FUENTE: http://www.losandes.com.ar/notas/2013/7/28/tres-revoluciones-egipto-728644.asp
Las tres revoluciones de Egipto
Para intentar comprender la situación presente de Egipto, el columnista del New York Times esboza la siguiente tesis. “Si usted está buscando algún aspecto rescatable en lo que está ocurriendo en Egipto hoy día, sugiero que ascienda a 30.000 pies y mire hacia abajo. A la distancia, los sucesos en Egipto a lo largo de los últimos dos años y medio casi tienen sentido. En realidad, Egipto ha tenido tres revoluciones desde comienzos de 2011, y cuando las sumamos todas, se puede discernir un mensaje sobre lo que una mayoría de los egipcios está buscando”.
Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2013
La primera revolución fue el pueblo y el ejército egipcios cuando derrocaron al presidente Hosni Mubarak e instalaron al ex ministro de la defensa, el mariscal de campo Mohamed Hussein Tantawi, ya entrado en años, como el jefe de Estado de facto.
Tantawi y sus colegas terminaron siendo totalmente incompetentes para dirigir a la nación y fueron reemplazados, a través de una elección revolucionaria, por el partido de la Hermandad Musulmana, encabezado por el presidente Mohamed Mursi.
Rápidamente, él intentó consolidar el poder decapitando a las fuerzas armadas e instalando a simpatizantes de la Hermandad en importantes posiciones. Su estilo autocrático y excluyente, así como fallido liderazgo económico, aterró al centro egipcio, que se unió el mes pasado a una nueva generación de oficiales militares para una tercera revolución enfocada a la expulsión de Mursi y la Hermandad Musulmana.
Para expresarlo en términos más simples: la primera revolución de Egipto consistía en deshacerse de la mano muerta, la segunda revolución en deshacerse de las cabezas muertas y, la tercera, en escapar del punto muerto sin salida.
La primera revolución ocurrió porque un gran número de jóvenes egipcios, en su mayoría no islamistas, se fue hartando de la sofocante mano muerta de la era de Mubarak; una mano tan muerta que demasiados egipcios jóvenes sentían que estaban viviendo en un sistema manipulado, en el que ellos no tenían oportunidad alguna de volver realidad su potencial pleno, bajo un líder carente de visión. Después de aproximadamente 30 años del dominio de Mubarak y aproximadamente 30.000 millones de dólares en ayuda estadounidense, casi un tercio de los egipcios aún no sabía leer o escribir.
Sin embargo, los generales que reemplazaron a Mubarak fueron cabezas muertas que no estuvieron a la altura de gobernar; tan muertos que muchos egipcios liberales estaban listos para votar por Mursi, de la Hermandad Musulmana, por encima de un ex general de la era de Mubarak en las elecciones del 12 de junio. Sin embargo, Mursi demostró que le interesaba más consolidar el control de la Hermandad sobre el gobierno que gobernarse a sí mismo, y condujo a Egipto hasta un punto muerto y sin salida; a grado tal que los egipcios salieron a las calles el 30 de junio y prácticamente le suplicaron a las fuerzas armadas que expulsaran a Mursi.
Si sumamos todo, hay un mensaje de la mayoría egipcia: No más manos muertas; queremos un gobierno que aspire a convertir de nuevo a Egipto en la vanguardia del mundo árabe. No más cabezas muertas; queremos un gobierno que sea dirigido por personas competentes que puedan restablecer el orden y los empleos. Y no más puntos muertos; queremos un gobierno que sea incluyente y respete el hecho de que dos tercios de los egipcios no son islamistas y, aunque muchos son musulmanes devotos, no quieren vivir en nada cercano a una teocracia.
Es difícil exagerar el grado hasta el cual se había deteriorado la economía y tanto la ley como el orden bajo Mursi. Había tantos egipcios sintiéndose inseguros, ¡que hubo carga sobre perros policía! Había tantos guías de turistas sin trabajo que se advertía a los turistas que evitaran las pirámides porque desesperados guías de camellos y vendedores de postales se arremolinaban a su alrededor cual enjambre. Una encuesta de esta semana por parte del Centro Egipcio de Investigación sobre Opinión Pública arrojó que 71 por ciento de los egipcios no simpatizaba con protestas a favor de Mursi.
Sí, habría sido mucho mejor si Mursi hubiera sido expulsado del cargo mediante una votación. Sin embargo, lo que está hecho está hecho. Necesitamos aprovecharlo de la mejor forma. Lo correcto para el presidente Barack Obama ahora es que estuviera no solo haciendo caso omiso a los llamados dirigidos a eliminar la ayuda económica a Egipto, apoyándose en el argumento de que la última revolución equivalió a un golpe militar. Nosotros deberíamos estar intentando convencer a todos en el mundo de que ayuden a este nuevo gobierno egipcio a que tenga éxito.
Entonces, no causa sorpresa que la gente tema que los militares de Egipto pudieran permanecer en el poder indefinidamente. Es un peligro, pero eso me preocupa menos. Se le ha conferido poder al pueblo egipcio. La mayoría de los egipcios ha puesto -tres veces ahora desde 2011- un alto al movimiento de su gobierno por mal camino.
Me preocupa algo más: que los egipcios definan la senda correcta y convencer a la mayoría de seguirla. Eso es totalmente otro tipo de desafío, y no estoy seguro de que Egipto pueda llegar alguna vez a ese nivel de consenso. Sin embargo, este gobierno ofrece la mejor esperanza para eso. Tiene a buenas personas en posiciones de importancia, como finanzas y asuntos exteriores.
Correctamente, se concentra en una Constitución justa y una reforma económica que sea sostenible. Su tarea será mucho más fácil si la Hermandad Musulmana puede ser reintegrada a la política, y si su guerra con los militares es detenida. Sin embargo, la Hermandad también necesita aceptar que se equivocó -en grande- y que necesita ganarse de nuevo la confianza de la gente.
Este no es momento para que Estados Unidos esté castigando a los egipcios o exigiendo elecciones rápidas. Nuestra tarea consiste en ayudarle al nuevo gobierno a que aproveche al máximo el número de buenas decisiones económicas que tome, al tiempo que se le presione de manera constante para que se vuelva más incluyente y que sea posible la formación de múltiples partidos políticos. Si ocurre eso, Egipto tendrá unos cimientos apropiados para celebrar elecciones democráticas de nuevo. Si eso no ocurre, ninguna cantidad de elecciones lo salvará.
Tantawi y sus colegas terminaron siendo totalmente incompetentes para dirigir a la nación y fueron reemplazados, a través de una elección revolucionaria, por el partido de la Hermandad Musulmana, encabezado por el presidente Mohamed Mursi.
Rápidamente, él intentó consolidar el poder decapitando a las fuerzas armadas e instalando a simpatizantes de la Hermandad en importantes posiciones. Su estilo autocrático y excluyente, así como fallido liderazgo económico, aterró al centro egipcio, que se unió el mes pasado a una nueva generación de oficiales militares para una tercera revolución enfocada a la expulsión de Mursi y la Hermandad Musulmana.
Para expresarlo en términos más simples: la primera revolución de Egipto consistía en deshacerse de la mano muerta, la segunda revolución en deshacerse de las cabezas muertas y, la tercera, en escapar del punto muerto sin salida.
La primera revolución ocurrió porque un gran número de jóvenes egipcios, en su mayoría no islamistas, se fue hartando de la sofocante mano muerta de la era de Mubarak; una mano tan muerta que demasiados egipcios jóvenes sentían que estaban viviendo en un sistema manipulado, en el que ellos no tenían oportunidad alguna de volver realidad su potencial pleno, bajo un líder carente de visión. Después de aproximadamente 30 años del dominio de Mubarak y aproximadamente 30.000 millones de dólares en ayuda estadounidense, casi un tercio de los egipcios aún no sabía leer o escribir.
Sin embargo, los generales que reemplazaron a Mubarak fueron cabezas muertas que no estuvieron a la altura de gobernar; tan muertos que muchos egipcios liberales estaban listos para votar por Mursi, de la Hermandad Musulmana, por encima de un ex general de la era de Mubarak en las elecciones del 12 de junio. Sin embargo, Mursi demostró que le interesaba más consolidar el control de la Hermandad sobre el gobierno que gobernarse a sí mismo, y condujo a Egipto hasta un punto muerto y sin salida; a grado tal que los egipcios salieron a las calles el 30 de junio y prácticamente le suplicaron a las fuerzas armadas que expulsaran a Mursi.
Si sumamos todo, hay un mensaje de la mayoría egipcia: No más manos muertas; queremos un gobierno que aspire a convertir de nuevo a Egipto en la vanguardia del mundo árabe. No más cabezas muertas; queremos un gobierno que sea dirigido por personas competentes que puedan restablecer el orden y los empleos. Y no más puntos muertos; queremos un gobierno que sea incluyente y respete el hecho de que dos tercios de los egipcios no son islamistas y, aunque muchos son musulmanes devotos, no quieren vivir en nada cercano a una teocracia.
Es difícil exagerar el grado hasta el cual se había deteriorado la economía y tanto la ley como el orden bajo Mursi. Había tantos egipcios sintiéndose inseguros, ¡que hubo carga sobre perros policía! Había tantos guías de turistas sin trabajo que se advertía a los turistas que evitaran las pirámides porque desesperados guías de camellos y vendedores de postales se arremolinaban a su alrededor cual enjambre. Una encuesta de esta semana por parte del Centro Egipcio de Investigación sobre Opinión Pública arrojó que 71 por ciento de los egipcios no simpatizaba con protestas a favor de Mursi.
Sí, habría sido mucho mejor si Mursi hubiera sido expulsado del cargo mediante una votación. Sin embargo, lo que está hecho está hecho. Necesitamos aprovecharlo de la mejor forma. Lo correcto para el presidente Barack Obama ahora es que estuviera no solo haciendo caso omiso a los llamados dirigidos a eliminar la ayuda económica a Egipto, apoyándose en el argumento de que la última revolución equivalió a un golpe militar. Nosotros deberíamos estar intentando convencer a todos en el mundo de que ayuden a este nuevo gobierno egipcio a que tenga éxito.
Entonces, no causa sorpresa que la gente tema que los militares de Egipto pudieran permanecer en el poder indefinidamente. Es un peligro, pero eso me preocupa menos. Se le ha conferido poder al pueblo egipcio. La mayoría de los egipcios ha puesto -tres veces ahora desde 2011- un alto al movimiento de su gobierno por mal camino.
Me preocupa algo más: que los egipcios definan la senda correcta y convencer a la mayoría de seguirla. Eso es totalmente otro tipo de desafío, y no estoy seguro de que Egipto pueda llegar alguna vez a ese nivel de consenso. Sin embargo, este gobierno ofrece la mejor esperanza para eso. Tiene a buenas personas en posiciones de importancia, como finanzas y asuntos exteriores.
Correctamente, se concentra en una Constitución justa y una reforma económica que sea sostenible. Su tarea será mucho más fácil si la Hermandad Musulmana puede ser reintegrada a la política, y si su guerra con los militares es detenida. Sin embargo, la Hermandad también necesita aceptar que se equivocó -en grande- y que necesita ganarse de nuevo la confianza de la gente.
Este no es momento para que Estados Unidos esté castigando a los egipcios o exigiendo elecciones rápidas. Nuestra tarea consiste en ayudarle al nuevo gobierno a que aproveche al máximo el número de buenas decisiones económicas que tome, al tiempo que se le presione de manera constante para que se vuelva más incluyente y que sea posible la formación de múltiples partidos políticos. Si ocurre eso, Egipto tendrá unos cimientos apropiados para celebrar elecciones democráticas de nuevo. Si eso no ocurre, ninguna cantidad de elecciones lo salvará.
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