductor. Había pastores evangélicos en nuestro bus, y también tuvieron que desnudarse. Envolvió el dinero, bien enrolladito, y me lo metí en el ano, para que no me robaran.
Sentía miedo e ira. Cuando nos decían que nos sacáramos la ropa, teníamos que decir 'gracias'. Ellos ordenaban: "Ahora, digan, porque no le hemos matado." Pero esa vez, no nos mataron. Como yo hacía seguimiento psicológico en Coperma, un pastor le dijo a los militares que yo era enfermera. La esposa de uno de ellos estaba embarazada y necesitaban a alguien que ayudara en el parto. Me dieron un paño para cubrir mis partes púdicas y fui a ayudar a esa mujer. El militar dijo que si era niño, estaríamos a salvo. Pero si se tratara de una niña, estábamos muertos.
Yo temblaba mucho. Pensaba que era el final de mi vida. Pero cuando el niño nació, los militares se llenaron de felicidad. Fueron a comprar cerveza y a celebrar. Y cuando regresaron, celebraron fusilando a todos los pasajeros que estaban en un autobús detrás de nosotros. Y luego prendieron fuego el autobús y a la gente. Dieciocho muertos.
Luego nos mandaron a desaparecer. Y regresamos a nuestro bus desnudos. Me saqué el dinero del ano, y con él, compré sábanas y cortinas en la feria para que todo el mundo se cubriera".
(Es común que las mujeres congoleñas oculten dinero en el ano o en la vagina en un intento de salvar lo poco que tienen, si es que sobreviven a la violencia. Cuando son violadas, el dinero es tan inyectado en el cuerpo que necesita una cirugía para sacarlo).
Sólo su madre la hizo llorar
(Pregunto a Marie si este fue el peor momento de su vida. Ella dice que no. Sorprendente haber pensado que lo era).
"El peor momento de mi vida fue la muerte de mi madre hace un año. Muchas emociones explotaron dentro de mí. Mi madre murió en mis brazos. Dicen que fue a causa de una intoxicación, que destruyó su hígado. Era como si ella dormía. Mi madre, que me hizo estudiar. Que se olvidó de ella misma. Soy vieja, pero echo de menos el amor de mi madre. Hice todo lo posible para curarla, pero no fue posible. Con la muerte, no hay cooperación".
(Entonces Marie, que relató todas las violencias con los ojos secos, como si contara su vida diaria - y es su vida cotidiana - empieza a llorar. Y llorar durante mucho tiempo. La mujer violada de varias maneras, que ha sido testigo de todas las formas de violencia, llora solo por extrañar a su madre).
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