por Emilio Cárdenas | Para LA NACION
El constante acoso de nuestras autoridades al Uruguay comienza a mostrar una consecuencia previsible: el país vecino ahora se acerca estratégicamente al Brasil y se aleja de nuestro poco confiable país. Nada sorpresivo, ante la constante rispidez de nuestra relación bilateral.
El constante acoso de nuestras autoridades al Uruguay comienza a mostrar una consecuencia previsible: el país vecino ahora se acerca estratégicamente al Brasil.
Hablamos de las obras de interconexión eléctrica entre San Carlos y Candiota, que serán concluidas en octubre del año próximo; del enlace de los sistemas ferroviarios de ambos países, cuya culminación está también prevista para fines del 2013; de la aceleración de la construcción del segundo puente fronterizo sobre el río Yaguarón; y de los estudios sobre la utilización conjunta de una nueva hidrovía -de casi mil kilómetros de largo- que transita a través de las lagunas Merín y De los Patos, ya relevada batimétricamente. Ahora se analizan sus necesidades inmediatas en materia de dragado y señalización. El avance en todos esos temas es, como debe ser, constante.En paralelo, el flujo del comercio entre ambas naciones también crece significativamente. En el 2011, alcanzó los 3928 millones de dólares. Con 1750 millones de dólares de exportaciones orientales a su vecino del norte. Además, medio millón de turistas brasileños visitaron Uruguay el año pasado. Y casi 13.000 brasileños residen permanentemente en la Banda Oriental.
Ocurre que Brasil, con sus 190 millones de habitantes, es ya el quinto mercado del mundo, en términos de número de consumidores. Hoy es, asimismo, la sexta economía del mundo. Y crece impulsado por el optimismo y por una visión compartida de su futuro. Es entonces un socio particularmente atractivo para el Uruguay.
Como consecuencia del creciente acercamiento entre ambos países, un "Grupo de Alto Nivel" (y sus distintas comisiones) conformado por funcionarios de ambos países trabaja activamente para afirmar y materializar el avance de la acción conjunta. Todo lo contrario a dejar las iniciativas libradas a su suerte o a paralizarlas, como sucede en el marco de nuestra relación bilateral con los orientales.
El flujo del comercio entre ambas naciones también crece significativamente
Los avances de Uruguay con Brasil apuntan concretamente a profundizar la integración de las cadenas productivas; a maximizar la labor en materia de ciencia, innovación y tecnología; a mejorar la comunicación y los sistemas de información disponibles (esto incluye implementar la televisión digital y optimizar la integración de las respectivas redes nacionales); a acelerar lo referido a la integración de las infraestructuras; a conectar estrechamente las redes académicas y de tele-medicina; y a asegurar la libre circulación de bienes y servicios, así como la de personas.
Mientras tanto, las relaciones con la Argentina están sometidas a la crispación sistemática que caracteriza, en todos los frentes, a nuestras autoridades. Hoy esa actitud amenaza especialmente al turismo de los argentinos hacia las playas orientales, que representa el 66% del turismo receptivo uruguayo y que el año pasado generara ingresos del orden de unos 2100 millones de dólares para los uruguayos. Pese a que hay conversaciones que apuntan a pesificar tanto el comercio como el turismo y a compensar los saldos.
Como consecuencia de nuestro lamentable proteccionismo, el comercio del Uruguay con nuestro país es ahora tan sólo el 6% del total del comercio uruguayo. Poco significativo y lejos de las cifras del comercio con Brasil.
La búsqueda de alternativas de integración distintas luce inevitable para los uruguayos. Mal que nos pese.
La preocupación por el futuro del turismo tradicional argentino es grave desde que se estima que a cada caída del 1% del PBI de nuestro país corresponde una caída del 0,87% del gasto en turismo de los argentinos en el Uruguay. Un efecto duro y directo, entonces. Como la Argentina está en recesión, la fragilidad de la situación preocupa mucho en el Uruguay en momentos en los que, con una inflación cercana al 8% anual, el objetivo de las autoridades orientales de poder seguir creciendo al ritmo del 4% anual parece comenzar a complicarse.Si a todo ello le sumamos una inexplicable actitud de hostilidad hacia el Uruguay por parte de nuestras autoridades, la búsqueda de alternativas de integración distintas luce inevitable para los uruguayos. Mal que nos pese.
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