por Carlos Pissolito
En la mayoría de los casos uno no se encuentra en condiciones de elegir los conflictos a los que se enfrentará. Porque, simplemente, éstos son los que nos eligen a nosotros.
Tal parece ser el caso del terrorismo y el del narcotráfico.
Obviamente, que debe haber actitudes propias que nos colocan, lo sepamos o no, en situaciones potenciales de conflicto.
Por ejemplo, podemos pensar -razonablemente- que nuestro alineamiento internacional en los años 90, nos trajo los atentados de la Embajada de Israel y de la AMIA. Puede ser.
Lo mismo puede apreciarse que nuestro actual realineamiento internacional, similar al de esos años, puede -nuevamente- atraer las iras terroristas sobre nosotros. Puede ser.
Además, se acaba de descubrir una célula terrorista del Daesh en Brasil. Bien podemos tener una, también, nosotros. Puede ser.
Lo que no puede ser es que no nos preparemos para enfrentar estas previsibles eventualidades con los elementos necesarios. A saber:
• Un buen sistema de alerta estratégico basado en un servicio de inteligencia exterior digno de ese nombre.
• Un buen sistema de contrainteligencia interno destinado, no a escuchar a los opositores políticos, sino a los verdaderos criminales. Sean estos terroristas potenciales o narcos.
• Un sistema de barreras en profundidad que vayan desde nuestra frontera hasta el interior de nuestras ciudades, pasando por nuestras rutas terrestres, hidrovías y corredores aéreos con especial atención en puertos, aeropuertos y pasos fronterizos.
• Una adecuada coordinación para el empleo de las fuerzas de seguridad y policiales ante un eventual ataque.
• Una legislación que permita el efectivo apoyo y, si fuera necesario el empleo, de las fuerzas miliares si las primeras fueran superadas. Como será seguramente el caso.
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