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domingo, 12 de agosto de 2012

Guerras sin guerreros

Todas las semanas, Barack Obama aprueba misiones encubiertas de los drones: aviones no tripulados que atacan en todo el mundo. El rol de la CIA y el poder imperial.

Por Dante Caputo - 12 Ago 12.     
Todos los animales ejercen la violencia. La guerra la hacen únicamente los humanos. Es una actividad que requiere organización, planificación, inteligencia y medios que, a su vez, son producto del conocimiento y la técnica. Sólo los humanos somos capaces de aplicar tanto talento a la mayor y más vasta de las locuras.
Hasta hace poco, todos los que participaban en los combates podían morir. La guerra requería valor, exigía resolver de algún modo la probabilidad de la propia muerte. Esto daba, ocasionalmente, a este dramático acontecimiento un tono de hazaña, de coraje y hasta de gloria. Alejandro marchando sin cesar al este, con sus tropas conquistadoras; el general Bonaparte en Italia, portando la bandera y cargando, desarmado, a la cabeza de sus soldados contra los austríacos en Arcole.

Aquellos jefes, comandantes, tenían capacidades y valor. Encabezaban legiones para matar y la muerte no era para ellos lejana ni abstracta. Para matar había que estar dispuesto a morir. Así, aquel rasgo de las guerras introducía alguna racionalidad en esa inmensa insensatez a la que habíamos llegado en la búsqueda del poder.
El general, terminada la lucha, recorría los campos, caminaba entre sus muertos y heridos, entre los hombres casi destruidos que habían logrado sobrevivir, y olía la muerte.
Lector, esa historia de las guerras, que atravesó todos los tiempos, está por concluir.
Una vez cada semana, el presidente Barack Obama se reúne con una veintena de altos funcionarios de seguridad en la Casa Blanca. Decide, personalmente, a quiénes hay que matar en los próximos días a partir de una lista conformada por sus asesores sobre individuos alrededor del mundo sindicados como una amenaza para la seguridad nacional. El Consejo analiza las fotos de los candidatos, su historial y las sospechas que pesan sobre ellos. Cada semana, los drones, unos vehículos aéreos no tripulados controlados desde una ubicación remota, ejecutarán a los elegidos. Quizás haya daños colaterales, pero el candidato se encontrará con su destino.
Otra inmensa construcción humana, el orden jurídico y la acción de la Justicia, no intervendrán. No hay abogados defensores, no hay juicio, no hay otras normas que la convicción, la intuición y la decisión del presidente. “El propósito de estas acciones es mitigar las amenazas a las vidas estadounidenses. […] Es la opción del último recurso. Al presidente, y creo que a todos los que estamos aquí, no le gusta la idea de que la gente tenga que morir. Por eso quiere estar seguro de que antes de decidir apliquemos una lista rigurosa: la imposibilidad de hacer una captura, la seguridad de la información de inteligencia, la inminencia de una amenaza, todas esas cosas.” De esta manera, John Brennan explica el método.
Durante los tiempos de George W. Bush, Brennan había sido uno de los altos oficiales de la CIA involucrados en los interrogatorios con tortura. Tras su salida de la agencia, Obama lo designó jefe de las operaciones antiterroristas.
En un artículo reciente del New York Times, Thomas Donilon, el consejero nacional de Seguridad, comentaba su sorpresa frente a la comodidad con la que el presidente usaba la fuerza en nombre de Estados Unidos. Además de participar en las reuniones semanales, Obama tomó la decisión de ser la persona que decide a quién se debe matar. El señor Brennan señala que lo hace porque desea asumir moralmente la responsabilidad de estas acciones.
Junto con este consejo de guerra que decide los nominados a la muerte, se desarrolla el nuevo modo de ejecución: el comando a distancia de aviones sin piloto. A imagen y semejanza del método de justicia antiterrorista, quienes dirigen y comandan los drones están a miles de kilómetros del área de ataque. Los drones son un arma con la que se puede matar sin riesgo de morir.
El invento no es nuevo. Hace alrededor de setenta años, el científico nazi Herbert von Braun, teniente de las SS (que luego sería el padre del cohete Saturno que llevó al hombre a la Luna), construyó unos drones primitivos, las bombas V2, que disparadas desde Alemania asolaron el territorio inglés durante la Segunda Guerra Mundial.
El desarrollo de este tipo de armas fue muy lento, hasta que se logró introducirlas como un componente privilegiado en el tipo actual de combates. Primero como aviones de reconocimiento y, a partir de 2001, como aviones armados para atacar. Actúan en Afganistán y en Pakistán con dos programas diferentes. El primero, bajo la conducción del Pentágono, el segundo, comandado por la CIA. En este último caso, ninguno de sus funcionarios ha admitido ante la prensa que la agencia posea algún artefacto de estos.
No cuestan vidas estadounidenses. Por lo tanto, no hay rechazo en la opinión pública. No exigen desembarcos ni ocupaciones y son de una precisión estremecedora. Pueden seguir durante días a una persona, registrar todos sus movimientos y elegir el momento más apropiado para ejecutarla. Se pilotean a control remoto, a 11 mil kilómetros de la acción.
Una periodista de la revista New Yorker escribió que los “predadores” no sólo “eran un punto de inflexión en la tecnología, también cambiaban la frontera del derecho, de la política y de la moral”.
Cambiar el modo de hacer la guerra tiene consecuencias directas en la manera en que se desenvuelve la lucha por la hegemonía militar en el mundo, la cual es la última y más importante expresión del poder de las naciones. La humanidad está balbuceando una nueva forma de construir y ejercer el poder imperial.
Estamos a una distancia sideral de la guerra de Vietnam. Viví en Estados Unidos en 1966 y 1967. Recuerdo el llanto mezclado con cerveza de los chicos de 18 años que vivían en el mismo edificio de la universidad en la que me alojaba cuando les llegaba la orden de reclutamiento para ir a Vietnam. La guerra estaba a diario en la televisión y su impacto social era inmenso. En algún momento, las consecuencias en la ciudadanía de Estados Unidos se hicieron insoportables para el gobierno. El final de la guerra no fue sólo militar, también fue causado por el costo político interno.
Ha comenzado a cambiar el modo último de la dominación.

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